Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10. Mejor que Ethan Welles

Por fin vamos a dejar atrás los helados vientos propios de la ciudad del sur.

Cuando salimos a la pista de vuelo, me quedo maravillada con lo moderno y reluciente que se ve el avión privado de la empresa. No puedo ocultar mi emoción. A pesar de ser de una familia pudiente, papá nunca fue de los que se dan grandes lujos, así que será la primera vez que viaje en una aeronave como esta.

—Me alegra verte tan contenta —me dice Henry, caminando a mi lado hacia la escalera de ingreso.

Está vestido con una chaqueta azul sobre un atuendo de colores claros. Se ve realmente bien.

Eliot viene detrás de nosotros, cargando su bolso de mano y el mío.

Astrid ya está dentro del avión y nos saluda con una enorme sonrisa. Se ve radiante, preciosa y poderosa en su vestido coral, sus tacos altos y un sombrero blanco que cubre parte de su cabello rubio platinado. Se pone de pie y nos saluda con besos. A mí me da un abrazo fuerte y me invita a sentarme a su lado, en un sillón largo que cubre casi toda la pared de un lado.

—Pensé que tú te quedarías en el sur —le digo, luego del despegue.

—Voy a la capital por un tiempo —me explica ella—. Ya sabes, para la reinauguración de la Casa Matriz y algunos que otros asuntos. Luego volveré al sur, para encargarme de la sucursal de allí.

—Astrid es la Gerente General y no está segura de poder dejar todo a mi cargo —bromea Henry.

—Al menos sé que puedo confiar en Eliot, que es mucho más centrado —agrega ella, entre risas.

—Es que, a diferencia de mí, él no sabe cómo divertirse —se excusa su hermano—. ¿No es verdad, Debbie?

Su voz tan dulce dirigiéndose a mí hace que me recorra algo que no puedo describir y le sonrío por inercia, hasta que me doy cuenta de que Astrid me está observando curiosa.

—Por supuesto que Eliot sabe cómo divertirse —ella lo defiende, sin dejar de observarme—. Hasta ahora recuerdo una vez en mi cumpleaños —me cuenta—. Yo estaba deprimida porque acababa de terminar una relación y Henry se encontraba en la capital. Así que Eliot pasó a buscarme, sin previo aviso. Me subió al auto, me llevó a esquiar a las montañas y luego preparó una cena para los dos solos. Fue como un cuento de hadas, para mí.

—Sí, Eliot puede ser todo un príncipe —contesto, buscando que mi prometido capte mi ironía. Y lo hace, porque me muestra una sonrisa de lado y me guiña un ojo.

Astrid y yo estamos viendo el capítulo de una serie, recostadas en el sofá, mientras los hombres hablan sobre trabajo, un poco más apartados. Todavía falta al menos una hora para llegar a la capital.

—¿Ha pasado algo entre Eliot y tú? —le pregunto en voz baja de repente. No he dejado de pensar en esa historia que contó.

Aunque él no me haya dicho que sí, cuando se lo pregunté, tampoco lo había negado. Y todavía tengo curiosidad por saber quién es la mujer a la que se quiere "acercar", como él mismo me confesó.

Ella suelta una risita nerviosa.

—No... no ha llegado a pasar nada entre nosotros —responde, aunque no siento tanta convicción en sus palabras—. Los dos le tenemos mucho respeto al recuerdo de Dylan. No podríamos dejarnos llevar de esa manera.

Me mantengo en silencio, analizando sus palabras.

Entonces, ¿sólo se contienen porque ella fue novia de mi hermano?

—Pero no puedes saber si seguirías estando con él —le contesto, al cabo de un momento—. Me refiero a Dylan. No puedes saber si tú y él seguirían juntos si no hubiera ocurrido ese accidente.

Ella se queda pensativa y distingo un asomo de tristeza en su mirada.

—Lo más probable es que no... —revela, sorprendiéndome—. Dylan era demasiado bueno para este mundo. Estoy segura de que por eso lo perdimos. Y si no se hubiera muerto... De todos modos, también era demasiado bueno para mí.

—Era una persona excepcional... —contesto, llevando la mano a mi nuca y acariciando mi tatuaje.

—Y Eliot se parece bastante a él. Elegiste un buen partido.

De alguna forma me siento insultada al escuchar esto. Él ya me ha demostrado ser una persona odiosa. ¿Por qué Astrid, que se supone que lo conoce mejor, cree que no es así?

—Entonces, ¿nunca se dieron siquiera un beso? —le pregunto, para no quedarme con ninguna duda.

Se echa a reír al escucharme.

—O eres bastante curiosa o bastante celosa —contesta—. Y no, nunca nos hemos besado ni nada parecido. Además, no tienes que preocuparte por eso —me coloca una mano en el hombro y lo acaricia con amabilidad—. Él está contigo ahora. No me consideres una rival, Deborah, sino una aliada.

Me pregunto hasta qué punto tenga razón. A pesar de lo que dice, no puedo evitar sentir esa aura enigmática que parece haber entre ellos dos.

Eliot se acerca un momento después, se ubica a mi lado y me pasa un tentempié. Se lo agradezco y abro la bolsa para calmar un poco mi estómago con papas fritas. Él se recuesta contra el respaldo del sillón y comienza a acariciar mi cabello, mientras como.

Sí que sabe fingir bien.

Henry se aproxima también y se sienta al lado de su melliza.

—¿Ya tienen en dónde vivir? —pregunta, observándonos—. Yo compré una casa en el barrio blanco.

El barrio blanco es una zona muy exclusiva de la ciudad, donde viven cantantes famosos, políticos, empresarios exitosos y estrellas de cine. Me sorprende que Henry pueda costear un lugar así. Debe de irle muy bien en su empresa.

—Este idiota se ha endeudado hasta el apellido —le reclama Astrid—. Y todo porque quiere ser como Ethan Welles.

—¿Quién es Ethan Welles? —pregunto, logrando que todos me miren.

—¿No lo conoces? —me interroga Astrid, sorprendida, como si le hubiera dicho que no sé quién es Justin Timberlake—. Es el empresario joven más exitoso —me explica—. Cabeza de la Corporación Welles, sus negocios se han expandido por todo el país, y también es muy guapo.

El nombre de esa Corporación sí me suena. Sé que tienen empresas de distintos rubros y sus marcas abarcan gran parte del mercado.

—Ah, ya entiendo... —susurro—. Henry quiere ser igual de exitoso, entonces.

—No quiero ser como él, sino mejor —aclara Henry—. Mucho mejor.

—Pero él ya no está viviendo en el barrio blanco —aclara Eliot—. Se mudó de ahí hace un tiempo.

—¿De verdad? —su amigo se lleva las manos a la cabeza, sorprendido—. ¡Me lo hubieras dicho antes de que invierta millones en esa casa!

Todos comienzan a reír.

—Bueno, es que donó la mansión a su fundación de apoyo a los bebés huérfanos —explica mi prometido—. Ahora vive en un pent-house en el centro de la capital.

—Debí habértelo consultado primero —se lamenta Henry—. Siempre estás al tanto de las noticias sobre la competencia.

—Te dije que no tomes decisiones sin consultarme...

—Y, este Ethan Welles... ¿tiene una fundación? —pregunto, sintiéndome levemente interesada. Ahora que mi padre está enfermo comienzo a entender la necesidad de buscar apoyo cuando estás pasando por una situación difícil—. Entonces debe ser además una buena persona.

Henry frunce el ceño al escucharme.

—No es una buena persona, es un maldito —me asegura, con una curiosa rabia que no estaba en sus ojos antes—. Él y toda su familia —agrega.

Astrid parece sentirse algo incómoda debido al comentario de su hermano. Se pone de pie y llama a Eliot con un movimiento de la mano.

—¿Me acompañas a buscar algo del compartimiento trasero? —le pide, aunque está claro para mí que podía habérselo pedido a algunos de los mozos de vuelo.

Eliot la sigue y yo me quedo a solas con Henry, en el compartimiento principal. Él sirve un champagne que tiene al costado y me pasa una copa. La acepto y bebo sin prisa. Se ha quedado extrañamente en silencio y siento la necesidad de romper el hielo.

—¿Por qué no eres tú el Gerente General de la empresa? —le pregunto al cabo de un segundo.

—Astrid es más capaz que yo, en ese sentido —aclara—. También es más centrada y sabe cómo guiar la organización de manera correcta. Yo prefiero ocuparme de los verdaderos retos. Ahora, por ejemplo, estaré a cargo de la Casa Matriz. Me esforzaré por levantarla.

—¿Hay problemas en ella?

—Sí, bastantes. Como sabes, la empresa inició en la capital, sin embargo, desde que mi familia se mudó al sur, nos ha costado manejarla desde allí. Es decir, tengo un Gerente ahí, pero no es lo mismo. Y nosotros nos hemos dedicado todos estos años principalmente a hacer crecer la sucursal del sur.

—¿Por qué dejaron de lado la matriz? —le consulto. No quiero parecer curiosa, pero la verdad es que lo soy. Y recuerdo que se habían mudado todos al sur, de un día para el otro. No me pareció extraño en esa época, porque era una niña, pero ahora que lo pienso, nadie deja así nada más su empresa, el colegio de sus hijos, sus amistades...

—Tuvimos algunos... problemas familiares —dice, intentando ocultar su incomodidad ante este hecho—. De todos modos, la Corporación Welles tiene predominio en la capital. Así que será todo un reto para mí. Lo cual me emociona.

—Y Eliot va a ayudarte con eso —comento, recordando que mi prometido es su mano derecha.

—Exacto —parece animarse más ahora que la conversación cambió de rumbo—. Eliot y yo tenemos grandes planes para las Empresas Graham. Ya verás que, de aquí a unos años, nadie se acordará de los Welles.

Le sonrío también. Me alegra saber que son grandes amigos. A Dylan también le habría hecho muy feliz, estoy segura.

Entonces recuerdo al hombre del aeropuerto y me surge de nuevo la duda en la cabeza. Tal vez Henry pueda darme más información respecto a él.

—Dime... —llamo su atención de nuevo y logro que deje de lado su teléfono—. Eliot y tú son muy unidos, ¿no?

—Bueno, lo considero mi mejor amigo —contesta con una sonrisa en los labios—. Pero no se lo digas, que se va a creer muy importante —bromea.

Agacho la mirada, sin dejar de sonreír. Tengo la duda de si deba preguntarle al respecto. Él parece percatarse de que algo me perturba.

—¿Pasa algo, Deborah? —Se aproxima con cuidado y se sienta a mi lado, mirándome de cerca. Sus ojos marrones me tranquilizan tanto que me hacen sentir segura.

—Es que... —empiezo—. Sólo me preguntaba si conoces a un amigo de Eliot llamado Keene Thompson.

Su mirada me muestra confusión.

—No me suena el nombre... ¿cómo luce?

Intento traer a mi mente ese momento para hacer una descripción certera.

—Es moreno, alto y bastante ancho de hombros —indico—. Si no me equivoco tenía los ojos color café, el cabello por arriba de los hombros y la barbilla recta. También es posible que se llamara Jordan...

Henry me muestra una sonrisa irónica.

—Hay una gran diferencia entre el nombre Keene y el nombre Jordan —apunta.

—Lo sé —me avergüenzo—. Es sólo que Eliot lo llamó así, pero ese nombre no coincide con el que dice en su tarjeta.

—¿Te dio una tarjeta personal? ¿Me dejas verla?

Asiento y la extraigo de mi billetera. Antes de pasársela a Henry me aseguro de que no se escuche a Eliot cerca. Él la toma y la observa con extraña curiosidad.

—¿Estás segura de que esta persona es amiga de Eliot? —pregunta.

—Sí, lo encontramos en el aeropuerto de ida al sur, y parecían llevarse muy bien... Pero me quedé algo preocupada porque hablaron de cosas que no entendí, y de una persona que estaba interesada en mí —no debería decir esto y me preocupa qué pueda pensar Henry, así que me apresuro en excusarme—. Si Eliot está metido en algo raro, creo que yo debería saberlo.

Él baja la tarjeta y se queda demasiado pensativo durante un momento. Me empieza a preocupar que Astrid o Eliot puedan llegar, así que estiro mi mano para agarrar de nuevo el papel, pero Henry lo hace a un lado, para que no lo tome.

—Lo siento —se disculpa—. Es sólo que ya lo recuerdo, sí. Es amigo de Eliot. No tienes nada de qué preocuparte.

Me muestra una sonrisa tranquilizadora.

—¿De verdad? —insisto.

—¡Claro! Sólo hazme un favor y déjame esta tarjeta.

Lo miro dubitativa.

—Es que él dijo que debería ponerme en contacto si llegara a necesitar su ayuda, por eso me la dio —me excuso.

—Tampoco te preocupes por eso, Deborah —guarda el papel en su bolsillo y se pone de pie, alejándose hacia la licorera y sirviéndose ahora otro trago—. Si necesitas algo, sólo debes pedírmelo a mí —me hace un guiño y bebe de su copa.

Asiento y me resigno a olvidar de una vez ese asunto. Si Henry conoce a Keene, Jordan, o como se llame, supongo que está todo bien. Aunque sigo sin entender por qué no me dicen de quién se trata. Pero hay tantas cosas que no logro comprender que no tiene sentido intentarlo.

Eliot y Astrid vuelven un momento después.

—No me dijiste en dónde van a vivir ustedes dos —Henry se dirige a Eliot ahora.

—Compré un departamento bastante agradable y que no queda demasiado lejos de la oficina. Así que es perfecto.

Algo me sube por la garganta cuando lo escucho decir esto.

—¿Compraste un departamento para vivir conmigo y no me dijiste nada? —me pongo de pie por el impulso que me da la rabia. Todos se sorprenden por mi repentino reclamo. Pero Eliot busca la manera de mantener en calma la situación.

—No te dije nada porque se suponía que fuera una sorpresa, querida. Pero estoy seguro de que te gustará.

Se aproxima con cuidado y pretende tomar mi mano, pero me hago a un lado, molesta.

—¿Y quién te dijo que yo quiero un departamento? No estoy acostumbrada a vivir en un lugar tan pequeño, Eliot. Tenías que haberme hablado primero.

—Lo lamento —Henry se pone de pie—. No quería que haya problemas entre ustedes. Astrid, deberíamos dejarlos a solas un momento.

Ella se levanta también y, al fijarme en lo incómodos que se ven ambos, me doy cuenta de que fui demasiado lejos. Después de todo, ellos creen que mi relación con Eliot es perfecta y no esperaban vernos discutir.

—No se vayan, soy yo la que lo siente... —expreso, avergonzada ahora—. Eliot y yo hablaremos de esto luego.

Ellos se acomodan de nuevo en sus asientos, mientras mi prometido se sienta a mi lado y envuelve mis manos entre las suyas. Estoy segura de que se está conteniendo para no mandarme al quinto infierno.

—No te enojes conmigo —susurra, disimulando como un experto, como siempre. Aproxima su rostro delicadamente y le da un suave beso a mi nariz, antes de volver a hablar muy cerca de mi boca—. Déjame mostrarte el departamento, y si no te gusta podemos cambiarlo.

Me incomoda enormemente que haya tan poca distancia entre nosotros, pero su teatro parece estar dando resultado, porque Henry y Astrid parecen mucho más tranquilos ahora que ven que estamos "bien". Así que asiento y me recuesto contra su hombro, para contribuir a la fingida escena.

Él me rodea con un brazo y sonríe con ternura, como si en realidad estuviera enamorado de mí.

Luego de almorzar, me quedo muy complacida, porque la comida fue mucho mejor que la que nos habían servido en el avión comercial.

No tardamos demasiado tiempo en llegar a la capital, al intenso sol que tanto me gusta.

Es casi medio día y no aguanto las ganas de ver a papá de nuevo.

Eliot y yo nos despedimos de Henry y Astrid en la salida y subimos a un taxi. Él le está a punto de dar al chofer las coordenadas, cuando me adelanto y le digo la dirección de la casa de mis padres.

—¿No prefieres ir primero a darte una ducha y acomodar las cosas en el departamento nuevo? —me pregunta él, pero lo ignoro porque aún sigo molesta porque tomó esa decisión por mí.

El hombre conduce hasta mi casa y me bajo a prisa. Cruzo las puertas emocionada y corro a saludar a mis padres. Ellos me reciben con alegría.

—¿Qué tal fue todo allá? —pregunta papá mientras me da un cálido abrazo.

—Fue increíble...

Increíblemente insoportable.

—Volviste a tu color original —comenta mamá, acercándose a acariciar mi cabello.

Me limito a sonreírle, porque no puedo admitir que fui forzada a hacerlo. Ellos me ponen al día con algunas cuestiones y yo les cuento una versión de mi viaje, adornada con colores que no son los reales, por supuesto.

Eliot ingresa un momento después, siendo recibido con gusto, por mi madre. Deja las valijas a un lado y se sienta en la sala con nosotros. Agrega algunas cosas a mi relato, unas inventadas y otras no. Les cuenta por ejemplo sobre la fiesta de compromiso, sobre Henry y Astrid, les habla un poco de su padre y las cosas que anda haciendo este. Platicamos con ellos al menos una hora, hasta que siento el cansancio empezar a ganarme.

—¿Quieres que vayamos a descansar? —me pregunta al cabo de un momento. Está fingiendo que acaricia mi espalda y a papá parece encantarle que me trate tan bien (delante de ellos, por supuesto).

Acepto su propuesta y nos despedimos de mis padres. Salimos a la calle, con las valijas.

—¿No vas a saludar a tu madre? —le pregunto, aunque creo que ya puedo anticipar su respuesta.

—No.

—¿Y si vamos sólo un momento? No puedes ser así, Eliot.

Él rueda los ojos y comienza a moverse con los equipajes, pero no cruza la calle en dirección a lo de su madre, sino que se mueve sobre nuestra misma vereda.

—¿A dónde vas?

No me responde y continúa el paso. Lo sigo sin entender, hasta llegar al edificio que se encuentra en la esquina.

—Aquí es donde vamos a vivir —revela, dejándome pasmada.

—¿A-aquí? —señalo la imponente entrada de vidrio que se levanta delante de nosotros—. ¿Compraste un departamento en la misma cuadra en la que viven nuestros padres?

—Sé que no te gusta la idea. Pero ya no había casas disponibles en el barrio y supuse que querrías vivir cerca de tu padre, al menos por ahora —ni siquiera termina de expresarlo porque me lanzo hacia adelante y le doy un abrazo.

Él se queda helado, al sentir mi contacto. Frígido, como si no pudiera creer mi atrevimiento. Mi alegría es tan grande que no la puedo contener.

—Gracias —me aferro con más fuerza a su cuello, parada en puntas de pie—. Gracias por hacer esto.

Él suelta la manija de ambas valijas y aparta mi cuerpo del suyo.

—No tenemos que acercarnos tanto —me regaña.

—Lo sé —sujeto su rostro entre mis manos y miro sus ojos profundamente—. Es que jamás pensé que harías algo así, por mí.

—No lo hago por ti.

—¿Entonces por quién? —le pregunto, sin poder evitar sonreír ante sus intentos de disimulo.

Suelta un breve bufido y voltea hacia la entrada. Sujeta las cosas de nuevo y las carga hasta adentro. Subimos hasta el piso número veintiuno y abre una puerta de madera muy bien cuidada.

El departamento no es tan grande como el que él tenía en el sur. Pero eso ya no me importa. Lo único en que puedo pensar ahora es que podré ir a ver a mi padre cuando quiera, no me costará nada y, si me necesita con urgencia, podré llegar a su casa en menos de un minuto.

Paso la tarde entera con una sonrisa en el rostro y de muy buen humor con él. Eliot tampoco parece tener ganas de pelear, al menos no este día. Nos dedicamos a abrir algunas cajas, que ya había traído la empresa de mudanza y mamá las recibió en la mañana. Ella misma ya había ordenado gran parte de nuestras cosas, por lo que para la noche ya hemos terminado.

Ambos estamos tan cansados por el viaje y la mudanza, que él ni siquiera se queja cuando propongo pedir que nos envíen algo para cenar. No tiene ganas de cocinar, y yo mucho menos.

Luego de comernos unas hamburguesas, subimos a la habitación y comenzamos a prepararnos para dormir.

Estoy terminando de asearme, ya con el pijama puesto y pensando que esta nueva vida en la capital está empezando bien. O, al menos eso creí hasta que, al salir del baño, encuentro a Eliot acostado en la cama.

—¿Qué se supone que haces en mi cama? —pregunto, colocando ambas manos en mi cintura.

—Es más mía que tuya —contesta con ese tono de suficiencia que me está empezando a cansar—. Además, no esperarás que duerma para siempre en el sofá.

—Eso es exactamente lo que esperaba —aseguro, aunque la verdad es que ni siquiera me había preguntado en dónde dormiría cada uno una vez que nos mudáramos juntos de verdad.

—Olvídalo, Deborah —dice mientras se tapa con la frazada—. Si no quieres dormir conmigo, vete tú a otro lado.

Me acerco a él dando zancadas.

—Tú mismo dijiste que no debemos acercarnos tanto —presiono—. ¿Acaso dormir juntos no es justamente eso?

—Sí, pero esto es algo que ocurrirá tarde o temprano, al igual que darnos un beso —hace una mueca de burla—. Sólo estás retrasando lo inevitable.

Dicho esto, apaga la luz de su mesita de noche y gira, dándome la espalda y dispuesto a dormir.

Evidentemente, no va a ceder.

Y, ahora... ¿qué demonios voy a hacer yo?

"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""

No esperaban leer el nombre de Ethan por aquí, ¿no? 😉

Ojo, que no es puro fan service jaja. Es importante para la trama, aunque ahora no lo parezca.

La historia recién comienza, así que todavía hay muchas cosas por descubrir y se irán revelando de a poco.

No olviden seguirme en mis redes sociales, para enterarse de las novedades. 

¡Gracias! 💕

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro