2.-¿Mi culpa?
Era sábado por la mañana y yo estaba acostada en mi cama mirando el techo blanco de mi cuarto, pensando sobre todo lo que había sucedido con la bruja dos semanas atrás. No tenía ganas de nada y no es como si tuviera algo que hacer. Estupendo...
Escuché como tocaban la puerta, a lo que gruñí y me tapé con la cobija de pies a cabeza.
—¿Se puede pasar?
—No.
—Perfecto. —y entonces la puerta se abrió.
¿Qué parte del "no" no entendió?
—Levántate y vístete que nos tocó hacer las compras hoy —dijo Drake con voz firme.
—No quiero.
—No te pregunté. Apúrate que en diez minutos nos vamos —y con eso, salió de mi cuarto.
—¡Al menos cierra la puerta! Cielos...
Y con toda la pereza del mundo me levanté de la cama y comencé a cambiarme.
Un silencio sepulcral llenaba el auto de mi hermano, de camino para hacer las compras semanales, asi que estiro mi brazo para encender la radio, intentando llenar la incomodidad de la situación. Suspiré aliviada cuando el carro se llenó con las voces de los locutores anunciando la canción que sonaría en unos segundos.
¿No se supone que deberías sentirte cómoda con tu familia? Pues al parecer no...
Al llegar al supermercado, Drake estaciona el auto y nos bajamos.
—¿Traes una lista? —intento sacar una plática, pero fallo en el intento ya que solo me mira y asiente con la cabeza mientras me tiende una lista arrugada doblada por la mitad.
—Toma.
Me dedico a desdoblar la hoja entre mis manos y observo lo que está escrito con la caligrafía de mi madre. Todo lo básico para sobrevivir está escrito en ese papel.
Drake toma un carrito y me sigue mientras yo busco las cosas que mi madre nos pidió.
—Toma dos carteras de huevo y leche —digo y mi hermano lo hace. Damos vuelta por uno de los pasillos— Cereal, frijol y avena —indico.
Y así nos pasamos hasta que hayamos completado la lista y nos encaminamos hacia las cajas para pagar los productos.
—Yo lo pago. Tú espera afuera...—alzo la vista ante la repentina orden de Drake.
—¿Por qué? —respondo confundida.
—Espérame afuera, Soli.
—Dime por qué y entonces lo haré —digo decidida, cruzándome de brazos. Mi hermano cierra los ojos y suspira, pero cuando los abre su mirada se torna fría.
—Porque justo allá viene Sheila con sus padres y me da vergüenza que me vean contigo.
Contengo la respiración. Eso me dolió. Mucho.
Siento como los ojos me pican, pero rápidamente compongo mi postura poniendo mis hombros rectos y alzando la barbilla. No dejo que vea lo afectada que me dejó son su comentario.
—No. Soy tu hermana, no tu amante. —no le da tiempo a responderme cuando Sheila llega al lado de mi hermano, depositando un beso en su mejilla, sacándole una sonrisa incómoda.
Después de una pequeña charla y una mirada de asco por parte de la madre de Sheila, pagamos los víveres y es hasta cuando llegamos a casa y me encierro en mi cuarto, que me permito derramar un par de lágrimas llenas de odio y resentimiento, y maldigo a todo el mundo.
Poco después decido salir de casa y despejarme, llevando solamente mi celular y auriculares, llenándome de la música que tengo en el móvil. Me dejo llevar por las melodías y me encamino a donde sea. Llego a un parque y me siento en una de las bancas que están en la banqueta.
Solamente me dedico a observar a los niños divertirse, corriendo de aquí para allá, siendo felices y con la única preocupación de no ser el primero en ser hallado jugando a las escondidas. Esbozo una sonrisa.
Me gustaría ser niña de nuevo. Aquellos tiempos donde era feliz y mi familia aún me quería, pero eso era algo imposible. Y con ese pensamiento, poco a poco se me desvanece la sonrisa.
—Edes bonita cuando sondíes —volteo a mi derecha, encontrándome con la portadora de la voz. Una niña de no más de seis años me está mirando con sus grandes ojos color miel y una gran sonrisa en su rostro—. Debes de sondeír más...
—¿Tú lo crees? —le pregunto sacándome los auriculares de las orejas, regalándole una pequeña sonrisa de labios cerrados. La niña asiente en respuesta.
—Mi papi dice que las niñas que sondíen son más bonitas, y que yo también soy bonita...¿cómo te llamas?
—Tu papi tiene razón. —le sonrío— Me llamo Soli, ¿y tú cómo te llamas?
—Kendra, pero mis papis me dicen "cariño" y tengo seis años y me gusta el chotolate y los caballos —se queda pensando—...y también me gusta jugar en los resbaladeros.
Suelto una risita llena de ternura.
—¿En serio? Es genial...yo tengo veinte años y también me gusta el chocolate. —la niña abre sus ojos y me causa gracia.
—¡Que muchos años! Oye, Soli...¿quiedes ser mi amiga pod siempre?
—¡Claro que sí!
Kendra me abrazó y yo le correspondí.
La voz de un hombre se escuchó vociferando el nombre de la pequeña. Cuando la divisó se hizo camino hacia la banca y se agachó para quedar a la altura de la niña.
—Es hora de irnos, cariño, mamá nos está esperando. —le dice a su hija.
—Papi, mida, ella es Soli, mi nueva amiga pod siempre. —el hombre parece notar mi presencia y me esboza una sonrisa.
—Hola Soli, gusto en conocerte...—me tiende la mano y yo se la estrecho.
Después de un pequeño argumento entre el padre y la niña sobre quedarse cinco minutos más, la niña se rinde ante su progenitor. El hombre se despide con un asentimiento de cabeza y comienza a caminar tomado de la mano de su hija, pero antes Kendra se voltea y me dice:
—¡Adiós, Soli, te tiedo!
Yo le respondo con lo mismo mientras la veo desaparecer por el horizonte.
Al anochecer me hago mi camino a casa, y me coloco los auriculares de nuevo. Camino por una calle estrecha y veo que hay botellas vacías de cerveza por todos lados. Apresuro mi paso para pasar cuando veo a un joven borracho que camina hacia mí.
Mi cuerpo se pone en alerta y un escalofrío me recorre la espina dorsal. Me grita por mi nombre y yo reconozco su voz, pero aun así no me detengo, sino corro. Llego a una esquina y pego un grito al sentir como me atrapa entre sus brazos y me dice al oído cosas obscenas.
—¡Ayúdenme! –pido, pero la calle está desierta— ¡Ayuda! —vuelvo a pedir, pero solo nos encontramos nosotros dos.
—Nadie está aquí, pequeña zorra. Nadie te ayudará...
No sé de dónde saqué las fuerzas para zafarme de su agarre, pero lo consigo y me echo a correr, pero a los cinco segundos me alcanza de nuevo. Siento las lágrimas recorrer mis mejillas y siento también como me tira al suelo con brusquedad y me golpeo la cabeza.
Me aturdo un poco pero no pierdo el conocimiento. Sigo gritando por ayuda pero ni una sola alma aparece. Volteo a mi izquierda y veo una botella de cristal a una distancia prudente. El chico comienza a besarme el cuello y me rasga mi camiseta; las lágrimas no dejan de correr por mis sienes. Estiro mi brazo y siento la punta de mis dedos tocar la botella.
Solo un poco más...
Siento la adrenalina recorrer mi cuerpo cuando por fin consigo tomar la botella y estrellarla contra la cabeza del chico y este cae inconsciente. Mi cuerpo tiembla. Le tomo el pulso para ver si todavía sigue vivo y cuando veo que no está muerto, me echo a correr con todas mis fuerzas.
Llego a mi casa y toco la puerta como loca. Estoy tan asustada que no me importa llamar la atención. El alivio recorre mi cuerpo cuando la puerta se abre y veo a Alex parado frente a mí y me meto a la casa con apuro.
—¿Qué pasa? ¿Por qué vienes con la camiseta rasgada —pregunta mi hermano extrañado de la situación.
No respondo. Me echo a llorar alarmando a todos en casa, causando que vengan a mi encuentro.
—Soli, ¿qué te pasa? —repite Alex, pero yo no paro de llorar y temblar. Me siento en el sillón y abrazo mis piernas. No sé cuánto tiempo pasa hasta que logro calmarme un poco.
—Ca-casi me violan...tengo mucho miedo. —digo con dificultad.
Silencio. Alzo la mirada, y en lugar de reconfortarme, diciéndome que todo estará bien y abrazarme, sucede todo lo contrario.
Beatriz abre la boca—: Pues si no fueras tan ofrecida no te pasaran estas cosas.
Dejo de respirar y siento cómo se me rompe el corazón. Mi hermana sigue despotricando contra mí, y nadie dice nada. Volteo a ver a mi madre.
—¿Mamá? —pregunto, con los ojos aguados, suplicándole con la mirada algo de ayuda, pero solo me regala una mirada dura.
—Tú tienes la culpa de esto. Si no fueras tan pu....—carraspea— si no fueras como eres, no estuvieras así. Tu hermana tiene razón.
Corro mi vista por cada miembro de la familia, y todos me miran con dureza, menos Sean, que solo tiene la cabeza baja, pero no se atreve a contradecir lo que dicen los demás.
¿Cómo puede tu familia darte la espalda en un momento así? Qué ingenua fui al creer que esta sería la excepción.
Me levanto del sillón y subo las escaleras, para encerrarme en mi cuarto, de nuevo. Las lágrimas han cesado y no siento nada. Estoy en modo neutro y solo atino a darme una ducha caliente muy larga, tallando con una esponja mi cuerpo, tratando de borrar de mi piel cada rincón donde aquel hombre tocó.
Al salir de la regadera me cambio y me meto entre las sabanas, sintiéndolas como la única cosa que en realidad me protege en estos momentos. Miro el techo de mi habitación y pienso en todo y nada a la vez, recordando una vez más las palabras de la bruja.
Si me quedo aquí, jamás seré feliz, y eso lo acabo de comprobar.
***
¿Cómo están? Espero que bien.
Bueno, el segundo capítulo ya está aquí. Díganme qué piensan acerca de lo que le sucedió a Soli y si piensan que su familia tiene razón con lo que le dijeron...
Si votan y comentan significaría mucho para mí. No importa si es bueno o malo, quiero saber qué está en sus cabecitas:)
Bueno, ahora sí me voy, chaoooo. Besos...
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