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CAPÍTULO SESENTA Y OCHO: IRENE MATTHEWS

El auto quedó completamente inutilizable después de lo que esa bruja había hecho. No había forma de continuar, así que Jedik llamó a algunos de sus empleados para que vinieran a recogernos. No tenía ganas de volver a la clínica, pero no había otra opción. Odiaba ese lugar con cada fibra de mi ser. Se había convertido en mi segunda casa, y no era precisamente por elección.

Cuando llegamos, el doctor nos recibió con los brazos en alto, claramente frustrado. 

—Por el amor de Dios —gruñó al vernos entrar—. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¡Destrucción, todo lo que provocan es destrucción! —su tono era de completa exasperación mientras miraba a su alrededor—. Aún no he logrado que vengan a reparar los daños que provocó esa maldita desubicada. ¿Ahora qué más? 

Jedik, sin inmutarse, fue directo al punto.

—Necesito que examines a Irene, quiero asegurarme de que todo esté en orden.

Automáticamente, el doctor miró a Leah, quien solo se encogió de hombros con una ligera sonrisa de resignación.

—Se lo dije, ¿o no lo hice? Debió suponer que estos dos iban a regresar con más sorpresas—murmuró Leah, haciendo que el doctor suspirara pesadamente—. Aunque debo admitir que no esperaba que fuera tan pronto. 

Me mantuve en silencio, pero mis ojos hablaron por mí, dirigiendo una mirada afilada a Jedik sin siquiera mover un dedo. Él tenía que hacerse cargo de esto.

—¿Otra vez? —repitió el doctor, visiblemente cansado, pasando una mano por su frente—. Ustedes no tienen arreglo. Son igual de necios e irresponsables.

Leah, que se había mantenido cerca de los niños, lo interrumpió.

—Yo me quedaré con ellos mientras la examinas—dijo tranquilamente, acariciando la cabeza de Naia, que se había acurrucado contra su pecho.

El doctor, resoplando, asintió y me indicó que lo siguiera. Jedik se quedó afuera, dándome una última mirada antes de que la puerta se cerrara detrás de mí.

El doctor me guió hacia la camilla, sacando los instrumentos necesarios. Me pidió que me recostara mientras comenzaba a tomar algunas muestras de sangre. Su rostro estaba concentrado, aunque la irritación seguía ahí, oculta detrás de su profesionalismo.

—Vamos a hacer unas pruebas rápidas—dijo, colocando las muestras de sangre en una bandeja—. Mientras esperamos los resultados, te haré un sonograma. Quiero ver qué sucede en tu interior.

Asentí, sin muchas ganas de hablar. Mi mente aún estaba digiriendo las palabras de Beatrice. Crear vida. Maldita sea. ¿Podría ser verdad? ¿Acaso estoy embarazada de nuevo? Pero ¿cómo tan pronto? No puedo cuestionar siquiera qué es posible y qué no, luego de haber visto esa monstruosa versión de Beatrice. 

El doctor pasó el aparato sobre mi abdomen, sus cejas fruncidas en concentración. Observaba la pantalla con cierta chispa de asombro y desconcierto, mientras yo permanecía tumbada, intentando no sucumbir a la ansiedad. Sentía la sustancia dentro de mí moverse, como si algo dentro no estuviera del todo fijo. Al principio, no podía ver nada fuera de lo normal, pero luego su expresión cambió drásticamente.

—¿Ha sucedido algo inusual recientemente? —preguntó sin apartar la mirada de la pantalla.

No era fácil contarlo, pero no tenía otra opción. Tragué saliva y, con voz baja, le conté todo. Desde el encuentro con Abraham y la mordida, hasta cómo había terminado teniendo intimidad con Jedik hace apenas unas horas. Le describí también lo sucedido con Beatrice, que había irrumpido en nuestras vidas, justo antes de llegar a la clínica.

El doctor se quedó callado un momento, procesando toda la información. Luego, sus ojos se abrieron de par en par mientras volvía a observar la pantalla del sonograma.

—Esto es… fascinante —murmuró, sus dedos moviéndose rápidamente sobre el teclado—. Lo que veo aquí no tiene precedente.

Me giré un poco para intentar ver lo que él veía, pero no lograba distinguirlo con claridad.

—¿Qué está pasando? —le pregunté, tratando de mantener la calma—. ¿Qué ve?

—Lo que tienes aquí dentro—dijo, con un tono de admiración contenida—, no es un embarazo normal. Lo que estoy observando es un proceso de crecimiento celular acelerado. En condiciones normales, el desarrollo embrionario toma su tiempo, pero lo que veo aquí es una transformación a nivel celular que se está dando a una velocidad alarmante.

Pasó el aparato nuevamente sobre mi vientre, y vi cómo algo se movía en la pantalla. Algo que no tenía una forma fija. Primero parecía un feto, pero luego se distorsionaba, cambiando su estructura. Por un segundo, pensé ver algo con alas, como un pequeño dragón en miniatura, y luego se convirtió en una masa circular.

—El embrión no está estabilizado—continuó—. Su estructura cambia constantemente, como si hubiera una lucha genética dentro de él. Esto sugiere que no solo tienes una mezcla de material genético humano, sino también algo mucho más complejo—volvió a detenerse, observando la pantalla con más detenimiento—. Podría decir que estamos ante un caso de reacción viral extremadamente inusual. Al haber sido mordida por un portador de una variante dominante del virus, lo que veo es que el material genético que se ha introducido en tu sistema está interfiriendo directamente con el desarrollo.

Fruncí el ceño, intentando entender.

—¿Qué significa eso? —pregunté, aunque temía la respuesta.

—Las dos variantes del virus—continuó—, la de Abraham y la de Jedik, se están fusionando. Lo que normalmente sería un desarrollo lento del embrión está siendo alterado por la cepa dominante de Abraham, que parece tener una influencia mucho más activa en el proceso. Sin embargo, veo que la cepa más débil de Jedik también está presente, pero está siendo suprimida por la dominante, aunque no se ha perdido del todo. Este embrión es una mezcla inusual de ambas, creando algo que no he visto jamás, ni siquiera en los embarazos de Beatrice. 

Hizo una pausa, su voz mostrando una fascinación casi obsesiva.

—Lo que más me preocupa es cómo este organismo cambia de forma—añadió—. En un momento, parece un feto humano en desarrollo normal, pero en el siguiente, toma la forma de algo completamente distinto. Dragón, criatura amorfa... Como si aún no decidiera qué ser. Esto sugiere que las dos variantes están luchando por el control. La velocidad de su crecimiento es alarmante. Normalmente, en un embarazo, el feto se desarrollaría durante meses, pero aquí... cada segundo parece crucial. A este ritmo, podríamos ver el equivalente a semanas de desarrollo en cuestión de horas.

Mi respiración se aceleró. No sabía si sentir miedo o incredulidad.

—¿Qué me va a pasar? —pregunté, sin atreverme a imaginar la respuesta.

—No puedo predecirlo con certeza—dijo, entrecerrando los ojos mientras miraba la pantalla—. Pero lo que te puedo decir es que lo que llevas dentro es algo completamente nuevo. Esta combinación de virus y genética está creando algo que nunca antes se ha visto. Será necesario monitorearlo muy de cerca, porque su estabilidad es incierta, y su desarrollo podría tener consecuencias tanto para ti como para... lo que sea que esté creciendo dentro de ti.

—Saque ese monstruo ahora mismo de mí. 

—Este feto, debido a la naturaleza del virus que lo ha impregnado, ha creado una conexión fisiológica muy intensa con tu cuerpo en un tiempo extremadamente corto—explicó, señalando la pantalla donde se veía la forma cambiante dentro de mí—. Lo que estoy observando aquí es que sus tejidos, sus sistemas, están directamente enlazados con los tuyos. No es solo un feto que crece de manera independiente. Está literalmente fusionado a tu sistema circulatorio y nervioso. Cualquier interferencia podría desatar una reacción en cadena en tu cuerpo. Podrías entrar en shock o experimentar una falla orgánica múltiple.

—Entonces, ¿no puedes hacer nada? 

—No sin poner tu vida en riesgo de una manera extremadamente alta. Esta conexión que se ha formado entre tú y el feto es algo que no había anticipado. Es como si este organismo hubiera aprendido a adaptarse a tu cuerpo en un tiempo récord, vinculándose a tus funciones vitales para asegurar su propia supervivencia. Intentar cortarlo de raíz ahora... podría matarte. 

Me incliné hacia atrás, sintiendo que me faltaba el aire. 

—Yo… no puedo dar a luz a esa cosa. Intenta extraerlo. Haz lo que sea necesario, pero sácame ese monstruo de ahí. Prefiero morirme antes que traer al mundo esa… monstruosidad.

La puerta se abrió de golpe. Jedik entró, sus ojos clavados en mí con una intensidad que me dejó helada. Lo vi moverse rápidamente hacia nosotros, el aire en la habitación se volvió más pesado al instante. 

—No. No vas a hacer eso, Irene. 

—No es tu decisión—repliqué. 

—Sí lo es. No voy a permitir que arriesgues tu vida así. ¿Qué hay de nuestros hijos? ¿Los dejarás solos, sin una madre?  ¿Piensas dejarnos a todos cuando más te necesitamos?

Tragué saliva, sin saber qué decir.

—Escúchame bien—susurró con gravedad—. No voy a perderte. No puedes simplemente… desaparecer, como si nada importara, como si no estuvieras dejando nada atrás. No ahora, cuando tienes más razones que nunca para luchar. Tú no eres de las que se rinden. 

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