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Kingdom Dance

Robert se encontraba haciendo guardia en la puerta de los aposentos de su señora. Hacía un par de minutos una criada había entrado con una caja, "Un regalo de la reina" había dicho. Un golpe se escuchó dentro del cuarto.

- ¡¿Estás de broma?!- Gritó la joven Velaryon alarmando al guardia.


El caballero entró abruptamente en la habitación, preparado para cualquier cosa dentro Alyssa agarraba un vestido  azul pálido con un precioso bordado de flores azules y moradas. El único problema era que tanto las mangas como la espalda estaban hechos de un fino tul azul transparente. La reina quería humillarla, por haberla dejado plantada, exponiendo que aquellas heridas no habían sido reales o en su defecto no tan graves. - Bien- pensó la joven, si la reina quería jugar, jugarían.

Caminaba detrás de su señora por la plaza abarrotada de gente. Como siempre se había negado a montar en el carruaje e ignoró a todos aquellos nobles y carrozas que se encontraban en la caravana que se había formado. Habían preparado la plaza mayor para el festejo que el rey estaba organizando, para celebrar el segundo embarazo de su hija. El lugar se dividía en una amplia explanada, donde se habían montado carpas con puestos de comida, tiendas y entretenimiento para el pueblo, y una terraza elevada exquisitamente decorada. Se notaba que estaba acondicionada con las comodidades que necesitaba la nobleza. El rey había querido que todos disfrutaran de la gran festividad.

Vio cómo la joven subía las escaleras con la espalda erguida y la cabeza en alto. La terraza superior no estaba tan concurrida como la zona reservada al pueblo. Fauces le seguía el paso pegado a su pierna, moviendo la cola feliz. Su dueña ignoraba los susurros que brotaban a su alrededor mientras caminaba hacia la carpa real. El color azul claro y las transparencias bordadas con flores azules y moradas, contrastaba perfectamente con su oscura piel. La joven llevaba el pelo rizado recogido  dejando su espalda al descubierto. Levantó la cabeza orgullosa, si la reina quería humillarla que lo intentara. Solo conseguiría  que sus palabras fueran desmentidas. El joven guardia hinchó el pecho como un pavo real, aun estando en una situación de vulnerabilidad, Alyssa seguía caminando con firmeza y seguridad. Todo el mundo conocía la historia de aquella noche. Todos habían sentido pena por el joven príncipe, y creyeron a la reina cuando dijo que su hijo había sido el único gravemente herido. Pero aquellas cicatrices decían lo contrario.

Alyssa hizo una reverencia delante de la carpa, en ella se encontraba la familia real. El Rey se encontraba sentado en una especie de trono, más demacrado que la última vez que lo vio. La reina se encontraba de pie junto a éste. Una sonrisa de triunfo le decoraba el rostro pues Alicent no veía ninguna cicatriz en el cuerpo de la chica. Sus cuatro hijos, se encontraban al otro lado de su padre, por un momento sus ojos y los del príncipe Aemond conectaron. Ambos recordaban la aventura que tuvieron anoche, aunque la falta de sueño se notaba más en el Targaryen que en la joven Velaryon.

- Alteza - dijo mientras volvía a su posición inicial cuadrando los hombros.

- Alyssa, querida, cómo has crecido - le sonrió el Rey - espero que te hayas podido instalar bien.

- Sí, yo solo pasaba a saludarles y a agradecer a la Reina por este hermoso vestido- dijo adornando su cara con una sonrisa falsa.

- De nada, lady Velaryon- contestó la Reina altiva- Espero que en algún momento de la velada podamos deleitarnos con su voz.

- Por mi prima cualquier cosa- dijo la joven antes de hacer una reverencia y volver a girarse.


Todos contuvieron el aliento al ver su espalda. La piel oscura y lisa se acababa en el lado derecho, tanto el hombro como media espalda estaban llenos de irregulares cicatrices que se parecían a las raíces de un árbol. Había zonas más claras y otras hiperpigmentadas. Pero lo que más llamaba la atención era la mancha blanca que cubría todo su omóplato, lugar donde la quemadura había sido tan profunda que le había afectado a nivel celular y nervioso. Debido a esto había perdido sensibilidad en esa zona de la espalda. La reina se encogió ante la mirada que le lanzó su esposo. Este estaba indignado, sabiendo lo que la hija de su prima había pasado, su mujer le había regalado un vestido que expone dichas heridas a todos. La reina no fue la única en tragar saliva, el príncipe Aemond por una vez dejó de lamentarse por sus heridas. Aunque odiaba a la chica, admiró la valentía que tenía por mostrar sus cicatrices, mientras él se seguía escondiendo detrás de un parche.

Llevaba un par de minutos apoyada en una barandilla, viendo como el pueblo festejaba, parecía que se lo estaban pasando muy bien. Alyssa preferiría estar con ellos a tener que pasar un solo minuto más ahí, notando la mirada de todos clavada en sus cicatrices. Con una mano acariciaba la cabeza de Fauces que estaba sentado junto a ella, ambos junto a su caballero, se habían alejado de los demás. Una cosa era tener que asistir al evento y otra muy distinta entablar conversaciones banales con gente en su mayoría superficial. Con una sonrisa la joven vio cómo un grupo de niños, los cuales no parecían tener muchos recursos, comenzaban a distraer a un tendero para poder quitarle algo de comer. Sin pensarlo mucho cogió unos cuantos bollos calientes de la bandeja que llevaba una sirvienta. Después de darle las gracias volvió a girarse hacia la plaza y emitiendo un silbido llamó la atención de los niños con una mano les hizo un gesto para que se acercara. Los niños, confusos y asustados por haber sido pillados, se acercaron cautelosos, quedando frente a la joven platinada pero unos cuantos metros más abajo que ellas. Ésta les lanzó los bollos mientras les guiñaba un ojo y los niños salieron corriendo por la plaza, felices con su nuevo y caliente botín. El gesto casi había pasado desapercibido para todos, aunque al otro lado del lugar, junto a los puestos de comida una mujer vestida de blanco sonrió. Había escuchado rumores sobre ella, pero le costó creer que una noble, comparándola con los que había en Desembarco del Rey, se preocupara e implicara, siendo altruista con el pueblo.

- Eso ha sido muy amable de tu parte- Dijo Helaena mientras se agachaba para acariciar al perro- Las olas bañan los corazones del pueblo, y todo se volverá azul.

- Mi tío odia que haga este tipo de cosas- Se rió Alyssa- piensa que es indigno que me mezcle con el pueblo, odia cada vez que me ve socializar con ellos en Marcaderiva.

- ¿Y si lo odia por qué lo sigues haciendo?- Preguntó la princesa la cual seguía concentrada en el perro, que complacido se dejaba mimar.

- La gente con poder no ve más allá de su nariz, no se da cuenta que sin el pueblo no serían nada- dijo mientras fruncía el ceño- Yo lo sé y por ello les respeto. Tengo la suerte de haber nacido en un hogar con riquezas, no me cuesta nada ayudar a aquellos que lo necesiten.

- Siento lo que te ha hecho mi madre- dijo la joven colocándose de pies junto a ella y le apretaba una mano.

- No te preocupes- Dijo Alyssa mientras le devolvió el apretón.


La música comenzó a sonar en la plaza, algunos ciudadanos se habían juntado en una esquina y habían comenzado a tocar canciones alegres. El pueblo poco a poco se fue animando, creando pequeños círculos donde bailaban felices. Mientras tanto, en la terraza, muchos nobles comenzaron a fruncir el ceño ante aquel sonido tan vulgar. Una sonrisa se formó en el rostro de Helaena, mientras comenzaba a dar palmas al ritmo de la música. Un silbido entre la multitud llamó la atención de Alyssa, en unas mesas que habían puesto para poder comer y beber Brego le saludaba alzando lo que parecía ser una jarra de cerveza. Alyssa miró a su alrededor, dándose cuenta de que les había tocado asistir a la parte aburrida del festejo, aquella en la que o te unías a las críticas o la criticada eras tú.

- Parece que se lo pasan bien- dijo la princesa mirando con anhelo a los bailarines.

- Si quieres podemos bajar- Dijo con una sonrisa su prima la cual estaba deseando alejarse de esa terraza, Madre no me lo permitiría.

- Bueno la reina no tiene porqué enterarse - Alyssa se giró hacia la princesa y haciendo una reverencia exagerada le tendió la mano- ¿Me concede este baile bella dama?


Robert sonrió mientras negaba con la cabeza, cuando vio que la princesa cogió la mano de su señora. Las siguió mientras estas intentaban escabullirse de la terraza discretamente, no pudieron evitar soltar unas risas cantarinas cuando se adentraron  en el gentío. Fauces caminaba junto a ellas, movía la cola feliz pero alerta a cualquier amenaza, y el caballero guardaba sus espaldas sin perderlas de vista y sin alejarse más de tres pasos de ellas. Solo dos personas se dieron cuenta que las dos jóvenes habían dejado la terraza: la mujer vestida de blanco y el capitán de Marcaderiva. El hombre de pelo castaño y ojos violetas dejó su cerveza en la mesa y se dirigió hacia el encuentro de su pupila, puede que ésta hiciera las cosas con la mejor de las intenciones, pero no siempre acababan bien.

La canción había acabado, cuando las dos chicas llegaron al círculo central, Alyssa tiró de su prima, para colocarse en el nuevo grupo de baile que se estaba formando. Al principio nadie las reconocío, hasta que llegó el momento de tomarse de las manos. Alyssa agarro la mano de Helena con una gran sonrisa en su rostro y con una inclinación de cabeza saludo a la hombre que se encontraba a su lado, este intento lavarse la mano en el pantalón antes de dársela a la joven Velayon, pero está lo ignoro agarrándome la mano antes de que pudiera hacerlo. La princesa miró a su prima algo nerviosa, parecía todo tan fácil cuando ella hacía las cosas. Ésta se quedó mirando por un par de segundos la mano que le tendía la mujer a su lado y con una sonrisa tímida la agarró. Los susurros se alzaron por el círculo cuando se dieron cuenta de las dos jóvenes sonrientes que se encontraban con ellos. No podían creer que la mismísima princesa hubiera bajado a festejar con ellos. Incluso los músicos tardaron más de lo normal en comenzar a tocar. Fue el perro marrón que se había metido dentro del círculo y se había colocado frente a su dueña el que los sacó de su ensoñación cuando comenzó a ladrar extasiado. La música comenzó de forma lenta y pausada, el círculo giraba hacia un lado y luego hacia el otro, andaba hacia delante y hacia atrás, para luego dar tres vueltas sobre sí mismos, un aplauso por aquí y otro por allá, pero nunca sin dejar la posición en la que se encontraban. La canción comenzó a acelerar, haciendo que los bailarines se movieran más rápido. Alyssa no pudo evitar soltar una risa cantarina cuando vio a Fauces intentar imitar su movimientos, todos sonrieron al perro que bailaba feliz con ellos. El ritmo aceleró todavía más, los aplausos de aquellos que miraban animaban a los músicos y bailarines a ir más rápido. La frente de la princesa estaba perlada y alguna gota de sudor caía por su sien, pero la sonrisa que pintaba su rostro era indescriptible. La canción estaba en su punto más álgido, todos disfrutaban del momento cuando los gritos y protestas comenzaron a escucharse. Sin saber cómo acabó en el suelo, manchando de barro ese precioso vestido, la mano de su prima desapareció y todo el lugar se llenó de capas blancas. Fauces ladraba al caballero que le había tirado al suelo, mientras que Rober se posiciona junto a ella con la mano en la empuñadura. Pero no le importó, lo primero que hizo fue ayudar a levantarse a las dos personas que habían caído con ella, estos le devolvieron el gesto con una sonrisa sorprendidos.

- ¿Estáis bien? - le pregunto, antes de siquiera revisar si ella misma tenía alguna herida.


Pudo ver cómo Bregó se colocaba cerrando la formación, guardando sus espaldas se colocó parte de su tripulación. El sonido de la palma contra la mejilla de Alyssa resonó en toda la plaza haciendo que lo que quedaba de música y risas se callaran de golpe. La joven se llevó la mano a la mejilla, el tortazo había sido tan fuerte que hasta le hizo girar el rostro, frente a ella la reina le miraba con furia, todavía con la mano alzada.

- ¿Cómo osas poner a mi hija en peligro?

- Solo estábamos bailando- dijo la joven, sin que se le quebrara la voz.

- ¿Aquí? Está embarazada, podría haberle pasado algo - el dedo índice de la monarca chocó contra el pecho de la joven.

- ¿Acaso cree que alguien se atrevería a hacer daño a la hija del rey?- dijo mientras apartaba el dedo con un manotazo- sobre todo después de ver que ella les tiene en cuenta, y no les mira con asco desde una terraza.


El brazo de la reina volvió a alzarse, pero esta vez la mano de la joven fue más rápida y evitó el golpe agarrándole la muñeca. El rostro de Alicent estaba enrojecido de la ira, odiaba lo que la joven representaba, la libertad que tenía, que no le importara ser juzgada ni el qué dirán, mientras a ella le tocaba vivir en esa jaula de oro. Robert desenvainó la espada, cuando vio que la mujer intentaba pegar otra vez a su señora, lo que hizo que los capas blancas imitarán el gesto.

- Sube ahí arriba, canta y marchate, salvaje- gruño la reina mientras se daba la vuelta.


La comitiva comenzó a volver hacia el patio superior, Helaena preocupada no paraba de mirar a su prima mientras subía siguiendo a su madre, pero algo les hizo detenerse. Alyssa irguiéndose todo lo posible cuadro los hombro, orgullosa levantó la cabeza, y sonrió. ¿Solo tenía que cantar y podía marcharse de ahí no?

- "I am my mother's savage daughter (Soy la hija salvaje de mi madre), the one who runs barefoot cursing sharp stones (aquella que corre descalza maldiciendo piedras afiladas). I am my mother savage daughter (Soy la hija salvaje de mi madre), I will not cut my hair (No me cortaré el cabello), I will not lower my voice (No voy a bajar la voz)."- Cantó la joven haciéndose oír por todo el lugar, con una voz pura clara y desafiante.


Alyssa hizo una reverencia a la Reina, quien la miraba iracunda, y se marchó del lugar, seguida de Fauces, su caballero, Bregó y el resto de la tripulación. La comitiva de Marcaderiva, se marchó del lugar bajo los aplausos de los residentes.

Brego y Robert miraban preocupados a la joven que estaba sentada al final del puerto. La pasarela terminaba frente al mar abierto y en ese momento no había ningún barco atracado. La apuesta de sol recortaba la silueta de la chica sentada en el borde, dejando que sus pies descalzos colgaran en el aire. A su lado se encontraba Fauces tumbado mordía con parsimonia uno de los cordones de la bota de Alyssa. Con la mirada melancólica veía como el sol se ocultaba a lo lejos, bañando el agua del color del fuego. Echaba de menos su casa y la libertad que tenía en esta. Echaba de menos vestirse como quería y hacer lo que le diera la gana, sin tener ojos por todos lados que la juzgaran. El capitán paró al caballero cuando vio quién se acercaba a la chica, por lo que había escuchado de Lobo, los dos adolescentes no se matarían entre ellos.

- Lo siento- dijo el joven vestido de verde, cuando se sentó a su lado.


Ella ni siquiera lo miró, siguió limpiándose la suciedad imaginaria de debajo de las uñas.

- ¿Por qué te estás disculpando?- pregunto indiferente.

- Por mi madre...- Comenzó el príncipe, pero Alyssa sin querer escuchar más se dejó caer al mar.


El agua fresca la cubrió y cerró los ojos mientras se hundía disfrutando de las sensaciones. El vestido flotaba a su alrededor, su pelo platinado se elevaba hacia arriba cuando más se dejaba caer. Pudo sentir las burbujas de otra zambullida hacianle cosquillas, cuando abrió los ojos el príncipe Aemond se encontraba frente a ella. Las aguas anaranjadas iluminaban el rostro del chico, el cual esta vez había podido conservar su parche. Como cada vez que veía algo curioso bajo la superficie, Alyssa se acercó al príncipe como en trance, y con el dedo índice perfiló la cicatriz de su rostro. La mano de él no se hizo esperar, con sus dedos rozó aquellas raíces que se escondían tras el hombro de la joven. Cada uno reconoció las heridas del otro, la palma de Alyssa se posó en su mejilla, y los ojos de ambos conectaron. Aemond no pudo evitar sonrojarse ante la sonrisa que le dedicó la joven bajo el agua, antes de comenzar a bucear hacia la superficie, no se dio cuenta de que sus pulmones ardían hasta que su cabeza salió del agua.

- No debes pedir perdón en nombre de tu madre - dijo ella seria- ambos sabemos que no lo siente. Además me ha dado la excusa perfecta para irme.

- ¿Te marchas?- preguntó el príncipe sorprendido.


Ella no le contesto, solo le sonrió y se dirigió hasta la pasarela del puerto, se remangó la falda hasta las rodillas, para poder trepar por uno de los palos que aguantaba la estructura una vez arriba ayudó al príncipe a subir. Los dos adolescentes empapados se acercaron al caballero Velaryon, el cual se cuadró ante ellos.

Por favor, vete adelantando Robert, y da órdenes de que vayan recogiendo nuestras cosas, marchamos al amanecer.- dijo la joven a lo que tanto el caballero como el capitán asintieron- No te preocupes por mí, el príncipe Aemond se ha ofrecido a acompañarme.


El paseo de vuelta a la fortaleza fue silencioso pero agradable, solo podía escucharse los jadeos que emitía Fauces cuando respiraba con la lengua fuera. Aemond no pudo evitar mirar disimuladamente a la joven, sobre todo cuando el dorso de sus manos se rozaban sin querer. Estaban terminando de recorrer los pasillos que tienen en común para llegar a sus aposentos cuando Ameond habló.

- Lo siento- dijo con sinceridad.

- ¿Por qué esta vez?


Ambos se quedaron quietos en el cruce de pasillos. Los dos quedaron frente a frente , eran de la misma estatura y tenían el pelo húmedo pegado a la cara.

- Por eso - Aemond señaló su hombro con la cabeza.

- Ohh- dijo ella mientras se llevaba la mano a las cicatrices- Esta bien, yo lo siento por lo de tu ojo.

- Puede que fuera tu cuchillo- dijo el mientras se llevaba la mano al parche- pero tú no me lo arrancastes.


Ambos se sonrieron tímidamente por un momento, gracias a sus cicatrices acabaron viéndose como iguales.

- Te odio- dijeron a la vez con una leve sonrisa, antes de ir cada uno por su lado.


Fauces y Alyssa se dirigieron a su cuarto, el príncipe se quedó mirando hasta que ésta giró en la primera esquina. Acababa de anochecer y no todas las antorchas estaban encendidas. Apenas había llegado al final del pasillo, cuando escuchó al perro ladrar feroz, como la vez que intentó atacar a su dueña. Sin pensarlo corrió, desandando lo andado y se adentró en el pasillo que había tomado la joven. Por el camino fue gritando pidiendo ayuda a los guardias, lo que se encontró al final del pasillo lo descoloco.

Alyssa Velaryon estaba sobre el cuerpo de un hombre, su vestido estaba roto, dejando ver más de lo que  debería. Los puños de la chica bajaban con fuerza sobre el rostro de su contrincante, con rabia vio como la joven sacaba aquel cuchillo con mango de madera y agitada lo colocó en el cuello del atacante. Fue entonces cuando lo reconoció.

***

Ya no queda nada para terminar el segundo arco. ¿Quien creéis que va ha ganar la apuesta? ¿Tendremos boda o capitanes?

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