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Capítulo 35


No está bien

Issia

El rocé fue tan suave como rápido. Fue una clase de explosión llena de cosas que no lograba comprender. Estaba segura que no estaba mal, que esto no era un pecado ni mucho menos, pero una parte de mí, una minúscula parte de mi ser, sintió asco.

No por la culpa, más bien porque no podía hacerle esto.

A penas y duró unos segundos, ni siquiera tuve mucho tiempo en saber si estaba bien o estaba realmente mal. Damien agachó la cabeza y pronto, también colocó sus manos sobre las mías e hizo que guardáramos distancia.

No aparté ni un segundo mis ojos de su rostro, quería saber que pensaba, que era lo que pasaba por su cabeza, y principalmente si había perdido a un nuevo amigo.

Lo vi tragar saliva y negar, mientras se mordía el labio inferior, como si tuviera que procesar lo que acababa de suceder, como si fuera él el culpable y no yo.

—¿Es un buen momento para decir que eso me tomó por sorpresa? —sonrió, y yo pude dejar de contener el aire, al menos sabía que no estaba enfadado—. Pero ahora, no sé si sentirme indignado o afortunado.

Arrugué el entrecejo ante lo mencionado, y no tuve ni la más mínima idea de que decirle. De pronto, parecía que la conexión entre mi boca y mi cerebro se averió, mientras al mismo tiempo, caía en cuenta de lo que acababa de suceder.

Había besado a Damien, y no me sentía ni un poco arrepentida.

Me sentí desconcertada, cuando él soltó mis manos y dio otro paso atrás, como si necesitara alejarse de mí, como si estuviera aún más confundido que yo, y tuviera una lucha interna entre lo que quería decir y lo que estaba sintiendo.

Cerró los ojos, y cuando los abrió, no fue más que para ver hacía cualquier lugar, menos a mí. ¿Debía preocuparme? Porque estaba comenzando a hacerlo.

—Damien —lo llamé, y él lanzó una risa sin una sola clase de humor, para al fin, volver a verme.

—No quiero ser la camiseta básica en tu armario que usas de vez en cuando, Issia. Quiero, necesito, ser los jeans que has utilizado tantas veces, que hasta te da pena botarlo a pesar de lo viejo y desgastado que está —Se frotó la cara en símbolo de frustración y yo no supe ni que responder o que hacer—. No vuelvas a hacer lo que has hecho, si no estás dispuesta a convertirme en tu prenda de vestir favorita.

La culpa chispeó en mi interior, con furor, y hasta sentí la necesidad de regresar el tiempo y perder esa poca gallardía que me abrazó en ese instante.

—Entiendo que estás triste, hasta confundida, quizás, pero no puedes jugar así conmigo cuando sabes que me gustas. Y no intentes justificar tu acción, porque sé que no hay excusa, más que buscar una salida fácil hacía tus sentimientos por Collins, pero, ¿Qué va a pasar mañana? Cuando te des cuenta que no me quieres, que jamás vas a quererme como lo quieres a él. No puedes usarme, sabiendo perfectamente que no vas a corresponder mis sentimientos de la forma correcta.

La manera en que se expresó, con tanto dolor, con tanta decepción hacía mí persona, no hizo más que obligarme a sentirme como una idiota. Sé que no lo era, que tenía todo el derecho a fallar, e incluso, dudar de lo que sentía por Collins, o lo que sentía por Damien, pero eso no me daba el derecho de dañar a nadie fuera de mí.

No había sido correcto mi arrebato, en ningún sentido, pero, de alguna manera, no me sentía culpable, no sentía que haberlo besado fuera un pecado, y eso me causaba mucho más terror, porque entonces, eso quería decir, que muy dentro de mí, quizás yo si quería corresponder lo que él sentía por mí; eso, o simplemente estaba actuando como una perra que necesita afecto y atención.

Me declinaba un poco por sobre la última opción, pero ni siquiera de eso estaba segura.

¡Cielos! Era un estúpido manojo de nervios que no sabía controlar, mucho menos interpretar.

—Lamento tanto, pero tanto, no poder hacerte mi prenda de ropa favorita —expresé, porque era de lo único que podía arrepentirme, aunque decirlo de esa manera, hacía que la analogía se volviera hasta cómica, cuando el momento no estaba para hacer ninguna broma.

—No tienes por qué hacerlo, solo olvidemos esto —propuso, con un extraño brillo en los ojos, mientras sonreía, como si supiera algo que yo no, al tiempo que nos señalaba a ambos con su dedo—. Vamos, te llevo a tu departamento.

Me sorprendí por la forma en que se tomó esto, tan rápido, como si no hubiera estado afectado hace tan solo minutos.

"El amor. El amor" Susurró con voz burlona mi conciencia, pero la mandé a callar de inmediato.

—Sería de muy mala educación irnos, así como si nada.

Hablaba en serio, Piper siempre era tan cortés, que no me parecía para nada correcto dejarla así botada. Al menos quería despedirme primero, pero él parecía ansioso por querer que nos fuéramos, o que yo me fuera, pero era tan caballero, que no se atrevía a decirme que me fuera, o a dejarme aquí a mi merced.

—Piper no va a dejar de hablar por horas, ni siquiera va a recordar que estamos aquí. Pierde la noción del tiempo cuando habla con Julieta.

No me creía eso, pero tampoco iba a seguir rechistando.

—Al menos quiero dejarle una nota excusándome —apunté en cuanto vi un cuaderno en la mesa del centro. Eso de mandarle un mensaje me parecía subordinado.

Además, con eso de que estaba hablando por teléfono, ni siquiera lo vería; y si, como decía Damien, hablaba con ella por horas, cuando terminara la conversación, estaría tan cansada que ni siquiera revisaría sus mensajes de entrada. En cambio, esta nota sí que iba a verla pegada con un clip magnético al frigorífico.

"Gracias por todo, Piper. Me ha encantado la velada.

Lamento que nos vayamos así, pero ha surgido un pequeño problema, espero no te enfades.

Un abrazo. Issia"

Luego de dejar la nota, tomé mis cosas, en lo que Damien se encargaba de bajar un poco el volumen del estéreo. No me dijo ni una sola palabra más; que abriera la puerta del departamento, fue mi señal para salir, no sin antes admirar una última vez lo maravilloso que era todo.

El camino hacía el auto, fue tan silencioso, que ni siquiera parecía que fuéramos las mismas personas que subieron hace tan poco.

Quizás y si la había cagado, pero, en verdad, ¿Cómo jodidos era posible que sabiendo eso, no sintiera ni un solo gramo de culpa por haberlo besado?

Sé que no era mi obligación sentirla, por haber traicionado el amor de Collins, pero sí lo era porque yo no estaba enamorada de Damien, como él lo estaba de mí, y aun así, no sentía nada de eso.

Era quizás mi alma gritando que, si Collins me había traicionado primero con sus mentiras, yo podía besar a Damien el mismo día que él me había regalado la mayor prueba de amor: haberme dejado en libertad.

Pero con Damien no había excusa, sólo había una, pero hasta pensarla me daba dolor de cabeza, así que prefería dejar de lado todo eso, e intentar hacer lo que él me dijo, olvidarme de lo que había pasado.

Subimos al auto, y antes de que pudiera encender la radio con esa música destruye tímpanos, decidí hablar.

—¿Quién es Julieta? —investigué, aunque tampoco es como si tuviera alguna necesidad en querer saber, o como si me incumbiera. Lo único que quería, era distraerme con algo así de banal.

—La novia de Piper —Abrí los ojos tanto como pude, y aunque mi reacción fue de lo más exagerada, no fue para menos.

Lo último que se me ocurrió pensar de ella, es que fuera lesbiana. Y no es que la estuviera juzgando, o que saber esto cambiara lo que pensaba de ella, era tan sólo, el impacto del momento. Algo así como cuando te dicen que aprobaste una materia que creías reprobada.

—¿Llevan mucho tiempo juntas?

—Más de un año, pero no están en su mejor momento —admitió, y eso me hizo sentir de nuevo derrotada. Al parecer, no era la única con problemas de pareja, pero seguramente lo suyo si tenía arreglo.

—¿Crees que terminen? —Mi boca hablaba sin que yo pensara antes lo que decía. De pronto parecía que esto comenzaba a interesarme.

—No lo sé, aunque tampoco lo creo, tienen una relación envidiable, a pesar que sea a distancia.

—Ese es el problema, supongo —por experiencia propia sabía que las relaciones a distancia eran de lo más complicadas, y conseguir tener una estable requería mucho compromiso y amor de ambos, o sino, terminabas como Marcus y yo, con miles de problemas, celos, desconfianza, y hasta mentiras que no quería ni recordar.

—Algo así, según sé, Julieta a estado involucrada con alguien más —De verdad lo sentía por Piper, una infidelidad era algo que difícilmente se supera—. No le digas que te he contado esto, ella detesta que se divulgue su vida privada. Si lo he hecho, es porque...

Se quedó callado y luego negó, como si se hubiera arrepentido en el último momento de mencionar algo.

—¿Por qué...? —traté de averiguar, pero él hizo como si no me hubiera escuchado, en su lugar, prefirió encender la radio, aunque para mi sorpresa y también mi suerte, no le puso mucho volumen—. No voy a comentar nada con ella, te lo prometo. Ahora, podrías por favor terminar con lo que ibas a decir.

—No recuerdo que era —mintió y rodé los ojos por su actitud inmadura.

—¡Por todos los cielos, Damien! ¡He dicho que no diré nada!  —elevé la voz, y maldije por sonar como una histérica, pero necesitaba mantenerme ocupada para no recordar lo que pasó en el departamento de Piper.

—¡Por qué necesito mantener mi mente ocupada en algo que no sea el recuerdo de tus labios sobre los míos y la culpa que siento por dentro! —Detuvo el auto de golpe, y tuve que colocar mis manos sobre el tablero para no golpearme por el impacto, aunque no sé qué fue lo que me pasmó más, si el cómo frenó, o su declaración.

—¿Culpa? ¿Qué culpa debes de tener tú? ¡La que debería sentirse culpable soy yo y no lo hago! —me arrepentí de haberlo dicho, pero tampoco podía devolver el tiempo.

Había sido estúpido, ya ni siquiera había como corregirlo. La había vuelto a cagar.

—Lo sé, sé que no sientes culpa por esa acción, y eso me duele mucho más que la culpa por haber fallado a mi promesa.

—¿De qué promesa estás hablando? —Me sentía tan confundida, que ni siquiera comprendía de qué estábamos hablando ahora.

—De la que le hice a Collins y a mí mismo. Dije que no iba a acercarme a ti, hasta estar seguro que lo habías olvidado, y no le tomé ni un poco de importancia, en el segundo en que me besaste —se pasó las manos por el rostro; frustrado, cansado, y hasta fastidiado por lo que yo había provocado.

—Collins no sabe lo que significa una promesa, deja de atormentarte por haber roto la tuya, porque, además, he sido yo la que me he acercado —traté de darle un punto y final a esta quejumbrosa conversación, pero al segundo de decirla, el pinchazo en el pecho no se hizo esperar.

¡Maldita sea, Collins! ¿Tenías que martirizarme también de esta manera?

—Pero yo no fallo mis promesas, Iss. Mucho menos las que hago para mí. Además, ya te lo he dicho, no puedo desvalorarme de esta forma, sabiendo que a lo único que puedo acceder a ti en este momento, es a ser un pañuelo desechable —Su sinceridad era hasta dolorosa, aunque cierta y necesaria—. Tú no vas a dejar de amarlo, ni porque yo te regale el mundo entero, así que lo que voy a hacer, es darte un ultimátum. Habla con él, pero habla con el corazón en la mano, deja que él haga lo mismo, arreglen cualquier diferencia, cualquier mal entendido, y no dejes que tu orgullo termine con lo que tienen, pero si no lo hacen, si ya no crees que haya más porqué luchar, entonces dímelo, y te juro que te ayudaré a sacarlo de tu corazón. Pero solo si estás segura que vas a olvidarlo por completo, y ya no voy a seguir siendo esa camiseta básica.

Negué sin poder creerme lo que había dicho, sin que pudiera caberme en la cabeza lo grande que era su corazón.

—Damien yo no voy a dejar de amar a Collins de hoy para mañana, y tampoco sé si quiero seguir luchando por lo que tenemos, o por lo que teníamos, sin embargo, tampoco puedo obligarte a que te aferres a algo que no sé si pueda darte. Estoy... confundida.

—Lo sé —sonrió de forma dulce, y sin quitar las manos de sus mejillas—. Pero sé por qué he dicho lo que he dicho, y porque me estoy lanzando al precipicio con los ojos cerrados.

—Damien, yo solo estoy enredada en el centenar de emociones que ha provocado mi conversación con Collins, por lo que ha dicho, por lo que me he enterado. Quizás lo que ha pasado no ha sido más que un simple mal entendido.

—Ni siquiera tú eres capaz de creerte tal cosa, Iss —Y le daba toda la razón. Solo estaba fanfarroneando para no seguir dándole vuelta a sus palabras.

—¿Cómo eres capaz de lanzarte a un precipicio con los ojos cerrados? —pregunté y a la vez reclamé su seguridad en esto.

—Tú mejor que yo sabe la respuesta.

Bufé ante su comentario, pero tampoco lo contradije, ni le di la razón.

¡Qué iba a saber yo!

De lo único que estaba segura, es que me había metido a una cueva sin traer linterna.

Cerré los ojos, mientras dejaba caer mi cabeza en el respaldo del asiento, en lo que sentía el auto nuevamente moverse.

La imagen que me llegó a la cabeza me desorbitó algunos segundos, y aunque traté de impedir el cosquilleo en mis labios, allí estaban, recordando, martirizándome, y respondiéndome la pregunta que le hice a Damien.

(...)

Intenté pensar en otras cosas; mantener mi cabeza ocupada en algo que no fuera lo que pasó hace tan poco, pero la presencia de Damien a mi lado lo impedía; ya ni siquiera seguimos hablando, dejamos que la música llenara el silencio. Deseaba con el alma llegar lo más pronto posible al departamento, o lanzarme del auto para dejar de sentirme tan incómoda.

No debí haber venido con él, lo mejor que podía hacer era tomar un taxi, así, al menos podría hundirme en mis pensamientos sola, y sin sentirme presionada.

—No has perdido mi amistad, Iss —musitó, rompiendo el silencio y los nervios en mi cuerpo—. Para mí, por difícil que sea, no ha sucedido nada.

Lancé un suspiro completamente necesario, como si hubiera estado manteniendo, durante todos estos minutos, el aire. Como si sus palabras le hubieran devuelto paz a todo mi interior.

—De verdad, lamento estarte confundiendo también —Agaché la cabeza y la dejé recostada entre mis manos—. No estuviéramos pasando por todo esto, si yo... si yo —no fui capaz de terminar.

En cuanto caí en cuenta que iba a exclamar en voz alta que desde hace mucho su presencia causaba cosas extrañas en mí, tuve que callar. No podía decirle eso, no podía hacer que sintiera falsas esperanzas, cuando yo no tenía nada claro, cuando por dentro sabía que en cuanto entrara en mi departamento y viera las cartas de Collins, la culpa caería sobre mí, y lo único que podría hacer, seria lanzarme al suelo a lamentarme por no tenerlo, y por haberle fallado a su amor.

—No tienes que explicarme el mundo, Issia, ni mucho menos lo que pasa por tu cabeza cuando estás así de alterada —Detuvo el auto, justo frente al pintoresco edificio. Mantuve mi vista al frente para cerciorarme que el lugar era seguro, o más bien, para asegurarme que Collins no estaba por ahí estacionado entre las sombras.

Una parte de mí, deseaba que se apareciera, pero la otra me gritaba que no fuera tan masoquista y comenzara a enterrar su recuerdo.

—Ve a descansar, dormir te ayudara a reflexionar mejor tus acciones —me motivó, colocando su mano sobre mi hombro. Levanté la cabeza para verlo. Quería, mejor dicho, necesitaba preguntarle si estaría bien—. Si te hace sentir mejor, no voy a pensar mucho en lo que hiciste —Arrugué el entrecejo en cuanto terminó de hablar, pero de inmediato caí en cuenta que solo bromeaba—. Estoy jugando, no voy a pensar en ello, ya te dije, para mí, no ha pasado nada. Trata de convencerte de lo mismo.

Apretó mi hombro, y tuve que elevar el brazo para que me soltara, tampoco es como si quisiera de su cercanía en este momento. Lo mejor, era mantener distancia hasta que yo supiera que pasaba conmigo, o al menos tratar de comportarme como lo haría con cualquier otro amigo.

—Gracias, Damien. Por todo —No sabía que más recitar, ¿Qué más le decías a alguien a quien acababas de besar, y aunque sabías que estaba mal, no te sentías mal por ello?

Él en cambio, parecía saber muy bien cómo actuar ante todo esto, como si se hubiera preparado con antelación. Me sonrió y deseó una feliz noche, no sin antes recetarme tomar un vaso de leche para dormir mejor; todo, con una voz en extremo dulce y animada.

¿Cómo podía él ser tan comprensivo?

Estuve por bajarme del auto, justo después de volver a agradecerle y desearle una feliz noche también, pero en cuanto abrí la puerta del auto, y vi a una mujer caminando con su hija de la mano, recordé algo. Caí en la cuenta de algo.

—Yo sé que pido mucho, pero, ¿Me harías un favor? Es sobre un... secuestro —De verdad me sentía apenada por utilizarlo así, pero necesitaba de su ayuda. Sólo confiaba en él para esto.

—No es ninguna molestia, sabes que metería mis manos al fuego si se trata de buscar justicia —Lo tenía muy presente, y por la misma razón me seguía preguntando como es que Collins desconfiaba tanto de él. Si Damien no estuviera de mi lado, nunca se hubiera atrevido a arriesgar su vida para ayudarme a desenmascarar a Tayler, y aunque aquello no había salido bien del todo, era prueba de su buen corazón.

—Quiero que investigues acerca del secuestro de Hope e Issia Haynes. Fue hace casi siete años. Te voy a dar el número de mi padre y de su abogado, ellos de seguro tienen información qué...

—Espera, espera, Quieres que hable con tu padre, el famosísimo Juez, ¿sobre tu secuestro? ¿Ese caso no estaba cerrado ya? Además, ¿Con que pretexto voy a sacar tal tema? —Se escuchaba mucho más alterado de lo que esperaba—. Ni siquiera creo que me dé una cita, Issia, ¿Por qué no se lo preguntas tú?

Bufé.

—¿No es obvio? Mi padre no va a decirme nada, ni del caso, ni de nada. ¡Él y yo ni siquiera congeniamos bien! —Coloqué mis manos sobre mi rostro. Esto era una mala, una pésima idea—. ¡Por favor, Damien! Necesito que investigues lo más que puedas de por qué se dieron los hechos, quienes son los sospechosos, y si existe algo que pueda comprobarlo.

Sonaba desesperada, pero lo estaba. Quería romper con este círculo de una maldita vez.

—Issia lo que me estás pidiendo es algo complicadísimo. Tu padre y su abogado no van a revelarme nada, porque si no lo hicieron hace seis años cuando se cerró el caso por falta de pruebas, mucho menos ahora, y a mí —Tenía razón—. ¿A dónde quieres llegar con todo esto? ¿Qué te hizo sentir que debías tener más información?

No sabía si debía hablar con él, pero si no lo hacía, seguramente terminaría por volverme loca.

—Collins me dijo el nombre de mi secuestrador —manifesté—. Y quiero comprobarlo, quiero saber por qué lo hizo, cuáles eran sus motivos. Necesito darle un final a esto, Damien. La muerte de mi madre necesita justicia.

—Dime quien fue. Es más fácil que comience a investigar desde allí, bien sabes que Carl con gusto me ayuda —No estaba segura, una pequeña voz en mi interior, me decía que revelar algo tan impactante, era como lanzarme desde un avión sin paracaídas—. ¿Quién es, Issia?

Me quedé callada, y mi celular vibrando dentro de mi bolso, se sintió como una señal divina.

—No le digas nada, Issia. Antes, tu y yo necesitamos hablar —musitó la voz al otro lado, en cuanto contesté sin percatarme del identificador de llamadas, y el impacto que me llevé fue tanto, que me encontré buscando entre la oscuridad su presencia.

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¿Cómo están mis muñecas hermosas? ¿Impactadas? ¿Nerviosas? ¿Desorbitadas? ¿Irritadas?

¿Qué opinan de este capítulo?

¿Qué piensan de Issia y sus pensamientos confusos?

¿De Damien, sus analogías y su buen corazón?

¿Quién llamó a Issia?

Gracias por su apoyo y espera. Lamento haberme atrasado esta vez, pero tenía un examen y escribir se me hizo imposible. Lo bueno de todo esto es... *redoble de tambores*

¡VA A HABER OTRO CAPÍTULO ESTA SEMANA!

Aún no hay día específico, pero crucemos los dedos para que sea antes del viernes.

Hasta entonces.

Mz

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