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1. Clic

No sé ni quién fue al que se le ocurrió hacer una fiesta de máscaras, pero lo odio. A juzgar por el tamaño del pastel en la entrada, diría que se trata de algún hijo consentido, de esos a los que incluso les dan tarjetas doradas con crédito ilimitado. Esta es una de esas fiestas donde solo el uno porciento de los asistentes tienen invitación, y el resto de nosotros no reconoceríamos al anfitrión, aun después de hablar dos horas con él. O ella, no tengo idea.

Los colores representativos de la fiesta son el rojo y el dorado. El salón tiene una estética que me tienta a tomar fotos de cada rincón, una sesión con temática de palacio quedaría espectacular aquí. En el centro hay una pista como para doscientas personas, con el piso resplandeciente en blanco, aunque por la luz luce dorado. Del techo cuelga un candelabro dorado con cristales reflectantes. Por sobre nuestras cabezas, hay un balcón del que desprenden dos escaleras por los lados (¿quién necesita dos escaleras de ese tamaño? ¿Será que es una fiesta de gemelos y por eso se ocupan dos escaleras?), el material es parecido al mármol, por aquí podían subir dos elefantes.

Sip, es el paquete completo de la Bella y la Bestia.

Bryce y July llevan un año y algo juntos, es decir, desde que se dijeron que eran Bryce y July y no Nori y Fayna. Todavía no me acostumbro a que se llamen el uno al otro así. El punto es que a los dos les pareció muy poético ir una fiesta de máscaras, aun cuando ninguno es fanático de las fiestas. Dijeron que era muy «Gatsby», lo que sea que eso signifique.

Me siento patético de estar aquí, arrinconado al pie de la escalera, mientras esos dos bailan como si no hubiera un mañana y se miran el uno al otro como si no existiera nadie más en el universo.

La verdad es que tengo celos, pero no celos de que Bryce esté con July. Ya ni siquiera le llamo «la pelirroja», solo July. Tengo celos de su relación, de lo que tienen. Cada vez que pienso en la forma en que se conocieron (toda esa mierda de las cartitas por meses y meses, los poemas cursis de él y la cosa de intercambiar papelitos de noche bajo la luz de un monumento), es tan raro y a la vez tan... mágico. Es como si los dos estuvieran destinados a encontrarse.

¿Por qué hay personas que encuentran su destino tan rápido y otras que nos equivocamos una y otra vez?

Intento no celarme, porque no tiene sentido. Pero entonces, voy un fin de semana a casa de Araceli (tía de Bryce), y me encuentro a July en la cocina con un muffin de arándano en la mano, un omelette en el plato, wafles cubiertos con mermeladas caseras, o cualquier cosa que se le ocurra cocinar a Bryce ese día. Mis celos también pueden surgir cuando le ayudo a mi amigo a preparar una cena romántica para su novia. Incluso hago de mesero. Ridículo.

Incluso ahora. En teoría, era yo quien quería venir a este estúpido baile, pero más bien soy el que ya se quiere ir. Ellos están frente a mí. July lleva un vestido negro largo, la parte de la falda es de tul, lo que le da un efecto mágico a sus vueltas. Bryce rentó un esmoquin negro, hace rato le dije que nos fugáramos juntos porque estaba guapísimo. No aceptó.

Aunque mi traje es mejor, siendo sinceros. El mío combina mucho más con la fiesta. El pantalón y la camisa son negros, bastante normales, la joya está en el chaleco: tela tipo terciopelo rojo brillante con un patrón de hojas escondidas entre terciopelo negro. Me puse una máscara negra con detalles en rojo.

Bryce y July bailan entre sonrisas. Se apoderaron por completo de la pista. Se coquetean con la mirada todo el rato, sueltan una carcajada cada vez que se pisan el uno al otro sin querer. Los asistentes incluso les abrieron un espacio considerable en medio de la pista. Por un lado, muchos los observan, celosos de su relación igual que yo, otros tantos notan que esos dos no tienen idea de bailar y se hacen a un lado por su propia seguridad.

Llevan toda la noche restregándome su amor en la cara, como si fuera el cumpleañero al que tiran de cara al pastel. Me enferma toda su cursilería, quiero vomitar. O quizá quiero vomitar porque esta es una de esas fiestas donde no sirven comida como tal, más bien hay una barra donde un tipo te da los tragos que quieras, y una mesa gigante llena de dulces: bombones con chocolate, fresas cubiertas y un montón de otros dulces envueltos en celofán de color rojo. Este lugar no es amigable para los que somos team salado.

Podría bailar, sé bailar, pero no me atrae nadie en la fiesta. Hay chicas que reconozco de la escuela, pero si no les hablo por lo regular, sería raro hacerlo ahora. Otras no sé si las conozco o no, por la máscara, pero tampoco quiero averiguarlo. Cuando conozco a alguien, mi boca no se calla, pero eso del primer acercamiento no se me da mucho que digamos.

Me gustaba coquetear con la pelirroja, digo, con July. La cosa es que con ella sentí un flechazo, algo instantáneo que me dijo que tenía que intentarlo con ella. Desde entonces no he vuelto a sentir ese flechazo, y sin esa chispa repentina, no me atrevo a hablarle a nadie.

Si lo reflexiono, eso de seguir mis corazonadas nunca me ha salido muy bien. Me equivoqué al insistir tanto cuando estaba claro que a July yo no le interesaba. Quizá debería dejar de confiar en flechazos y limitarme a invitar a alguien a bailar. No puede ser tan difícil.

Bien, lo haré.

Al otro extremo de la escalera hay una chica que lleva un antifaz blanco con detalles dorados y un vestido vaporoso del mismo color. Cabello rubio, bastante alta. Sostiene un trago, pero parece que está sola, observa al resto bailar con cara de antojo. Luce amable, será una buena opción para empezar.

Camino unos pasos hacia ella, le doy un toque en el hombro. Entonces me quedo con la boca abierta como un imbécil sin saber qué decir. La chica me mira con esa sonrisa amable para hacerme sentir en confianza. Qué linda, pero sigo congelado.

—¿Sí? —me anima a hablar.

Nop, Esto fue mala idea.

¿Qué voy a decirle? No la conozco de nada. No tiene ojos de ser una persona interesante (porque sí, eso se ve en los ojos). Mejor vuelvo a mi esquina.

Pensaba que este sería un buen momento para conocer gente, pero me siento enajenado a todos. Por alguna razón, todos en la pista me parecen una fachada, menos Bryce y July, que se ríen y hacen el ridículo como de costumbre. Quizá brillan tanto que opacan a los demás.

Mierda, quedé como un loco raro con la chica del antifaz blanco.

Es raro, pero a veces siento que tengo el superpoder/maldición de predecir cuándo una persona va a caerme bien con solo verla. Así pasó con Bryce, y mira, diez años hablan bien de mi intuición. No tiene nada que ver con su apariencia física, es más bien como un brillo en los ojos que resplandece alrededor de ello. No sé. A veces encuentro a una persona que brilla y mi lado hablador sale sin problemas, de lo contrario pasa lo que con antifaz-blanco

Confió mucho en mi intuición, ¿vale?

En fin, ya que estoy aquí, lo mejor será ponerme a sacar fotos y de paso ganarme algo de dinero. Podría darle unas a Bryce para su discurso post boda donde vayan mostrando la transición en su perfecta relación. Se las venderé caro. No, a quién engaño, se las voy a regalar y pondré de mi dinero para los marcos.

Qué bueno que no me dejé convencer de dejar la cámara en casa, estaría pedido ahora.

Primero las fotos de esos dos. Estoy muy lejos, pero si me acerco a la pista habrá muchas parejitas dispuestas a empujarme y taparme la lente, además, no quiero que noten mi presencia, me gusta lo naturales y libres que se ven justo ahora. Me coloco un par de escalones arriba y apunto a donde se encuentran. Giro la lente para enfocar con el zum, no será tan nítido, pero lo suficiente. Les tomaré unas fotos así al natural, y luego me acercaré para captarlos bien.

Clic, clic, clic.

Unas luces se encienden. La atmósfera del lugar se cubre de rojo, y una farola de luz blanca apunta a las parejas de una en una. Si subo al balcón podré captar desde las alturas cuando la luz se pose sobre ese par. Así que corro.

Me recargo en el barandal superior, es de piedra blanca con los bordes dorados, desde aquí parece que estoy en un castillo. Tomo una foto mental de mí mismo, como si un fantasma me fotografiara desde un par de metros de distancia en el aire. A veces cuando hay una foto que no puedo tomar, la tomo en mi cabeza y me la guardo en los archivos mentales.

Me concentro en Bryce y July, la luz blanca los apunta y la gente se ha apartado para dejarlos justo en el centro. Parece que están tan absortos el uno en el otro que apenas notan los reflectores. Ella parece apenada ahora que nota que todo el mundo le está mirando, baila como si fuera un robot que le faltara aceite; pero mi amigo no tarda en notarlo y le sonríe para que se relaje, le toma las manos para moverla y la hace girar.

Clic. El vestido de July dando vuelo en medio de una vuelta.

Ella vuelve a su propio eje, él la toma por la cintura. Tienen la mirada perdida en los ojos del otro. ¿Por qué a mí nadie me mira así?, ¿cómo pude siquiera pensar que July se enamoraría de mí? Ahora sé cómo se ve ella cuando está enamorada. Justo así. Ni quiera yo la miraba así a ella, no como Bryce la mira.

Parece ser que no sé nada del amor. Nunca lo supe.

Él tiene una mano en la parte baja de su espalda, poco a poco la acerca a él. En principio parece que es para bailar, pero pronto le da un beso. Es un beso suave, cálido, sin prisas, como si el mundo a su alrededor no existiera. Como si no hubiera al menos cincuenta personas atentas a cada uno de sus movimientos, que suspiran al ver su cuento de hadas realizarse. Cincuenta y uno contándome a mí.

Se separan, yo hago otro clic. Capto la sonrisa de July, y los ojos de cachorro de Bryce. Puff, esta es una buena, lástima que no cobraré por ella.

Las luces ahora enfocan a otra pareja, pero los tortolitos que yo conozco se quedaron congelados en el tiempo, contemplándose. No quiero entrometerme con sus chispas y necesito dinero después de haber hecho la tontería de rentar un traje caro solo para lucir bien en una fiesta. Mejor me quedo por aquí para tomarle fotos a las parejas, luego se las venderé. Iré de uno en uno, como las señoras que se acercan a vender rosas, aunque yo iré con el discurso de: «ande joven, cómpreme esta foto. Será un bonito recuerdo para su novia y usted».

Estoy por aquí, captando sonrisas, giros y besos, cuando alguien da un toque en mi hombro. Bryce está detrás de mí, tomado de la mano con July.

—¿Qué pasa, amigo? —grito para que me escuche por encima de la música.

—Fayna y yo nos vamos —me explica con una cara de entusiasmo. Ella se aferra más a su brazo, sonríe con timidez—, pero no tienes que irte tú también, podemos tomar un taxi.

—¿Por qué se van tan pronto?

—No aguanto mucho tiempo esta clase de cosas. A los dos ya nos duele la cabeza y aquí no hay nada de comer más que dulces. Quiero ir a casa y preparar comida decente, además July se queda el fin de semana en mi casa.

Como siempre, no es sorpresa.

—Bueno, pues ya que ustedes son dos, llévense el auto. Yo me voy en taxi después, no está lejos. Mañana paso por mi cucaracha —le lanzo las llaves, a él se le caen, no es muy bueno con los reflejos; las recupera del suelo poco después.

—Gracias —grita todavía más alto. Me da unas palmadas en el hombro y camina para alejarse.

July se despide de mí con la mano. No sé si así es como siempre sonríe o es como lo hace solo conmigo, ¿aún le caeré mal?, ¿creerá que aún me gusta? Me gustaría poderme llevar bien con ella, y no tener esta extraña cosa en la que nos vemos incómodos uno al otro.

Los dos bajan por las escaleras como reyes del baile. La puerta no ha cerrado en toda la noche, así que se salvaron de que las puertas se abrieran de par en par para su salida. Eso ya habría sido demasiado.

La fiesta es aburrida, pero creo que si me hubiera regresado en el carro con ellos y sus sonrisas, hubiera vomitado de verdad. Últimamente no paso mucho tiempo con mi amigo, si está con July no lo reconozco, evito todo cuánto puedo convivir con ambos y su miel desparramada por las habitaciones. Además, con la cámara ya no me voy a aburrir tanto, incluso puedo salir a tomar fotografías de la luna. Puedo sacar una buena en perspectiva con las rosas en el jardín de afuera.

Apunto por allá y por acá, quiero tomar algunos planos generales de la fiesta, no sé de quién es, pero parece que no contrató ningún fotógrafo, le hará falta. A lo mejor pregunto por el anfitrión para dejarle mi tarjeta.

Es entonces que el lente de mi cámara capta la entrada de una chica. Hago zum por instinto para verla más cerca.

Clic, clic, clic. Justo ahora las perspectivas dan igual, no me quiero perder su entrada.

Luce... guau.

Lleva un vestido ampón como de princesa, de un terciopelo rojo sangre. Arriba tiene un escote en punta, su falda tiene holanes, mangas cortas. Los guantes le hacen juego al vestido y le dan un toque de elegancia. Su antifaz es más bien una máscara que cubre su cara casi por completo. Es dorada, estilo veneciano, con adornos extravagantes, sobresalen brillos tipo piedra y una flor roja del lado derecho. Labios rojo intenso (los de la máscara). Y por encima, una capa que le cubre la cabeza y arrastra por detrás como un velo, apenas deja ver alguno de sus mechones castaños ondulados.

Clic, clic, clic.

La mayoría de las chicas viene con un vestido largo de cóctel y un antifaz, solo eso. Esta chica se tomó muy en serio la temática. Está deslumbrante. Aprecio a alguien que se toma el tiempo de lucir espectacular, aunque solo sea un par de horas.

Brilla.

Brilla de esa forma especial.

Tengo que hablar con ella.

¡No saben lo nerviosa que estoy! Soy muy feliz con el resultado de esta novela, espero que también les guste.

¿Qué tal el primer capítulo? 👀

Aquí les presento Adam con su obsesión por el destino y su asco sano por el amor de sus amigos. ¿Cómo les va cayendo?

Les voy a ir dejando los moodboard que publiqué en Twitter cada que acababa terminaba de escribir un capítulo.

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