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26.- No es lo que parece.

Fue como un balde de agua helada la que sentí recorrer todo mi cuerpo.

En cuanto me doy cuenta de lo que realmente ha pasado, de inmediato y de una manera ruda empujo a la chica que se encuentra frente a mí, agrandando así su sonrisa. Al parecer no le importó mucho lo brusco que fui con ella, sino que toda nuestra atención se encontraba sobre una sola persona: Soli.

—¿Corey? —pregunta, con la sorpresa y decepción inundando su bonito rostro. Posa sus ojos en mí y después los barre hacia la chica que tengo enseguida— ¿Beatriz?

Justo en este momento es cuando quiero darme de golpes contra la pared como para haber confundido a la chica que quiero con una cualquiera. Avanzo unos pasos, intentando acercarme a Soli, pero ella, naturalmente, da un paso hacia atrás.

—No es lo que parece, cariño...—intento justificarme, porque en realidad no fue lo que ella cree, o lo que llegué a creer yo.

Estábamos igual de sorprendidos los dos.

—¡No me vuelvas a decir así en tu vida!

Eso dolió.

Me paralicé un segundo, pero eso no evitó que yo siguiera intentando acercarme a ella, con la frustración llenando mi ser, odiándome un poco más conforme pasaba cada segundo. Soli solo traga duro y alza su mano en mi dirección, haciéndome comprender que no quería mi cercanía. Inspira hondo y por un momento creo verla temblar; yo solo quería abrazarla, porque con palabras no bastarían para hacerla entender cuánto lo sentía y cuán estúpido era.

Carraspea antes de hablar—: ¿Saben? De ti pude esperármelo, Beatriz —la mira con fijeza y la otra le devuelve la mirada, sin una pizca de remordimiento—. ¿Pero de ti? Jamás lo hice Corey, y eso es lo que más me hirió de todo esto, porque justo cuando pensé que estábamos avanzando, me doy cuenta que no vales la pena.

Esas solas palabras bastaron para destrozarme el alma: "no vales la pena". Pude haberme desmoronado es ese preciso instante, pero solo atiné a querer acercarme una vez más a ella y tratar de explicarle lo sucedido, pero en cuanto logré tomar los dedos de su mano, los apartó como si mi tacto le quemara y fuera lo peor que pudo haber tocado.

—¡No me toques! —vociferó.

—Por favor, no ahora. No me alejes de nuevo. —le suplico con la mirada. Ella negó.

—Yo te vi besarla, no la apartaste, ¿qué quieres que asuma? ¿qué mierda quieres que haga? Porque claramente está que después de esto no correré a tus brazos, Corey —ríe sarcásticamente—. Y te dejo en claro una cosa, yo no soy la que te está alejando. Esta vez fuiste tú el que lo hiciste.

Y con eso dicho, balbucea algo más que no alcanzo a decir y se marcha sin más. Cuando está a punto de desaparecer de mi vista, es cuando recapacito y le ordeno a mis pies a recorrer el mismo camino que han recorrido los de Soli, pero antes de dar un segundo paso, siento cómo una mano se enrolla alrededor de mi antebrazo, impidiéndome seguir mi trayectoria.

Doy media vuelta, encontrándome con la mujer que lleva el nombre de Beatriz. Ese nombre resuena en mi cabeza, me resulta familiar y sé que lo he escuchado en alguna parte, pero mi estado mental del momento no me permite pensar en otra cosa que no sea Soli.

—No gastes tu tiempo en ella, guapo —se acerca a mí con una sonrisa provocadora—. Ella sí que no vale la pena, mejor quédate conmigo y yo te ayudo con tus penas...

Entonces fue cuando por fin conecto todos los puntos. Era su hermana.

Ella ha sido la que ha humillado a Soli, la que la ha lastimado y roto su corazón, en compañía de su demás familiares, si es que siquiera podía considerarse eso. De un momento a otro siento la rabia inundar mi sistema.

Logró sacar mi peor lado en tan solo unos minutos.

—¡¿Pero qué te sucede?! —fuego sale por mi boca mientras la tomaba por los hombros sin remordimiento de poder estar apretando demasiado fuerte. Ella abre sus ojos sorprendida y suelta un gemido de dolor. La suelto.

La sonrisa que dibuja sobre sus labios después me pone los pelos de punta, y eso solo logra que me enfurezca más, pero intento de calmar mi respiración y temperamento. Después de todo, era una mujer, y quisiera o no, merecía respeto. No la lastimaría...al menos no físicamente, jamás.

—Tranquilo, fiera. Solo fue un simple beso, pero al parecer es no le agradó a mi querida hermanita —se ríe con malicia—. Besas mejor de lo que pensé, ¿o acaso negarás que fue un beso ardiente?

¿Cómo siquiera puede ser considerada una hermana para ella?

—Sé que lo hiciste a propósito, no dejaste que viera tu rostro en un principio porque sabías que te rechazaría, ¿pero sabes qué? —me acerqué un paso a ella, sin embargo, no retrocedió un centímetro. Incliné mi rostro hasta que mis labios rozaron su oreja— Das lástima y asco.

Me alejo de Beatriz, y veo la sonrisa que tenía puesta desvanecer de su fino rostro. Ahora que me tomé el tiempo de analizar sus facciones, podía ver una pequeña semejanza entre ella y Soli, mas no era mucho. Soli era mucho más bonita que ella.

—¿Acaso eres estúpido? Cualquiera se moriría por estar conmigo...—dice impaciente e indignada. Yo le regalo una sonrisa sarcástica.

—Cariño, he observado la ciudad y no he visto ninguna mujer que venda su cuerpo por placer —me enderezo, viéndola hacia abajo—. Supongo que es porque tú les quitas el trabajo, ¿cierto? —sus labios se entreabren— Y lo mejor de todo es que tú lo haces gratis.

De un momento a otro siento cómo arde mi mejilla. Me había abofeteado.

Eso hace que mi sonrisa crezca, pero la diferencia entre la sonrisa que le mostraba a la hermana de Soli y las que siempre le daba a ella, era que a Beatriz le sonreía con sorna y burla, mientras que a Soli le regalaba las más sinceras y reales. Solamente las mejores.

Beatriz se acerca a mí, con el rostro rojo de furia y con la respiración agitada.

—Cualquier hombre con cinco neuronas sabe lo que es bueno —escupe las palabras—. Todos me buscan a mí, todos me quieren a mí, ¿y a Soli? Ella es una estúpida cualquiera que no merece la atención que todo mundo le pone encima.

Le doy una sonrisa autosuficiente.

—Yo a Soli la amo —confieso causándole sorpresa—, pero...¿cuántos de todos los hombres que te buscan puedes afirmar que lo hacen? —la desafío con la mirada, esperando una respuesta que nunca llega.

Finalmente, cuando creo que pasado un par de minutos con ella intentando conseguir una respuesta, me aburro de gastar mi tiempo con la hermana de Soli, en lugar de estar detrás de ella como debería. Ya a unos cuantos metros lejos de ella, doy media vuelta.

Aún quedaba una cosa que dejarle en claro, y como lo esperé, ahí estaba, parada, viéndome marchar, sin ninguna expresión en el rostro.

—Una cosa más, linda —hablo más fuerte de lo normal para pudiera escucharme—. En realidad, te has equivocado —prosigo—. Cualquier hombre con cinco neuronas sabe lo que es fácil, no te confundas —expandí mi sonrisa al ver sus facciones descomponerse—. Ahora sí, ten una bonita vida, que espero no volverte a ver nunca en la mía.

***

Eran las nueve y media de la mañana y Soli todavía no ponía un pie en el aeropuerto.

O tal vez ya estaba aquí, solo que no conmigo.

Después de haber terminado mi pelea con Beatriz, proseguí con mi búsqueda con la esperanza de poder encontrar a Soli, mas no lo hice.

El primer sitio en donde la busqué fue su lugar especial, el cual ella usaba para huir, pero no me sorprendí al no haber encontrado ningún rastro de ella por aquel bonito prado. Recorrí la pequeña ciudad al menos tres veces, con la esperanza de poder encontrarla en un lugar que pude haber pasado por alto, pero para mi mera desgracia, horas después me rendí al darme cuenta que ella no quería ser encontrada.

En una ciudad tan pequeña como en la que Soli vivía, era muy fácil llegar a conocer cada centímetro del lugar y encontrar sitios escondidos de los cuales alguien como yo no sería capaz de hacer.

Cuando regresé, caí en cuenta que no tenía lugar en donde dormir, ya que cuando llegué, pensé que Soli se encargaría de que yo durmiera con ella, o en el sofá de su casa, pero con lo sucedido, no me quedó más remedio que ir a un hotel que casi estaba a punto de derrumbarse. Casi no dormí por estar pensando en ella, y por idear en algo para hacer que ella pudiera perdonarme.

Pero más que nada, cómo me podía perdonar a mi mismo.

Saco la caja de cigarrillos junto al encendedor y prendo uno mientras lo calaba. Sabía perfectamente que estaba prohibido fumar dentro de las instalaciones del aeropuerto por los signos que estaban colocados y por los niños que corrían alrededor, pero no me importó para nada. Estaba más que ansioso y ésta era una manera efectiva de tranquilizarme aunque sea un poco, pero justo en el momento cuando iba a darle la tercera calada, siento una mano sobre mi hombro, llamando mi atención.

Por un momento mi corazón se aceleró con solo la idea de que pudiera haber sido ella, pero al voltearme, me decepciono al instante.

—Muchacho, ¿acaso estás ciego? —Me regaña el guardia— No se puede fumar aquí. Si quieres sal y hazlo afuera, pero aquí eso no se hace.

Simplemente le doy un asentimiento de cabeza como respuesta. No estaba con ánimos de hablar. Apago el cigarro con la suela de mi zapato cuando lo veo marcharse, tampoco me molesto en recoger mi basura.

"Atención, el vuelo a Chicago sale en diez minutos. Atención, el vuelo a Chicago sale en diez minutos."

El anuncio de la mujer por los altavoces solo logra alterarme más. No veo a Soli por ninguna parte. Tomo mi equipaje y comienzo a dirigirme hacia la sala de seguridad, no sin dejar de ver por encima de la gente, con la esperanza de encontrarla.

Cuando ya era hora de subir al avión, decidí que era lo mejor quedarme hasta lo último, esperándola; cuando llegó mi turno, ella seguía sin hacer acto de presencia. No despegaba mi vista de las puertas que daban a donde nosotros, y no fue que rompí contacto cuando me indicaron que ya teníamos que despegar.

—Solo cinco minutos más —pedí—. Estoy esperando a alguien.

La mujer simplemente me regaló una sonrisa y me decía que no más de eso podríamos esperar.

Los malditos cinco minutos pasaron en cinco segundos o menos. Fueron agonizantes, pero tenía que subir. Entendía que ella no quería mi compañía, no la culpaba. Ya que estaba por subir el último escalón, algo dentro de mí hizo que volteara hacia atrás, y afortunadamente, obedecí mi instinto.

A unos metros se podía divisar la delgada figura de Soli correr con su bolso y maleta en mano. Exhalé todo el aire que tenía guardado al saber que ella vendría conmigo de vuelta a Chicago...o algo así. Quise bajar corriendo a ayudarla, pero me lo impidieron, dándome la indicación que tomara asiento y muy a regañadientas lo hice, pero estuve más tranquilo.

Buscando mi asiento, me encontré con que el mío estaba junto a uno que se encontraba vacío. Tomé asiento rápidamente, con la vista fija hacia delante. Momentos después Soli entró y me fue inevitable quitar mis ojos de encima de ella, y conforme caminaba, buscando su asiento, se detiene repentinamente frente a mí, con la respiración cortada.

El asiento disponible era para ella.

Sonreí internamente, pero no me duró mucho el gusto ya que en todo el camino no dijo una sola palabra, no quiso escucharme a mí, diciéndome de una manera indirecta que no quería hacerlo al haberse puesto los audífonos en cada oreja con la música a todo volumen, y para ser sincero, añoré en ese instante que comenzara a despotricar contra mí, a reclamarme lo idiota que fui o simplemente echarme una mirada amenazante o tocar nuestras manos por accidente, pero nada de eso pasó.

El camino fue infernal y eterno, y no pude hacer nada al respecto.

***

Habíamos tomado un taxi de regreso a casa. De alguna manera logré convencerla que era lo mejor, y aunque no quisiera aceptarlo, de una forma u otra estaría más segura a mi lado, aunque fuera por un par de minutos más en un silencio escandaloso para mí.

Le pagué al conductor cuando nos bajamos del vehículo y una vez más la persuadí para acompañarla a su casa, con Summer. Tal vez aceptó mis propuestas para no tener que escuchar más mis suplicas disfrazadas por querer pasar más tiempo con ella, o tal vez no, pero no me importó. No quiso que la ayudara con nada, solo mantenía su paso firme y constante mientras caminábamos.

Su silencio me torturaba, pero lo aproveché para pensar en qué podría decirle cuando al fin llegáramos hasta la puerta de su apartamento. No estábamos lejos, faltaba menos de una cuadra y eso no era suficiente tiempo, pero la llegada fue inevitable.

Soli se detuvo primero, yo después de ella. No hubo palabras para llenar el ambiente, tampoco se giró para verme a la cara, así que me acerqué un paso sigilosamente, intentando que ella no se diera cuenta de mi repentino acto; solo quería sentirla un poco, estaba desesperado. Alcanzo su mano y la jalo con rapidez, causando que ella forcejeara contra mí.

La aprieto fuertemente, evitando que se zafara, escuchando al fin algunas palabras salir de su boca.

—¡Suéltame, idiota! ¡Suéltame! —me golpeaba las costillas y la espalda mientras se quejaba.

—No lo haré. No quiero —digo y la estreché aún más. De pronto sentí lágrimas acumularse en mis ojos—. Perdóname, cariño. Lo siento tanto, nunca debí hacerlo, pero ella...

—No quiero escuchar otra palabra salir de tu boca, por favor. Solo hace más grande mi dolor...y decepción —suplica, quedándose quieta, con los brazos a sus costados.

En un inútil intento que ella me abrazara, la suelto mientras que con mis manos tomaba las suyas, posicionándolas alrededor de mi torso, pero en cuanto las soltaba, éstas caían a donde estaban en un principio. Lo intenté un par de veces más, pero no dio resultados.

La primera lágrima rodó por mis ojos.

La abracé otra vez.

—Abrázame, por favor...—digo con la voz cortada, pero ella niega, con su cabeza cabizbaja.

Alza su rostro hacia mí y claramente pude ver cómo sus ojos color miel estaban cristalizados por las lágrimas, segundos después se le escapó una, a la cual dejó correr. No dijo nada, pero sus ojos lo dijeron todo. Y lo entendí perfectamente. Se alejó y extendí mi brazo para intentar impedirlo, pero no me dejó, rehuyó mi toque.

—Por favor, Soli. —le susurro mientras la veo parada frente a la puerta. Tarda unos segundos intentando atinarle a la cerradura con su mano temblorosa y yo repito lo mismo por segunda vez, llamando su atención.

—Por favor, yo te pido a ti que no hagas las cosas más difíciles y me dejes en paz —no podía ser cierto lo que me decía, pero sabía que lo era—. No quiero escuchar más sobre ti. Sé que es imposible no vernos por los chicos, pero cuando lo hagamos, no quiero que me hables, no quiero que me toques. No quiero que hagas nada para intentar comunicarte conmigo.

En cuanto terminó, apresuradamente tomó su maleta y la aventó con fuerza dentro del apartamento, para después entrar ella y cerrar la puerta detrás de sí en solo unos segundos, sin darme la oportunidad de contestarle, dejándome así con el corazón más vulnerable que pude haber tenido alguna vez en mi vida.

Y en ese momento sentí el dolor de todas aquellas chicas a las cuales probablemente pude haberles roto el corazón y les pedí perdón desde mi conciencia.

No me quedó más remedio que tomar mis maletas y dirigirme a paso lento hacia mi casa con los ojos explotando esa agua salada que tanto odiaba dejar salir, pero que en este momento, no quería retenerlas dentro.

Justo cuando ambos creímos que lo nuestro estaba bien, que le había dicho a ella cuánto la quería, suceden cosas que me dicen que tal vez, nosotros nunca podremos estar juntos.

Tal vez tendría que aceptar aquel hecho, pero me negaba rotundamente en hacerlo. Si el destino quería mantenernos separados, me pondría los guantes y le daría mi mejor golpe.

Lucharía por ella, lucharía por nosotros.

***

FIN.







Es mentira, aún faltan muchas cosas para concluir esta historia, pero hacia falta un poco de drama. Me disculpo por no actualizar ayer, pero ocupaba terminar el capítulo.

Nos leemos hasta el próximo viernes...o sábado ya que puede suceder lo mismo que esta vez.

¡Adiosito!

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