Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

61

—Atrévete a dar un paso y te juro que esta vez te mato —amenaza Mors a Kim con frialdad.

Su semblante ha pasado de la ternura a la preocupación, y de la preocupación a una ira evidente que le hace tensar su mandíbula y fulminar asesinamente a Kim con la mirada. Sus ojos se tornan rojos.

—Si eso fuera verdad, ya lo hubieras hecho el otro día —responde ella con un tono juguetón y dulzón, y su sonrisa se ensancha—, pero, por lo visto, tus acciones te delatan: sigues teniéndome en estima, aunque no quieres admitirlo...

—¡Cállate! —ordena Mors bruscamente, y se pone justo delante de mí, a modo de gesto protector.

Me da la espalda para interponerse entre el espacio que hay entre Kim y nosotros, y sus brazos se extienden en torno a mis costados.

—Y, si tú tuvieras la mitad de las agallas de las que aparentas tener, hubieras venido sola —continúa él—, pero ya veo que no es lo tuyo, ¿eh?

Repentinamente, reconozco la atlética figura de Nikola; el nerviosismo en el cuerpo de Spencer; y el aturdimiento de Isaac, quien da pasos vacilantes.

Genial, lo que yo quería.

Los tres mantienen distancia entre sí, rodeándonos a Mors y a mí, así como a la tumba de mis padres, acorralándonos. No obstante, lo que más me sorprende es toparme con los ojos azules de alguien que no veo desde hace días: Riley. Ella también está aquí.

Por lo visto, Mors también se ha percatado de ello.

—Tú —le dice acusadoramente—. ¿Qué diablos? —Noto desconcierto en su voz—. Mierda, Kim te avisó antes de que la encerráramos y has venido desde Vancouver en vez de estar allí como te indiqué... —maldice—. Y ahora estás tú también en mi contra, Riley.

Y, de nuevo, Kim sonríe.

—Ay, Mors —se lamenta ella falsamente—, ya sabes que no es nada personal. No vamos en contra de ti; vamos en contra de ella —su voz se enfría y me señala con un dedo acusador—. Últimamente no te reconozco...

—Te estás metiendo en un problema, Kim —repone Mors autoritariamente—. Todos lo estáis, y esta vez no pienso tener piedad, os lo prometo.

Sus últimas palabras las dice entre dientes. A estas alturas, su rostro debe ser el de la Muerte en su puro esplendor. Puedo percibirlo en su voz y en cómo se tensa cada músculo de su espalda y sus brazos.

—Lo siento, Mors —dice Nikola, con su acento polaco marcado y un pesar sincero en su rostro—. Ya estamos hartos de este juego. Ella tiene que morir.

No nos dan tiempo a reaccionar, pues las palabras de la polaca sentencian mi destino y se desencadena el caos a nuestro alrededor: entran en escena figuras que habíamos pasado por alto hasta ahora. Seis jóvenes se acercan corriendo, acorralándonos en círculo, hacia nosotros.

Al principio no entiendo de dónde han aparecido, pero en una fracción de segundo reconozco a la única chica que reclutaron en la criba de Seattle. Por tanto, eso me hace entender que los mortems veteranos están poniendo en primera fila de batalla a los novatos para que empiecen a hacer el trabajo sucio, como si fueran sus marionetas. Excepto Isaac, claro: él es demasiado valioso para manipularme, y Kim lo sabe.

Los seis novatos se enzarzan en una lucha contra Mors, quien no deja de cubrirme las espaldas. Los movimientos por ambas partes son tan veloces que no me da tiempo a reaccionar o intentar canalizar mis poderes contra los mortems. Lo único que veo son borrones oscuros por encima de la nieve, así como la presencia protectora de Mors rodeándome en un círculo definido para impedir que ninguno de ellos me ponga la mano encima.

Repentinamente, los borrones desaparecen y todo queda en silencio. Parpadeo rápidamente para acostumbrarme de nuevo y, con horror, compruebo cómo todos y cada uno de los cuerpos de los mortems novatos yacen en el suelo desangrándose con charcos dorados a su alrededor.

Asimismo, veo la mano de Mors apretada en un puño y con restos de sangre dorada en ella. Por un momento, su mano vuelve a alzarse para extraer algo de su chaqueta. Escucho un pequeño crujido y veo cómo un mechero con una llama prendida alcanza el cuerpo de la única mortem novata, quien se encuentra en el suelo con la mandíbula temblando y los ojos desesperados hasta que las llamas la alcanzan y su cuerpo empieza a consumirse.

Mi corazón se encoje al escuchar un pequeño quejido de dolor por su parte antes de que absolutamente cada rincón de su piel quede prendido por el fuego.

Estoy tan aturdida mirando el cadáver de esa mortem que ni me he dado cuenta de que Mors ha repetido la misma operación con otros dos de los mortems novatos que han intentado atacarnos.

—¿Esto es lo mejor que tenéis? —exige él a Kim, quien nos observa desde la distancia.

Nikola, Spencer, Riley e Isaac la flanquean. Se han juntado en esa formación mientras los mortems neonatos estaban siendo abatidos.

Qué cabrones.

—No —responde la armenia—, esa solo ha sido la introducción.

Sin dar ninguna explicación razonable, empiezan a aproximarse todos juntos, en grupo, hasta que dibujan nuevamente un círculo cerrado en torno a Mors y yo. Se posicionan cerca de los cadáveres ardientes de los mortems novatos, lo cual hace que proyecten una imagen incluso más detestable.

Pero lo que es peor es que quien se posiciona a dos metros de mí tenga que ser mi hermano, algo que me hace empezar a tensar la mandíbula de ira. El asesino de mis padres se halla a tan solo unos pocos metros de mí y no me costaría nada dirigir mis poderes destructivos hacia él...

Repentinamente, antes de poder si quiera concentrarme en herirlo, su supervelocidad me sorprende. La mano de Isaac se cierra entorno a mi muñeca y tira de mí agresivamente.

—¡Live, aguanta! —grita la voz de Mors.

Su voz, llena de pánico a mis espaldas, me rompe el corazón. La verdad es que pensé que Mors se interpondría entre mi hermano y yo justo en el momento en el que Isaac se ha atrevido a tocarme, pero no es así.

Por su parte, mi hermano sigue tirando de mí ante mi inútil intento de deshacerme de su maldita mano. Sigo forcejeando, pero no sirve para nada.

Bueno, sí, logro ver una imagen que me horroriza cuando consigo ver qué ha estado pasando a mis espaldas: el torso de Mors está envuelto en unas cadenas que Kim, Nikola y Spencer sellan en el suelo rápidamente con unos clavos gigantes.

Entonces lo entiendo todo con las palabras que Mors dijo hace unos días: «El grafeno es el acero más resistente que existe. Ni siquiera yo podría destrozarlo.»

Se me cae el alma a los pies mientras veo cómo se retuerce entre las cadenas a la vez que, repentinamente, alza la vista y nuestros ojos se encuentran por una fracción de segundo. En ellos, la ira que estaba presente se disipa por una minúscula parte del tiempo.

«Estamos jodidos», pienso para que él me lea mentalmente mientras Isaac sigue tirando de mí. «No te rindas, Mors».

Él niega con la cabeza cuando «dejo ir» esas palabras dentro de mi cabeza, pues tienen ciertos aires de despedida, y forcejea más al mismo tiempo que mi hermano ahora me hace rotar y me coje de la cintura con el propósito de dejar de tener a Mors en mi campo de visión.

Con su supervelocidad, Isaac me carga sobre su hombro como si pesara menos que una pluma, haciendo que el frío aire impacte sobre mi rostro, lo cual me provoca temblores, hasta que, sin previo aviso, se detiene.

Acto seguido, mi hermano me estampa contra el frío suelo, y quedo medio grogui tirada en la nieve como un juguete roto.

Isaac me lanza una mirada impasible desde la superioridad que le proporciona su altura mientras yo trato de recuperarme del golpe inesperado, aunque la cabeza me da vueltas y, por un instante, mi visión se torna borrosa.

Pero no voy a permitir que se aproveche de mí de esta manera esta vez.

—Eres... —intento hablar coherentemente, retorciéndome de dolor—. Eres... un... puto... desgraciado —suelto pausadamente, con toda la frialdad y veneno que contengo dentro de mí.

Seguidamente, con las pocas fuerzas que consigo concentrar, apoyo un brazo sobre la gélida nieve con tal de incorporarme y canalizar las mínimas energías que contengo para impulsar mis poderes destructivos contra él.

No obstante, antes de que siquiera pueda alzar mi mano, se dibujan las figuras de Spencer y Nikola al lado de Isaac.

—Kim y Riley están a punto de terminar con él —escucho la voz con acento marcado de Nikola—. Ha dicho que lo hagamos ya.

Mierda, eso no suena nada bien.

Spencer e Isaac comparten una mirada cómplice y se asienten mutuamente. Yo solo trato de controlar el dolor que invade cada rincón de mi cuerpo con tal de no morir congelada, especialmente después de que mi hermano me haya lanzado contra el suelo. Bueno, la verdad es que es solo intento que el dolor no me controle.

Pero mi respiración empieza a agitarse y el pánico se apodera de mí cuando veo cómo Spencer, con los ojos llenos de lástima y culpa, se agacha hacia mí y me inmoviliza con sus brazos y sus piernas, algo que me hace lamentarme con un chillido de dolor muy pronunciado.

Sin embargo, lo que más me aterra es la daga que Nikola extrae de uno de los bolsillos de Spencer, quien sigue ocupado con sus manos sobre mis muñecas y sus piernas en torno a mi cintura. Nada más verla, dejo de moverme y comprendo que el fin ha llegado, que no hay escapatoria, algo que me imposibilita concentrarme en canalizar mis poderes hacia todos ellos.

Mi pecho sube y baja a causa de la ansiedad, el horror y el frío extremo que estoy padeciendo, lo cual no ayuda a permitirme pensar de manera racional. Lo peor, no obstante, es ver cómo los ojos de mi hermano se abren de par en par repentinamente.

«Ah, que ahora le sorprende esto...», maldigo por dentro. Era demasiado obvio, por lo que no entiendo por qué diablos reacciona así ahora.

—¿Có-Cómo...? —balbucea—. ¿Quién...?

—No lo sé —dice Nikola con impaciencia, y niega frenéticamente con la cabeza—. No sé si puedo hacerlo.

—Tienes que hacerlo —intenta animarla Spencer.

Isaac permanece callado, con los ojos saliéndose de sus órbitas.

—No quiero más problemas con Mors —admite la polaca con su acento bien pronunciado, especialmente por el temor que delata en su forma de hablar ahora—. No puedo —se rinde.

—Y una mierda —se queja Spencer, y frunce el entrecejo—. Ya es demasiado tarde para echarse atrás, Nikola. El daño está hecho, y Mors nos perseguirá hagamos lo que hagamos.

El característico rubor y nerviosismo de Spencer se transforma en una seguridad que me provoca escalofríos.

Aunque, con diferencia, lo que atraviesa los límites del terror que estoy experimentando es la voz decidida que suelta inesperadamente Isaac cuando dice:

—Yo lo hago.

Y, aun con el cuerpo de Spencer inmovilizándome y cada uno de mis músculos rugiendo de dolor, mi bloqueo y aturdimiento se transforman en ira hacia mi hermano, algo que me incita a volver a forcejear contra el ojiazul. Además, siento cómo el cosquilleo anheloso de mis poderes destructivos en la palma de mis manos amenaza con empezar a brotar.

—¡Puto miserable de mierda! —grito con voz medio afónica.

Mis movimientos contra Spencer se intensifican, pese a que, evidentemente, no puedo abatirlo; simplemente soy una molestia para él y no tiene ningún problema con seguir reteniéndome. Hasta que mis poderes finalmente fluyen hacia su cuerpo.

Con sorpresa, los ojos azules del rubio se abren de par en par, lo cual me complace de una manera indescriptible. Por no hablar de cómo empieza a gritar y a estremecerse de dolor...

—¡Mátame! —exclamo como una posesa por encima de los gritos de Spencer. Este último resiste y no logro deshacerme de él, aunque sospecho que no tardaré en hacerlo, pues intensifico el dolor—. ¡Venga, mátame! —bramo—. ¡Mátame como mataste a papá y mamá! ¡Mátame! —digo, y miro directamente a los ojos de Isaac.

Su rostro amenaza con descomponerse, como si su corazón se hubiera roto en millones de pedazos. Sin embargo, en menos de un pestañeo, en sus facciones se instala una expresión impasible y, acto seguido, emplea su supervelocidad hasta posicionarse justo delante de mí, con Spencer todavía retorciéndose encima de mi cuerpo.

—¡Hazlo ya! —le ruega el último con un hilo de voz—. ¡Vamos, Isaac! No sé si voy a poder aguantar más...

—¡¡Sí, Isaac, hazlo ya!! —insto yo provocativamente—. ¡Mátame, venga! ¡Mátame!

Sin dar crédito a lo que veo, mi hermano se agacha en la nieve y alza la daga por encima de su cabeza, en mi dirección. Antes de que me dé tiempo a asimilarlo, Isaac hace descender la daga, siento un pinchazo en mi pecho y se me desgarra —literalmente— el corazón con un dolor tan agudo que me hace chillar en medio de la inmensidad blanca del cementerio nevado.






NOTA DE LA AUTORA

Bueno, bueno, bueno... Qué drama de capítulo, ¿eh? ¿Cómo es posible que Isaac haya hecho algo así?😭🥺¿Estará Live preparada para ser la Vida pura?

¿Y Mors? ¿Qué será de él con las cadenas? 

¿Os esperabais algo así? Porque yo no👉🏻👈🏻

Es broma, claro que lo sabía... Pero lo que se viene es incluso más inesperado, yo aviso.

Y también aviso de que habrá actualizaciones seguidas a partir de ahora. He vuelto a coger el ritmo y me siento genial acabando esta historia.

¿Y vosotrxs? ¿Cómo habéis pasado estas últimas semanas?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro