EPÍLOGO: La tormenta cesó.
¡Chicos! Antes de empezar a leer el epílogo, quiero pedirles que por favor se detengan a leer la nota que les dejaré a los último. Es importante y quiero saber qué opinan al respecto.
Ahora sí, pueden leer. Les dejo una canción sad para llorar:)
Soli
Me quedo viendo a un punto ciego del suelo, con el corazón encogido y teniendo dificultad de respirar.
Estoy perdida en mis pensamientos, intentando distraerme, pero en lo único que puedo pensar es él. Aprieto mis puños y encajo mis uñas en las palmas de mis manos; ni siquiera el dolor físico se podría comparar, mucho menos amenizar al que yo siento ahora mismo.
Es tanto, que no lo soporto. Es asfixiante, me consume sin piedad.
—...Soli, ¿me estás escuchando, bonita?
Alzo la mirada, encontrándome con Drew, el cual tenía la mirada triste y los ojos colorados.
—Lo siento, ¿qué me decías? —empuño el suéter negro en mi mano, tratando de protegerme con él. Drew se pone en cuclillas frente a mí y toma la mano que reposo sobre mi regazo.
—Es hora, linda. Ya acabó todo y ahora solo queda sepultarlo.
Niego repetidas veces, sacudiendo mi cabeza y cabello de un lado a otro, temblando con fuerza. Mis ojos solo despiden gotas gruesas que se resbalan por mis mejillas, perdiéndose cuando golpean la falda de mi vestido.
Aprieto su mano con fuerza.
Cobardemente, cuando Summer comenzó a dar su discurso en su honor, no lo soporté y me refugié debajo de la sombra de un árbol en donde una banca estaba cimentada. Me alejé lo suficiente para no escuchar con claridad lo que estaban diciendo, pero estuve a la distancia perfecta para aun así verlos.
—Vamos. Es nuestra última oportunidad de verlo.
Sus palabras parecieron robarme el aliento y clavarme una estaca en el pecho. Era nuestra despedida.
Después de unos segundos accedí a acompañarlo. Me ayudó a ponerme de pie, tomándome de la cintura e impulsándome hacia arriba. Comenzamos a caminar hacia donde los chicos estaban, de espaldas, abrazándose cada quien a sí mismo.
Unos pasos dados y ya me sentía débil, en todos los sentidos. A tientas busqué la mano de Drew y la entrelacé con la mía, buscando un consuelo que encontré cuando él envolvió nuestros dedos. Me dio un apretón.
No sabía por qué, pero hasta ahora, todos nosotros estábamos tranquilos, como si ninguno de nosotros supiera cómo sacar todo lo que teníamos retenido dentro de nuestro cuerpo.
Al llegar a los chicos, nos posicionamos a su lado y justo como lo hice con Drew, busqué a tientas la calidez de la mano de Dan. Segundos después habíamos formado una cadena de cinco, pero se sintió vacío, porque una parte de nosotros ya no estaba.
Ninguno de los cinco tuvo las agallas para verlo ahí, recostado en el ataúd, sin vida. Parecía menos doloroso si todos nosotros lo viéramos al mismo tiempo. Damos unos pasos hacia él, todos aún tomados de las manos, pero no quería llegar, no se sentía correcto, así que me detuve, haciendo que los chicos hicieran lo mismo.
—No creo que deberíamos verlo. —mis palabras fueron lo suficientemente fuertes para que solo ellos la escucharan. Las chicas se acercaron, cerrando el pequeño grupo. Noté que todos nosotros estábamos sin aliento.
—¿Qué dices? Tenemos que despedirnos de él...no, no podemos simplemente no verlo por una última vez. —Summer suena desesperada. No, me equivoco. Suena destrozada.
—Entonces despidámonos justo ahora, recordándolo con su típica hermosa sonrisa que siempre lo acompañaba a todos lados. Recordémoslo como el chico que siempre usaba calzoncillos del mismo color porque pensaba que le daba suerte, o como el que siempre entraba con el pie izquierdo a cualquier habitación, también por la estúpida idea que le traería suerte.
Me quedo callada por unos segundos, porque la voz se me quiebra. Mis chicos lloran en silencio, acompañándome en mi dolor, riendo un poco mientras mencionaban cosas que solo nosotros sabíamos.
—Recordémosle como el hombre terco, testarudo, increíblemente bondadoso, con un corazón de oro. Como el gran amigo y hermano que fue para ustedes, y también como el gran amor de mi vida. Despidámonos justo ahora, recordándolo por todas las cosas buenas y malas que fue en vida y no como él se encuentra ahí, postrado en el ataúd, sin ninguna otra sonrisa más que regalarnos. No nos quedemos con ese recuerdo de él, por favor, aunque sea el último que podamos obtener.
Para cuando terminé de hablar, todos estábamos sollozando ya, por la pérdida de alguien que hacía nuestras vidas muchísimo mejor, pero que la vida fue tan cruel de arrancárnoslo de un segundo a otro, sin ningún previsto.
Todos asintieron, doblegándose ante mis palabras.
Momentos después, cuando ya habían cavado el hoyo, después de meterlo ahí dentro, pareció que no lo soporté más.
Abracé a Sean, que se había colocado a mi lado. Las chicas abrazaron a Dan y Drew. Ellos solo nos consolaban en nuestro fuerte llanto, sosteniendo nuestros cuerpos, para que no nos derrumbáramos ahí mismo.
Cuando logramos calmarnos, los chicos y yo tomamos una rosa cada quien y nos acercamos para dejarla encima de la caja negra. Las depositamos al mismo tiempo y nos retiramos unos pasos solo para después volver a unir nuestras manos.
—Te recordaremos como el gran hombre que fuiste en vida, Corey Lester, te llevaremos en nuestro corazón siempre, solo que por ahora nos despedimos de ti.
Dan dejó fluir las últimas palabras dirigidas hacia él, y por primera vez dentro de días, su nombre había sido pronunciado de nuevo.
Fue nuestra despedida.
***
Drew nos había llamado, diciendo que nos reuniéramos en mi apartamento con urgencia y eso justamente hicimos.
Los chicos y yo nos encontrábamos acomodados en el sillón, atentos a lo que él estaba por decir, pero en lugar de hablar, nos tendió a cada uno una carta con nuestro nombre escritos sobre ellos.
Leí la letra redonda que se esparcía por el sobre: "Soli Sanders".
—Corey las dejó para nosotros. Su mamá las tenía guardadas, pero no fue hasta ahora que recordó dármelas. —Drew de inmediato logró captar nuestra atención.
La respiración se me detuvo, mas no esperé ningún segundo más para abrir el sobre con las manos temblorosas.
Los demás hacían lo mismo. Leyeron en silencio lo que él dejó para nosotros. Yo atesoré la mía mucho antes de saber lo que decía, pero después de unos minutos de tener la hoja entre mis manos, la desdoblé y por fin me atreví a leer.
"Hola, cariño.
Quiero empezar diciéndote que te amo, pero eso es algo que tú ya deberías saber a la perfección, así que tengo algo mejor para decirte.
¿Recuerdas cuando me preguntaste qué era lo que me gustaba de ti? Bueno, yo dije que nunca lo sabrías mientras yo viviera, pero ahora te lo diré.
Lo que más amo de ti son tus ojos y tu sonrisa. Era completamente vulnerable ante esas dos cosas, porque tu sonrisa solo se volvía sincera que era dirigida hacia mí y...vaya. Tus ojos eran los más únicos y hermosos que pude haber visto, porque aunque no fueran de un color impresionante, eran capaces de reflejarme todos tus sentimientos y adquirían un brillo especial cuando me mirabas. Son la ventana a tu alma.
Pero lo que lograba volverme completamente loco era cuando me mirabas con una sonrisa en tus labios. Esas eran tus armas más poderosas y letales contra mí. Con el poder destrozarme, pero también salvarme, y vaya que sí lograste hacerlo. Me salvaste en vida, en espíritu.
Y ahora, solo me queda terminar esta carta, repitiéndote cuánto te amo. Hasta que la última rosa marchite, cariño.
Y por si no sabes lo que significa aún, solo busca la respuesta en el último ramo de rosas que te di.
Con amor, Corey."
Cuando terminé de leer, me puse pie en un brinco, notando que los demás ya habían terminado su lectura, todos con lágrimas corriendo por sus mejillas y con una sonrisa triste asomándose en sus comisuras.
Llamé su atención cuando me marché en busca del ramo que me dio. El último.
Lo encontré momentos después, con todas las rosas marchitas, oscuras y sin vida. Toqué la superficie de ellas, pero al ver que todas aquellas estaban muertas, las tumbé al suelo en un arranque de ira y desesperación por no saber lo que él me quería decir. Todas terminaron esparcidas en el piso.
Pero no fue que hasta que las vi ahí, en el suelo, que lo entendí.
Me dejé caer de rodillas y sollocé con fuerza, causando que los chicos vinieran en mi búsqueda de inmediato.
—Llévenme al cementerio, por favor.
***
Y en ese momento, con los ojos cerrados, recordando mi reflejo en los suyos, maldije al tiempo y le agradecí al destino por él.
Le doy gracias al destino por haberlo puesto en mi camino, por dejarme conocerlo y amarle. Le agradezco por dejar que él pusiera de nuevo los pedazos rotos de mi corazón, sin darse cuenta que había dejado la marca más grande en él. Le doy gracias una vez más a éste mismo por haber dejado que él me amara con todo el corazón y me diera la esperanza que todo saldría bien, por dejarme conocer su hermosa sonrisa y verme reflejada en aquellos ojos azules tan intensos que tanto amé.
Le doy gracias otra vez por él, solamente por ser él quien fue mi salvación y la perdición más grande en mi vida; por haber sido la tormenta más hermosa que el destino tuvo el detalle de regalarme, porque eso éramos ambos, solo que la tormenta ahora había cesado.
Y por última vez le agradezco porque con él conocí lo que fue el verdadero amor, dejándome con el regalo más precioso que yo jamás pude haber pedido de él. Y aunque él ya no esté, siempre lo tendré en mi corazón y lo veré reflejado siempre en el bebé que está creciendo dentro de mi vientre.
Pero entonces me acuerdo del tiempo. Cruel y despiadado; el que me lo arrebató. Y lo maldigo, lo hago con toda el alma mientras aprieto contra mí la última rosa del último ramo que me dejó, permitiéndome llorarle por enésima vez. Maldigo al tiempo porque justo cuando todo estaba bien, la vida nos alcanzó, el tiempo lo reclamó, separándonos, haciendo imposible que nuestra felicidad perdurara un segundo más.
Maldigo al tiempo por ser el antagonista de nuestra historia, que al final, se llevó la victoria en sus manos. Lo maldigo una y otra vez por no concedernos un día más, pero quisiera o no, el final era inevitable y yo nunca me preparé para recibirlo. Pero tal vez el tiempo si nos haya concedido un día más, o tal vez un segundo extra, pero eso nunca lo sabré. No fue suficiente y nunca lo será. Lo maldigo y lo odio porque no pudo darle una vida mejor, por no haberle dado la oportunidad de haber conocido a nuestro bebé.
Rompo en un llanto inconsolable, porque ya no está conmigo, no está con nosotros, y el único lugar donde lo podré ver será en mis recuerdos y sueños. Grito, pataleo y golpeo el suelo, pero eso no logra arrancarme el dolor que siento en mi corazón. Grito su nombre, pero no hay respuesta.
Y mientras estoy hincada en su tumba, saco de mi bolso una rosa, una igual a la mía, que ahora estaba dedicándosela a él, posándola sobre aquella roca con su nombre gravado en ella.
Así como él quedará grabado en mi memoria, como hierro ardiente sobre mi piel
—Te amaré hasta que ésta rosa marchite, mi amor. —susurro.
Cuando por fin logro que mis lágrimas amargas cesen un poco, tomo la rosa con delicadeza y la detallo por milésima vez. Aún después de que haya pasado un mes de su partida y aún después que todas las demás rosas se hayan marchitado, esta nunca podría hacerlo. Era imposible.
La razón detrás de ello, es que del ramo de las ciento un rosas que me dio, justo en medio de todas ellas, venía esta. Única y especial. Una que no se comparaba con otras, pero que me dio la certeza que su amor por mí nunca cesaría. Me di cuenta de su existencia cuando las demás ya estaban marchitas, y esta seguía estando radiante.
Justo en el momento perfecto, cuando más lo necesitaba.
Ésta rosa no marchitó y nunca lo hará. Corey tuvo la certeza que la última rosa que dejara para mí nunca muriera, haciendo nuestro amor eterno.
Y así, con estas últimas palabras que le dedico, le devuelvo la promesa que él alguna vez escribió para mí.
Mientras el tiempo pasa y el silencio me llena, detallo la rosa en mi mano y la de él en su tumba, recordando la paz que sentí al descubrirla en medio de todas las demás.
Porque queriéndolo así el destino, la rosa que he dejado en la lápida del hombre al que más amé en mi vida y la que yo tenía entre mis manos jamás morirían.
Después de todo, ambas eran de plástico.
FIN
***
Hola de nuevo, chicos.
Bueno, oficialmente la historia ha concluido y solo me queda agradecerles a todos por su apoyo durante el proceso de la novela que tanto me ha encantado escribir y compartir con ustedes.
Admito que esto solo empezó como un juego para mí, en donde poco a poco terminó en gustarme, conviritiéndose en un pasatiempo, y lo mejor es saber que a muchos de ustedes les gustó el resultado de todo esto. Así que una vez, muchísimas gracias por todo y realmente espero que les haya gustado el final que tuvo HQLURM, aunque haya sido un poco dolorosa.
Y bueno, otra cosa es que el 13 de septiembre esta novela comencé a escribirla hace un año ya y quería hacer un especial extra para celebrar, pero a mí solo se me ocurría hacer un apartado de datos curiosos, ¿qué opinan? ¿Lo hago o no?
Por ahora me despido y los chicos también, aunque tengo otras cosas planeadas para ellas en la trilogía, y qué más me gustaría que me acompañaran en el viaje de "Como ella", el segundo libro. Estoy casi segura que les gustará, así que me alegraría verlas por allá también.
Prometo actualizar seguido y no dejarla abandonada hasta ahora.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro