25.- Perfecta.
Corey
—Te extrañé, ¿sabes? —me dice en voz baja mientras mantenía su mirada en otro lugar que no fuera yo.
Con delicadeza, tomo el rostro de Soli y lo volteo despacio, para poder verla mejor. Últimamente había notado que toda aquella tristeza que siempre cargaban sus ojos mieles, poco a poco se desvanecía, y en realidad estaba más que feliz por saber que de una manera u otra, los chicos y yo, la ayudamos a cargar con su dolor de manera inconsciente, pero me atrevería a decir que el que más atribuyó con eso fui yo.
Y me sentía malditamente afortunado de haberle ayudado con sus cargas.
—Yo también, cariño. Con desesperación.
Ella me toma de la mano mientras comenzaba a caminar. Yo solamente me dejé guiar a donde ella quisiera. Pasamos un rato trazando la ruta, pero al llegar, realmente me quedé sin habla. A pesar de que esta ciudad fuera tan pequeña, este lugar es como si nadie pareciera conocerlo; y a lo que me contó ella, éste lugar era su escape cuando no podía más. Describiría el lugar como un pequeño prado, que estaba escondido detrás de unos viejos edificios, pero que aun siendo abandonado, la naturaleza luchó para mantenerse viva.
—Ven. Este es mi lugar, me gusta sentarme justamente aquí. Siéntate conmigo, ¿si? —me pide con sus ojos— Solo un rato...
—Todo el tiempo que quieras, bonita. —tomo asiento en el verde pasto y, sorprendente mente, ella se coloca entre mis piernas, recostando su cabeza en mi pecho, dejando que la brisa nos golpeara de frente.
Y conforme pasaban los segundos allí, más maravillado me encontraba por ella. Soli realmente no era alguien con una personalidad fácil de entender y lidiar, como la de Dan o Claire, sino que la suya era mucho más compleja. Ni siquiera Summer o Drew tenían una personalidad como la de ella.
Soli es alguien realmente especial. Es fuerte, tanto así como el tronco de un árbol, pero a la vez es tan frágil como el pétalo de una rosa. Y digo como el pétalo de ésta, porque me gustaba compararla con una.
Para muchas personas, con el paso de los años, se ha vuelto costumbre regalar rosas, solamente por el simple hecho que todos los demás lo hacían, pero no yo. Cuando mi padre murió, quedé a cargo de mi abuelo paterno la mayor parte del tiempo, junto con la compañía de otros primos, ya que mamá se encontraba trabajando de día y en veces de noche, aun así no necesitáramos tanto dinero; era su manera de hacer el dolor de nuestra pérdida un poco más soportable.
El abuelo Fred era de aquellos hombres que fue criado a la antigua y así le gustaba a él. Fue como me crio a mí y algunos otros primos. Nos repetía una y otra vez que una mujer debería ser tratada con delicadeza y amor, tal como si fueran una flor. Recuerdo como solía contarnos acerca de todas las aventuras que tuvo en su juventud y cómo en el camino conoció a su primer y última novia: la abuela.
Todavía tengo presente todo lo que me enseñó, y no pensaba desechar todos sus sabios consejos a la basura, más aun sabiendo que dio todo para que yo creciera siendo un caballero. Cuando murió, la abuela fue la que cuidó de mí, y la que a duras penas, trató de seguir enseñándome todo lo que al abuelo le faltó por enseñar. Pero de todos los consejos que me pudo haber dado, siempre mantengo conmigo el último, uno que solamente me dio a mí.
Apenas tenía catorce años cuando la vida decidió que era hora. Cierro mis ojos y el recuerdo viene a mí...
—Hijo, ven aquí. Quiero decirte algo antes que tu viejo se vaya. —dijo mientras tosía.
Yo, sin querer realmente aceptar aquel hecho, me acerco a él, reunido toda mi fuerza de voluntad para no quebrarme en el momento.
—Usted no se irá a ninguna parte, abuelo —niego con un nudo en la garganta, tratando de convencerme—. Se quedará muchos años más conmigo, platicándome una y otra vez las historias que ya sé de memoria.
El abuelo solo me sonrió con tristeza, y logré divisar como una lágrima rebelde se deslizaba por su mejilla, que rápidamente borró con el dorso de la mano. Yo solo traté de contener las mías, cerrando mis ojos con fuerza e inspirando pausadamente.
—Corey, quiero que me escuches bien, que esto solo podré decírtelo una vez, ¿de acuerdo?
—Sí.
—Bien. ¿Recuerdas todas aquellas lecciones en las que les decía que una mujer debería tratarse como lo más sagrado? Justo como una flor —asiento en respuesta, puesto que si lo hacía, no me podría contener el sollozo que tenía atorado en la garganta. Esta era su despedida—. Bueno, quiero que sepas que en algún momento de tu vida, conocerás a una mujer, una a la que amarás con el alma, y no será hasta ese momento en que le regalarás una flor, diez, quinientas o hasta mil.
Inspira hondo, tomando aire y tosiendo una vez más, pero con más fuerza.
>>Antes de tu abuela, hubo más mujeres, pero a ninguna de ellas las amé como lo hice con mi esposa. Yo solo quiero decirte que no regales flores a cualquier chica, porque eso cualquier otro idiota lo hace. Yo a tu abuela le di solamente gerberas. Aunque no lo creas, cada flor tiene su significado, y yo le di esas tu abuela por una razón. Yo solo quiero que vayas y te metas al mundo y busques sin parar a tu flor, para que le regales más flores, la que más vayan con ella, aunque ésta sea la más fea, bonita o típica de todas, porque tú tendrás el conocimiento de su significado y sabrás cuánto vale ella. Y cuando por fin regales una flor, será a aquella mujer especial, así que date por bien servido porque no querrás pasar tu vida con otra que no sea otra mas que ella. —se queda sin aliento, por todo lo dicho.
Me mira con intensidad, diciendo todas aquellas cosas que no pudo decirme.
— Lo comprendo, viejo —le digo mientras una lágrima se me escapaba.
Horas después, el doctor nos dio la noticia que había fallecido, pero sus últimas palabras marcaron mi vida por completo.
Abro mis ojos, y los poso en la chica que tengo frente a mí, acurrucada en mi pecho, tarareando una melodía mientras jugaba con mis dedos.
La verdad es que desde que la conocí, desde el momento en que la vi por primera vez, algo en ella logró remover algo muy dentro de mí. Es como si casi hubiera caído por ella en el instante; algo mucho más poderoso que no era capaz de encontrar las palabras correctas para describirlo, porque aunque lo hiciera, no podría transmitirle a los demás lo que sentí en aquel momento.
Algo completamente inefable.
Desde que murió el abuelo, inconscientemente busqué a esa flor que fuera la correcta para mí. Me topé con muchas dentro de este espeso jardín, pero Soli simplemente fue la perfecta para mí.
Y de entre todas los tipos de flores que pude haber elegido, la rosa es una especialmente única, con la cual su belleza resaltaba de entre las demás, justo como ella; puede ser visto por muchos, e incluso podrían admirar lo bonita que es, pero nadie se detiene a ver la belleza que ésta misma conlleva. Ella era la rosa perfecta que al parecer pertenecía conmigo y sería a la que yo me dedicaría a cuidar incluso después que ésta haya marchitado.
***
Horas después, cuando el sol está por ocultarse, nosotros seguimos aquí. Soli me ha estado contando lo que se ha dicho de mí, aquí en la ciudad. Al parecer en verdad se estaba divirtiendo al contarme todo aquello, riéndose de lo que ha llegado escuchar, pero yo no estaba prestándole tanta atención como quisiera, sino que seguía sumido en mis pensamientos.
—Has estado callado las pasadas horas, ¿pasa algo? —cuestiona mientras se despega de mi pecho y se voltea, cruzándose de piernas.
Le doy una sonrisa tranquilizadora.
—No pasa nada, solo que hoy recordé a mi abuelo, eso es todo —mis palabras causan curiosidad en su interior, lo noté en su gesto—. Hoy se cumplen nueve años desde que murió...
—Oh, lo siento tanto, Corey, no lo sabía.
—No lo hagas, ya pasó mucho tiempo. Siempre tengo buenos recuerdos sobre él.
Me regala una sonrisa, y siento cómo el corazón se me acelera por ese simple gesto. Inevitablemente, me acerco a ella y le beso.
Ella parece sorprendida por mi acción tan repentina, pero no se aparta. La beso con tanta urgencia, porque siento que en cualquier momento se puede ir, y solo ese pensamiento me enloquece. Cuando me aparto de ella, veo que sigue con los ojos cerrados. Sonrío y le doy otro beso rápido y con eso abre los ojos.
—¿Te he dicho por qué de entre todas las flores, te regalo rosas, cariño? —la pregunta sale repentinamente, sorprendiéndola por segunda vez. Niega con la cabeza como respuesta, con la duda abrazando sus facciones— Las rosas son muy especiales, las rojas representan pasión, amor, viene atado a ella...
De pronto, deja de respirar mientras me miraba con los ojos tan grandes, que pudieron fácilmente descolocarse de su lugar.
>>Tú, Soli, eres lo mejor que me pude haber encontrado. El abuelo me dijo que un día me enamoraría de alguien tan especial como tú, y que solo entonces sería cuando le regalara una flor, una que fuera contigo. Yo veo a las rosas como flores fuertes, pero delicadas a la vez y justamente así eres tú. Una combinación entre ambas.
—Jamás pensé que una flor pudiera decir tanto —dice, con los ojos llorosos—. Y tú, Corey Lester, jamás pensé que podrías ser una persona tan romántica. —una sonrisa se le dibuja. Me da otro beso corto.
Nos quedamos viendo un rato, con intensidad. Segundos después, ella aparta su mirada; siempre era la primera en hacerlo.
—¿Cariño? —La llamo, logrando que su mirada se vuelva hacia mí— Te quie...
—No lo digas —me interrumpe de repente, cortando mis palabras—. Si lo dices ahora, esto solo lo convierte real. Lo nuestro...real —pasa saliva con dificultad mientras en sus ojos claramente se notaba cuán asustada estaba al escuchar esas palabras salir de mi boca.
Yo solo río.
—En ese caso, me lo hubieras dicho antes, cariño —se queda quieta al escuchar mi respuesta, y me acerco significativamente a ella, colocando un mechón rebelde detrás de su oreja—. Si aquellas dos palabras vuelven lo nuestro más real de lo que ya es, entonces sí. Te quiero. Te quiero con el alma, Soli. Te quiero solamente para mí.
Yo en realidad esperaba que su respuesta fuera fatal, pero después de unos minutos que le haya confesado por fin que la quería, se echó encima de mí, envolviendo sus brazos a mi alrededor. Admito que me sentí un poco decepcionado al no escuchar que ella también lo hacía, pero entendía que ella estaba luchando por aceptarme, y claramente yo no desperdiciaría la oportunidad que tenía frente a mí.
Poco después, decidimos que por fin era tiempo de irnos, y exactamente eso hicimos.
Noté que estaba un poco nerviosa por la confesión, mas no dijo nada más al respecto; no la presionaría para que me correspondiera. Le daría el tiempo que ella necesitara, aunque eso significara que me doliera un poco en el proceso.
Escuché cómo mi estómago rugía, puesto que ya teníamos horas sin comer.
—¿Vamos a comer? —la invito.
—Sí, yo también tengo hambre —responde despacio—. Solo iré rápido por una chaqueta a casa de Grace. Sé un lugar perfecto a donde podemos ir a comer. —sonríe.
Al llegar a casa de su prima, le digo que yo la esperaría afuera. Tenía ganas de un cigarrillo, estaba un poco ansioso por el día que era, el aniversario número nueve de mi abuelo. Nueve años sin él.
A pesar de que ya llevo tantos años sin él, todavía duele un poco no poder seguir teniéndolo en mi vida. No sé cuánto tiempo pasa, pero ya iba por el tercer cigarro. Mientras estaba ensimismado entre mis pensamientos, siento a Soli llegar por detrás y taparme los ojos con las palmas de sus manos y eso logra sacarme una sonrisa. Tiro al suelo lo que quedó del cigarrillo y me volteo, con ella todavía cubriéndome los ojos con sus manos.
Se acerca tan rápidamente que no me da el tiempo de abrir mis ojos, sino que se asegura que los mantenga cerrados con el beso desesperado que me da. Yo trato de seguirle el ritmo, y después de unos segundos, cuando ocupamos separarnos para poder respirar, es cuando abro mis ojos, y lo que encuentro frente a mí es algo completamente diferente a lo que yo esperé.
***
¿Alguna idea de lo que pudo haber pasado después? Tal vez algo bueno, tal vez algo malo.
Quién sabe....¿alguna sospecha? Háganmelo saber.
¡Nos leemos luego!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro