Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

46

—¿Có-cómo? —balbucea Mors con la voz entrecortada.

Ninguno de los dos da crédito a las palabras de Olympia.

—Eso es imposible —añade él, y entrelaza sus propias manos, ahora temblorosas.

Acto seguido, se queda observándoselas atentamente ante el desconcierto que le está produciendo toda esta situación.

A mí se me ha disparado la respiración y no soy capaz de hacer nada más que no sea esperar una respuesta por parte de Carter u Olympia.

—Es completamente posible —dice el primero, y asiente con sus mechones rubios revolviéndose en el aire—. La noche que Live cumplió dieciocho años, pudo verte a ti y a ese vitae —señala a Mors— aunque ocultaras tu presencia a los humanos. ¿Por qué? Porque desde un principio ella ha sido la Vida y se reencarnó justamente el día en el que os conocisteis... El día en el que cumplió dieciocho años, como siempre. —Se encoge de hombros—. El problema es su presencia mixta.

A mi lado, Mors suspira; yo lo espío mirando de reojo, no me atrevo a mirarlo directamente. Ya tengo bastante con lo mío.

—Eso tiene también una explicación —sigue Carter—, pero su origen es mucho más lejano. Concretamente, justo un año antes de que cumpliera dieciocho años. Esa noche, según lo que tenemos entendido, en la tarde de tu diecisiete cumpleaños, perdiste al que era tu pareja en aquel momento. Will Kendrick, ¿verdad?

No puede ser, Will también está metido en esto. Genial. Solo puedo tragar saliva cuando pronuncia su nombre. Además, trato de controlar mi respiración con el sencillo propósito de no morir en este preciso instante. Es decir, he sobrevivido a demasiadas cosas como para morir por saturación de información, ¿no?

Asiento lentamente, casi sin que se aprecie. Aunque tanto Carter como Olympia lo perciben. Mors, por su parte, sigue sin dirigirme la mirada, así como yo a él.

—Bien, pues resulta que aquella noche, la noche en la que Will falleció, una parte de la Muerte se insertó en tu cuerpo por culpa de la pérdida del que era tu novio entonces —acaba Carter.

Se me cae el alma a los pies y dejo de sentir mi cuerpo. Simplemente por mis venas circula pánico; un pánico que se extiende a cada rincón de mi ser. ¿Cómo puede ser algo así posible?

Como si no tuviera la vida lo suficientemente enredada...

Y Mors tampoco es que se lo tome precisamente mejor que yo. De hecho, reacciona más o menos igual que yo: se queda de piedra y boquiabierto pasando sus ojos de Carter a Olympia constantemente, como si estuviera esperando a que nos digan que todo es una broma en cualquier momento.

—Una porción de Mors reside en ti, Live —aclara Olympia, y me señala—. Por eso te percibimos como una presencia mixta y no como vitae o humana. Por eso eres distinta a cualquier otra Vida que ha existido antes: porque una porción de Mors está dentro de ti desde la noche en la que Will falleció, un año antes de cumplir los dieciocho y reencarnarte en la Vida. Por eso tienes poderes de ambos bandos. Y por eso los vitaes han intentado matarte tantas veces, incluyendo la de hoy en el lago.

—Quieren matarla para... —susurra Mors repentinamente.

—...para matar a esa parte de ti que hay en ella —completa la morena en voz alta—. Porque es la única manera de acabar con esto.

Pero... ¿Qué...? No, nada de esto tiene sentido. ¿Acabar con qué? No entiendo nada.

Me aclaro la garganta y agrupo las pocas fuerzas que tengo para decir:

—¿Qué quieres decir con que los vitaes quieren «acabar con todo esto»? ¿«Qué es todo esto», Olympia? Y ¿por qué es «la única manera»?

Olympia suspira y aclara con tono suave:

—La única manera de terminar con la parte de la Muerte que tienes dentro desde hace más de un año es matándote. Así podrás convertirte en la Vida pura.

—Y esa es la razón por la que no posee los poderes más importantes de la Vida, ¿no? —añade Mors—. El poder de captar la energía de cualquier ser y el de revivir. Tiene que convertirse en la Vida pura para tenerlos, ¿verdad? Tendría que morir para ser la Vida pura y sería la única que podría matarme.

Olympia asiente.

—Pero esto... —intento quejarme, pero mi voz se hace tan aguda que no digo nada más que sea inteligible.

—Todos los datos encajan... —sisea Mors con voz neutra.

Ahora no parece ni sorprendido ni enfadado. Parece... ¿rendido? ¿Impasible?

¿Acaba de aceptar la derrota tan pronto? ¿Acaba de admitirlo?

Sus palabras me impulsan a atreverme a mirarlo con los ojos abiertos de par en par.

—Sí, la verdad es que esto lo explica todo —dice la voz de Carter.

Pero yo estoy demasiado ocupada mirando a Mors como para percatarme del significado de sus palabras. Y Mors se rinde ante la presión de mis ojos. Finalmente, acaba alzando los suyos y sus iris dorados se clavan en los míos.

Y parece que nada más en el mundo existe; solo él y yo, en el mal sentido, pues mi corazón se desgarra cuando veo que su mirada está cargada de esa ira inicial. Es la primera vez que la veo dirigida hacia mí.

Sus ojos me miran como lo que realmente soy: su peor enemiga; lo que más odia en el mundo; la maldita Vida.

Entonces es cuando mi instinto me ruega que salga de aquí ahora mismo, antes de darle la oportunidad de que mi sufrimiento se prorrogue más.

«Va a matarme», pienso constantemente. «Va a matarme», me repito. «Va a matarme».

Mis manos tiemblan notablemente y la infusión que sostenía se me cae de las manos. La taza se hace añicos en el suelo y todo el líquido derramado a mis pies es suficiente como para sacarme de mi ensimismamiento.

Sin dejar pasar ni un minuto más, me levanto del sofá y echo a correr hasta la puerta principal de la casa. Olympia y Carter no se mueven ni un centímetro de sus posiciones, simplemente me siguen con sus miradas conmovidas.

Por su parte, Mors sí que reacciona.

Escucho sus pasos siguiéndome detrás de mí, algo que hace que todas mis alarmas se despierten por completo, proporcionándome toda la adrenalina necesaria como para hacerme correr escaleras arriba una vez llego al recibidor de la casa.

Subo los escalones de dos en dos sin parar. Mis pulmones se quejan y arden, y mi corazón late a un ritmo desorbitado, pero no dejo de avanzar por un corredor lleno de puertas en la planta superior.

Y los pasos de Mors detrás de mí me impulsan a hacerlo con más desesperación.

Hiperventilando, me convenzo a mí misma de que tengo que seguir avanzando hasta el final del pasillo, donde encuentro una única puerta de madera. La empujo rápidamente con todas mis fuerzas, entro en una habitación con una cama de matrimonio y un ventanal que también da al lago, y me encierro en ella al mismo tiempo que veo a Mors corriendo hacia mí, todavía con la ira presente en su rostro.

La puerta pesa más de lo que me esperaba, pero logro cerrarla a tiempo y me pongo de espaldas contra ella para imponer todo mi peso. Es más, me siento en el suelo apoyando la espalda en ella y estirando las piernas para resistir el máximo de tiempo posible.

Sus pasos siguen avanzando por el pasillo.

«Me va a matar», pienso a cada paso que da, cada vez más cerca, y empiezo a sollozar.

Las lágrimas resbalan por mis mejillas e intento controlar mi respiración dentro de lo posible, pero no dejo de entrar en pánico porque sé que él es capaz de romper esta puerta con un solo chasquido de sus dedos si realmente quisiera.

«Me va a matar», repito.

—¡Venga ya, Live! —grita desde el otro lado de la puerta. Ya ha llegado—. ¿Cómo puedes pensar eso? ¿Cómo puedes creer algo así de mí?

—¡Deja de leerme la mente! —exclamo con voz muy aguda, y me sorbo la nariz.

—Si hubiera querido matarte, ya lo hubiera hecho —insiste él. Su voz ahora también viene desde la parte baja de la puerta. Se habrá agachado también—. Y lo sabes.

Eso es cierto, si hubiera querido hacerlo, hubiera usado su supervelocidad o me hubiera manipulado mentalmente para retenerme abajo. Sin embargo, no lo ha hecho. Pero eso no quita que esta situación sea una auténtica pesadilla.

Y lo único que puedo hacer es estallar en más llantos por mi incapacidad de no saber qué hacer.

¿Qué hago? ¿Me rindo? ¿Me muero y me convierto en la Vida pura? ¿Dejo que Mors me mate...?

—No voy a hacer nada en contra de tu voluntad, Olive —dice él con voz ahora más suave. Acaba de pronunciar mi nombre completo, y eso ya es algo—. Por lo que más quieras, abre la puerta —me ruega.

Otra ola de terror sacude mi cuerpo, pero no es por Mors, sino que es el hecho de no poder moverme. No soy capaz de hacer otra cosa que no sea encogerme más y atraer mis propias rodillas hacia mi pecho, agarrándolas fuertemente con mis manos. También poso mi frente contra las rodillas y dejo que las lágrimas caigan sobre ellas, bajando hasta mi regazo.

—No llores, amor —dice él con voz entrecortada pero tierna.

Sigue en el otro lado de la puerta esperando pacientemente a que entre en razón. Por algún extraño motivo, ese «amor» me derrite y logra recordarme todo lo bueno que he vivido en los últimos días: desde nuestro beso en la encimera de la cocina de La Guarida hasta hace tan solo unos minutos junto a la chimenea.

—Solo quiero decirte una cosa —añade—. Solo una, por favor.

Intento calmar el flujo de lágrimas y el dolor abrasador que recorre mi garganta cada vez que sollozo. Hago el enorme esfuerzo de juntar toda la capacidad que tengo para habar ahora mismo -que es muy poca- para decir casi en un susurro:

—Te escucho.

No obstante, sé que lo ha oído porque responde:

—Sé que he sido un capullo por no haberte contado lo de Will antes, Live, pero no quería estropear lo que estaba pasando entre nosotros. Y sé que no está bien; soy consciente de ello. —Hace una pausa y percibo un suspiro profundo por su parte—. Discúlpame por mi falta de tacto en esto, pero, al fin y al cabo, el hecho de que Will esté muerto no cambia nada. No puedo hacer nada para traértelo a la vida de nuevo, amor, aunque lo haría solo por ti si pudiera.

Sus últimas palabras apenas se aprecian desde donde me encuentro, con esta puerta de madera entre nosotros. Por suerte, todo cuanto nos rodea es inmensidad y nieve, por lo que solo oigo su voz en medio del silencio por más bajito que hable.

—Ahora la buena noticia es que tú eres la Vida y, en cuanto acabes con esa parte de mí que llevas dentro, podrás hacerlo por ti misma —prosigue ante mi silencio—. Podrás revivir a Will y a quien quieras. Siento haber hecho las cosas así, Live, de verdad que... Siento haber...

Pero no lo dejo acabar porque, inesperadamente, para su sorpresa y la mía, me levanto de un brinco y abro la puerta. Él está sentado en el pasillo silencioso, apoyado contra el marco de la puerta que hasta hace unos segundos estaba cerrada.

Entre las lágrimas que todavía acumulo en mis ojos puedo ver los suyos, conmovidos, cuando me agacho para sentarme a su lado, también apoyándome en el marco que tiene delante. Él me corresponde con una mirada muy triste. Sus expresiones son más desoladoras que cuando Olympia y Carter lo abandonaron.

—Esto va más allá de Will —digo con altibajos pronunciados en mi voz—. ¿Sabes qué? En realidad, tienes razón: aunque me hubieras dicho que tú mataste a Will, ¿cambiaría algo? —Niego con la cabeza—. Absolutamente nada. Solo me he sentido traicionada por no habérmelo contado en todo este tiempo a sabiendas de lo importante que este tema es para mí. Pero han pasado muchas cosas desde entonces y a veces solo quiero que esto termine de una vez.

Me sorbo la nariz una vez más al no poder contener más mi llanto, algo que hace que él acerque su mano a mi rostro. Con la yema de su dedo índice, va rescatando mis lágrimas, que se deslizan como una cascada por mis mejillas.

Yo me estremezco ante su tacto, pero no por temerlo, sino que quiero más de él.

—¿Qué quieres decir? —pregunta, y frunce el ceño con preocupación.

—Que me gustaría que esta pesadilla sobrenatural se apagara de repente y que tú y yo pudiéramos ser dos adolescentes normales —digo, y ladeo la cabeza hacia el lado en el que su mano sigue rescatando mis lágrimas. Él posa toda su palma en mi mejilla—. Aunque me encanta cómo eres, me gustaría ver a un Mors mortal y frágil, y así podríamos vivir y morir juntos como cualquier otro ser humano...

Mis palabras hacen que él cierre sus párpados. Sus ojos dorados se esconden, y eso solo significa que está debatiéndose entre decirme algo o no hacerlo.

—Lo sé, Live, lo sé... Llevo toda la eternidad deseando que llegara el día en el que yo pudiera decir lo mismo —acaba cediendo, y abre los ojos de nuevo—. Y por eso quiero que sepas que hoy es ese día.

Se me cae el alma a los pies.

¿Está diciendo que...?

Pero sus labios sobre los míos, moviéndose tiernamente, silencian tanto mis palabras como mis pensamientos cuando se inclina hacia mi rostro.

—Tienes una decisión muy importante que tomar, amor —me murmura cuando se separa un poco.

Sé que solo ha dicho esto último para evitar volver a lo de «hoy es ese día», algo que me fastidia y me alivia al mismo tiempo. Quiero decir, creo que voy a morirme si algún día acaba revelándome que realmente siente algo por mí... Bueno, pensándolo bien, es incluso absurdo que eso llegue a ocurrir, ¿no?

A ver, yo me declaré hace unos días después de la batalla en el cementerio, durante nuestra ducha, pero él...

—Lo sé —digo, y asiento. Desvío la mirada hacia el suelo para pasar de mis pensamientos ridículos—. Pero tengo miedo —admito.

—¿Por qué?

—Porque, si decido convertirme en la Vida pura, dejaría de ser humana y tú y yo seríamos enemigos mortales.

Él niega con la cabeza y desliza sus dedos hasta mi mentón para obligarme a alzar la vista hacia él. Sus ojos dorados vuelven a atraparme.

—Ya lo somos, Live, lo somos desde el día en el que naciste —dice.

Poso mi mano sobre la muñeca de su mano, que todavía se encuentra sosteniendo mi barbilla y me dejo envolver por la calidez de su tacto, por minúsculo que sea.

—Pero es diferente —susurro sin apartar la mirada—. Me asusta perder esa parte de ti que tengo dentro. Tengo miedo a no sentir lo mismo, Mors.

Inesperadamente, él ladea la cabeza y hace un puchero adorable y exagerado acompañado de una sonrisa pícara que se dibuja en sus labios perfectos mientras dice:

—Te gusta tenerme dentro de ti, eh.

«¡Mors!», me quejo mentalmente, a lo que él responde con un par de carcajadas. Y la verdad es que no puedo evitar sonreír al mismo tiempo que pongo los ojos en blanco.

Él toma la mano que tenía rodeando su muñeca y la deja caer hasta su propio regazo, desde donde juguetea con mis dedos sin dejar de mirarme.

—Pero, ahora en serio, no creo que nada cambie —añade con voz tranquilizadora. Creo que el hecho de haberme hecho sonreír nos está calmando a ambos, y sin usar sus poderes. Creo—. Seguirás siendo la misma Live humana, irritante, curiosa e intranquila. Solo que siendo mi enemiga natural —dice con naturalidad, y se encoge de hombros—. No es para tanto, amor.

Me corresponde con una de sus sonrisas torcidas. Y yo me derrito un poco a la vez que él sigue toqueteando mis dedos entre sus manos.

—La decisión es solo tuya, Live —prosigue, ahora con más seriedad—. Solo tuya. Y ningún vitae te pondrá jamás una mano encima para matarte en contra de tu voluntad. No van a hacerte su líder por la fuerza; tú serás la Vida si quieres. —Su mandíbula se tensa notablemente.

Me da la impresión de que estas palabras las ha dicho más para él que para mí, y también parece estar haciendo un gran esfuerzo por contener su furia ante la idea de los vitaes yendo a mi búsqueda para matarme como llevan haciendo desde hace meses, incluido hoy en el lago.

—Entonces viviré siempre con ese miedo —digo con un hilo de voz—: miedo de que me maten, miedo de que me descubran, miedo de que, si acepto, si me convierto en la Vida pura, acabemos odiándonos y uno de los dos mate al otro.

Mis palabras lo dejan perplejo, como si le hubiera pegado una bofetada. No entiendo por qué, si es que no he dicho nada que no sea obvio, pero bueno...

Acto seguido, me dirige una mirada severa y sincera a la vez. Con el entrecejo fruncido, dice con franqueza:

—Live, prometo no matarte si decides transformarte en la Vida pura. No me interpondré en tu camino. —Formula cada palabra con lentitud, como si quisiera que me quedaran totalmente claras—. Lo prometo.

—¿Por qué? —siseo, y niego con la cabeza. Estoy muy confundida—. Has dedicado toda tu existencia a perseguir y matar a la Vida por venganza. ¿Por qué ahora no ibas a hacerlo?

Mors suspira hondo y traga saliva. Parece nervioso.

Deja de juguetear con mis manos y, en vez de eso, entrelaza sus dedos con los míos.

—Porque ahora tú eres mi vida, mi muerte, mi paraíso y mi infierno, Live.








NOTA DE LA AUTORA:

¿Que si soy fan de la última frase? Evidentemente.

Creo que este es el capítulo que más he disfrutado de toda la trama. Aquí se descubre casi todo, aunque realmente, queridx lectorx, todavía quedan muchas cosas que no sabes (ni sabrás hasta el final; no te preocupes, si tensión aquí hay para rato🤭).

¿Qué crees de este capítulo? ¿Te esperabas que todo estuviera relacionado? La muerte de Will, la presencia mixta y la Vida... O sea, ¡MUY FUERTE! ¿Qué crees que hará Live ahora? ¿Querrá morir para acabar con esa parte de Mors que está dentro de ella desde que murió Will para convertirse en la Vida pura? ¿O decidirá seguir siendo humana hasta que pasen unos cuantos años? Uf, si yo fuera ella, me pegaría un tiro y le diría a Mors que me matara de una vez... Tantas decisiones...

En fin, solo voy a adelantar una cosa del capítulo 47: despertar mañanero romántico. 

✨just saying✨

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro