CAPÍTULO OCHENTA: LEAH ROSWELL
LEAH ROSWELL
Después de una ducha rápida, todavía sentía esa ira arder dentro de mí. Esa maldita rata de Cassian… me había avergonzado más de lo que esperaba. Me aseguré de que la puerta estuviera con seguro. No iba a darle ni la más mínima oportunidad de volver a irrumpir en mi espacio.
Fui hacia mi armario, buscando algo cómodo que ponerme, pero entonces lo noté. Algo faltaba. Mi revista. La misma que mencionó. Ese desgraciado se había atrevido a hurgar en mis cosas y a llevarse algo tan personal como si tuviera derecho. Tenía que lidiar con ese crío de una vez por todas. Ya no podía tolerar sus provocaciones. Le iba a dejar en claro quién mandaba aquí.
Mientras me cambiaba, sentí de repente el aire frío colarse en la habitación y azotar mi hombro desnudo. Me giré rápidamente, solo para ver que la puerta del balcón estaba abierta, y antes de poder reaccionar, vi dos tentáculos surgiendo en mi dirección. ¡Mierda!
Intenté zafarme, pero ya era demasiado tarde. Las extremidades se enroscaron alrededor de mis muñecas con fuerza, suspendiéndome en el aire como si fuera un maldito juguete. El pánico inicial fue reemplazado por enojo cuando me arrastraron lentamente hacia el balcón. Cassian estaba ahí, de pie, caminando despreocupado sobre el borde de las barandas, como si todo fuera un maldito juego.
—¿A dónde vas, tierno ratoncito?
Llegó al centro y, con la mayor calma del mundo, se sentó en el borde, balanceando sus piernas como si fuera un columpio. Mi pijama ondeaba con el viento.
—Vaya, tía, qué indecencia. No sabía que te gustaba exponerte en el balcón a estas horas para llamar la atención de los guardias que están protegiendo la casa.
Antes de que pudiera responderle, otro tentáculo salió disparado de su espalda, desgarrando mi pijama por la mitad con una facilidad que me dejó sin aliento. Sentí el aire frío golpear mi piel desnuda mientras mi ropa caía al suelo en pedazos, dejándome en ropa interior. Mi furia alcanzó su punto máximo.
—¡Maldito imbécil! —le grité, tirando patadas al aire, tratando de alcanzarlo, pero fue inútil—. Voy a matarte.
Dos tentáculos más aparecieron, sujetando mis tobillos y levantándome aún más alto, dejándome suspendida frente a él, como si estuviera crucificada.
Observaba cada uno de mis movimientos, deleitándose con mi impotencia. Me sentí más que humillada, expuesta completamente, tan avergonzada que podría morir. Mucho más por ver a esos hombres mirar hacia donde mí. ¿Por qué ninguno de ellos hacía nada? ¿Por qué solo se limitaban a observar? ¡Los mataré a todos!
—Qué deliciosa te ves.
Flexionó mis piernas con ayuda de los tentáculos, poniéndose de pie y cara a cara en mi zona íntima. Sembró su nariz, aspirando mi aroma y gruñendo por lo bajo. Su aliento caliente se mezcló con la humedad de su saliva en la prenda, cuando dejó una lamida de abajo hacia arriba.
—Sabe mucho mejor de lo que lo describen—sus manos apretaron mi ropa interior, dividiendo la prenda por el medio entre mis labios y se mordió los labios instintivamente.
—¡Jedik! —vociferé—. ¡Jedik! —grité incontables veces. Solo a él y a su madre lo escuchaba ese depravado.
—No gastes energías. Mis padres salieron y el doctor está encerrado en el despacho de la primera planta. Ellos mismos están de acuerdo en que te use.
¿Ellos están de acuerdo con esto?
—Aunque grites pidiendo auxilio, ni uno de esos inútiles guardias de allá abajo subirán. Están demasiado impactados… excitados, viendo a una mujer como tú, de piernas abiertas para mí. Además, si alguno sube, esa puerta de ahí atrás la cerraste tú misma, ¿recuerdas? Estás atrapada aquí conmigo—sonrió ladino—. No sabes cómo ansío experimentar, tener mi primera vez contigo. Sé buena y déjame sentirte por dentro—con el mínimo esfuerzo, su uña cortó mi ropa interior, y ladeó la cabeza, observándome curioso—. Mmm, que rico—soltó, dejando escapar un suspiro—. Dime, tía. ¿Qué sonidos harás cuando tengas todos tus agujeros ocupados y siendo perforados al mismo tiempo, ratoncito.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro