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Extra San Valentín

2 años después del último capítulo.

—¿No vas a decirme a dónde estamos yendo? —le pregunto a Aiden mientras intento seguirle el paso. Malditas sean sus piernas por ser tan largas.

Él me mira sobre su hombro y sonríe.

—No.

Elevo las cejas.

—¿No?

—Si lo sabes, no te sorprenderás cuando lo veas.

—Puedo fingir.

Sus ojos se clavan en mi rostro durante varios segundos, luego aparta la mirada.

—No hay necesidad de fingir. Ya no más.

Sus palabras hacen que algo en mi pecho duela.

—Tienes razón. —Me apresuro para poder caminar a su lado—. Pero sigo queriendo saber.

—Ya lo harás. Cuando lleguemos.

—Idiota —murmuro.

—Creí que ahora era tu amor.

—Pues ahora vuelves a ser idiota.

Pasa su brazo sobre mis hombros y me acerca a su costado.

—Bueno pero soy tu idiota.

Me es imposible reprimir la sonrisa.

—Sí, lo eres.

Caminamos un poco más antes de que él se detenga frente a un edificio con aspecto rústico muy bonito. Las paredes de mármol se ven viejas pero aún así bien cuidadas y un cartel enorme reza en letras bien grandes: PARADA DEL AMOR.

Frunzo el ceño, viendo a Aiden.

—¿Qué es esto?

La comisura izquierda de sus labios se eleva.

—Ya verás —dice y me toma de la mano para entrar.

Por dentro el lugar es aún más hermoso. Un techo abovedado con toques en dorado y paredes con cuadros de todos los tamaños. Hay color. Hay vida.

No puedo dejar de mirar.

Hay un cuadro de una pareja viéndose a los ojos, nada más, solo viéndose a los ojos, pero el amor es tan visible entre ellos que me hace querer llorar. Debajo dice dos almas amándose.

En otro, unas manos arrugadas sostienen otras igual de arrugadas con cariño y dice amor, solo eso, amor.

A la derecha hay dos chicos besándose. Se siente íntimo, trascendental, y me resulta difícil apartar la mirada. Dejando atrás el miedo, dice.

Y cuando veo el cuadro que está junto a ese, dejo de respirar. Es Aiden. Soy yo. Somos nosotros.

Yo estoy pintando, perdida en mi mundo. Llevo solo una camiseta suya pero es suficiente para que no se me vea nada. Y él está apoyado en el marco de la puerta, mirándome con tanto amor que siento que el corazón me va a explotar. Las lágrimas llenan mis ojos pero aún así me las arreglo para leer lo que dice: viendo al amor de mi vida.

Volteo a verlo. Él luce nervioso, como si temiera que no me gustara el cuadro. Dios, ¿cómo podría no gustarme?

Lo abrazo con fuerza, refugiándome en su pecho para poder llorar tranquila. Hay algo sobre abrazar a Aiden que siempre se sintió bien, correcto, como estar en casa. Él me rodea con sus brazos y me sostiene como si temiera que desapareciera y quiero decirle «jamás me iría, jamás te dejaría» pero no puedo porque el llanto apenas me permite respirar.

—¿Te gustó? —pregunta junto a mi oído en voz baja.

Me aparto para poder mirarlo y acaricio su rostro. Sonrío.

—Me encantó. Es… es hermoso. ¿Cómo…?

—Necesitaban artistas que retrataran el amor. No pude evitar pensar en ti en cuanto vi el anuncio. Así que pinté un cuadro.

—No puedo creerlo. Lo adoro.

—Y hay más.

—¿Más?

Asiente, mordiendo una sonrisa.

—Sí. Pero antes de irnos quiero abrazarte un poco más, se siente muy bien.

No lo niego, solo vuelvo a enterrar mi rostro en su pecho.

Cuando salimos, Aiden pasa un brazo sobre mis hombros y pregunta casualmente:

—¿Quieres comer algo?

Él siempre me deja elegir. Sabe que es un tema difícil para mí aún, así que se empeña en que siempre sea un momento tranquilo.

—Sí —la palabra sale con dificultad pero me obligo a recordarme que estoy bien y que merezco comer lo que quiera cuando quiera—. Quiero donas. Hace mucho que no como donas.

Él aprieta mi hombro y besa mi frente.

—Entonces donas es lo que vamos a comer.

Las donas son hermosas. La mía tiene glaseado de chocolate blanco con chispitas rojas y corazones y la de Aiden glaseado de chocolate oscuro con corazones. Caminamos por las calles cubiertas de nieve tomados de la mano mientras comemos, y cuando terminamos Aiden me dice que es hora de ir a nuestro siguiente destino.

—¿A cuántos lugares iremos? —pregunto, curiosa.

—Ya verás, rubia.

—Estás muy misterioso.

—Y eso te gusta, ¿no?

Me muerdo el labio.

—Me encanta —admito.

Él ríe.

Minutos después llegamos a un parque de diversiones. Lo miro como si se hubiese vuelto loco.

—El otro día dijiste que querías venir —dice—. Creí que sería una buena idea.

Sonrío y lo abrazo.

—Te amo, ¿lo sabes? —murmuro contra su sudadera.

Él me abraza más fuerte y suspira  como si esas palabras causaran un maremoto de emociones y esa fuera la única manera de dejarlas salir.

—Lo sé. Yo también te amo, rubia.

Entramos al parque de diversiones de la mano. Parezco una niña pequeña queriendo subirme a todos los juegos pero es que no puedo evitarlo. Aiden no rechista, aunque su estómago sí protesta. No parece gustarle mucho la idea de subir y luego bajar de golpe en los juegos.

Al salir, Aiden luce aún un poco atontado y no puedo evitar tomarle una foto entre risas. Él me mira mal pero acaba riendo conmigo.

—¿Y ahora? —digo.

El sol está cayendo y las estrellas hacen sus primeras apariciones.

—Ahora vamos a cenar.

Nuestra cena es un picnic en nuestro parque. No sé cómo llegó todo esto aquí o cómo sigue caliente pero sospecho que Luc y Norah tienen algo que ver. Incluso hay un pastel de chocolate en forma de corazón.

—Wow. No esperaba esto. Es muy lindo.

—Tuve ayuda.

—Eso lo había supuesto.

Se ve tan tímido, tan nervioso que no puedo evitar reír y bromear.

—¿Qué? ¿Vas a proponerme matrimonio?

Sus ojos se abren mucho y sus mejillas se encienden, lo que hace que ría más.

—Creo que es un poco pronto para eso, así que no. —Se aclara la garganta—. Solo… me cuesta creer que seas mi novia. Veo lo hermosa que eres y pienso en lo jodidamente afortunado que soy.

Mis ojos se llenan de lágrimas.

—Creo que la afortunada soy yo por tener un novio tan atento y con un corazón tan grande.

Eso lo hace sonreír. Amo que sonría.

Luego comenzamos a comer y a hablar. De la universidad, de lo difícil que es la vida de adulto, de cómo Tommy dijo Den hace unos días (el rostro de Aiden era digno de una fotografía, estaba pálido pero sonreía como nunca lo vi sonreír. Creo que me enamoré un poco más de él en ese momento). Hablamos de arte y de estrellas. De sueños y miedos. Simplemente hablamos.

Y cuando terminamos nos besamos. Sus manos están en mi cintura y las mías en su cuello. Siento como mi camiseta se sube unos centímetros y sus dedos acarician la piel expuesta.

Me vuelve loca. Besarlo me vuelve loca.

Suelto un gemido que se pierde en sus labios y él se aparta de golpe con la respiración acelerada. Adoro la manera en que se ve luego de besarnos. Adoro saber que es por mí.

—Aquí no —es todo lo que dice.

Luego se levanta. Lo imito y caminamos hasta su casa tomados de la mano. Apenas llegamos a su paraíso, me besa. Es tierno y hambriento al mismo tiempo. Mi espada está contra la pared y su cuerpo está completamente pegado al mío. Siento cada parte de él contra cada parte de mí.

Aiden se aleja un segundo para quitarse la sudadera y luego yo lo ayudo con su camiseta. Poco después mi buzo y blusa van al mismo destino.

Aiden se toma su tiempo besando mi cuello y mis hombros. Luego mira mi sujetador y chasquea la lengua.

—Esto no me gusta —dice y lo quita.

Soy incapaz de hablar mientras veo como su boca se apropia de mis pechos. Suelto unos gemidos que tal vez en otro momento me avergonzarían pero que ahora no puedo contener.

De pronto se aparta y me guía a la cama. Caigo de espaldas y él comienza a trabajar en quitar mis pantalones y bragas. Estoy completamente expuesta. Cada cosa que amo y odio de mí, y él me mira como si nunca hubiese visto algo más hermoso.

—No tengo palabras para describir lo que siento cuando te miro —susurra, su mirada tan llena de amor que podría llorar—. Me enamoras cada día, rubia. Cada día.

Dicho eso, su rostro baja y comienza a besar mi abdomen, mis muslos. Juega conmigo hasta que finalmente siento sus labios justo donde quiero. Es abrumador. Jamás voy a cansarme de estos momentos con Aiden. Donde estamos vulnerables, donde somos nosotros.

Cuando estallo en un millón de estrellas, él se pone de pie y se quita los pantalones. No creí que eso pudiese ser erotico hasta que lo conocí.

Trabaja en su erección rápido y pronto está sobre mí, listo, esperando mi confirmación. Asiento y él baja. Unirme a Aiden siempre se siente como algo trascendental, como si algo dentro de mí dijera «quiero esto para siempre». Asusta pero también emociona. Todo lo que tenga que ver con Aiden me emociona. Porque sé que él es mi persona. Que él es para mí y yo soy para él y juntos brillamos más que cualquier otra estrella.

Es por eso que luego de explotar, cuando él me abraza, me dice que me ama y me pregunta si fue un buen San Valentín, yo respondo:

—Fue el mejor.

Porque sí que lo fue. Y quiero una vida entera así, con él.

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