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22. ¿Sabias que la miseria ama la compañía?

Miley Cyrus - Angels Like You (1:14 - 2:12)

El bar está lleno a esta hora, pero él asiento que usualmente ocupo cuando vengo aquí está vacío y no es una sorpresa considerando quien es la persona sentada en el banquillo a la izquierda de este. Nada más y nada menos que Garrett Walker.

Sus ojos se fijaron en mi un segundo después de que entré y ahora me está sonriendo y golpea con su palma el asiento vacío a su lado.

Suspiro y camino hacia él.

—Ibas a tener un hijo —es lo primero que sale de mis labios cuando me siento a su lado en la barra—. Con la novia de tu hermano. Qué gran hombre resultaste ser.

No es ningún secreto que suelo tomar decisiones y actuar de diferente manera cuando siento algo con lo que no estoy familiarizada y que seguramente está fuera de mi control, ya sean ataques verbales o alguna que otra travesura autodestructiva. Por ejemplo, tiendo a sabotear mi propia felicidad cada vez que se insinúa una pequeña dicha de satisfacción asegurándome de mantenerme alejada o de manera más efectiva de alejar, la razón por la cual me siento feliz.

Es lo que hago y a lo que estoy normalmente acostumbrada; Evito a las personas cuando estoy enojada, creo caos cuando estoy herida y bebo hasta el olvido cuando estoy frustrada o triste.

Pero, cuando estoy enojada, me vuelvo vengativa y mezquina. Muy mezquina. Como, Taylor Swift en su canción de monólogo en SNL.

— ¿Sabes algo? También ibas a tener un hijo conmigo, pero nunca te lo dije. Te oculté que aborté a tu bebé. ¿Recuerdas ese viaje que se supone tuve a Seattle unos meses antes de que termináramos? Mentí. No fui ahí, tenía una cita en una clínica abortiva y me realicé un abortó. Tenía cinco semanas cuando sucedió. Saqué la cita apenas me enteré.

Fueron días terribles entre enterarme de ese embarazo y esperar a la cita. Bajé de peso, vomitaba todo el tiempo y estaba encerrada en mi apartamento "estudiando".

Pero fue la mejor decisión. Jamás me arrepentí.

¿Qué hubiera hecho yo con un bebé?

—Hubiera sido una madre terrible.

Los ojos de Jackson se encuentran con los míos y pido un Negroni que él prepara de inmediato y lo deja frente a mí.

Lo bebo de golpe y pido otro. Porque hoy es ese tipo de noche.

—Tal vez pudiste cambiar por ese bebé, no lo sabes. No sabes que hubiera pasado, Leo. Y al menos debiste decirme, incluso sí ibas a tomar esa decisión, tenía que saberlo. También era mi hijo.

No, los niños no son centros de rehabilitación de sus padres, ni deberían venir al mundo con la responsabilidad de hacer cambiar a sus progenitores. Y mucho menos se deben traer al mundo a niños si no están dispuestos a quererlos, si no son emocionalmente estables.

—Pero no lo hice, no te dije. ¿Y sabes por qué? Hubieras querido quedarte con esa expectativa de vida, incluso aunque sabías que no quería ser madre. Incluso aunque debiste ser consciente de lo mal que estaba y lo terrible que hubiera sido que alguien como yo, traiga un bebé a este mundo.

Al final quienes sufren son los niños. Yo soy un claro ejemplo de aquello.

—Afuera de la clínica una mujer me preguntó si hubiera querida que mi madre me aborte —me rio ante en recuerdo—. Y mi respuesta fue sí. Dioses sí. Mira la vida de mierda que he tenido solo porque mi madre no quería serlo y, aun así, decidió tener y luego dejarme como basura afuera de una iglesia.

Ni por un segundo se me cruzó por la mente quedarme con ese bebé porque era consciente de que no podía ofrecerle nada bueno.

No podía ofrecer algo que no tenía —me digo.

¿Y tenerlo esperando a que él de forma mágica me salve? ¡Yo ni siquiera quería ser salvada!

—Ni siquiera era una opción tener y darlo en adopción, es decir, mírame soy la prueba viviente de lo mal que podría salir aquello. Es una ruleta rusa y sus posibilidades eran muy bajas. No lo valía. Yo lo sé. Lo viví en carne propia.

Desde que fui adoptada me sentí indigna y ese sentimiento jamás se detuvo. Crecí pensando que no era nada. No una verdadera Allen, no digna del apellido, de nada. No podía soportar la idea de que alguien más pase por lo mismo debido a mis decisiones.

—¿Y si hubiera sido adoptado por una buena familia?

Me burlo.

—Sí y seguro mis padres pensaron lo mismo y mírame.

Le había pagado a alguien para que finja ser mi contacto de emergencia. Un extraño. No había nadie a mi lado y cuando salí de la clínica me fui a la habitación de hotel que había alquilado. Solo pasó una hora hasta que empecé a sentir las náuseas y empecé a vomitar. Vomité mucho. Ni siquiera sabía si eso estaba bien, si era normal.

No lo era.

Sentí que iba a morir o desmayarme y no había nadie a quien llamar.

Fui encontrada a la mañana siguiente por la chica de la limpieza y ellos llamaron a emergencias. Estaba sola y asustada.

—Lo entiendo.

—Pero te duele. Lo sé. Por eso te estoy contando esto, porque quiero que te duela, quiero que cierres los ojos y pienses en el único bebé que podríamos haber tenido y él cual está ahora muerto. Igual que lo nuestro.

Cuando estoy molesta arremeto, voy directo a la yugular y corto la piel sin piedad.

—Quiero que te duela porque a mí me dolió enterarme que eras el tipo de persona que se acuesta y embaraza a la novia de su hermano.

Bebo mi cuarto cóctel y pido otro más, Jackson me da una mirada algo ilegible antes de poner el cóctel frente a mí.

—¿No vas al menos intentar explicar por qué lo hiciste?

Este nuevo cóctel lo bebo a sorbos pequeños.

—¿Importa, Leo?

—No. En realidad, no.

El sexto y séptimo trago llegan y se van con rapidez, para el octavo me encuentro con cierta dificultad para mantenerme sentada con rectitud y el lugar ha empezado a dar vueltas.

—He venido a este bar y me he sentado aquí todos los días esperando verte —me confiesa Garrett—. Se que hoy fuiste a comprar tu vestido de novia. Me imaginé como te verías, como estabas y... ¿por qué él tiene que ser quien se quede contigo?

—Hablas como si yo fuera un premio.

Para Emrys soy más como un castigo.

Oh, Emrys... No, no, no. Mal cerebro, malo. No pienses en él. Ni tampoco pienses en el cuadro que pintó sobre mi o la exposición con mi nombre. Tampoco pienses en la forma que él entiende mis problemas y que no se ha ido incluso cuando literalmente le lancé cosas cerca de él.

Debe ser porque no le importo —me dice mi cerebro—. Claro por eso no le importa que pierda la cabeza o lo que haga.

—Eres lo mejor que me pasó, Leo.

—Y ahora estamos aquí.

Me tambaleo un poco en el asiento cuando me giro para mirarlo y él pone sus manos en mi cintura para ayudarme a estabilizar y evitar que me caiga.

—Creo que es momento de ir a casa.

—No iré a ningún lado contigo.

—Leo, no estás en condiciones de conducir.

Tarareo de acuerdo con él y abro mi bolso para buscar mi teléfono.

Marco su número y espero, él atiende al segundo tono.

—Dime.

—Debes venir por mi porque estoy muy borracha para conducir. Bebi como ocho Negroni y me están pasando factura. Estoy en... Espera, ¿dónde estoy? Déjame pasarte a Jackson para que te diga la dirección porque no se realmente qué lugar es este o como llegar aquí.

Le paso el teléfono a Jackson y él sonríe mientras le da la dirección a Emrys y una vez que lo hace, me regresa el móvil.

—No dije que iría por ti.

—Ven en taxi para que puedas manejar el auto. No demores, me estoy empezando a sentir mal. Te espero.

Termino la llamada y guardo el teléfono, veo que Jackson ha dejado un vaso con agua frente a mí.

El agua está fresca y Jackson me hace una seña para que lo beba todo.

—¿Llamaste a Emrys?

—Sí.

—Leo, déjame llevarte a casa, él no va a venir.

—Lo hará.

Dejo el vaso de agua vacío sobre la barra y le digo a Jackson que no puedo beber más, que, si lo hago, vomitaré.

—¿Por qué estás tan segura de que él vendrá?

—Somos dos caras de la misma moneda.

Conozco mi pena, sé que no quiero consuelo y mucho menos lastima. Más bien, anhelo la comprensión. Sin embargo, soy consciente de que no hay muchas personas que puedan entenderme, comprender la forma en que aprendí a entregarme al dolor y a la soledad que son mis mecanismos para sobrevivir.

Pero con Emrys es diferente y por eso a veces lo odio.

Emrys habla de su pasado en un tono similar al mío, hay una amargura en él con la cual me puedo sentir identificada. No sé inmuta ante mis bromas sobre mis traumas o la forma retorcida que tengo de ver algunas cosas. Él reconoce lo jodido que está. Si alguien puede entenderme, es él. Irónico, ¿cierto?

—¡Y ahí está mi prometido! Ven aquí, cariño. Tu hermano dijo que no ibas a venir, pero yo le dije que sí y yo siempre tengo razón. ¿Verdad? Lamento hacerte venir aquí tan tarde, se que a tu edad es malo no dormir las ocho horas completas.

Emrys me sostiene para evitar que me caiga y suelta una maldición en un idioma que no alcanzo a entender.

—No sabía que estabas bebiendo con mi hermano.

—Él estaba aquí cuando llegué —le digo—. Y me quedé para contarle la vez que aborté a su bebé. ¿Sabes por qué lo hice?

Él asiente con la cabeza, aunque su mirada cambia y su postura se tensa un poco.

—Seguro le dijiste aquello porque estabas molesta, ya que Garrett no es la persona que pensaste que era.

—¡Exacto! ¿Ves, Garrett? Con todo lo idiota que es Emrys, él me entiende, es casi como si pudiera leer mi mente. ¿Es cosa de la edad?

—Ojalá pudiera realmente entenderte, nos haría la vida más sencilla.

Peino mi cabello hacia atrás y llamo a Jackson para pagar mis bebidas, pero Emrys se adelanta y paga por mí.

—Jackson dijo que tú eras mi tipo —murmuro—, tiene razón. Lo cual me molesta, pero lo eres, incluso cuando solo quiero poner mis manos alrededor de tu cuello y ver cómo dejas de respirar. ¿Sabías que él otro día casi te atropello con mi auto? También pensé en asfixiarte mientras dormías. ¡Pero no lo hice! Debes darme créditos por eso.

Jackson comenta que usualmente soy una persona nostálgica y amargada mientras bebo, que no suelo hablar mucho cuando estoy así de ebria.

Es verdad.

—Vamos, es hora de llevarte a casa.

—¿Y me pondrás en la cama?

—Sí, vamos.

Estiro mis brazos y él me mira sin entender nada.

—No quiero caminar.

—Leone...

—No voy a caminar.

Al otro lado de la barra, Jackson parece divertido con la escena y murmura que al parecer yo hablo en serio.

No alcanzo a leer la expresión de Garrett porque se va antes de que lo pueda hacer.

—Te juro que te dejaré en mitad de la carretera. Vamos levántate.

Muevo mis brazos y el exhala con fuerza antes de cargarme al estilo nupcial para sacarme del bar.

Me va regañando sobre lo irresponsable que soy por beber demasiado y me acomoda en el asiento del pasajero antes de ocupar el del conductor.

—Bebí porque, como te darás cuenta, no tengo buenos mecanismos para afrontar ciertas situaciones y lo que pasó en la galería me abrumó.

—No expondré tus pinturas.

Niego con la cabeza.

—No es eso. Todo lo contrario. ¿Sabes lo que es tener toda una exposición de arte sobre mí? He vivido a base de migajas toda mi vida, Emrys y tú, alguien a quien no le agrado la mitad del tiempo, me dio más que eso. Me gustó y eso me abrumó porque como no he recibido muchas cosas buenas en mi vida, cuando lo hago me asustó y corro.

Cierro los ojos y recuesto mi cabeza contra el respaldo del asiento.

En algún momento me quedo dormida y me despierto cuando llegamos a la casa y Emrys me carga para llevarme dentro.

—Quiero dormir en tu cama.

Me baja en mitad del pasillo y sujeta el tabique de su nariz con fuerza.

—No. Ahora ve a tu habitación.

—Pero quiero dormir en tu cama.

—¿Por qué?

Me encojo de hombros.

—Solo quiero dormir ahí. Tú puedes dormir en la mía.

—Leone, estoy así de cerca de llevarte al balcón y dejarte dormir ahí afuera.

Suelto una risa y eso lo enfurece más.

—No lo harás.

Doy un paso más hacia él.

—¿Cómo estás tan segura?

Muevo mi mano alrededor de su cara y él la sujeta en el aire.

—Porque viniste por mí. ¿Recuerdas lo que me dijiste antes? Que sería una pérdida de mi tiempo esperarte, pero yo llamé y tú viniste.

Suelta mi mano y la deja caer a un costado.

—Eso es esto para ti, ¿un juego?

Abre la puerta de mi habitación y se hace a un lado para que yo entre.

—Tal vez.

Me quito la chaqueta y los zapatos.

—Bien, pues si es así, divierte jugando sola. Me voy.

Se gira para irse, pero yo lo sujeto de su muñeca para evitar que se aleja.

—No, Emrys, no te vayas. No me dejes. No quiero que te vayas, Incluso aunque haré cosas para alejarte, incluso aunque me alejaré, no quiero que te vayas.

Entonces dejo que mi tristeza se muestre y espero, espero con un toque de desesperación que estoy segura que, Emrys, muy versado en el tema del dolor, lo comprende.

Da un paso hacia mí y entiendo que si debió entender lo que con palabras no se decir.

Porque Emrys se para frente a mí y no ofrece nada más que silencio.

—Eso no tiene sentido —finalmente dice después de un largo tiempo de no decir nada.

—Lo se. Soy yo. ¿Cuándo he tenido sentido?

—Me estás volviendo loco. ¿Lo sabes? Antes de conocerte mi vida era una paleta de colores grises, marrones y azul oscuro. Yo era Van Gogh en su época de la noche estrellada. Entonces llegaste a mi vida, te abriste paso a fuerza y al mismo tiempo sin esfuerzo. ¿Cómo? ¿Por qué? De pronto llegas y creas un caleidoscopio de colores. No es justo porque yo no quería eso, pero a ti no te importó, simplemente llegaste y lo pintaste todo. ¿Lo peor? Es que no me quiero acostumbrar a esos colores vibrantes porque te los llevarás contigo cuando te vayas, y cuando eso suceda, deberé otra vez aprender a vivir en colores sepia.

Permanecemos en silencio, dos personas rotas convertidos en observadores del mundo, marginados, esperando a que la perpetua tormenta en la que parecemos vivir, se detenga y podamos recibir algunos cuantos rayos de sol.

Algo de calidez después de este duro invierno.

Nos quedamos en silencio un poco más, cada uno apreciándolo a su propia manera. La suavidad del mismo a pesar de su rudeza inicial.

—Siéntate. Iré a ver algo para quitarte el maquillaje para que puedas dormir.

Desaparece en el baño y regresa con un pequeño estuche, se para frente a mí y empieza a quitar el maquillaje de mi cara.

—¿No vas a decir que me veo bonita sin maquillaje?

—No.

—Eres un...

—Idiota, si ambos lo sabemos.

Cuando mi cara está libre de maquillaje busca un pijama para que me cambie.

Me meto debajo de las sábanas y me acomodo.

—Emrys.

—Dime.

—Gracias.

Gracias por ir por mí.

Gracias por tener una exposición de arte con mi nombre.

Gracias por salvarme ese día, incluso aunque no sabías lo que estabas haciendo.

—Buenas noches, Leo.

—No, no me digas así, todos los demás me dicen de esa manera. Tú no.

—¿Y cómo quieres que te diga?

Le dedico una sonrisa algo soñolienta.

—Ambos sabemos cómo.

Sonríe y pone los ojos en blanco.

—Buenas noches, mascota.

—Buenas noches.

Él apaga la luz y yo cierro los ojos quedándome profundamente dormida casi al instante.

Apenas tengo medianamente algo de conciencia, lo primero que hago es arrepentirme de haber bebido demasiado anoche, aunque tampoco me miento diciendo que no volveré a beber porque sé que lo haré. Decir lo contrario sería una muy grande y descarada mentira.

Mi cabeza late con fuerza y busco una aspirina para tomarme antes de entrar a la ducha.

Al salir, me siento más humana y me veo mucho mejor.

—Gala, Miranda. Buenos días. Que agradable sorpresa.

Ambas están sentadas en la mesa, que ya han arreglado y veo que hay un plato para mí. Es eso o Lauren está en algún lado.

Pero no, Miranda me indica con su mano el asiento que está al lado del de Emrys.

—No mientas —me dice Emrys desde la cocina—. ¿A quién le gustan las invitadas de último minuto? Especialmente si te obligan a que les prepares el desayuno.

Él tiene un punto.

—Veo que saliste de fiesta anoche —murmura Gala con una sonrisa—. ¿Celebrando tus últimos días de soltería?

Hay algo en la forma que ella habla o se dirige a otros que hace la alusión de que conoce los secretos más oscuros de esa persona.

La veo poner el filo de la navaja del cuchillo para mantequilla, en la punta de su dedo índice.

—No. Estaba celebrando que Emrys tiene una exposición sobre mí.

—¿De verdad? Eso no lo esperaba —interviene Miranda—. Pero me alegra escucharlo. Por cierto, traje algunas cosas de la boda que me gustaría revisar contigo, sé que me diste luz verde para cualquier decisión, pero de todas formas me gustaría que sepas de que va a ir todo.

—Por supuesto.

Emrys nos sirve el desayuno y se, sin necesidad de contar, que me ha servido las cosas en números pares.

Aunque obviamente mi mente no me dejará tranquila hasta que cuente y me cerciore que hay números pares en mi plato.

—Vimos a tu amiga por casualidad...

—Mentira, la estuvimos siguiendo —interrumpe Gala—. Pero como profesionales que somos, nadie nos descubrió, lo cual es bueno, no quería tener que matar a nadie, estaba vistiendo un traje blanco de Chanel. ¿Te imaginas como hubiera quedado? No, eso sí sería un crimen.

Pienso en el tiempo donde intentaba evitar que la familia de Emrys vea mis peculiaridades pensando que me juzgarían por mis hábitos como el de comer en números pares, claro eso fue hasta que los conocí y vi que ellos están peor que yo.

De todas maneras, eso no suele importar y las personas igualmente juzgan. A las personas les gusta ignorar sus propios defectos y señalar los de otros. La familia de Emrys no lo hace. Al menos todavía no.

—Ese no es el punto, Gala. Lo que quería decir es, ¿no dijo que estaba soltera?

—Lo está.

—Bueno ya no. La vimos con la modelo de la nueva campaña de joyas Lacroix. ¿La has visto? Se llama Kylie. Lo cual es triste, al menos para mí. ¡Se veían bien juntas! Pero sigo creyendo que se vería mejor conmigo.

Oh, Thalía, ¿qué haré contigo?

No entiendo porque no aprende y sigue dejando que Kylie juegue con ella después de todo lo que la ha hecho.

—Es complicado —les digo—. Muy complicado.

—Bueno, no es novedad, está familia es experta en lo complicado. Nos encanta. ¿Verdad, Emrys?

Él, quien parece que ha estado desconectado de la conversación levanta la cabeza ante la voz de Gala y la mención de su nombre.

—¿Yo qué?

—Que estás de acuerdo de que a esta familia le gustan las cosas complicadas. Cómo Lauren que salía como tú amigo, Dominik antes de casarse con Alexander. O tú, que te vas a casar con la exnovia de tu hermano. Ese tipo de situaciones complicadas. Ya sabes, lo normal en nosotros.

Gala no solo parece que sabe lo que sucede en la vida de otros, si no, que ella realmente busca saber.

—¿Salías con Garrett? Espera... ¿Eras la mujer con la que él se quería casar?

—Vaya. Conseguiste que los dos hermanos Walker quieran casarse contigo, bien por ti, pero te aconsejo que no se lo hagas saber a Lauren al menos no antes de la boda o no habrá boda. Ella jamás lo permitiría, es muy protectora con sus hermanos.

Veo como Emrys se recuesta hacia atrás y mira a Gala.

—¿Y por qué lo mencionas justo ahora?

Ella sonríe, como si fuera la pregunta que estaba esperando y saca un sobre con una foto de su cartera.

Es una foto mía y de Garrett ese día afuera del edificio donde trabajo y él fue a pedirme que lo elija.

—Mi trabajo es evitar que este tipo de situaciones se filtren y hago muy bien mi trabajo, no te preocupes. Aunque hay algo interesante sobre estás fotos, ¿sabes que había otra persona queriéndolas comprar? Aún estoy averiguando quien es y para que las quería. Ahora dime, ¿qué hago con las fotos?

En la imagen estoy con mi mano sobre la mejilla de Garrett, estamos muy cerca y si, podría pasar por una imagen comprometedora.

—Lo que quieras —responde Emrys antes de levantarse—. Haz lo que quieras con esas imágenes.

Faltan exactamente 52 días para la boda y hay tantas cosas que podrían arruinarla.

"Nota de Emrys: Cada vez que te veo, me recuerdas todos los errores que he cometido, todas las veces que he permitido que alguien más me lastime, y me pregunto si alguna vez podré aprender de mis errores o si estoy destinado a repetirlos una y otra vez".

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