CAPÍTULO CIENTO DOS: CASSIAN MARCONE
Cassian Marcone
Desperté sintiéndome débil, como si mi cuerpo entero estuviera a medio camino entre el sueño y la realidad, todavía cansado, como si aquellos tres días de desconexión no hubieran sido suficientes para recomponerme. Mis brazos pesaban como si cargara el peso del mundo sobre ellos. Lo último que recordaba antes de perderme eran las palabras de mi padre, cuando me confesó que “esa cosa” que nos atacó había sido alguna vez mi abuela. Aunque no teníamos muy claro la razón detrás de querer hacerle daño a mi familia.
Esa noche, a pesar de lo mal que me sentía, hice todo lo posible para mantenerme en pie y ayudar en lo que pudiera a mis padres, a mis hermanos, al doctor y a Melanie.
El doctor se veía en mejor estado, físicamente hablando. Su herida poco a poco estaba sanando, aunque no a la misma velocidad que yo. Por lo visto, no se tomó el debido y merecido descanso que necesitaba, todo por ayudarnos.
Mi papá vino acompañándolo, quién me miró primero, como si lo que iba a decir estuviera destinado solo para mis oídos, o quizá porque acababa de despertar y necesitaba saber cómo estaban los demás.
—Tu madre y Melanie están en recuperación. Su condición es estable. Los tejidos se han reconstruido casi en su totalidad.
—¿Y mis hermanos?
—Tus hermanos están mejor—dijo, manteniendo el contacto visual—. La variante dominante… parece haber encontrado la manera de asentarse en sus cuerpos. Están más fuertes de lo que pensamos.
Sentí una breve calma al escuchar eso, un alivio momentáneo que me hizo respirar un poco más fácil, pero algo en su tono me puso en alerta. Noté que mi padre bajaba la cabeza, sus hombros tensos, como si el doctor estuviera a punto de soltar una bomba que él ya conocía.
—Hay algo más que debes saber. Tus hermanos están experimentando cambios. Cambios… significativos en sus cuerpos. Es el mismo proceso que tú pasaste cuando eras un bebé.
Su mirada fue suficiente para entender el alcance de esas palabras. Era como si un nudo se formara en mi pecho, opresivo, pesando con cada respiración. Mis hermanos pasarían por lo mismo que yo, sus cuerpos desarrollándose más rápido de lo que cualquier niño debería experimentar. Saber que esa medida desesperada fue lo que había activado todo esto, me partía en dos.
No había orgullo en esto, no había nada que celebrar en saber que mis hermanos iban a cargar con la misma carga que yo.
Lo único que me daba algo de paz, que me reconfortaba en medio de esta tormenta, era el hecho de que logramos traerlos de vuelta.
Se aclaró la garganta, su voz tenía un tinte de preocupación y de cansancio evidente.
—Lamento ser operador de malas noticias. Revisé los restos de Beatrice. Intenté analizar el virus, la mutación que la transformó de esa forma, pero… no hay rastro de el en su cerebro. Se ha… desintegrado, de alguna forma.
—¿Qué significa eso exactamente?
—Significa que, al menos en su caso, el virus no dejó ningún rastro. Puede haber sido una reacción de su organismo al morir o algo relacionado con su nivel de mutación… pero sin una muestra del virus activo, no tengo una forma de probarlo. Solo sé que, al examinarla, no encontré nada. Como si el virus se hubiera desintegrado junto con ella.
—Entonces, ¿no hay riesgo?
—Para ser completamente sincero, dudo mucho que su cuerpo represente una amenaza a largo plazo. Estoy almacenando ambas partes de su cuerpo a temperaturas bajas. Pero, como les dije, el virus necesita poder, necesita un anfitrión para sobrevivir y propagarse. En este momento, el cuerpo de Beatrice no le proporciona lo que necesita.
—Entonces, ¿crees que no hay peligro de que… resurja?
—Lo veo improbable. Sin embargo, quiero ser claro; no hay certezas. Estamos hablando de un virus con capacidades que superan la comprensión humana, pero en sus condiciones actuales… —hizo una pausa y respiró hondo—, no debería ser capaz de regenerarse o mutar sin un nuevo anfitrión.
—Doctor, ¿puedo ver a Melanie?
—Sí, claro. Pero primero pediré a la enfermera que te retire el suero —me respondió, lanzándome una mirada comprensiva mientras llamaba a la puerta para que alguien entrara a ayudarme—. Tu sangre ya está purificada; tus defensas han combatido el veneno que ingeriste, lo cual son buenas noticias. Quizá te sientas agotado unos días más, pero es por la cantidad de sangre que se te extrajo en todo este tiempo. Pronto recuperarás las energías… y te sentirás más ligero.
Asentí en silencio mientras la enfermera me retiraba la aguja y aseguraba el vendaje en mi brazo. La libertad de moverme sin el suero colgando de mi vena se sentía extraña, pero reconfortante. Tomé aire y me levanté con calma, sin poder ocultar la sensación de cansancio que aún arrastraba. Necesitaba verla; había pasado por tanto, y yo apenas lograba hacer pie en todo esto. Me dirigí a la sala donde la habían dejado.
La puerta estaba entreabierta, y al entrar vi a Melanie despierta, recostada en la camilla. Sus ojos se enfocaron en mí al instante, pero había algo en su expresión que parecía distante. Era como si estuviera viendo a alguien más, o a través de mí.
—¿Cómo te sientes? —pregunté, acercándome a la camilla con cautela.
—Bien—respondió, esbozando una leve sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Tú… te ves como si te hubiera pasado por encima un camión.
Solté una risa corta.
—Así mismo me siento—admití, sacudiendo un poco la cabeza.
Hubo un silencio breve antes de que reuniera el valor para disculparme.
—Melanie, lamento todo esto… No sabía que mis padres tenían enemigos de este tipo y que tú también te verías arrastrada en esto. De haberlo sabido…
—No te preocupes —me interrumpió, su voz tan calmada que casi me hizo dudar si hablaba en serio—. Lo hecho, hecho está, ¿verdad? Lo importante es que todos están bien. El doctor me dijo que tus padres y tus hermanos están bien. Me alegra mucho que sea así.
Quise asentir, sentir ese mismo alivio que ella expresaba, pero aún había algo que me inquietaba. Notaba en su voz un tono extraño, como si no estuviera del todo presente, o como si estuviera guardándose algo.
—¿Ocurre algo? —pregunté finalmente, mirándola con atención—. Es decir… te noto diferente. ¿Estás molesta o… o algo así?
Ella mantuvo su mirada en la pared por unos instantes antes de responder.
—No, está todo bien. Supongo que solo estoy algo cansada y dolorida —respondió con un tono de disculpa, aunque sin mirarme directamente—. Parte de la recuperación, supongo. Además… no puedo mentirte. Jamás había visto algo tan horroroso como esa cosa. Tengo miedo de convertirme en algo así.
Su voz tembló al decirlo, y me di cuenta de que, por muy fuerte que aparentaba ser, por dentro también guardaba sus propios miedos, igual que yo.
—Eso no es posible—sostuve su mano, con tal suavidad y cuidado como si estuviera hecha de cristal—. Esa cosa ya está muerta, y hasta donde sé, fue una mutación. Era… una especie de parásito que se instaló en el cerebro de alguien ya fallecido, y por eso era así. Fue una aberración causada por estar expuesta a altas temperaturas, algo que jamás te ocurriría.
Asintió despacio, procesando lo que le decía, pero noté que su tensión no desaparecía del todo.
—Es normal que sientas miedo. Yo también lo sentí… especialmente al verte herida. Tuve miedo de perderte, y eso fue lo que me dio el coraje y la valentía para enfrentar a ese monstruo.
Levantó la mirada y me sonrió, una sonrisa pequeña, pero genuina.
—Melanie, ahora que todo esto ha pasado… ¿aún estás dispuesta a seguir a mi lado? Quiero decir… si después de ver lo que viste, has reconsiderado la decisión que tomaste. Si quieres alejarte, lo entendería.
—Sabes que amo mi trabajo… tanto como disfruto de tu compañía. Ciertamente, dudé por unos instantes—admitió, bajando un poco la mirada—, pero cada vez que la duda intentaba echar raíces en mi cabeza, tu rostro aparecía. Solo necesito tiempo para asimilar todo lo que ha pasado en tan poco tiempo, ¿sí? Pero descansa tranquilo… porque no voy a irme, a no ser que tú o tu padre decidan lo contrario.
—Gracias. De verdad, gracias…
Nos quedamos en silencio, y ella parecía querer decir algo más, hasta que, después de unos segundos, soltó una pequeña risa.
—A propósito… ¿a qué se debe el cambio en tu color de cabello? Se ve tan blanco y brillante.
Instintivamente, llevé una mano a mi cabello, que ahora era una sombra pálida del color oscuro que solía tener.
—La verdad… no lo sé. ¿No te gusta?
Negó con la cabeza, sonriendo.
—No, es bonito. Solo que me había acostumbrado a tu negro natural… pero supongo que me adaptaré a este nuevo cambio.
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