Capítulo seis |KILLIAN BURTON|
Killian Burton
Nunca me había sentido tan irritado con alguien como lo estaba con Ian. Desde que salió de la cirugía, su actitud se ha vuelto insostenible. No se trataba solo de su obstinación por desobedecer las recomendaciones del médico, sino de la manera en que me esquivaba, como si quisiera dejar entrever que mi presencia le era completamente irrelevante.
Y lo peor de todo era ese "amigo" que de la nada apareció. ¿Desde cuándo tenía amigos que no fueran los hombres de confianza en la villa? ¿Y quién demonios le enviaba flores negras?
No sabía qué demonios me pasaba, pero esa actitud, esa indiferencia que mostraba hacia mí, me sacaba de mis casillas. Me fastidiaba saber que había alguien más que estaba en su vida, alguien con quién compartía cosas que yo no sabía. No podía sacarme de la cabeza la imagen de Ian recibiendo esas flores. ¿Qué tanto había entre ellos? ¿Qué tan cercanos eran?
Mis pasos me llevaron hasta su habitación sin pensarlo. Empujé la puerta y me adentré en su espacio. Había algo en mí que necesitaba respuestas, algo que no podía dejar ir.
Abrí el armario y observé su ropa colgada, camisas perfectamente alineadas pantalones meticulosamente doblados. Pero no me interesaba la ropa a simple vista. Sabía que había un teléfono, uno que Ian siempre escondía cuando yo estaba cerca. Tenía que encontrarlo.
Rebusqué entre las gavetas, desordenando sin cuidado, esperando hallar una pista. Pero no había nada. Era como si él hubiese borrado cada rastro de su vida personal, cada cosa que pudiera delatar algo que yo no supiera. El cuarto estaba en demasiado orden, demasiado perfecto.
Finalmente abrí la puerta del baño, sintiendo una mezcla de frustración y obsesión que no tenía explicación alguna. Mis ojos se detuvieron en la canasta de ropa sucia, y sin pensarlo demasiado, me agaché para revisar lo que había dentro. Lo que encontré fue un bóxer usado, arrugado, pero con el aroma inconfundible suyo.
Tomé la prenda en mis manos, y por un momento me quedé mirando el bóxer, casi aturdido. No podía entenderlo, pero había algo en ese simple objeto que me hizo perder el control por un segundo. Antes de darme cuenta, sin poder resistir el impulso, aspiré profundamente el aroma impregnado en la prenda. No era solo un olor a detergente o al desgaste diario de la ropa; era algo más profundo, más íntimo. Había una mezcla sutil de su sudor, ligeramente salado y con un matiz cálido, entrelazado con un aroma masculino que era difícil de describir, pero que me golpeó directamente en los sentidos.
Era un olor que llevaba consigo la esencia de Ian, un rastro personal que parecía capturar toda su presencia en un solo aliento. Y ese simple gesto, esa inhalación, despertó en mí una respuesta física e inmediata, una erección involuntaria que me tomó por sorpresa. Es como si su esencia se hubiera filtrado directamente en mi sistema, encendiendo una chispa de deseo que no tenía ningún sentido, era tan irracional como perturbador.
Solté la prenda de inmediato, casi como si me hubiera quemado, sintiendo una vergüenza y confusión que podría morir ahí mismo. Mi mente trataba de procesar el hecho de que un simple olor me había llevado a un estado tan vergonzoso.
El pensamiento de que en este momento Ian podría estar con ese "amigo" me llenó de enojo. Lo imaginé en un encuentro clandestino, sonriendo de esa manera que rara vez hacía conmigo, entregado a alguien más. La imagen me hizo apretar los dientes, sintiendo que la rabia subía por mi pecho como un fuego incontrolable. No podía soportar la idea de que Ian estuviera con alguien más, de que pudiera estar... haciendo cosas con otro hombre.
Salí de la habitación como un desequilibrado, el eco de mis propios pensamientos martillando en mi cabeza. Necesitaba saber dónde estaba. Saqué el teléfono y marqué su número, pero la llamada se fue al buzón inmediatamente. Intenté de nuevo con el mismo resultado. El silencio al otro lado de la línea solo alimentaba mi furia e impotencia.
Caminé hacia la puerta, sintiendo que necesitaba salir, necesitaba aire fresco. No podía quedarme quieto mientras él estuviera ahí fuera, posiblemente con otro hombre. Y lo peor era que no sabía qué demonios estaba haciendo yo, el porqué me importaba tanto. Pero lo que sí sabía era que no podía seguir así, no podía permitir que Ian me volviera loco.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro