CAPÍTULO CIENTO DIECIOCHO: BENJAMÍN CHAUCER
Benjamín Chaucer
Cuando Jedik me llamó para que regresara a la casa, su tono no me dejó lugar a dudas de que algo muy serio estaba pasando. Mencionó que necesitaba que evaluara a su hija porque, al parecer, estaba embarazada, pero no me especificó cuál de ellas.
Me sentí realmente preocupado e inquieto. ¿Embarazada? ¿Cómo era posible? No había hecho nada con Naia y Rhea era la única que no mostraba ningún interés en nada ni nadie. ¿Acaso las hormonas hicieron que Naia se lanzara sobre alguno de los guardias?
En un intento por tranquilizarme, revisé los preservativos que llevaba conmigo, esos que aún estaban en modo de prueba y que, en retrospectiva, lamenté no haber implementado antes. Me reproché a mí mismo no haber hecho más para protegerlos de situaciones como estas, incluso si ni siquiera sabía en qué circunstancias o con quién podría haber ocurrido.
Al llegar a la casa de los Marcone, Jedik me llevó directamente al despacho, sin demasiadas explicaciones. Su semblante era serio y había una tensión en el ambiente que hacía el aire pesado. Observé su rostro, esperando que me diera más detalles o me reprochara algo, pero parecía medir cada palabra. Finalmente, respiró hondo y dejó salir lo que yo no esperaba escuchar.
—Es Rhea—dijo con la mandíbula apretada—. Al parecer, se dejó engañar por Killian.
Me quedé mirándolo, totalmente perplejo.
¿Rhea? ¿Killian? Las palabras parecían no tener sentido juntas. Intenté formular una respuesta, algo coherente, pero solo logré balbucear.
—¿Cómo es posible? —pregunté al fin, completamente incrédulo—. Si ellos no se conocen. Ni siquiera Killian es cercano a ti. Además, Rhea a duras penas sale de su habitación…
Se encogió de hombros, evidentemente irritado y frustrado por la situación.
—No tengo idea de cómo sucedió. Pero ella misma lo confirmó—frunció el ceño—. Y saldremos de dudas esta misma noche, porque voy a esperarlo. Quiero ver si ese bastardo realmente se atreve a invadir la habitación de mi hija otra vez.
Observé en silencio mientras sacaba su arma del escritorio y comenzaba a llenar el cargador. Negué lentamente, mostrando mi desaprobación. Una escena que se repetía más de lo que me habría gustado. Como siempre, recurriendo a la violencia como primera opción.
—¿Por qué siempre tienes que resolverlo de esta manera? —le pregunté, sin poder evitar la nota de desaprobación en mi voz—. ¿Nunca has pensado en intentar solucionar esto de una forma más… madura? Hablando se entiende la gente.
Me miró, claramente molesto, pero solo me ignoró, como si ya hubiera decidido que mi opinión no tenía importancia alguna en su plan.
—No tengo tiempo para eso ahora. Sube y evalúala—me ordenó, con un tono impaciente—. Necesito que le hagas un ultrasonido, quiero comprobar si es verdad que está embarazada.
Asentí, preparado para cumplir con mi labor profesional.
[•••]
Con Rhea a mi lado, la llevé a la pequeña clínica improvisada que había establecido en la casa para casos de monitoreo.
La hice sentarse en la camilla, asegurándome de que estuviera cómoda antes de empezar a sacar los suministros necesarios. Mi objetivo inicial era tomar algunas muestras de sangre; era vital poder analizar su estado general y confirmar ciertos parámetros en su organismo.
—Rhea —le dije, mientras preparaba la aguja—, necesito hacerte algunas preguntas importantes. Es fundamental para entender mejor el estado en el que estás y poder ayudarte como es debido.
Asintió, aunque podía notar la angustia y el nerviosismo en su mirada.
—No estoy aquí para juzgarte, ¿de acuerdo? ¿Cuándo fue el primer… encuentro? ¿Ha sucedido en más de una ocasión?
Dudó unos segundos antes de responder.
—Solo una vez. Hace dos semanas.
—¿Has notado algo diferente en tu cuerpo desde entonces?
—Cansancio, náuseas y vómitos.
No mencionó nada que, en primera instancia, sugiriera una anomalía significativa, aunque estos síntomas eran congruentes con un embarazo temprano.
Le pedí que se recostara para proceder con el ultrasonido. Mientras preparaba el dispositivo y aplicaba el gel en su abdomen, sentí la presión de tener que ofrecer una respuesta a las preguntas implícitas en su mirada.
El monitor comenzó a mostrar las primeras imágenes, y poco a poco, mi atención se centró en el desarrollo del feto. A medida que ajustaba la imagen y las medidas en la pantalla, me di cuenta de algo peculiar.
—Interesante… —murmuré para mí mismo, mientras observaba con detenimiento los datos que iba arrojando el ultrasonido.
Noté que el feto tenía características típicas de un embarazo humano de aproximadamente cuatro semanas. Las medidas concordaban con un embrión en esa etapa de desarrollo, mostrando un crecimiento completamente ordinario. Las extremidades aún no estaban definidas, y la estructura era, en términos generales, un conglomerado de células en expansión. No había evidencia de aceleración en el crecimiento, como lo había notado en el caso de Irene, cuyo embarazo se desarrollaba a una velocidad inusual debido a los efectos virales.
—Por ahora, lo que puedo ver aquí corresponde a lo que esperaría de un embarazo humano temprano, de alrededor de cuatro semanas—le expliqué en tono tranquilo, mientras señalaba ciertos puntos en el monitor—. Esta pequeña estructura de aquí, por ejemplo, es el saco gestacional. Aún es muy temprano, pero es consistente con esta etapa de gestación. Lo que noto hasta ahora es completamente normal en términos de crecimiento y desarrollo.
Aclaré mi garganta antes de continuar, porque sabía que debía darle una visión clara y objetiva de lo que estaba observando.
—No hay ningún indicio de un desarrollo acelerado en el feto —le dije, ajustando la imagen en el monitor—. La forma y el tamaño encajan perfectamente con un embarazo humano regular. No veo ninguna anomalía o algún crecimiento fuera de lo común. Esto, por supuesto, es algo positivo, ya que nos permite proceder con más calma.
Decidí entonces abordar finalmente la pregunta que hasta ahora había evitado. Bajé el tono de voz un poco, para que ella sintiera que estaba en un espacio seguro para responder.
—Esto es importante. ¿Podrías confirmarme quién es el… progenitor?
Se tensó visiblemente, y pude ver la incomodidad en sus ojos. Estaba claro que mencionar a Killian no era algo fácil para ella, pero debía confirmarlo para tener una imagen completa de la situación.
—Killian…
Mi mente empezó a conectar los hechos mientras revisaba una vez más la imagen en el monitor. La falta de signos de desarrollo acelerado y el crecimiento estándar del feto sugerían que el virus, en este caso, no estaba afectando el desarrollo, lo que es extraño, teniendo en cuenta que al momento de nacer, Killian no presentó síntomas del virus, pero Jedik me dijo que el día que Irene lo secuestró, él tuvo una sintomatología similar. ¿Podría ser que este bebé sea inmune al virus, o simplemente no refleja los síntomas hasta que sea estimulado?
Apunté algunas notas en mi libreta, documentando todo lo que observaba y anotando los datos que necesitaría analizar más a fondo. Sabía que, aunque estaba en una etapa inicial, debía seguir monitoreando de cerca su progreso para cualquier cambio inesperado.
—Voy a llevar estas muestras al laboratorio para analizarlas a fondo y asegurarme de que todo esté en orden—le dije al final, dándole una sonrisa reconfortante—. Lo más importante es que ahora estás en buenas manos, y haremos todo lo posible para protegerte y asegurarnos de que todo marche como debe.
Sus labios temblaban ligeramente antes de hablar, y en su voz había una fragilidad que rara vez había visto en alguien de su familia.
—Por favor, doctor, haga algo. No deje que mis padres le hagan daño a Killian.
Suspiré y, poniendo una mano en su hombro, traté de calmarla.
—Debes mantenerte relajada. Lo más importante ahora es el bienestar tuyo y el de tu bebé. Trata de no pensar en nada que no sea eso.
Negó suavemente con la cabeza, insistiendo en su punto.
—Fue algo consensuado, ambos lo queríamos. En todo caso, Killian no tuvo la culpa. Él estaba… estaba mal, yo solo quise consolarlo, y las cosas… simplemente fluyeron—dijo, su voz volviéndose cada vez más suave—. No me obligó a nada.
Asentí, aunque la situación era complicada y delicada en muchos sentidos.
—No importa cuál haya sido el caso —le respondí en voz baja, eligiendo las palabras con cuidado—. Cuando a Jedik e Irene se les mete algo en la cabeza, es casi imposible hacerlos cambiar de opinión. Además, hay algo que debes considerar… Killian es tu tío. Puede que no tengas la misma noción de esa moralidad, pero tus padres sí la tienen, y eso… además del resentimiento que ellos cargan contra Killian desde hace años, lo complica todo.
Noté cómo sus ojos se agrandaban ligeramente, pero no parecía sorprendida, como si en algún nivel ya hubiera pensado en ello.
—Ese resentimiento está enraizado en años de conflictos y rencores. Y ahora… ahora hay un bebé de por medio, un vínculo que te une a él.
Ella bajó la vista, apretando los puños en un gesto de impotencia.
—Sé que mis padres lo odian… pero él no es una mala persona. No deberían odiarlo al punto de pensar siquiera en… en hacerle daño. Estoy dispuesta a renunciar a él, a no verlo nunca más, a criar este bebé lejos y a espaldas de él, pero que no le hagan daño… no por mi culpa.
Me quedé sin palabras, comprendiendo la profundidad de su dolor. Entendía la gravedad de la situación y la tensión que generaba para todos, pero sabía también que mediar entre sus padres y Killian era prácticamente imposible. Era un terreno demasiado inestable, con heridas pasadas y resentimientos demasiado arraigados.
—Doctor, él… él está enfermo. Algo lo está controlando. Killian pudo haberme matado… tuvo la oportunidad, pero no lo hizo, incluso me salvó.
Fruncí el ceño, sin comprender del todo.
—¿De qué estás hablando?
Tragó saliva y me relató lo que sucedió cuando Killian la llevó a aquel edificio. Mientras la escuchaba, me estremecí al notar que algo en su historia me resultaba terriblemente familiar.
¿Alas negras? ¿Sangre negra? ¿Voz grave?
—Él dijo que… que quería hacer sufrir a mamá. Que ella le había arruinado los planes y que quería venganza por ello.
En ese momento, sentí un nudo en el estómago. Las piezas comenzaban a encajar de una forma perturbadora. Killian no era simplemente un hombre dolido o controlado por celos; lo que describía tenía un escalofriante parecido con el fenómeno con el que Cassian había luchado. Aquella mutación que se había apoderado del cuerpo de Beatrice y que, hasta ahora, creíamos haber vencido.
Cerré los ojos por un momento, sopesando la magnitud de lo que eso implicaba. ¿Era posible que Killian estuviera bajo la influencia de esa misma entidad? Si eso era cierto, no solo representaba una amenaza para Rhea y su bebé, sino también para todos los que lo rodeaban, incluso para él mismo.
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