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Capítulo 5

Collins

«Puedo hacerlo. Puedo hacerlo» repetía sin siquiera moverme.

Mis manos seguían al rededor del timón del auto, mi vista estaba pegada al local y mi corazón no hacía más que volverse loco de la angustia.

Ella estaba dentro. Mi muñeca estaba a tan sólo unos metros de mi, y yo no podía, ni sabía, qué hacer.

No fue muy difícil dar con ella. Todo se lo debía a Cam realmente.

Quizás no hubiera sabido de su regreso, de no ser por los mensajes. Gracias a ellos y a las palomitas de notificaciones, descubrí que ya había vuelto.

En un principio lo dudé, me convencí que como muchas otras veces tan solo había estado alucinando, pero algo en mí gritaba que no era así. Tenía esa certeza en mi corazón, y vaya que tenía razón.

Mande aquellos últimos mensajes la noche anterior, con la única intención de comprobar mis dudas, ya que luego le envié una captura de pantalla a Cameron.

Lo primero que hizo fue gritarme textualmente con letras mayúsculas y entre signos de exclamación que no era ninguna entrometida —aunque claramente lo era—, y luego de insultarme con palabras que ni siquiera eran de nuestro idioma, me confesó que Issia había vuelto.

Quise salir corriendo en su búsqueda, aún cuando ni siquiera sabía dónde estaba, y vaya que traté de todas las formas posibles de convencer a Cameron para que me dijera su ubicación. Está demás admitir que no obtuve nada en ese momento, con la única excusa que aún no era tiempo para molestar a Issia.

¡¿Molestar?!

¡Ja!

Claramente ella no tenía ni idea de lo que pasaba cuando ella y yo estábamos cerca, porque el sentimiento que menos se acercaba era ese.

Varios minutos, e insultos después, por fin conseguí una respuesta y alternativa clara que no me molestó en absoluto:

Buscarla hoy luego de su cita con el rector de la universidad.

Hubiese querido acercarme desde el momento en que salieron de la universidad, pero Cameron fue clara en decirme que antes de ver a Issia de frente, ellas tenían que hablar. No tenía ni la más mínima idea cuál era ese "tema" importante, pero algo en mí decía que era acerca de Amanda.

Cameron estaba como loca buscando información acerca de ella, y yo no podía estar más que asustado con sus averiguaciones.

Habían secretos que aún no tenían porqué salir a la luz.

El sonido de un mensaje rompió con mis pensamientos y me devolvió a la realidad, donde Adele era la única que me acompañaba en todo este martirio y desasosiego.

"Ahora es el momento adecuado. Si fuera tú ya estaría fuera de ese auto"

Tragué saliva, y con el temblor en los dedos, respondí su mensaje con una afirmación a lo que estaba a punto de hacer.

Me bajé del auto quién sabe cómo, y caminé casi en modo automático hasta la puerta de la concurrida cafetería. Respiré profundo y recordé que esto era lo que había anhelado por meses, a tan sólo pasos de mí estaba la mujer de mi vida, pero ni así lograba moverme del sitio en el que me encontraba de pie.

Estaba inerte, como si luego de tanto tiempo dentro de aquella burbuja que esperaba nuestro encuentro se hubiera roto, como si de pronto me asustara el cambio en ella, como si algo en mí me gritara que esa libertad que me había dado en su carta, hoy fuese a confirmarse.

Tenía miedo de hablar con ella y descubrir que ya no había amor. Me aterraba aquella idea, incluso más que el hecho que junto a Cameron ya supieran esos oscuros secretos.

«Puedes hacerlo, Collins. Puedes hacerlo»

Respiré profundamente mientras daba pasos cortos hacia ellas, pero me detuve en abrupto cuando nuevamente el pánico me invadió.

«Issia no ha dejado de amarte» susurró la esperanza dentro de mi. Y con ese rayo fugaz de fe, tomé mi celular y le escribí varios mensajes que me dieran tiempo a acercarme y cerciorar su reacción ante mi presencia.

Caminé con el celular en la mano, estaba a tan solo algunos pasos de dónde ella se encontraba sentada, cuando leyó los mensajes. Intercepté su nerviosismo, la manera en que de pronto todo parecía haberle dado vueltas, y escuché el susurro de su voz llena de incertidumbre, así que con la valentía que me dio sentirla tan cerca, me animé a confirmarle lo que había escrito.

Su espalda se tensó en cuento escuchó mi voz, y el sonido de su celular cayendo sobre la mesa, provocó que mi cuerpo también reaccionara a su presencia con palpitaciones cada vez más fuertes, y  sudor en cada parte de mi ser.

Ninguno de los dos se movió de donde estaba, ambos nos quedamos inertes en nuestros sitios. Ella sentada en el sofá dándome la espalda, y yo de pie a menos de un metro de ella.

Su piel tatuada estaba expuesta en sus brazos y sus hombros. El saco que había utilizado minutos antes estaba en el respaldo del sillón. Su hermoso cabello castaño había pasado de cubrirle toda la espalda a medio rozar sus omóplatos, y le quedaba bien, a ella todo siempre le quedaba bien.

Anhelaba ver su rostro, perderme en sus ojos y ver esos labios color carmesí que me hacían delirar en mis sueños.

Cameron fue quien dio el paso por nosotros, al levantarse de su asiento, mientras le daba una leve sonrisa a Issia y a mí me lanzaba una mueca que yo interpretaba como media sonrisa.

—Suerte —musitó hacia los dos antes de caminar con todo el glamour del planeta hacia la salida.

Se supone que ahora era cuando yo debía acercarme y tomarla entre mis brazos como tanto soñaba, pero seguía sin poder moverme y sin poder creerme que al fin la tenía tan cerca. Me quedé algunos segundos más de pie, tan sólo viendo su espalda y como el poco aire que entraba por las ventanas mecía su cabello de un lado a otro.

Ella tampoco se giraba, era como si se nos hiciera imposible de creer lo que nos ocurría.

—Disculpe, señor, pero está obstruyendo el paso de los demás clientes —comentó un joven camarero que me resultaba levemente familiar. De inmediato asentí y caminé hacia donde minutos antes Cameron se encontraba sentada.

Tragué saliva y sentí como mi pulso se detuvo en cuanto la tuve de frente; en cuanto su rostro agachado ocupó todo mi campo visual. Desde su piel morena y bien hidratada, hasta el más minúsculo lunar debajo de su ojo izquierdo, pasando por cada rasgo que recordaba y seguía idéntico: su frente ancha, su nariz respingada, sus pómulos elevados, sus cejas definidas, sus pestañas rizadas, sus mejillas rosadas, su quijada perfilada y sus labios contorneados, carnosos y de ese tono rojizo natural. Todo en ella seguía igual de perfecto a cómo lo recordaba, incluso más.

Estaba embelesado con su belleza, pero había algo que me faltaba por admirar. Un par de globos oculares que se llevaban mis suspiros.

Issia levantó levemente su mirada tan lento, tanto que sentía como mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho si no se apresuraba a llegar a donde yo anhelaba. Repasaba cada facción de mi rostro, así como yo lo había hecho con ella; cada segundo era una eternidad, era un tiempo angustiante que se detuvo en cuanto esta dio con la mía y juro, juro con mi vida entera, que nunca había sentido ese torrencial de emociones que me embriagaron en cuanto nuestros globos oculares se grabaron en los del otro y miles de chispas brillaron y revolotearon con aquel gesto.

El tiempo angustiante se detuvo y se transformó en pura euforia, en gloria, en millones de sentimientos que no definían lo que sentía.

Mi pecho sentía el calor que hace meses se había ido, de nuevo aquel vacío se había marchado y era reemplazado por Issia. Por mi muñeca.

Mi muñeca con el rostro aún asustado, como si verme le provocara terror, como si tenerme de frente fuese la peor pesadilla que había tenido.

—Hola, muñeca —logré decir, con la poca seguridad que aún se guardaba en mi interior luego de percibir aquella reacción de su parte.

—Collins —pronunció con un tono más agudo que el usual. Había sorpresa, confusión y temor en su voz.

—Pareces sorprendida por tenerme aquí —bromeé, pero no me podía quitar el mal sabor de boca.

—Lo... lo estoy.

Bajó de nuevo su vista hasta sus dedos y comenzó a jugar con ellos gesto que delataba los nervios que tenía por estar yo aquí.

—¿Te molesta si tomo asiento? —investigué, y un leve claro salió de sus labios.

Proseguí a tomar asiento frente a ella, y sin quitarle la vista de encima, me despojé de mi saco.

Pasaron varios segundos de silencio. Un silencio que parecía confundirla, pero a mí me parecía el silencio más acogedor que había tenido en los últimos meses.

—¿No fuiste a trabajar hoy? —Ella fue la primera en hablar, pero en lugar de parecer interesada, tan sólo parecía intentar ser amable.

—Decidí tomarme el día, porque tenía asuntos más importantes que arreglar —recalqué lo obvio, pero a pesar de eso ella parecía inmune a mis confesiones, y eso no hacía más que angustiarme.

—¿Estás descansando de esos asuntos ahora? —su pregunta consiguió que arrugara el entrecejo.

¡Dios! ¿Por qué esto era tan difícil de entender?

—Estoy enfrentando al asunto justo ahora —especifiqué.

—Parece que el "asunto" es más complicado de lo que crees.

—No, yo creo que el asunto simplemente está confundido.

Intenté verme serio, pero la sonrisa juguetona en mis labios me delataba, y a Issia también lo hacía, porque a  pesar de intentar verse neutral, había pasado de verse nerviosa a relajada en un tiempo récord.

—Yo digo que más bien el asunto se siente impactado por ser sorprendido de esa manera.

Lancé un suspiro, mientras reía por lo bajo y negaba.

—El asunto no estaría tan impactado sino me hubiera ocultado su paradero —admití casi en un reclamo.

Issia no parecía habérselo tomado de la mejor manera.

—¡Yo no le oculté mi paradero a nadie! —expresó subiendo el tono de su voz, y dejando de lado el juego que tenía con sus dedos para colocar las palmas de sus manos sobre la mesa.


—Pero tampoco tuviste la amabilidad de decirnos que habías salido del hospital —recalqué y ella volvió a bajar su cabeza.

—Estos meses he aprendido a lidiar sola con mis problemas. Quería regresar sola, quería demostrarme que podía ser independiente —respondió sin una sola pizca de temor en su voz, y a pesar de todo, sentirme orgulloso de escucharla hablar de esa manera me fue inevitable.

—Pudiste haberme llamado cuando ya estabas aquí —sugerí sin poder eliminar esos malditos temores que me atormentaban.

—Tú y Cameron son fantásticos para arruinar mis planes. Yo quería sorprenderlos, quería llegar con cada uno y demostrar lo renovada que volví, pero ambos me sorprendieron primero a mí —confesó con una minúscula sonrisa en sus labios, para luego volver a subir su mirada hasta la mía.

Me moría por correr a sus brazos, por besarla, por decirle cuanto la amaba y cuanto la había extrañado al oído, pero sabía que aquellas acciones estaban aún restringidas para mí, hasta que supiera que iba a pasar con nosotros.

—Lo lamento, pero moría por verte —terminé admitiendo, sin quitar mi vista de la suya.

Issia se sonrojó, mientras la sonrisa en sus labios aumentaba.

—Tus mensajes ya me lo habían confirmado —Aquella declaración consiguió que un extraño calor invadiera mi pecho, pero aún no podía sentirme seguro y confiado, porque no me había dicho si ella también sentía lo mismo por mí.

—Mis sentimientos siguen siendo los mismos que el día en que te fuiste —confesé sin pena, sin miedo; sintiéndome seguro luego de mucho tiempo.

Por fin tenía la oportunidad de tenerla frente a mi, y si ella confesaba que no quería nada conmigo, no me quedaría de otra más que insistir como lo hice en el pasado. Ganarme su amor día con día iba a ser mi nuevo propósito.

—Los míos han cambiado —dijo y eso consiguió helarme por completo, pero no perder la esperanza de volver a ella—. Ahora sé lo que se siente amar por completo.

Mi vista había descendido, pero en cuanto escuché sus últimas palabras, la subí de inmediato para encontrarme con esos dos hermosos ojos color ámbar que no hacían más que confirmarme sus sentimientos. Estaban llenos de esperanza, llenos de brillo, de sinceridad... de amor.

No recordaba cómo respirar, no tenía ni la más mínima idea de cómo detener la maldita locura que se había apoderado de mi corazón.

No me atreví a decir nada más, aunque quería. Me digné a observarla, esperando por alguna señal, por algo que me dijera que acercarme estaría bien.

Ella sonrió nerviosa, mientras movía sus manos delante de su rostro, yo le devolví la sonrisa y así nos mantuvimos otros cuantos minutos, hasta que el agradable silencio en el que nos encontrábamos, se rompió con el sonido del timbre de mi celular. No lo escuché en un principio, y cuando lo hice me planteé la opción de no contestar, pero la insistencia de Amanda fue tanta que terminé aceptando la llamada y pidiéndole disculpas a Issia, mientras me levantaba para hablar en un lugar en el que pudiera escuchar con mejor claridad.

Tengo que confesar que en cuanto contesté el celular, lo primero que se me vino a la cabeza era que se trataba de uno de sus tantos berrinches por salir en la noche conmigo, sin embargo me sorprendió el tono asustado con el que se refirió a mí. Me describió de manera rápida lo que había sucedido, y me pidió, casi rogó, porque llegara pronto al departamento. Bufé molesto porque en verdad a veces detestaba lo insufrible y lo rápido que podía llegar a meterse en problemas, luego le aseguré que estaría con ella en una media hora, a pesar de lo mucho que pidió porque fuese antes.

Le colgué sin siquiera negociar aquello, mucho hacía con dejar a Issia por ellos.

Regresé a la mesa luego de respirar profundo, y lo que encontré me sorprendió demasiado: Issia ya no estaba, ni tampoco sus cosas.

¿Se había ido? ¿De verdad se había atrevido a irse de esa forma?

Tomé mi saco, el cual me había quitado al sentarme, y salí corriendo en su búsqueda, pero parecía haberse esfumado como agua entre las manos. Vi hacía arriba y hacía abajo de la calle, pero no había ni un solo rastro de ella. Me raspé la frente con la palma de la mano y luego de pensarlo mucho, decidí que lo mejor era subirme al auto y buscarla. No podía estar muy lejos después de todo, o al menos de eso era lo que yo quería convencerme.

Avancé unas cuantas cuadras hacía arriba, de regreso al campus de la universidad, porque asimilé que quizás hacía allí se había dirigido, y no fallé en mis cálculos.

Allí estaba mi muñeca, con su saco en un brazo y su bolso en el otro. Su cabello se mecía al ritmo del viento, y su piel brillaba gracias a los rayos del sol.

Me acerqué lo suficiente, hasta conseguir rebasarla y estacionarme unos cuantos metros delante de donde iba, para luego bajarme y caminar en su dirección. No me agradaba para nada su actitud debo de confesar, pero quería y me merecía una explicación.

—Antes de que comiences a reclamar, te aclaro que el licenciado Stewart quiere verme —informó con una voz firme y demandante—. Tengo una cita con él en quince minutos antes de que salga hacía el juzgado, así que debo apresurarme. Te llamo...

—Yo te llevo —interrumpí señalando mi auto con mi cabeza.

—No es necesario, ya estaba pidiendo un taxi y...

—Y nada, muñeca. Vamos, yo te llevo —Volví a señalar hacía mi auto. Issia no muy convencida, comenzó a caminar hacía él, pasándome por un lado, lo que permitió que su perfume se impregnara en mis fosas nasales; inhalé hondo para recordar lo maravilloso que era.

Corrí para llegar a la puerta del copiloto y la abrí para ella antes de que pudiera llegar; sus labios formaron una minúscula sonrisa como respuesta ante mi gesto y luego de pronunciar un silencioso gracias, se subió al auto. Me subí a mí lado, y de inmediato arranqué el auto para avanzar.

Estuve los primeros segundos atónito por tenerla a mí lado, por revivir todas y cada una de las escenas que pasamos juntos dentro de mi auto, y sin querer, terminé girando en su dirección y sonriendo, al mismo tiempo que ella lo hacía. El silencio entre ambos era de lo más agradable, pero ella lo rompió al encender la radio y dejar la música que era enviada desde mi celular.

Mi sonrisa y la de ella no pudieron ensancharse más. Vaya que Adele tampoco nos podía fallar.

Chasing Pavements sonaba de fondo, provocando que la imagen de ambos bailando bajo la lluvia me llegará a la mente en un santiamén. Ella también parecía recordarlo porque escuché el suspiro que lanzó y la sonrisa nerviosa que brotó de sus labios, mientras giraba su cabeza hacía la ventana.

Me detuve en el semáforo que marcaba rojo, y sin dejar de ver al frente tomé la mano de Issia entre la mía; estaba tibia, tal y como la recordaba, suave y llena de electricidad que transmitía un millar de sentimientos con ese sólo roce hacía cada poro de mi cuerpo.

Manejé lo que quedaba del camino así, y aunque estaba rezando porque no llegáramos tan pronto a nuestro destino, por desgracia lo hicimos, pero ninguno de los dos habló o se bajó, nos quedamos ahí, viendo al frente, con las manos y los corazones enlazados.

—¿Cuánto vas a tardar?

—¿Vas a hacer algo más tarde?

Ambos lanzamos las preguntas al mismo tiempo y reímos por lo divertido que fue.

—Salgo de ahí antes del almuerzo, pero planeaba ir a comer con mi tía —respondió.

—Yo estoy libre toda la tarde. ¿Puedo pasar por ti a eso de las cuatro? —Issia asintió sin borrar la sonrisa de su rostro, yo tampoco podía eliminar la mía.

Luego de darme la dirección del hotel en que se estaba quedando, soltó mi mano paso a paso, dedo a dedo, hasta salir del auto. El corazón me latía como nunca y mis ganas de tenerla entre mis brazos aumentaban con cada segundo.

—Nos vemos más tarde, Collins.

—Por supuesto, muñeca —le dije antes de que cerrara la puerta del auto y caminara hacía el bufete.

Tuve mucha fuerza de voluntad para no bajarme y robarle un beso que expresara cuanto la había extrañado.

La observé detenidamente hasta que entró y luego emprendí mi viaje hacía el departamento. Me urgía saber que quería el maldito de Tayler.

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¿Cómo están mis bellísimos muñecos?

¿Sorprendidos por el capítulo?

¿Les ha gustado?

Comentarios acerca de la actitud de Collins:

Acerca de la de Issia:

Sospechas hacía lo que iba Collins en su departamento:

Deseos de leer que va a pasar:

Los amo muchísimo, gracias por todo este amor y apoyo. Son increíbles.

Nos leemos pronto.
Mz

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