Extra | 2
Feliz cumpleaños, Maia <3
(El cumpleaños de Maia está contado en un capítulo extra del libro en papel, esto de aquí es otro extra exclusivo para Wattpad :) )
Extra | 2
Maia
—¿Estás nerviosa?
—¿Tanto se nota? —Trago saliva. Llevo intentando disimularlo desde que bajamos del avión.
—Maia. —Liam se detiene, se gira hacia mí y me alza el mentón para obligarme a mirarlo a los ojos—. Puedes con esto. Lo sabes. Fuiste tú la que me dijo que quería venir.
—Quería hacerlo —concuerdo enseguida—. Por ti.
Él asiente con lentitud.
—Saldrá bien —me asegura.
Mi atención se desvía hacia un par de chicas que cuchichean a unos metros de nosotros. Incluso llevando esas estúpidas gafas de sol, mi novio es bastante reconocible.
—No quiero meter la pata —confieso, llevando de nuevo mi mirada a la suya.
—Eso no va a pasar.
—Sabes que no suelo gustarle a la gente y...
—A mí me gustas. —Quiero replicar, pero me advierte en silencio que cierre la boca—. Además, no es como si fuera la primera vez que nos ven juntos. Mis seguidores te conocen.
—No es lo mismo.
Una cosa es pasarme de vez en cuando a saludar cuando está en directo y otra muy diferente es estar aquí, a miles de kilómetros de casa, acompañándolo al evento de una de las marcas con las que trabaja. He hablado con sus fans muchas veces —algunos incluso me siguen en mis redes sociales— y, siempre que le piden fotos a Liam por la calle, él me presenta como su novia, pero nunca había vivido nada a tan gran escala. Mierda, si ni siquiera había salido antes del país.
Lo que hace una por amor.
Estoy tan enamorada de este chico que da asco.
—Quiero encajar en tu mundo —susurro.
—Maia, mi mundo empezó a encajar cuando llegaste tú.
Su voz se hace oír por encima de mis miedos e inseguridades, y de pronto estos ya no tienen importancia. Al menos, no si Liam está aquí para combatirlos conmigo.
—Eres el único que puede hacer que me guste que me digan cursiladas —le reconozco en voz baja.
Me dedica una sonrisa burlona.
—Ni siquiera tú puedes resistirte a mis encantos.
Es verdad. No puedo.
Me da un beso en la frente y sus dedos bajan por mi brazo para entrelazarse con los míos.
—Vamos, estoy deseando que conozcas a los chicos en persona.
Aparte de Evan y Max, tiene otros amigos con los que a menudo juega en directo. Hemos hablado varias veces, ya que Liam suele seguir en videollamada con ellos cuando vuelvo de la universidad los días que duermo en su casa. Nos llevamos bien. Aun así, me intimida verlos en persona. A diferencia de Liam, que es amigo de todo el mundo, a mí me cuesta abrirme a los demás, pero dejo que me guie al interior del edificio de todas formas. Sé que él hará que me resulte fácil.
El evento en cuestión está organizado por la marca de consolas y videojuegos más grande del sector. Se lleva a cabo en un pabellón enorme y han invitado a cientos de creadores de contenido de idiomas y países diferentes. Según me contó Liam, hay conferencias donde se anuncian novedades. Su papel aquí es probar los nuevos videojuegos, grabar algunas cosas y, en resumen, hacer promoción. Yo vengo de gratis, ya que la marca me ha pagado el viaje también. Perderé algunos días de universidad, pero ver la sonrisa que tiene Liam mientras me presenta a sus amigos hace que merezca completamente la pena.
Vamos juntos a las conferencias, que son espectáculos con luces neones y música electrónica en las que no faltan gritos del público. Liam comenta los lanzamientos con los chicos, y hacen bromas y se ríen juntos como si fueran amigos desde siempre, aunque vivan a miles de kilómetros unos de otros. Él se sienta a mi lado, me pone una mano en la rodilla y la deja ahí hasta que nos marchamos, como si quisiera asegurarse de que estoy bien —o de que no voy a salir corriendo—.
Un rato después, nos pasan a una zona VIP con catering. Liam está grabando un audio para Evan, que no ha podido venir, así que me adelanto y voy hasta las mesas para picar algo. Hemos aterrizado esta mañana y solo nos ha dado tiempo a pasar rápido por el hotel antes de venir. Necesito reponer fuerzas.
—¿Te lo estás pasando bien? —Liam se me acerca por detrás y me rodea la cintura con los brazos. Sonrío mientras le doy a probar un trozo de sushi. Hace una mueca de asco—. ¿Qué narices estás comiendo?
—Es sushi —contesto inclinándome para coger más.
—A veces se me olvida que tienes muy mal gusto.
—¿Por qué sino iba a estar saliendo contigo?
—Mujer del demonio.
—No seas dramático.
Ahogo un chillido cuando me hace girar entre sus brazos para que estemos frente a frente. Me coloca las manos en las caderas, atrayéndome hacia sí. Estamos en el rincón de la sala, donde no hay mucha gente; no parece haber tampoco fans cerca, ya que no veo a nadie mirándonos con descaro.
Durante un momento, estoy convencida de que va a posar sus labios sobre los míos, pero se echa hacia atrás con los ojos cerrados.
—No voy a besarte después de que hayas estado comiendo esa asquerosidad —lo dice como si la idea le produjera escalofríos.
—Peor para ti —anuncio alegremente—. Voy a seguir comiéndola hasta que nos echen de aquí.
Pone los ojos en blanco, divertido, y yo me echo a reír. Me limpia la comisura con el pulgar y después se lo lleva a la boca para probar el resto de sushi que hay en él. El gesto me provoca un tirón en el vientre. Joder.
—Madison me ha dicho que el director de comunicación de la marca quiere tener una charla rápida con nosotros para discutir un par de cosas sobre las próximas promociones —me explica, utilizando esa misma mano para ponerme un mechón de pelo tras la oreja—. No creo que tardemos mucho, pero...
—Ve. Estaré bien.
Madison es su nueva mánager, una mujer treintañera que «sabe más del mundo de lo que sabrá Adam en toda su vida». Palabras de Liam, no mías.
—No me gusta la idea de dejarte sola.
—No estoy sola. —Señalo la mesa de comida—. Tengo al sushi.
Esboza una sonrisa que no le llega a los ojos.
—Sé que es mejor compañía que yo —bromea—, pero...
—Estás aquí por trabajo, Liam. Y yo he venido para acompañarte, no para que cuides de mí. Me dijiste que estos eventos eran buenos para hacer contactos y conseguir nuevas oportunidades, y es lo que quiero que hagas. Tómate el tiempo que necesites. No tienes que preocuparte por mí.
Duda un instante, pero termina asintiendo.
—Trata de dejar algo de sushi para los demás. —Esta vez su sonrisa es de verdad.
—No prometo nada. —Lo aparto de un empujón suave—. Vete antes de que Madison tenga que venir a arrastrarte hasta allí.
Me aprieta la cintura una última vez antes de irse con Madison, que me dedica un seco asentimiento con la cabeza, mirándome a través de sus gafas metálicas, y después se lleva a mi novio a otra sala. Así es como me quedo sola con el sushi. Me acerco a probar el plato nuevo que acaban de servir. Sin lugar a dudas, la comida ocupa un lugar alto en la lista de ventajas de salir con un famoso.
El primer cuarto de hora es fácil de llevar.
A los cincuenta minutos, empiezo a preguntarme si han secuestrado a mi novio.
Suspiro y reviso el móvil con aburrimiento. Tengo un par de mensajes de mamá y otros de mi mejor amiga Lisa. Después de contestarles, guardo de nuevo el teléfono y le echo un vistazo a la sala. Cuando noto unos ojos brillantes clavados sobre mí, me saltan todas las alarmas.
Conozco esa mirada.
La chica se acerca antes de que pueda reaccionar.
—¿Eres la novia de Liam?
Está tan emocionada que no deja de dar saltitos. Abro la boca, la cierro y después simplemente digo:
—Soy Maia.
Sea la novia de quien sea, sigo teniendo nombre.
—¡Lo sé! —exclama, para mi sorpresa—. Yo... te he visto. En sus vídeos. Me encanta lo ingeniosa que eres y... madre mía, eres todavía más guapa en persona. ¿Te... te importa que nos hagamos una foto?
¿Quiere una foto? ¿Conmigo?
—Claro —contesto con mi mejor sonrisa.
Saca al móvil a toda prisa, me agarra y, cuando quiero darme cuenta, nos estamos haciendo un montón de selfies. La chica me parece maja, así que me quedo hablando con ella un rato más. Descubro que se llama Olivia. Tiene muchas preguntas. Contesto a la mayoría con amabilidad, siempre guardando la privacidad de Liam y evitando esa que él siempre se niega a responder.
Míster Borracho prefiere que nadie sepa cómo nos conocimos.
Olivia no tarda en marcharse dándome las gracias sin parar y agarrando su móvil como si fuera su mayor tesoro. No sé si alguna vez llegaré a acostumbrarme a esto.
—Te dejo sola un momento y ya intentas robarme a mis seguidores —se burla alguien a mi espalda.
Me vuelvo para ver a Liam, que ha vuelto de su secuestro. Por fin.
—Me ha pedido una foto —le cuento.
—Lo he visto.
—¿Has estado ahí todo el tiempo y no has venido a salvarme?
—No parecías necesitar que nadie te salvara. —Me sonríe—. Te dije que esto se te daría bien.
Su tono de orgullo me provoca un revoloteo en el estómago. Sé que también hay gente desagradable en el mundillo, pero me relaja haber tenido tan buenas experiencias.
—Es súper fan tuya. Me ha dicho que le caigo bien. Y que cree que soy guapa.
—Lo eres. —Por fin reduce la distancia entre nosotros, hasta que nuestros cuerpos están pegados—. Mi público te adora tanto como te adoro yo —susurra, presionando los labios contra la zona lateral de mi cuello.
Me produce un escalofrío. Cierro los ojos.
—¿Qué tal la reunión?
—Han intentado ofrecerme menos dinero y Madison ha entrado en modo perro rabioso.
Sonrío.
—¿Te he dicho ya lo bien que me cae esa mujer?
—Si alguien me pregunta alguna vez qué se consigue con la violencia, le diré que ella me está haciendo rico y que tú me robaste el corazón.
—Hoy estás especialmente empalagoso.
Aun así, me relajo contra él cuando me abraza por la cintura. Imagino que habrá alguien que nos esté mirando, pero ahora mismo me da igual. Liam apoya la barbilla en mi hombro.
—No dejes que Madison me arrastre de nuevo ahí dentro —me suplica.
—¿Os queda mucho por negociar?
Emite un quejido que suena como un «sí» frustrado.
—Los chicos quieren salir a tomar una copa después —dice, aun sin separarse de mí—. Quería preguntarte si te apetece antes de confirmarles nada.
—¿A ti te apetece?
—Me gustaría más volver contigo al hotel. —Vuelve a posar los labios contra mi piel—. Lo primero que he pensado al ver la cama es en cómo te verías tumbada sobre ella.
Esbozo una sonrisa burlona. La cama es enorme.
—Seguro que es cómoda para dormir.
—Sabes que no es eso lo que estoy pensando. —Me aparta el pelo del hombro y yo cierro los ojos al notar su aliento rozándome la oreja—. Se escucharía todo desde las otras habitaciones, pero no me preocupa. Seguro que puedes estar calladita. —Su voz se convierte en un susurro—. ¿Podrás seguir en silencio cuando haga contigo todo lo que tengo planeado?
Otro escalofrío me recorre de la cabeza a los pies. Se me desboca el corazón cuando recuerdo dónde estamos.
—Deja esto para cuando estemos solos —le imploro. Pongo mis manos sobre las suyas con la intención de quitármelas de encima, pero no encuentro la fuerza de voluntad necesaria para hacerlo.
Siento su sonrisa contra la piel.
—Cuando eso pase, lo último que haremos será hablar.
Tengo la respiración acelerada cuando por fin se aparta de mí. Puede que me haya puesto roja, porque de pronto tengo mucho calor. Liam comienza a reírse y yo le lanzo una mirada con la que podría mandarlo vivo bajo tierra.
—¿Estás practicando lo de estar en silencio para después? —se burla.
—Que te jodan.
—No sé si me gusta más provocarte o hacerte enfadar. Creo que las dos. —Con esa sonrisa traviesa, se inclina para darme un beso corto y me frota los brazos como despedida—. Debería volver con Madison antes de que se ponga en plan destructor otra vez. Les diré a mis amigos que te mueres por salir de fiesta con ellos.
Su tono bromista me saca de mis casillas.
—Cuando volvamos al hotel, voy a pedir que me pongan en otra habitación —gruño.
—Entonces tendré dos camas en las que torturarte en lugar de solo una.
Lo miro de mal humor y él me sonríe una última vez antes de marcharse. Esta vez tarda menos en volver. En el fondo esperaba que lo de la fiesta fuera solo una broma, pero acabamos en un taxi de camino a un pub universitario de Portland. Me consuelo pensando que, mientras que yo tengo mucho tiempo para estar a solas con Liam, él solo ve a sus amigos un par de veces al año. Quiero que tenga la oportunidad de pasárselo bien con ellos.
Dentro del local la música suena tan alta que mi novio tiene que gritarme al oído para que lo escuche.
—¿Te apetece bailar? —Me coloca una mano en la espalda para guiarme entre la multitud.
Miro hacia la pista, donde casi un centenar de cuerpos sudorosos se mueven en sintonía y chocan unos con otros. Liam debe de notar mi cara de disgusto, ya que se echa a reír.
—Prefiero emborracharme —decreto.
—¿Qué te traigo de beber?
—Ve con los chicos, si quieres. Puedo ir yo a pedir. —Me vuelvo hacia él—. Asegúrate de guardarme un sitio en la mesa a tu lado, ¿vale?
Asiente, me da un beso corto y se pierde entre el gentío en busca de sus amigos. Conociéndolo, va a encargarse personalmente de que todas las sillas acaben ocupadas para que yo tenga que sentarme en su regazo.
Supongo que tendré que hacer el sacrificio.
Aunque el pub está a rebosar, la mayor parte de la clientela está bailando en la pista o apalancados en las mesas, por lo que no me resulta difícil abrirme paso hasta la barra. Me apoyo en ella en cuanto veo un hueco libre e intento atraer la atención del camarero, que sirve bebidas a toda velocidad. Levanto la mano sin éxito un par de veces.
—Suerte con eso —dice un chico a mi lado—. Llevo aquí un rato y todavía sigo con las manos vacías.
Lo miro de reojo. Lleva el pelo largo recogido en una coleta y una camiseta ancha con un estampado estrambótico. Me recuerda a las que Evan suele ponerse. Los dos tienen el mismo mal gusto.
Dado que desconozco sus intenciones, por si acaso, contesto:
—Espero que me atienda antes de que mi novio empiece a preguntarse dónde estoy.
—No estaba intentando ligar contigo —aclara. Lejos de sentirme avergonzada por haber desconfiado, escucharlo me relaja. Él me evalúa con interés—. Solo quería saber si nos habíamos visto alguna vez. Tu cara me suena de algo.
—Lo dudo. No soy de por aquí.
—Debo de haberte confundido con alguien, entonces. —Inclina la cabeza hacia mí a modo de saludo—. Soy Kenny. Y este de aquí... —Se separa de la barra para dejarme ver a otro chico— es mi amigo Logan. No te ofendas si no habla contigo. Se le da mejor gruñir que socializar.
—Que te jodan —le espeta el susodicho.
Creo que acabo de encontrarme a mí misma en versión chico.
Al notar que lo observo, Logan me mira con desinterés y me hace un gesto con su cerveza —él sí que ha conseguido que le sirvan una bebida— antes de volver a mirar hacia la pista de baile. Lleva una camiseta negra que deja ver los tatuajes que cubren sus brazos y parte de su cuello. Es atractivo, lo admito, pero no tiene ni punto de comparación con Liam.
Mi chico da vibras de Golden Retriever.
Logan es más bien un gato negro y arisco.
—Como decía, no se lo tengas en cuenta —añade Kenny—. Está de mal humor porque le gusta una chica.
Cualquier otra persona habría pensado que eso es extraño, pero a mí me saca una sonrisa. Conozco terriblemente bien ese sentimiento.
—La etapa de creer que el amor es un asco se supera, créeme —le digo a Logan, que se limita a poner los ojos en blanco.
—¿Tengo cara de que me importe tu opinión?
—Cuidado, chico malo. Me das tanto miedo que estoy a punto de ponerme a temblar.
Clava sus ojos oscuros sobre mí. Meterme con idiotas no debería divertirme tanto, pero ¿qué voy a decir? Es mi debilidad.
—No me gusta ninguna chica —contesta, aunque se dirige más a su amigo que a mí.
—Lleva desde que llegamos babeando por la pelirroja. —Kenny ignora a su amigo y señala la pista de baile con la cabeza.
Sigo la dirección de su mirada. Una chica con el pelo rojo oscuro se ríe mientras baila con su amiga. Sonrío. Verlas juntas me trae recuerdos de Lisa y de mí. Ojalá ella también estuviera aquí.
—No parece estar prestándote mucha atención —le suelto a Logan solo para fastidiar.
Él se limita a fingir que no me ha oído.
—La del vestido rojo es mi novia Sasha —me explica Kenny. Se me escapa una sonrisa al notar lo orgulloso que parece de sí mismo.
—¿Y qué haces aquí? —le pregunto—. Ella parece bastante mejor compañía que él —añado, señalando a Logan.
Kenny se encoge de hombros.
—Soy un amigo entregado.
—Bueno, eso es admirabl...
—Pero sobre todo me quiero emborrachar.
Comienza una nueva canción y la multitud estalla en gritos en la pista. Logan se lleva la cerveza a los labios sin perder de vista a la pelirroja, que sigue bailando y riéndose con Sasha. La está mirando como si no hubiera nadie más en todo el local. O como si ninguna otra persona mereciera su interés.
—Deberías ir —lo incito.
—Y tú deberías meterte en tus asuntos.
—Si no vas tú, otro lo hará en tu lugar.
A juzgar por cómo tensa la mandíbula, la idea no le hace gracia en absoluto.
—Tómatelo como un consejo —añado.
«Un consejo de un gato negro arisco a otro.»
Sus ojos caen de nuevo sobre los míos y me evalúa en silencio. Transcurridos unos segundos, suspira, se gira hacia la barra y llama la atención del camarero con un corto movimiento del brazo. Después, y sin que yo se lo haya pedido, me señala para que venga a atenderme de una vez.
—De nada —dice Logan en cuanto termino de explicarle al camarero lo que quiero beber.
—Lo mismo digo —contesto yo.
Tenemos una tregua. Muy bien.
—¿Es coña? —se queja Kenny—. ¡¿Llevo aquí veinte putos minutos y no se te ha ocurrido hacer eso mismo conmigo?!
No tardan mucho en servir nuestras bebidas. Me despido de Kenny de una sonrisa porque estoy deseando volver con mi novio. Logan vuelve a estar centrado en la chica, así que no me molesto en decirle adiós. Me sumerjo en el mar de gente intentando no verter las copas y siento una oleada de alivio al ver a Liam caminando hacia mí.
—¿Dónde estabas? —Me quita un vaso de la mano para ayudarme. Parece relajarse al verme. Imagino que ha venido a buscarme porque estaba preocupado.
— Siento haber tardado tanto. El camarero no daba abasto.
Prueba su copa y sonríe al darse cuenta de que he pedido justo lo que sabía que él querría beber, aunque no me lo haya especificado.
Creo que me guiará de vuelta con los chicos, pero entrelaza su mano con la mía y me hace girar para que mi espalda queda contra su pecho.
—Max me ha dicho que te ha visto haciendo amigos —comenta, y yo sonrío.
—No me digas que estás celoso.
—Tremendamente. ¿Es verdad que uno tenía tatuajes? —Cuando asiento, suelta un quejido exasperado—. Mierda, Maia, no puedo competir contra un tío así.
Me entra la risa. Me encanta este chico. Y me encanta lo fácil que es bromear con él.
—Aléjate un poco —le pido con disimulo—. No quiero que el chico de los tatuajes me vea contigo.
Como respuesta, Liam me pega más a su cuerpo. Me duelen las mejillas de tanto sonreír.
—Lucharé por el amor de mi dama hasta que solo uno de los dos quede en pie —anuncia con solemnidad.
—¿Harías eso por mí?
—Solo si tengo alguna posibilidad de ganar. Soy demasiado guapo como para morir tan joven.
—Y demasiado rico y famoso.
—Cazafortunas —me insinúa, de broma. Me pone las manos en la cintura—. Aunque, pensándolo mejor, creo que podría dejar que fueras tú la que se pelease con él. Seguro que lo destrozarías en treinta segundos.
—¿Y qué harías tú mientras?
—Aplaudirte desde lejos.
—Eres un novio terrible.
—He dicho que te animaría.
—Voy a hacer un hilo en Twitter para cancelarte.
—No, por favor. Cualquier cosa menos eso.
Vuelvo a reírme. Por más evidente que sea que solo estamos bromeando, no quiero que se sienta inseguro ni durante un solo segundo, así que giro sobre mis alones y presiono mi boca contra la suya. Liam sonríe en medio del beso, lo que provoca un cosquilleo en el estómago.
—Me alegro de que hayas venido —me susurra al oído cuando apoyo la frente en su hombro.
Seguimos abrazados mientras él hace que nos mezamos de un lado a otro con suavidad.
—A mí también me gusta estar aquí.
—Todo es mejor cuando tú estás cerca. —Mete la mano dentro de mi camiseta para acariciarme la espalda—. Verte hoy en el evento, bromeando con mis amigos, haciéndote fotos con esa chica... Ha hecho que esté todavía más seguro de que estar contigo es el camino correcto. Creo que el universo te puso en mi vida porque se dio cuenta de que eres todo lo que llevaba tiempo buscando.
Sus palabras son como una caricia llena de cariño, como uno de esos abrazos que te reconstruyen por dentro. Me da un beso en el hombro. Yo cierro los ojos.
—Estoy enamorado de ti —añade—. Creo que debería decírtelo más de lo que ya lo hago.
—Lo dices mucho. —No sé cómo me las ingenio para que me funcione la voz.
—Porque no quiero que te quede ninguna duda.
Suelto una risa temblorosa y lo abrazo aun con más fuerza. La música sigue sonando y la gente baila, canta y grita a nuestro alrededor, pero no les presto ninguna atención; estoy demasiado concentrada en Liam, en su calor corporal, en lo honesto que es, en lo mucho que se abre siempre conmigo, en lo fácil que me resulta a mí abrirme con él.
—Te quiero —le recuerdo.
—Lo sé. —Sonríe contra mi cuello—. Estoy deseando verte borracha para que seas tú la que se ponga sentimental.
Lo empujo y él se ríe entre dientes. Por suerte, no consigo que se mueva ni un milímetro.
—Capullo —contesto en voz baja.
—Aun así te gusto más que el tío de los tatuajes.
—Me gustas más que nadie.
—¿Has dicho eso sin meter ningún insulto de por medio? No me digas que ya has empezado a beber.
—Retiro lo dicho. No me gustas. Y esta noche no pienso beber.
—Ya hablaremos cuando estés borracha.
—Eso no va a pasar.
*
Ha pasado.
Estoy borracha. Como una cuba.
Al menos, eso es lo que ha dicho Nickie, la novia de Max, cuando he intentado tomarme otro chupito y me ha llevado de vuelta a nuestra mesa prácticamente a rastras. Perdí a Liam de vista hace un rato para irme con ella. Quería dejarle algo de tiempo a solas con sus amigos, y ahora no tengo ni idea de dónde está. Y eso no está bien. Teniendo en cuenta que no conozco a nadie más, debería...
—Tu novia me ha mal influenciado —le dice Nickie a alguien entre risas.
—Lo peor es que pareces incluso sorprendida —se burla una voz. Me giro automáticamente al reconocerla.
Liam. Menos mal.
Sin decir nada, camino hasta él y apoyo la frente contra su hombro. Me ha entrado mucho sueño de pronto. Estoy tan cansada que se me cierran los ojos. Al notarlo, Liam se echa a reír y su cuerpo tiembla debajo de mi mejilla.
—¿Se puede saber cuánto has bebido? —pregunta.
—Debería decirte más a menudo lo feliz que me haces.
—Veo que has bebido mucho. —Pero su voz deja claro que no está enfadado, ni por asomo. Me pasa una mano por el pelo con cariño—. ¿Quieres que volvamos al hotel?
—Pídeme una cita primero, ¿no?
—¿He dicho ya lo graciosa que eres cuando bebes?
—Estás disfrutando con esto —gruño—. Capullo insolente.
—Sigues siendo igual de cariñosa.
—No te muevas. —Me apoyo mejor contra él hombro y cierro los ojos—. Voy a dormir en tu hombro.
Pero el hombro en cuestión se sacude cuando Liam vuelve a reírse. No abro los ojos, sino que me pierdo en él y en su calor corporal, y su voz suena amortiguada cuando le dice algo a los chicos, que están en una mesa detrás de nosotros. Después intenta agarrarme de la cintura, pero lo aparto de un manotazo.
—No me metas mano —le advierto.
—Tenemos que salir fuera para pillar un taxi y volver al hotel —me explica con calma.
—No puedo irme sin mi novio. —Me aparto a duras penas. El mundo me da vueltas—. ¿Sabes dónde está? Yo... debería ir a buscarlo y...
—Maia, yo soy tu...
—Ya te he dicho que tengo novio. No me toques.
Suelta un suspiro.
—Esto no debería estar gustándome tanto.
Doy varios pasos hacia atrás por inercia, temiendo que vaya a cogerme en brazos, pero se limita a agarrarme de la cintura y obligarme a caminar. Estoy tan mareada que lo dejo llevarme a donde quiera. Dios santo. En estos momentos lo odio con todas mis fuerzas.
—Dile a mi novio que yo no quería irme contigo —le suplico cuando salimos al pasillo de la discoteca.
Él resopla, divertido.
—Me encargaré de decírselo.
—¿Me estás tocando el culo?
—No estoy...
—¡No puedes hacer eso cuando voy borracha!
—Es la parte baja de la espalda.
—La parte baja no está tan baja.
—Solo te estoy sujetando. No grites.
—¡Sujétame por otro lado!
Me hace caso enseguida, chistando para que deje de chillar. De repente noto su mano sobre la cintura, y siento el calor de su piel incluso a través de la camiseta. La cabeza me da tantas vueltas que no sé ni qué pensar.
—He cambiado de opinión —anuncio al cabo de un rato—. Puedes tocarme el culo, si quieres.
Se ríe otra vez. Salimos a la calle, donde se escucha el ruido del tráfico y el frío nocturno se me cuela dentro de las venas. Ni siquiera me acuerdo de en qué ciudad estamos. Voy a preguntárselo a Liam, pero elige justo ese momento para hacer que nos detengamos. Creo que voy a perder el equilibrio; por suerte, él me mantiene bien sujeta. Pongo las manos en su pecho y dejo que me atraiga hacia sí.
—¿Estás mareada? —pregunta con suavidad.
Niego con los ojos cerrados.
—Gracias por cuidar de mí.
—Sabes que no tienes por qué...
—Mi novio te lo agradecerá.
Imagino que sonríe, aunque he echado la cabeza hacia adelante para apoyarla en su hombro de nuevo y no puedo verlo. Liam me acaricia el pelo con tranquilidad. Hace que el ruido del tráfico y el frio dejen de importarme.
—No sé cómo tomarme que me hayas pedido que te toque el culo pensando que no soy tu novio.
—Liam —lo llamo, ignorando lo que acabo de decir.
—Mmm. —Me roza la frente con los labios.
—Creo que estoy borracha.
Imagino que sonríe.
—Solo un poco, pero no pasa nada.
—¿Estás enfadado conmigo?
—No, claro que no.
—Me lo he pasado bien —admito en voz baja.
—¿Estás cansada?
Asiento con los ojos cerrados.
—¿Puedo usar tu hombro para dormir?
No contesta. Solo deja que le pase los brazos por la cintura y sigue haciéndome caricias en el pelo y en la espalda mientras yo noto que mis músculos se relajan. Después de un viaje de avión largo y el día tan intenso que hemos tenido, me cuesta horrores mantenerme despierta. Un rato después, me ayuda a montarme en el coche y deja que me acurruque contra él durante todo el trayecto.
Tiene bastante más fe que yo en que no vaya a vomitarle encima.
Cuando llegamos a la habitación, se me escapa un bostezo que hace que me maree y casi pierda el equilibrio. Liam me agarra del brazo a tiempo, por suerte, y a mí me entra la risa tonta. Entrelazo mi mano con la suya y tiro de él para llevarlo hasta la cama.
—Haz lo que quieras conmigo. Prometo estar en silencio —anuncio, totalmente dispuesta, dejándome caer sentada sobre el colchón.
—Levanta los brazos —me ordena él.
Obedezco, sonriente, y muevo los dedos con emoción.
Liam me quita el jersey. Me parece oírlo maldecir entre dientes cuando se me queda atascado en la cabeza.
—¡Au! —Golpeo hacia adelante a ciegas, a lo que creo que es un estómago.
—Estate quieta.
—Qué forma más poco erótica de desnudarme.
—Voy a ponerte el pijama.
Por fin me deja solo en sujetador. Espero que se pare a decirme lo preciosa que estoy, como hace siempre, pero se arrodilla para quitarme las botas. Suelto un suspiro de resignación. Menuda noche más aburrida me espera.
—Maia.
—¿Qué?
—Ya puedes bajar los brazos. —Él sigue sonriendo.
Le hago caso y se deshace de mis calcetines. Imagino que sabe que no me gusta nada dormir con ellos.
—¿No vas a quitarme el sujetador? —le pregunto.
—¿No puedes hacerlo tú misma?
—Estoy borracha. Pues claro que no.
Tira de mí para levantarme y ayudarme a quitarme los vaqueros. Acaban tirados en algún lugar de la habitación. Me deja sentada en la cama en ropa interior mientras abre nuestra maleta para sacar una de sus camisetas. Cuando vuelve conmigo, me la pasa por la cabeza y me quita el sujetador. Siento una punzada de decepción al notar que no hace ni el más mínimo ademán de tocarme.
—¿No te apetece besarme? —lloriqueo.
—Has bebido mucho, Maia.
—¿Eso hace que te guste menos?
—Siempre me gustas lo mismo. Y siempre me apetece besarte. Pero lo único que vas a hacer esta noche es dormir hasta que se te baje la borrachera.
—Me gustas cuando te pones en plan mandón.
—¿Vas maquillada? —Me agarra la cara con las manos y me estudia con atención.
—No sé si tomarme eso como un cumplido o una ofensa.
—¿Dónde tienes los productos para desmaquillarte? —pregunta ignorando lo que acabo de decir.
Vuelvo a bostezar.
—Están en mi neceser.
Vuelve a la maleta y se pasa unos minutos desmaquillándome lo mejor que puede. Le agarro el brazo antes de que se aleje para ir a tirar los algodones.
—¿Vas a dormir conmigo? —inquiero con voz queda.
—Claro que sí.
—¿Porque quieres?
—Y porque esta también es mi habitación.
—Eso no ha sido nada romántico.
Sonríe. Tras enderezarse, me da un beso en la frente. Me encanta que sea tan cariñoso conmigo. Y también me encanta llevar su ropa. Esta camiseta es una de sus favoritas; antes de que pasara a ser mía, se la ponía a menudo y todavía huele a él.
—Duérmete —me insta con delicadeza, ayudándome a tumbarme en la cama—. Voy al baño a lavarme los dientes, me cambio y vuelvo.
Asiento, aunque no vuelvo a cerrar los ojos. Liam se encierra en el aseo durante un par de minutos y después sale y comienza a desvestirse. Lo observo mientras se deshace de los vaqueros y la sudadera y se pone unos pantalones de pijama sueltos. Me fijo en los músculos de su espalda, esos que tantas veces he recorrido con los dedos.
Él me echa un vistazo por encima del hombro y enarca una ceja.
—Te he dicho que te durmieras.
—Tú no me das órdenes.
Vuelve al baño a por el cubo de basura y lo coloca junto a la cama.
—Si de pronto te entran ganas de vomitar, procura hacerlo hacia este lado.
—Al otro estarás tú.
—Por eso mismo.
—Métete en la cama conmigo. —Tiro de su brazo.
La rodea y el colchón se hunde bajo su peso cuando se tumba encima. Tal y como hablamos en el evento, la cama es enorme, pero no la usamos entera, ya que Liam no tarda en deslizarse hacia el borde, donde estoy yo. Me giro para mirarlo. Él me aparta el pelo de la cara.
—Duérmete —insiste acariciándome la mejilla.
—No quiero.
—Se te están cerrando los ojos.
—Son ellos los que tienen sueño, no yo.
Sonríe.
Mierda, qué guapo es.
—Háblame más sobre ese novio tuyo —susurra.
—Se llama Liam —comienzo a decir. Me cuesta mantener los ojos abiertos—. Y es tan... —Me callo cuando se me escapa un bostezo.
No llego a terminar la frase, pero no parece importarle. Sigue acariciándome la cara sin romper el contacto visual, con calma, hasta que llega un momento en el que me hormiguean las mejillas.
—¿Puedo contarte un secreto? —le pregunto.
Me perfila la mandíbula con los dedos.
—Sorpréndeme.
—Creo que voy a casarme contigo.
Silencio.
—Voy a casarme contigo —repito con los ojos cerrados—. En algún momento de nuestra vida, cuando seamos mayores, voy a hacerlo. Y si ese día nunca llega, entonces no creo que vaya a casarme con nadie jamás. No me imagino pasando el resto de mi vida con una persona que no seas tú.
Abro los ojos perezosamente y descubro que él me observa. Noto un escalofrío cuando me roza el labio inferior con el pulgar.
—Sigo pensando que deberías dormir —me recuerda en voz baja.
Niego, bostezando.
—¿Sabes cómo quiero que sea mi boda?
—¿Me lo vas a contar?
—Me gustaría llevar un vestido negro.
Liam sonríe.
—Puedo imaginarte con él puesto.
—Y pondríamos música de verdad. Podría... podría preparar una playlist especial para esa noche. Y que sonaran todas nuestras canciones favoritas.
—¿Como las de 3 A. M.?
Asiento.
—Preferiría que fuera algo privado. No invitaría a nadie aparte de nuestra familia y nuestros amigos. Y Evan, claro —añado con resignación—. Sería mejor que no viniera, pero seguro que mi novio me obliga a dejarlo entrar.
Comienza a reírse.
—Es probable.
—Es que son muy buenos amigos.
—Ya.
Sus caricias suben hasta mi pelo.
—No tendría que haberte dicho todo esto. No quiero que lo sepas. —murmuro, cerrando los ojos otra vez—. Se te va olvidar, ¿verdad?
—¿Por qué no quieres que lo sepa?
—Me da vergüenza —admito—. Estás tan... acostumbrado a que me haga la dura contigo que creo que... me da miedo no gustarte si dejo de hacerlo. —Entonces me percato de lo que acabo de soltar y emito un quejido—. Eso tampoco debería habértelo dicho.
Cuando lo miro, Liam no sonríe. A pesar de su seriedad, todo lo que transmiten sus ojos es cariño.
—Creo que deberías hablar de eso conmigo —susurra—. Cuando no estés borracha y yo esté seguro de que vas a recordar la conversación.
Asiento. Me parece una gran idea.
—Qué bueno eres dando consejos.
—Voy a hacer que esas inseguridades desaparezcan.
Pero ya no le estoy prestando mucha atención. Me acurruco contra él y pongo la cabeza contra su pecho, justo sobre su corazón. Él me rodea con un brazo para atraerme hacia sí. Y nos quedamos en silencio durante lo que parecen horas.
Pero ninguno de los dos se duerme.
—Liam —lo llamo en voz baja.
—¿Si?
—¿Crees que tú querrás casarte conmigo?
Él no duda ni un segundo al contestar.
—Creo que, cuando llegue el momento, yo seré quien se arrodille para pedírtelo.
Y después sigue acariciándome el pelo y suelta el aire con lentitud cuando apoyo un brazo sobre su estómago. Y yo estoy tan cansada que no me paro a pensar en que lo ha dicho sin inmutarse, como si fuera una certeza ya escrita e imborrable.
—Buenas noches, Maia —murmura.
Vuelvo a cerrar los ojos.
—Buenas noches, supernova.
(este capítulo corresponde al capítulo 18 de "El arte de ser nosotros", la historia de Logan y Leah. Subiré el 18 este sábado... :) )
este extra me ha puesto sensible.
Gracias de corazón por acoger a Maia y a Liam con tantísimo cariño <3
REDES SOCIALES
@InmaaRv en Twitter e Instagram
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro