Capítulo 16
Maratón 3/3
Capítulo 16
Otabek
Actualidad, Rusia
Los sueños lo estaban matando lenta, tortuosa y dolorosamente. Estaba empezando a afectarle en muchos niveles.
Cuando finalmente terminó de bocetar el último encuentro entre los amantes Yuuri Katsuki y Viktor Nikiforov, decidió que esto debía parar. Tenía que parar o encontrarle alguna solución.
Internet no era muy confiable. Podías encontrar miles y millones de explicaciones de lo más diversas pero que muy poco podían servirte. Aun así, podías tomar ideas.
Y una de esas ideas era visitar a un hipnotista.
Se había vuelto loco definitivamente. En Almaty los vecinos lo habrían enviado con algún Imán (1) o algún sacerdote ortodoxo para purificar su alma. Kazajistán era un país lleno de censura religiosa, a menos que fueses musulmán, cristiano ortodoxo, o que no fueses ninguna pero no molestases a nadie. El cual era el caso de Otabek, más no el de su familia. Él había nacido en el seno de una familia ortodoxa no practicante, pero su crianza había estado plagada de pequeñas referencias a las creencias de dicha iglesia.
En síntesis, en Kazajistán lo habrían visto como una oveja negra por confiar más en una práctica psicológica y más bien de sugestión. Pero en aquel momento le parecía la opción más lógica del mundo.
* * * *
No le había avisado a Yuri. Había ignorado deliberadamente su mensaje de texto del día, y también había decidido no asistir a la Academia. Ya llevaría un certificado médico falsificado.
Así que fue, sólo, al diván del experto en hipnosis, Celestino Cialdini.
Otabek no negaría que sonaba como un nombre artístico. E incluso cuando lo vio salir de la oficina, con el cabello larguísimo, bronceado a pesar de vivir en San Petersburgo y una barbilla tan prominente, estaba seguro de que además de la hipnosis se dedicaba a comerciales de alguna marca local de gafas de sol.
— Tu debes ser Otabek — Musitó alegremente—. Pasa, pasa, tenemos mucho de que hablar antes de comenzar.
— Soy Otabek. Y hola, Señor Cialdini.
— Dime Celestino ¡Nos estaremos viendo mucho estos días!
Ya veremos.
El diván era espacioso y acogedor. Había un sofá cama y una acolchada silla giratoria. Además de un escritorio, libros por todas las paredes, y una gran pecera. Al fondo había una ventana con alféizar interno, pero se encontraba cubierta por una pesada cortina, dejando solo la amarillenta luz de las lámparas como única iluminación.
— Acuéstate, anda — Lo alentó—. Necesitaré que te quites todo.
— ¿Disculpa? — Preguntó, asustado de repente.
— ¡Ah, no que quedes desnudo! Quítate los zapatos, cinturón, chaquetas, bufandas y cualquier accesorio peligroso que puedas traer contigo: relojes, pulseras, anillos... lo que sea.
Otabek accedió. Se quitó las botas, su pesado abrigo, los mitones y todo lo que cargaba, que no era mucho. Llevaba una cadena con una chapa al cuello, un pequeño reloj con malla de cuero y un gas pimienta atado al bolsillo, luego del encuentro con los maleantes. También se despojó de su celular, su billetera y otras pocas chucherías.
Al terminar, Otabek solo tenía sus viejos jeans, las medias y una camiseta blanca bastante ceñida al cuerpo. Se sentía desnudo ante aquel extraño.
— Muy bien, ahora puedes recostarte. Quiero que te estires lo más que puedas, cierres los ojos y te lleves una de las manos al corazón — Al ver la mirada confusa del joven, Celestino prosiguió—. No es obligatorio, pero sentir la propia frecuencia cardíaca relaja a muchos de nuestros clientes.
— Bien.
Otra vez hizo todo lo que pidió. Decidió que sentir su corazón latiendo a casi 200 por minuto no lo relajaría nada, pero no quería contradecir a Celestino.
— Inhala y exhala cinco veces. Intenta contener varios segundos la respiración. Debes relajar todos los músculos. Ya sé que eres un chico fortachón, pero tendrás que esforzarte. Ahora sí, háblame de los sueños que mencionaste ¿Son recurrentes?
— Cada vez que me duermo.
— ¿Y tú sales en ellos?
— Sí, pero no. Veo las cosas a través de un joven llamado Viktor Nikiforov, que vivió durante la Segunda Guerra Mundial como voluntario.
— ¿Y por qué es tan importante para ti?
— Porque siento que no son solo simples sueños.
— ¿Y por qué?
— Simplemente lo sé. En el sueño descubro cosas que yo no tenía idea de que eran verdad, y que tampoco tenía forma de saberlas. Y es todo tan preciso...
— Muy bien, Otabek, es hora de empezar. Para esta primera sesión haremos la técnica de relajación, que ya empezaste a hacerla. Si no tiene los resultados esperados, más adelante probaremos técnicas de reflejo o el péndulo ¿De acuerdo?
— Sí.
— Ahora caerás en una especie de trance. Es una etapa intermedia entre la transición al sueño profundo y la fase REM (2). Intentaré charlar contigo, pero quizás no me respondas. Veremos cómo funciona todo esto.
— Sí.
— Yo grabaré todo. No estoy seguro de si podrás recordar lo que ocurra. En el mejor de los casos, me responderás cuando te hable y tú recordarás fragmentos.
Otabek no quiso preguntar cuál sería el peor de los casos.
— Cuando yo zapatee tres veces, despertarás. Es un sonido muy ligero, pero te sorprenderá ver que tu cerebro reacciona de inmediato al estímulo.
Pensó que nada podía salir mal, al menos no en un sentido irremediable. Se relajó, y se dejó llevar por los rincones de la vida de Viktor.
* * * *
Viktor
1941, Hong Kong
Viktor estaba en una nube. Por él, el mundo podía derrumbarse hasta los cimientos y aun así no le importaría. El beso había sido mágico. Más de lo que había incluso soñado.
Yuuri Katsuki era aire que avivaba el fuego, fuego que volvía el agua en humo, agua que nutría la tierra y la tierra que sostenía sus pies.
Los besos que le habían seguido solo habían servido para trazar un camino de llamas hasta lo más profundo de su alma. Pero para Viktor, ese camino era interminable y sentía que jamás podría construir un final, ya que no sabía si algún día amaría menos que el día anterior a ese joven japonés. Los últimos cuatro meses en Hong Kong se sentían como un verdadero sueño del que no quería despertar. Sabía que debía despertar él sólo antes de que la guerra lo hiciera echándole un cubo de agua helada a la cara.
Finalmente llegó al destino que buscaba. Una anciana mujer china que vivía en los barrios bajos de Hong Kong, llevando mensajes clandestinos a cualquier parte del mundo.
Bao Bai Cheng ya lo estaba esperando, sentada en una mecedora con una pipa llena de opio.
— Supongo que me traes más cartas para enviar a San Petersburgo, Viktor Nikiforov — Habló con su calma voz— ¿O tal vez más cartas para aquella mujercita sueca de la otra vez? — Dijo con diversión. Viktor se rió mentalmente, recordando la carta que había enviado a su prima que vivía en Estocolmo, pero prefirió no dar detalles.
— Esta vez no, señorita Bao Bai.
La mujer sonrió. Ella nunca se había casado, y se encontraba encantada de que alguien tan guapo como Viktor la llamara señorita a pesar de sus ya 60 años.
— Necesito enviar cartas a Japón — Dijo.
— Um.
Él sabía que era muy difícil, principalmente porque Japón era un país muy cerrado y no estaba en buenos términos con China de momento. Cualquier objeto llegado en un buque con la bandera china sería rigurosamente inspeccionado de seguro.
Pero Viktor se lo había prometido, a Yuuri, que conseguiría enviar la carta. Las dos cartas, en realidad, dirigidas a la familia Katsuki y a Minako-sensei, como le había dicho.
— Tenemos tiempos difíciles aquí, Viktor Nikiforov. Enviaré tus cartas por mucho que me cueste.
— No sabe como lo agradezco — Musitó el ruso.
— No puedo decirte que no, ¿Sabes? Pocas veces encuentro chicos con tanto espíritu como tú.
— Me enorgullece que me tenga en un pedestal tan alto, señorita Bao Bai.
— Eres como un faro en medio de la negra y oscura noche, Viktor Nikiforov, solo si te atrevas a iluminar lo suficiente. Yo de verdad espero que lo hagas.
— Quizás ya lo hago — Declaró—. Hay alguien que me deja encandilar sus noches.
— Espero lo ates muy bien a ti, más que nada en estos tiempos difíciles.
Viktor asintió, sin esconder un atisbo de sonrisa. A la señorita Bao Bai le gustaba su sonrisa, porque sus labios parecían formar un corazón, le había dicho.
Sintió una ola de tristeza, al recordar a Yuuri y el porqué el chico estaba allí en Hong Kong. Los matarán a todos para hacerse con la isla.
Quiso advertir a la señorita Bao Bai pero ¿Serviría de algo si le advirtiera? ¿Correría a decirles a todos? Viktor se dedicaba a cuidar a los refugiados que escapaban de la guerra, y con su silencio mataría a miles de ellos.
Pero, ¿Qué podía hacer? ¿Meterse en un conflicto bélico y perder a Yuuri si la Armada Imperial fracasaba? ¿Arrastrar a los campamentos, a su país, a Chris, en medio de este conflicto?
Nadie tiene que saber que fuiste tú. Pero Yuuri lo sabría. Y Yuuri pagaría las consecuencias, si descubrían que le había confesado los planes japoneses a su amante de nacionalidad enemiga.
Viktor tenía mucho en lo que pensar.
* * * *
Decidió hablarlo con Chris. El chico, como su mejor amigo, sabía lo que en cualquier momento podría estallar en las calles de Hong Kong.
— ¿Y que planeas que hagamos? ¿Evacuar a toda la gente? Eso alertaría a los superiores de Japón y los haría atacar antes de tiempo — Dijo Chris.
— Quizás no están preparados.
— ¿Traicionarías a tu novio el soldado?
— Yo...
— Viktor, entiendo tus intenciones. Y las comparto, pero esto nos supera a ti y a mí. E involucraríamos a nuestros países en esto. ¡Demonios, recuerda lo que pasó con Serbia luego de que aquel rebelde asesinara al archiduque! Suiza todavía es neutral y está muy cerca de Alemania. Y Alemania es aliado de Japón.
— Creí que nuestra tarea era ayudar a quienes lo necesitaba — Masculló levantándose de la mesa—. No sabía que tenías miedo.
— Tú también tienes miedo, aunque no lo quieras admitir.
— No lo tengo.
Chris lo miró un rato. A Viktor le incomodaba, porque su amigo suizo siempre podía adivinar lo que estaba pensando.
Lo vio tomar aire antes de hablar.
— Se lo que podemos hacer, pero Viktor... Esto pondría en grave riesgo a tu soldadito.
— No, si le advierto primero. Mientras Yuuri y los inocentes de la ciudad estén bien, nada más me importa.
— Eso es un pensamiento egoísta, puesto que estaríamos llevando al muere a quien sabe cuántos soldados de ambos bandos.
— ¿Por qué de ambos bando? — Inquirió curioso. Chris hizo una sonrisa torcida.
— Ahí entra mi plan. Hay que dar aviso de lo que ocurrirá a los aliados.
Viktor no hizo ninguna mueca, y buscó evitar la mirada de Christophe. Si no lo miraba, no tenía que decidir todavía.
Posó sus ojos sobre un calendario colgado en la pared del centro de relajación donde se escondían los refugiados. Era el 17 de de octubre de 1941.
* * * *
Otabek
Actualidad, Rusia
De verdad lo había despertado el zapateo. Para cuando había abierto los ojos, estaba todo sudado y el corazón le iba a estallar. Se movía frenéticamente y no entendía que estaba causando aquel ataque histérico.
Celestino lo tomó de los hombros y lo ayudó a incorporarse.
— Tranquilo, Otabek. Es mejor que te relajes ya que tenemos mucho de que hablar.
— ¿Qué pasó? ¿Cuánto tiempo estuve dormido? — Preguntó con voz ronca. Celestino le entregó un vaso de agua que se tomó de un solo sorbo.
— Más de cuatro horas.
— ¿Qué? — Vociferó.
— Sí. Y ha sido una sesión de lo más interesante. No has parado de mascullar cosas. Tengo todo grabado por si te interesa. Ha sido increíble, Otabek. Mira, no tienes que regresar si no estás cómodo pero me encantaría ahondar más en este tema ¿Quieres ver la grabación?
— No por ahora.
Celestino asintió, y le entregó también una toalla cálida y húmeda para limpiar el sudor de su cuerpo. El cuero cabelludo le picaba y tenía la necesidad de arrancarse el cabello que le quedaba.
— El final ha sido lo más impresionante — Habló Celestino—. Me diste incluso una fecha. Tu sueño transcurrió el 17 de octubre de 1941.
— ¿Qué ocurrió el 17 de octubre de 1941? — Preguntó con su estoicismo natural, a pesar de que su mente era un torbellino.
— ¿Ese día? Nada exactamente. Pero en el sueño estabas en Hong Kong, y casi dos meses luego de esa fecha, la Armada Imperial Japonesa finalmente se hizo con el territorio, aplastando a los británicos a su paso.
Otabek contuvo jadeo ¿Qué significaba todo aquello? No quería, o más bien tenía miedo, de hacer suposiciones.
— ¿Y sabes? Hubo más de 5000 muertos, entre soldados y civiles. Fue una verdadera masacre.
* * * *
Glosario:
1- Imán: Quien predica y dirige la fe del Islam.
2- Fase REM del sueño: Quinta etapa del sueño, y es en donde más sueños tenemos.
* * * *
¡Fin del maratón! Espero que lo disfruten mucho. Muchísimas gracias a todas como siempre, ojalá no sufran mucho con el Capítulo 15 :(
¡Nos vemos el finde con el capítulo 17!
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