Capítulo 2 (Segunda Parte)
Todo tiene un fin. En este caso para mí. Ha llegado el momento de cerrar este capítulo y comenzar otra nueva etapa. Tomar esta decisión ha sido muy difícil porque implica que definitivamente lo nuestro ha terminado para siempre y que probablemente nunca vuelva a verlo más.
Anoche fue la primera vez que tuve el valor de decirlo en voz alta, cuando se lo confesé a Aiden. Y cuando lo hice fue porque la decisión está tomada al cien por cien.
Es momento de dejarle ir, aunque sienta a mi corazón doler.
-¿Estas segura de esto?
Le hecho venir Amalia esta mañana para contarle que he decidido marcharme. Cuando se lo he dicho ni si quiera la he visto sorprenderse por ello. Posiblemente ya se lo esperaba. Ella en estos meses en alguna ocasión me ha soltado algo parecido a irnos a modo vacaciones para olvidar un poco todo. Pero como mi mente no aceptaba nada que no fuese buscar un modo de estar con Eric, no le he prestado atención.
-Estoy convencida de que es lo mejor.
-¿Por qué no te vienes conmigo a la Universidad? Aún puedes inscribirte en Nova. El plazo se acaba en dos días y podemos estar juntas fuera de este lugar.
-No tengo dinero, tendría que encontrar un trabajo.
-No te preocupes por el dinero -interviene Aiden desde la puerta del salón -Yo lo pagaré.
-No, ya has hecho suficiente por mí.
-Lo pagaremos a medias -añade mi amiga también para ayudar.
-Ninguno de los dos va a pagar nada, ¿de acuerdo?
-No necesito tu aprobación, lo haré. Y tú -Aiden señala a Amalia -guarda tu dinero para cuando lo necesites.
-Aiden...
-No Lia. Escúchame. Lo que debes hacer es tener una vida normal, como cualquier chica de tu edad. Ir a la universidad, conocer a gente, ir a fiestas...
-Beber hasta emborracharnos -bromea Amalia.
-No, eso no. Solo te permito beber una copa, y a ti también. Si no, se lo diré a Adam -amenaza.
-Era solo una broma -se cruza de brazos.
Adam y yo nos reímos, pero a ella no le hace gracia.
-En serio, creo que esto puede ser bueno para ti -continua Aiden -Además, prefiero que estéis juntas las dos a que estés sola en cualquier lugar.
-Encontraré un trabajo para devolverte el dinero.
-No, no quiero que hagas eso. Tan solo estudia y disfruta. ¿De acuerdo?
-Pero...
-Nada de peros. ¿Dónde hay que hacer esa inscripción? -le pregunta a Amalia.
Ambos se levantan y buscan el ordenador para acceder al sitio web de la universidad. Rellenan todos mis datos, ya que conocen todo acerca de mí.
Luego, la tarde cae lentamente y el cielo se tiñe de tonos anaranjados mientras camino por las calles. Me invade un nerviosismo y un cierto miedo al dirigirme hacia la casa de la persona que más he deseado ver en estos meses. Dudé mucho si debía venir, pero si no lo hago, me arrepentiré toda la vida, por eso estoy aquí, dirigiéndome hacia allá. Han pasado dos semanas desde la última vez que vine, aunque ni siquiera conseguí verlo.
Aunque no quiera, hoy haré todo lo posible si hace falta para que me acepte.
Al llegar, me detengo un momento frente a la puerta principal, tomo aire y me atrevo a tocar el timbre. Los segundos pasan y la tensión en mi cuerpo aumenta. La puerta se abre lentamente, revelando la persona, pero como esperaba, no es él.
Es Jennifer.
-Otra vez tú. Lárgate de aquí, ya sabes cuál es su respuesta. No va a cambiar, métetelo en la cabeza.
Intenta cerrar la puerta, pero interpongo mi mano.
-Por favor, escúchame. He venido para despedirme.
Su expresión cambia al escuchar esas palabras, se queda quieta. No esperaba que le dijera eso.
-Me marcho de la ciudad -continuo -Sé que no te caigo bien, pero solo te pido una cosa. Haz que él quiera verme, solo quiero despedirme. Será la última vez que venga. Por favor.
Mi tono suplicante la hace dudar sobre qué hacer.
-¿Renuncias a él?
No quiero hacerlo, pero asiento con la cabeza. Ella vuelve a dudar.
-No te garantizo nada. Está en su despacho, ya sabes cuál es el camino.
-Muchas gracias -le agradezco por dejarme pasar a la vez que esta desaparece de mi vista yéndose hacia el jardín.
Camino hasta llegar a donde se ubica el despacho. Aunque han pasado muchos meses, todo está como lo recordaba. No ha cambiado nada.
Ahora me encuentro parada en la puerta sintiendo como mi corazón late rápidamente más que antes en mi pecho. Estoy tan nerviosa que mis manos tiemblan ligeramente. Sé que este encuentro va a ser importante para mí y cuando lo haga mi vida cambiara para siempre.
Finalmente, tomo una bocanada de aire y extiendo mi mano para dar unos golpes. Al hacerlo, siento mis dedos sudorosos. En ese momento, escucho un "adelante". Lentamente tomo el pomo para hacerlo girar y mis ojos se encuentran con la persona que tiene ocupado mi corazón. En este instante, solo puedo ver como su rostro muestra un desconcierto.
-¿Quién te ha dejado entrar? -es lo primero que me dice en un tono enfadado.
Me quedo callada porque las palabras no salen de mí.
-¿Cuántas veces tengo que decirte que no sé quién eres y que dejes de molestarme? ¿Eh? Eres muy pesada. Voy a tener que pedir una orden de alejamiento.
-Me voy.
-Sí, eso es lo que tienes que hacer. Irte.
-No. Me voy para siempre. He venido para despedirme. Me marcho de la ciudad.
Su cara muestra una expresión tan de sorpresa que no se esperaba para nada que le dijese tal cosa. Supongo que ha sido una sorpresa para bien, agradable, ya que estará contento de que me vaya y lo deje en paz de una vez por todas.
-Solo he venido a decírtelo. No es necesario que pidas una orden de alejamiento, no volveré a molestarte nunca más. Lamento haberlo hecho en este tiempo. Eso es todo. Ya me voy, adiós.
Mis palabras se entrecortan al decir ese adiós y, justo cuando me doy la vuelta para irme, la tristeza llena mis ojos de lágrimas. Mi despedida ha sido rápida y de golpe porque eso es lo que había ensayado y porque sabía que después de eso vendría este momento y no quería que me viera de esta manera.
Estar destrozada por dentro. No sé de qué manera voy a superar esto. Con cada paso que doy el dolor es más profundo porque ya no hay vuelta atrás.
Se acabó.
La sensación de pérdida y vacío me envuelve por completo cuando ya estoy fuera de su casa. Me caigo de rodillas al suelo sintiendo como el mundo se me derrumba a mi alrededor. Unos brazos aparecen envolviéndome. Como no, la persona que me sostiene es la misma que siempre me ha consolado.
Aiden.
Mis lágrimas fluyen libremente por mis mejillas mientras intento desahogarme en su abrazo. Lloro por un buen rato hasta que mi llanto deja de escucharse. Aun en el suelo, Aiden sigue sosteniéndome. Poco a poco me voy recomponiendo y en el momento que nuestras miradas se encuentran, él me habla.
-Te prometo que todo irá a mejor.
No estoy segura si todo a partir de ahora irá a mejor. Quiero creer en su promesa, aunque me cueste en este instante. Pero lo que estoy segura, es que intentaré encontrar algo de felicidad en medio de esta oscuridad.
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