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Capítulo tres |JEDIK MARCONE|

Jedik Marcone

Me encontraba en mi despacho cuando mi agente de confianza, Patrick, llegó con la información que le había solicitado hacía varias semanas. Desde el secuestro del guardaespaldas de Killian Burton, había algo en mi mente que no me dejaba en paz. Sus ojos, su resistencia, esas vendas, todo en "él" me resultaba inusual. La sangre que dejó en la habitación fue clave para abrir una investigación de manera discreta y precisa.

Los resultados de ADN revelaron su mayor secreto, confirmando mis sospechas. Ian, el hombre que había secuestrado era en realidad una mujer; Irene Matthews. El apellido era común, pero la historia detrás de ese nombre era cualquier cosa menos ordinaria.

Patrick, con su semblante serio de siempre, no perdió tiempo con rodeos.

—Irene y su hermano mellizo se criaron en un orfanato. Pasaron años en ese lugar, sometidos a maltratos, hasta que finalmente fueron adoptados por una familia que les dio su apellido y la supuesta calidez de un verdadero hogar. La tragedia volvió a tocar sus puertas cuando su madre adoptiva falleció inesperadamente cuando ambos tenían solo dieciséis años. Después de la muerte de la madre, el padre adoptivo decidió inscribir a Irene en el ejército, aparentemente buscando estabilidad económica, todo indica que fue en contra de su propia voluntad. Irene demostró ser excepcional en su entrenamiento, especialmente en el área de explosivos. Alcanzó un alto rango, convirtiéndose en una de las principales expertas en creación y desactivación de bombas del ejército.

Me sorprendió un poco que una mujer pudiera llegar tan lejos en una rama tan específica, pero tenía sentido. Aquella fuerza y resistencia no venían de la nada.

—¿Qué pasó después del ejército? ¿Se dio de baja?

—A los veinticinco años desertó. La razón: buscar a su hermano, con quién había perdido contacto desde que se unió al ejército. Durante meses trató de seguir su rastro, pero él parecía haberse esfumado. Fue entonces cuando encontró una pista: su hermano frecuentaba un pub homosexual y había caído en una vida descontrolada, consumiendo estupefacientes y manteniendo relaciones con varios hombres. Irene, desesperada por salvarlo, contrató a alguien para investigar más a fondo. Ahí fue cuando descubrió que su hermano mantenía una relación secreta con un hombre mayor, alguien que parecía mantenerlo bajo su influencia.

—¿Por qué te detienes? Continúa.

—Esta parte seguramente le va a interesar. Finalmente, Irene logró infiltrarse en ese pub nocturno, que solo permite acceso a miembros VIP. Esa noche lo encontró... pero ya era demasiado tarde. Su hermano había sido brutalmente asesinado. Fue un escenario bastante dantesco; lo habían estrangulado con sus propios intestinos.

—¿Por qué habría de interesarme ese dato? —cuestioné, manteniendo mi tono neutral.

Él no parecía perturbado por mi falta de entusiasmo.

—Espere, aún no he terminado. El hombre mayor con el que su hermano mantenía esa relación no era más ni nada menos que Abraham Burton.

Levanté la vista del informe, dejando que sus palabras calaran en mi mente. Todo comenzaba a tomar sentido, como piezas de un rompecabezas que, al juntarse, revelaban una imagen clara. Irene o Ian, como se hacía llamar ahora, no era solo un soldado más que había desertado para buscar a su hermano. No, esa fiera había disfrazado su verdadera misión de venganza bajo la apariencia de lealtad hacia los Burton.

Para Abraham Burton, su familia no era más que herramientas para mantener su propio imperio, piezas intercambiables en un juego donde la única prioridad era la supervivencia de su legado. Era un fantasma que se movía en las sombras, manteniendo un perfil tan bajo que la mayoría de sus hombres ni siquiera conocían su rostro. Y para Irene, infiltrarse en su círculo había sido una tarea monumental, aun siendo la mano derecha de Killian. Sería cuestión de tiempo para que ella se diera cuenta de que el hijo no le ofrecería lo que necesitaba. Después de todo, Killian era solo un reflejo débil de su padre, un hombre inútil incapaz de alcanzar la misma astucia y crueldad.

Sin embargo, esa mujer era diferente. Su odio hacia Abraham era un fuego que la impulsaba, una pasión que la había mantenido viva, y eso era algo que podía aprovechar. Si podía convencerla de que nuestras metas no eran tan diferentes, de que yo podía ofrecerle lo que necesitaba para llegar hasta Abraham, entonces ella podría convertirse en una aliada poderosa.

—Esa fiera no va tras la cabeza de Killian Burton, sino de su padre.

Asintió con la cabeza.

—Si logró infiltrarse siendo mujer en un mundo que no le perdona nada, significa que tiene algo que necesitamos. Quién lo diría; sus intereses se han alineado con los míos.

Entre los documentos, encontré una serie de fotografías que capturaron mi atención. Las primeras imágenes mostraban a esa mujer cuando era joven, quizás en sus años antes del ejército. Tenía el cabello largo, un tono castaño oscuro que caía en cascadas sobre los hombros y lucía con una expresión, aunque seria, no ocultaba su feminidad.

Pasé a las siguientes fotos, y la transformación era asombrosa. A medida que avanzaba en su carrera militar, su apariencia comenzó a endurecerse. El cabello largo fue reemplazado por un corte corto pero práctico, adecuado para esa vida en el ejército. Su cuerpo se tornó más musculoso, su expresión más severa. Casi era difícil creer que se trataba de la misma persona.

Luego, finalmente, aparecieron imágenes más recientes. El cabello negro peinado hacia atrás y esa mirada tan impenetrable que ahora conocía tan bien. Con su postura erguida y masculina, las cicatrices en sus manos y esa expresión endurecida por años de entrenamiento y sufrimiento, parecía un hombre como cualquier otro en la organización de los Burton.

Detrás de esa fachada y esa mirada feroz, seguía siendo una mujer; una mujer que había enterrado su feminidad bajo capas de odio y venganza, pero que no podía escapar de lo que era su esencia. Detrás de esa dualidad, entre lo que es y lo que era, residía su verdadera fuerza, y quizá... su mayor debilidad. 

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