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18. Cucaracha chamuscada

La noche fue insoportable.

Por más tiendas de autoservicio que visitamos, ninguna de ellas quería dejarnos quedar. Navidad está a la vuelta de la esquina, aunque muchos toman avión, también hay un montón de gente que va y viene con auto. A pesar de ser noche, las carreteras siempre están abarrotadas. No rondamos en zona de turistas, pero si estamos pleno paso de una carretera central. Hay demasiados viajeros que quieren tomar un bocadillo o van a rellenar el tanque, por ello las tiendas necesitan sus lugares libres.

No quedó de otra más que conducir toda la noche. Entre Michelle, Bryce y yo nos vamos turnando para conducir. July es la única que no sabe, por lo que se quedó todo el tiempo atrás, aunque no diría que estaba dormida, solo se recostaba cuando era turno de que Bryce también lo hiciera. Cuando Michelle manejaba, yo me quedaba a su lado y viceversa, pero cuando tocaba turno de Bryce, Mich y yo nos pasábamos atrás.

Paramos en donde pudimos. Bryce se sacrificó para hacer como que revisaba el motor y quedarnos en la salida de una carretera. July fue a una tienda, estuvo más o menos media hora fingiendo interés por mil cosas, para el final llevarse un café. Luego un embotellamiento, o una gasolinera con mucha fila. Nunca más de media hora. Esas paradas ni siquiera servían tanto para dormir, sino para ahorrar gasolina.

Ninguno descansó como es debido. Y los turnos se fueron haciendo cada vez más cortos porque con tan poco tiempo de descanso, no aguantábamos demasiado al volante. La regla era: a la primera que la cabeza se nos cayera de sueño o los ojos se nos cerraran, tenían que pedir cambio. Además, el copiloto tenía que estar despierto para vigilar que el chofer de turno no nos matara.

No pudimos seguir platicando después de la ronda de preguntas que tuvimos hasta eso de las 11:30 que la parejita volvió y nos pidieron que saliéramos del estacionamiento. Quizá una decisión más prudente hubiera sido aprovechar para dormir en ese rato, pero no la estábamos pasando muy bien entre preguntas y besos tiernos para pensar en las consecuencias de la noche.

No me arrepiento.

Nuestro consuelo fue que al menos podríamos dormir más tarde, a eso de las nueve o diez de la mañana que encontráramos otro centro comercial en el que estacionarnos por un precio razonable. Calculamos el precio de la gasolina y el parking para ver si nos salía más rentable una habitación, pero con los precios inflados de Navidad, esta era nuestra mejor opción.

Por fin abren en el centro comercial en el que nos quedamos el día anterior, que tiene la tarifa más baja porque no es muy visitado. Me muero por dormir algunas horas como se debe, pero primero tenemos que hacer cuentas. Tardamos media hora en lo que contamos todo el efectivo, revisamos el estado de nuestras tarjetas y hacemos un cálculo de con cuánto podemos sobrevivir el viaje. Bajamos a buscar una llanta y calculamos cuánto nos pediría el Santa por la grúa.

Nos falta dinero, como era de esperar. Michelle dice que sus padres no tienen teléfono, lo que es raro para ser el siglo XXI, pero vale. Los otros dos no están en muy buenos términos con su familia. Me toca a mí llamar a mi padre y pedirle un préstamo para completar los gastos.

Todos morimos por dormir, pero July está muy preocupada por Boris y quiere verificar si de verdad Santa no trabaja hoy. Conducimos hasta allá, Michelle se lleva el auto y yo los espero en el estacionamiento de la vez pasada —estoy vetado de allí. Vuelven cabizbajos porque era verdad: hoy es su día de descanso, tiene un reemplazo que se toma las fotos. Tampoco está la ayudante rubia.

Comemos de las latas que compré ayer. Creo que todos tenemos más ganas de cerrar los ojos que de alimentarnos, pero July insiste en que llevamos mucho sin comer bien y eso va primero.

De por sí los ánimos entre nosotros no están de lo mejor, y menos queremos convivir, porque después de dos días en auto sin ducharnos, no diría que mi cucaracha huele a rosas, por más aromatizantes que le ponga. Nos urge un baño. Por fortuna, la idea millonaria de Bryce es hacernos pasar por clientes interesados de un gimnasio y conseguir una prueba gratis. Una vez allí nos colamos en las duchas para bañarnos como se debe. El agua caliente se siente como un respiro de vida, como si me dieran cien años extra.

Por un momento olvido mi pleito con Bryce, supongo que porque mis neuronas no tienen energía para retener rencores. Extendemos los asientos traseros, y nos acostamos los cuatro como cucharas, con una cobija y varias chamarras encima. Michelle, July, Bryce y yo. En ese orden. Es la una de la tarde, y por fin, podemos dormir.

Despierto horas más tarde con la sensación de que mi cuerpo quiere volver a cerrar los ojos. No tengo idea de cuánto tiempo ha pasado, pero el cielo ya se ve obscuro de nuevo. Me levanto con un sobresalto para ver la hora, 6:12 p.m.

Tenía la sensación de que ya serían las once y alguien nos sacaría de aquí. Suelto un suspiro de alivio al ver que todavía nos quedan unas horas. Considerando que pasaremos la noche en vela, debería recostarme otro poco. Lástima, que yo soy de esos que si se despiertan, luego ya no pueden volver a dormir. Tampoco estoy muy acostumbrado a tomar siestas en la tarde, la luz que cuela por la ventana me despierta.

Me fuerzo a cerrar los ojos, frustrado, pero es inútil. Mi cuerpo ya no quiere dormir, no sabe lo que le espera más tarde. Me levanto despacio para no despertar al resto, suerte que estoy de cara a la puerta. Tengo que sentarme, ponerles las cobijas al resto y salir lo más pronto para que no los levante el frío.

Hago eso, me deslizo despacio y logro salir. Bryce se mueve, pero solo para volverse a cubrir. Todos están sepultados bajo la montaña de suéteres. No me sorprende que Michelle en la otra esquina, ni se inmute.

—Hola —escucho a mi espalda una vez fuera del carro. Vuelvo la mirada asustado: es July, recargada sobre el capó del auto, envuelta en un abrigo y con su gorro naranja.

—Hola. ¿Te despertaste hace mucho?

—No, hace como 10 minutos —me explica con su habitual sonrisa ladeada. Nunca sé si la fuerza o así sonríe por naturaleza.

¿Debería ir a hablar con ella?, los otros dos están dormidos, creo que sería grosero irme a la plaza a dar la vuelta sin dirigirle la palabra. Por otro lado, casi no converso con ella para nada después de esa noche en que mi amigo y ella se vieron por primera vez, ¿qué voy a decirle?

—Quiero disculparme contigo —interviene ella.

Bien, entonces si me toca acercarme. Me coloco a su lado, con medio metro de distancia. July no suele mirarte a los ojos cuando habla, siempre tiene la mirada al frente, como si conversara consigo misma. Excepto si se trata de Bryce, claro. Trato de hablarle igual, con la mirada en el horizonte.

—¿Por qué?

—Yo fui quien los arrastró a este viaje a todos. Y ahora no tenemos a Boris, tendremos que gastar un montón en la llanta, tú tuviste que pedir un préstamo, tu carro está dañado y es posible que ni siquiera logres volver a tiempo para Navidad —me explica enumerando con los dedos, noto la frustración en su voz.

—Bueno, no nos trajiste porque quisieras, lo hiciste para ayudar a Clarease. No tienes la culpa de ser buena persona. —La hago sonreír por lo bajo, esta vez tengo claro que no finge. No puedo hacer esto de hablar sin ver a la gente a la cara, así que me volteo—. Además, mi auto sirve, eso es lo que importa. Y no te preocupes por la Navidad, yo me aseguraré de llevarlos a los tres hasta donde necesitan. Yo ni siquiera tenía planes —me encojo de hombros.

—¿No?

—Nop. Supongo que no lo sabías, pero me la paso en casa de Bryce. Ahora que Simon se casó y Araceli celebra en otro lado, me quedé sin plan.

—¿Y tu familia?

—Mi mamá internada y mi papá trabajando. No celebran las fechas.

—Qué triste. A lo mejor podrían celebrar tú y Michelle juntos —sugiere.

¿Qué la hace decir eso?, ¿será que nos vio besarnos ayer?

—Ella va con su familia, ¿no?

—Su familia está de crucero. Mich pasa estas fechas viendo películas navideñas en casa, podrías unírtele.

—¿En un crucero? Ella dijo que la esperaban para salir de viaje.

—Claro que no —niega ella como si fuera absurdo—. Por eso no le pidió el dinero a sus padres, no pueden usar el teléfono durante el crucero.

July no se da cuenta de que quizá su amiga no me contó eso por algún motivo y ella está dando a conocer su secreto. Me pregunto si Michelle mintió para no tener que incluirme en sus planes. A lo mejor le gusta pasarla sola, como el Grinch que dice ser. Aunque eso de ver películas navideñas no suena a que lo odie tanto.

No me enteré de esto por medios muy justos, lo mejor será guardarme esa información.

Un minuto más tarde, sale Bryce y se va a abrazar de ella. Sigue sin saludarme y yo no voy a ser el que se disculpe primero cuando fue él quien se pasó de la línea y puso toda la culpa sobre mí. Me despido de July y vuelvo al auto. Al menos logramos tener una conversación como personas normales.

A la hora en que entramos al estacionamiento, aún no abrían el área subterránea porque era muy temprano y alcanzaba con la parte del patio. Ahora que es más tarde, hasta en este lugar a mitad de la nada, hay mucha gente que viene a comprar, ahora los sótanos están abiertos.

El carro ya está cubierto de nieve. Saco un trapo de la guantera y le quito todo lo que puedo. Bryce y July se alejan tomados de la mano.

—Voy a mover el carro al sótano —grito con mis manos como megáfono—. Me escriben para que les diga donde estamos ahora.

July voltea para levantar el pulgar, confirmando que lo ha escuchado.

Al entrar, veo a Michelle dormida con un montón de abrigos cerca de ella. Ahora que todos los demás nos levantamos, la parte trasera es un desastre. Dudo que un poco de ruido pueda despertarla, así que abro la puerta para doblar los abrigos y dejarla bien tapada con la cobija.

Ella no es de las que tiene una cara de ángel para dormir. Más bien la veo con la boca abierta, sus suspiros son como ronquidos muy leves. ¿Sería muy cruel poner la grabadora de voz? Ella es una piedra, porque ni mover todo a su alrededor la hace levantarse. Y aun con esas, luce adorable. Con la cara sudada y el cabello alborotado sobre su cara, sigo sin poder resistirme a darle un beso en la frente.

—Sueña bonito —le deseo en un susurro y le acaricio la mejilla. Por un momento creo que se va a despertar, pero solo sonríe antes de volver a abrir la boca y roncar.

De mis labios quieren salir las palabras que no debo decir. No sé qué me ha sucedido en estos días, pero solo puedo pensar en ella. Llevamos mucho como amigos. Esto es distinto. Esto es querer cuidarla para que nadie nunca le haga daño y procurar hacerla sonreír siempre.

Quedamos que sin enamorarse. Mejor voy a mover el auto.

Pongo la llave, la giro. El auto no enciende. El motor no arranca.

Entro en pánico.

No, no, no. No te puedes descomponer ahora, cucaracha. No me hagas esto.

—Nunca te he abandonado y juro que voy a reparar lo del choque tan pronto como pueda. Arranca, te lo suplico —le susurro al auto como un maldito loco, porque si no arranca ahora mismo, ¡juro que voy a volverme loco!

Lo intento de nuevo, pero no consigo nada.

Mierda.

Tiro la cara sobre el volante, frustrado.

Tengo que revisar que es lo que está mal, si sigo intentando encenderlo así, tal vez lo dañe más. En la superficie todo parece bien, no hay humo o aceite sobre la nieve, aunque podría haberse fugado el agua sin que me diera cuenta. Abro el frente para revisar el motor con mis pocos conocimientos.

No soy experto, pero hasta yo sé que la cosa que va en el tanque semitransparente es el refrigerante/anticongelante, un líquido verde. Y no alcanzo a ver el líquido, bueno si hay, pero es apenas un chorro. Esa cosa es cara porque sirve, por un lado, para que no se congele, y por otro, para que no se sobrecaliente. Después de la noche terrible que le di a mi cucaracha, debe estar chamuscada.

Tranquilo. Solo hay que comprar el anticongelante y estaremos bien. Me decido por buscar en internet cómo solucionar esto. La página me da esperanzas, porque no parece ser algo muy caro y estoy seguro de que puedo conseguirlo fácilmente en cualquier gasolinera o en la misma plaza, aunque luego llego a:

«Cuando se produce una pérdida de anticongelante en invierno, el motor no podrá arrancar, ya que las piezas que lo componen se habrán congelado».

Estamos jodidos.

¿Cómo le hubieran hecho ustedes para no morir de sueño?

No quiero imaginarme a lo que olía ese carro antes de que se bañaran. Bryce y Adam andan peleados, pero el frío puede más jsjs.

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