Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO CIENTO TRECE: RHEA MARCONE

Rhea Marcone

Me encontraba atrapada en una encrucijada. No sabía si debía contarle a mis padres lo que sucedió, especialmente después de haber visto la expresión de mamá esta mañana. ¿Cómo iba a hablar con ella ahora? El evento de anoche fue… terrorífico. No había otra palabra para describirlo. Pensé que no saldría viva de ahí.

Pero lo que más me desconcertaba no era el peligro en sí, sino las palabras que me había lanzado antes de desaparecer en la oscuridad. No dejaba de preguntarme si todo había sido simplemente para asustarme. ¿Por qué odiaba tanto a mamá? ¿Qué le había hecho? 

Y luego, claro, estaba esa otra pregunta que me había atormentado desde entonces; ¿por qué quería a mi hermano Cassian?

Dejé que el agua tibia recorriera mi cuerpo, con la esperanza de que limpiara no solo el sudor y la suciedad, sino también mi mente inquieta. Me replanteaba, una y otra vez, si debía contarle a mis padres lo que había sucedido. Ese hombre… ese hombre era mi tío. Pero ¿por qué nunca me lo dijeron?  

Solté un largo suspiro, tratando de deshacerme del peso en mi pecho. Justo entonces, vi la sombra de alguien al otro lado de la cortina. Mi corazón saltó un latido, y antes de que pudiera detenerme, arrastré la cortina de un tirón. Un grito se escapó de mis labios, pero fue rápidamente silenciado por una mano áspera que cubrió mi boca. 

Era él, Killian, y en su otra mano sostenía un cuchillo. Pude ver que su cuello, sus sienes y ambas muñecas estaban cubiertos de cortes, de donde manaba un líquido negro, tan espeso y oscuro que era idéntico al que había visto en mí misma. 

¿Cómo había entrado? Recordaba haber cerrado la ventana desde dentro… pero ahí estaba, con su sangre goteando de su muñeca, justo sobre la mano que cubría mi boca, y dejando un rastro viscoso que se escurría por mi piel desnuda. 

Intenté alcanzar la cortina, planeando tirarla para hacer ruido y alertar a alguien, a mis padres, a cualquiera… pero él notó mi movimiento y, con una precisión fría, sostuvo mi muñeca con la mano en la que tenía el cuchillo. 

Desesperada, traté de golpearlo levantando mi rodilla, pero no surgió el efecto esperado. Era como si el dolor no significara nada para él.

—Mátame—me susurró, su voz temblorosa, como un eco de algo perdido.

Un escalofrío me recorrió la espalda. Esa palabra, esa petición, heló mi sangre. ¿Por qué me pedía tal cosa?

Mi cuerpo se tensó al ver cómo sus ojos bajaban, percatándose de mi desnudez, y en un impulso instintivo, apartó la vista, retrocediendo rápidamente y cerrando la cortina entre nosotros. Aproveché ese momento para tomar aire, sintiendo cómo mi corazón latía desbocado, golpeando con fuerza contra mis costillas. Quería salir corriendo, alejarme de esa situación, pero algo en él me detuvo. En sus movimientos torpes, en su mirada perdida, podía ver que estaba huyendo… pero no de mí. Parecía huir de algo invisible, de algo que lo asediaba.

Aún temblando, me asomé por un extremo de la cortina. Lo vi presionarse las sienes, como si soportara un dolor insoportable en la cabeza. 

—Ya sé quién eres… —murmuré, sin saber si él siquiera me escuchaba—. Eres mi tío. ¿Por qué quieres hacernos daño?

Mis palabras quedaron suspendidas en el aire, sin respuesta inmediata. Él levantó la mirada y me observó a través del espejo frente a nosotros. Su mirada… algo en ella me estremeció profundamente. Jamás había visto tanta desesperación en unos ojos.

—Yo… no quiero —respondió, su voz cargada de una agonía insondable—. Por eso… mátame.

Mi piel se erizó. Aquello no era una petición; era una súplica ahogada. 

—Por favor… quítame eso de la cabeza —continuó, su voz temblando mientras sus manos aún presionaban sus sienes con tanta fuerza que sus nudillos se habían vuelto blancos.

—¿Qué tienes en la cabeza? —pregunté, tratando de comprender.

—No… no lo sé. Solo arráncalo.

—¿Cómo puedo ayudarte? 

—Córtame la cabeza. Ya lo intenté, pero… no me deja.

Me quedé inmóvil, incapaz de procesar sus palabras. 

¿Quién o qué no lo dejaba? Nada de esto tenía sentido, pero el pánico en sus ojos, el temblor en su voz… eso era real.

—No puedo hacer algo así.

Dejó caer los brazos, bajando la mirada al suelo. Noté sus labios entreabiertos, como si buscara palabras que no encontraba.

—No lo entiendes. Esa cosa me está controlando. 

—¿Por qué no has pedido ayuda antes? 

—¿Ayuda? Los he matado a todos… Algo me trae aquí, de regreso contigo, y no entiendo por qué. Quiero alejarme. Mantenerme lejos de ustedes… de ti. Pero no puedo. 

Sentí una punzada de empatía, una conexión imposible de explicar. Sin pensarlo demasiado, salí de la bañera, ignorando el frío que arropó mi piel desnuda. No lo entendía del todo, pero una parte de mí no soportaba verlo así.

Me acerqué despacio, cada paso lleno de dudas, sin saber si podía ayudarlo, pero queriendo al menos intentarlo.

—No tienes que cargar esto solo—le dije suavemente, colocando una mano temblorosa sobre su brazo, tratando de brindarle algo de consuelo. Su piel estaba helada, pero él no se apartó. 

Sin una sola palabra, su rostro se inclinó hacia mí. Sentí su aliento cálido rozando mis labios y mi respiración se detuvo. Un segundo después, su boca encontró la mía, y me estremecí ante el contacto, suave y delicado. Mis ojos se cerraron, y en ese instante olvidé dónde estábamos, olvidé todo excepto la intensidad de su beso.

Mi corazón latía tan fuerte que me dolía, y cada célula de mi cuerpo parecía reaccionar a ese roce. Por un momento, me dejé llevar por esa sensación desconocida y poderosa, por el calor que me envolvía. Era mi primer beso. 

Pero, tan rápido como comenzó, él se apartó, sus labios dejando los míos mientras bajaba la mirada, lleno de algo parecido al remordimiento. Dio un paso atrás, como si ese momento hubiera sido un error. 

—No… debí hacer eso. 

Dejé que mis manos encontraran su rostro y, antes de que pudiera detenerme, lo atraje hacia mí. Mi pulso aún retumbaba con fuerza, pero en ese instante no me importaron las preguntas o los temores. Volví a buscar sus labios, y cuando él me correspondió, algo en mi interior se desbordó. Sentí el cuchillo resbalar de su mano y caer al suelo con un leve sonido metálico, aunque en ese momento nada parecía más distante.

Sus manos tomaron mi cintura, y de repente me levantó, como si fuera tan ligera como el aire, llevándome con él dentro de la ducha. El agua caía en torrentes sobre nosotros. Su cuerpo se apretó contra el mío, y mi espalda se encontró con el frío de la pared.

El beso se volvió más intenso, su lengua entró en mi boca, buscando la mía y cada movimiento suyo parecía consumir toda mi razón, como si su angustia y desesperación se entrelazaran con una necesidad que yo misma apenas entendía. En su abrazo me sentía segura… completa. 

Hundió su rostro en mi cuello, plasmando un camino de besos hacia mi barbilla y haciéndome vibrar de pie a cabeza. Mis uñas se clavaron en sus hombros, dejando escapar un jadeo que apenas pude controlar. Más abajo de mi vientre revoloteaban mariposas. Sentía que me derretía del calor. 

Mis pies tocaron la superficie de la bañera. No sé qué estaba sucediendo o qué planeaba hacer, no podía pensar con claridad. Su mano acarició mi entrepierna, lentamente ascendiendo a mi zona íntima, donde un calor abrumador se extendía. 

Se sentía tan bien que no podía resistirme. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro