Capítulo 19
Issia
—Entonces, Jay corrió por las escaleras y terminó rodando en ellas con todo y mi hámster.
Todos en la mesa lanzamos una carcajada hacía una de las tantas anécdotas que Luisa tenía para contarnos. Tengo que admitir que aunque en un principio me reía por puro compromiso, con el pasar de los minutos las risas comenzaron a brotar por sí solas, y dejé de sentirme incómoda, al contrario, cada segundo me sentía más entusiasmada con la decisión que había tomado.
Sentí la mano de Collins tomar la mía bajo la mesa, y cuando giré en su dirección buscando una respuesta, él tan sólo me guiñó el ojo. Tomé eso como un gracias a la decisión que había tomado.
—No olvides mencionar que por ir tras de mí también tropezaste y nos aplastaste al Señor bacalao y a mí.
Luisa en lugar de hacerse la ofendida por el comentario del guapo de su primo, comenzó a carcajearse con verdadera efusividad, haciendo que todos en la mesa nos contagiáramos de su alegría y los comensales de las otras mesas, comenzaran a vernos raro y de reojo por tremendo alboroto.
El ambiente fuera de volverse algo incómodo, tan sólo se iba soltando cada segundo un poco más. Los minutos seguían pasando y aunque Luisa y yo no volvimos a entablar una conversación entre ambas, ni acerca de la decisión que habíamos tomado al llevar las cosas en paz, cuando nuestras miradas se encontraban, podía sentirme mejor conmigo misma.
Entre anécdotas y comentarios incongruentes, la noche llegó a su fin. De no ser porque un mesero nos indicó que el lugar estaba por cerrar, ni siquiera nos hubiéramos percatado que casi eran las once de la noche.
Los cinco salimos juntos hacía el estacionamiento a un lado del lugar. Tan sólo quedaban los dos autos y unas pequeñas farolas eran las encargadas de alumbrar nuestro camino. Al llegar a donde estaba el auto de los Gates, Collins y yo esperamos porque Corbin depositara a su hija en su asiento en la parte trasera, y mientras tanto, nos despedíamos de Luisa.
—Hay que repetir esto —señaló y aunque no me lo podía creer, le di la razón—. En verdad he disfrutado la velada, gracias a ambos por aceptar la invitación, en especial a ti, Issia.
Tomó mi mano entre las suyas y sin esperármelo, me jaló para luego darme un abrazo que definitivamente sentí fuera de contexto. Coloqué una de mis manos en su espalda y deposite en ella algunas palmadas, hasta que luego de algunos incómodos segundos (al menos para mí), me liberó.
Debía hacer el esfuerzo de congeniar con ella aunque no fuera fácil. Debía comenzar a olvidar y tan sólo continuar.
Sonreí con sinceridad, aunque esto no dejaba de ser incómodo; por suerte, Collins y Corbin llegaron en nuestro rescate. Ellos se despidieron y con esto le dimos fin a la velada.
En el transcurso de nuestro caminar hacía el auto, me mantuve en silencio esperando porque fuera Collins quien rompiera el hielo; la verdad es que no tenía mucho que decir.
Él abrió la puerta para mí, pero antes de que pudiera entrar, depositó un beso en mis labios.
—Gracias, muñeca. Lo que has hecho significa mucho.
Le di un beso corto y luego sonreí. Verlo feliz era suficiente para mí.
No sabía que tanto iba a costarme todo esto, pero tenía que intentarlo, darle vuelta a la hoja y avanzar. Al final tampoco es como si fuera a ver a Luisa a diario, sólo eran algunos días en el mes, podía sobrevivir con eso.
Pensé en ello todo el camino hasta que llegamos al departamento. Comencé a idear planes y maneras para aparentar y olvidar; y es que tenía que ser sincera al decir que dejar las cosas en el pasado nunca había sido fácil para mí. Si bien tenía la intención de hacerlo, no sabía que tan buena iba a ser para conseguirlo.
De verdad quería lograrlo, y no sólo para ver feliz a Collins, también por mí, para sentirme mejor conmigo.
(....)
Una vez en el departamento, me liberé de mis tacones y caminé descalza hasta la habitación en la que guardaba mis cosas. Escuché los pasos de Collins detrás de mí, pero dejé de percibirlos cuando entré al baño del mismo, ya no veía los minutos para llegar.
Luego de hacer mis necesidades, aproveché para lavarme los dientes y el rostro, tener maquillaje todo el día en la cara a veces me parecía agobiante, pero me gustaba usarlo. Salí con la toalla entre mis manos, mientras me secaba el rostro, y tarareaba una sonata de Mozart.
Comencé con mi rutina para dormir, sin dejar de tararear. Estaba tan perdida en mis pensamientos acerca de lo mucho que anhelaba ir a un concierto de piano, que no me percaté de la cercanía de Collins, hasta que sus brazos me rodearon por la cintura y su cabeza se recostó en mi hombro.
Sin esperarlo, comenzó a besar mi cuello y eso sólo consiguió que un millón de escalofríos me recorrieran entera, y de paso, que todos mis pensamientos se fueran directo al fondo de mi mente para dejar toda mi atención en lo bien que se sentían las sensaciones que provocaba en mi piel.
Ladeé mi cabeza por pura inercia y sé que de no ser porque sus brazos me rodeaban, estaría despabilada en el suelo.
—¿Dormirás hoy conmigo? —su voz llegó dulcemente a mis oídos, consiguiendo que mi cuerpo se llenara de calor, pero un calor lleno de amor, uno que me hacía sentirme extasiada por tenerlo a mí lado.
Un pequeño sí, salió de mis labios, mientras tomaba sus manos entre las mías para que pudiera dar vuelta y quedar frente a frente. Collins me observaba con devoción y yo lo hacía con tanto amor, que me era imposible creer que fuera real en tan poco tiempo. Tomé su rostro con mis manos y él giró su rostro unos centímetros para depositar un beso en una de mis palmas.
Tenerlo así cada noche era peligroso. No quería acostumbrarme tanto a su compañía.
—No sé qué voy a hacer cuando tenga que dormir sola en mi nuevo departamento —musité sin siquiera pensarlo.
Collins me tomó de la cintura hasta conseguir acercarme a su cuerpo y sentir el calor que expiraba.
—No te vayas —pidió, pero no podía complacerlo y él lo sabía.
Negué con los ojos cerrados, mientras recostaba mi cabeza en su hombro e inspiraba el aroma de su piel. Aún olía a su loción y jabón. Era embriagante y fantástico.
—Quiero hacerlo, no me hagas dudar, por favor. En verdad quiero hacerlo.
Esperaba porque pudiera ayudarme en esto, porque si se seguía negando, lo único que iba a conseguir era crear una distancia innecesaria entre los dos.
Si él me amaba lo suficiente, entonces tenía que apoyarme en mi decisión.
No dijo más, tan sólo presionó más fuerte sus dedos sobre mi piel, y recostó su cabeza sobre mi hombro. Lo sentí suspirar, pero también inhalar, y reí por su acción; al parecer, no era la única que tenía una obsesión con el olor del otro.
Había muchas cosas que me tenían obsesionada con él, y fuera de todo lo físico, era quizás su inmenso corazón, su bondad y su sinceridad. Me encantaba tanto saber que estaba al lado de un hombre tan digno como lo era Jayden Collins.
Estuvimos así otros cuantos minutos, hasta que un bostezo se escapó de mis labios. Ambos tomamos eso como señal de que era hora de ir a dormir. Era ya bastante tarde, pero aun así, una vez llegamos a la cama, él me preguntó cómo era el departamento y yo me descocí para comenzar a hablar de él. Le di detalles y traté de describir a la perfección el lugar y todo lo que sentí cuando estuve allí; él me escuchó con atención, mientras su dedo trazaba líneas irregulares sobre mi brazo.
Debo admitir que por algunos segundos me desconcentraba por las sensaciones que causaba su tacto, pero volvía a la realidad, cuando él mismo me daba un leve empujón con su cuerpo, como si no tuviera ni la menor idea de la revolución de emociones que causaba en mí.
No sé qué hora era cuando decidimos que era hora de dejar de hablar y comenzar a dormir, pero no importaba, para ser sincera, fui feliz con ver sus ojos y su sonrisa antes de quedarme dormida, para poder soñar con él las horas restantes.
Cuando desperté, como era costumbre, ya no estaba. Sé que cualquiera diría que detestaba tener el sueño pesado, porque por ello era incapaz de despedirse de Collins antes de ir al gimnasio, pero yo agradecía poder dormir, porque hubo un tiempo en el que conciliar el sueño era una pesadilla. Me quedaba viendo un punto fijo en la oscuridad y por más vueltas que daba, me era imposible cerrar los ojos sin tener todas esas voces y esos recuerdos que me atormentaban; lo peor era cuando despertaba, siempre demasiado pronto y también demasiado cansada.
Las cosas ahora eran tan distintas y me sentía feliz y orgullosa por mí, por lo que estaba logrando, por la mujer en que me estaba convirtiendo.
Con el ánimo elevado, salí de la cama y me dirigí al baño para darme una ducha, como siempre acompañada de Vivaldi. Hacer esto, elevaba aún más mi buen humor, y de verdad esperaba porque nada lo arruinara. Hoy tenía la leve esperanza en que buenas cosas vendrían. Esa corazonada no abandonaba mi pecho.
Cuando salí de la ducha, aun tarareando la sonata, escuché la televisión de la sala encendida, y aunque en un principio me convencí que quizás se trataba de Collins, aquellos pensamientos se dispersaron en cuanto me percaté de la hora y descubrí que aún faltaban casi veinte minutos para que él volviera.
Respiré profundo, tratando de canalizar mi miedo. Si había alguien en el departamento de seguro no era nadie de peligro, de ser así, ya hubieran entrado a buscarme, o a atacarme.
Pero, ¿y sí esperaban que yo esperase eso?
¿Y si se trataba de Tayler? El muy desgraciado estaba libre y con bastantes ganas de verme destrozada.
Volví a respirar profundo.
No se trata de Tayler, por supuesto que no. Un policía me vigilaba y ese prepotente no sería tan imbécil como para venir a meterse al edificio sabiendo que habían cámaras y bien podían atraparlo con facilidad; no era tan ingenuo.
Además Collins le había dado una llave a Amanda, podía tratarse de ella, pero entonces recordé que mi novio mencionó la noche anterior que ella había salido de viaje por culpa de su padre y el temor volvía a apoderarse de mí.
Mi última opción es que fuese Luisa, pero siempre que venía entraba hasta la habitación para buscar información, y nunca encendía la televisión. Pero tampoco descarté la posibilidad.
De cualquier forma, me vestí en silencio con ropa de Collins, no pensaba salir hasta la otra habitación en toalla y tan vulnerable. Me coloqué uno de sus trajes deportivos y rebusqué entre su mesa de noche algo con que defenderme; la otra noche me había comentado que compró una navaja y esperaba encontrarla.
Y lo hice, pero también algo que consiguió descolocarme.
¿Por qué Collins tenía guardada la fotografía de una mujer?
Y no, no lo decía como novia celosa, lo hacía porque esa mujer se me hacía sumamente familiar, como si la conociera de algún lado.
Era una mujer hermosa, con cabello castaño casi pelirrojo, una piel brillante de tez moreno claro y unos ojos gigantescos con iris café. Su mirada era penetrante, pero su sonrisa dulce.
Era muy bien parecida, pero por más que rebuscaba en mi mente donde la había visto, por el momento lo único en lo que podía pensar era si se trataba de alguna ex novia de Collins.
Tenía que haber sido muy importante para que él tuviera una foto suya en su cajón.
Estuve por tomar la fotografía entre mis manos, cuando la puerta de la habitación se abrió. Pegué el brinco de mi vida y cerré de inmediato el cajón como si lo que hubiera encontrado fuese la evidencia de un crimen.
—No quiero sonar aguafiestas, pero, ¿qué haces usando mi ropa? No niego que te ves hermosa usándola, pero me encanta más como se te ve tu sudadero y tus medias —sonreí nerviosa, no sólo por lo que acababa de ocurrir, también por su confesión.
—Escuché ruidos afuera y tuve miedo de salir —confesé y me di cuenta que observaba mi mano con detenimiento, más bien lo que había en ella—. Lo siento, estaba buscando con que defenderme.
Sin quitar su vista de mi mano, tragó saliva antes de dar algunos pasos para acercase a mí. No se veía nervioso, ni tampoco enojado ante mi acción, lo que me indicaba que quizás había olvidado que tenía esa fotografía ahí guardada, o que quizás no era de tanta importancia como yo lo creía.
—Es Luisa, ha venido para pasar la mañana contigo.
Dejé escapar el aire contenido en mis pulmones cuando mencionó tal cosa, pero también sentí que el aire comenzaba a faltarme en el mismo instante.
Mis ojos se abrieron y mis labios formularon un "¿Qué?" silencioso. Collins tenía que estar de broma.
Ahora más que nunca quería la navaja... al menos en caso de emergencia.
—No puedes dejarnos aquí solas —indiqué, al tiempo que él me quitaba la navaja y la colocaba sobre la mesa de noche—. Tienes que hacer algo para impedirlo.
Estaba comenzando a heperventilar, pero no era para menos. Lo que él me decía ponía en riesgo mis nervios y mi vida.
—Tranquila, muñeca —Tomó mis manos entre las suyas, mientras se acuclillaba frente a mí—. No estarán sólo las dos
—¿En serio?
Collins asintió, y yo pude sentirme un poco, sólo un poco menos nerviosa ante esto.
—Mía también estará con ustedes. Verás que todo saldrá bien.
La sonrisa que había comenzado a formarse en mis labios se borró. ¿De verdad a él todo le parecía tan ligero?
El hecho de que Luisa y yo hayamos hecho las paces ayer por la noche, no nos convertía en mejores amigas.
¡Por todo lo sagrado! Temía por mi vida y él no se daba cuenta.
—¡Collins! No puedes... no puedes irte así como así —exclamé con verdadero nerviosismo, pero él tan sólo sonrió, mientras acunaba mi rostro con sus manos.
—Luisa no te hará nada. Ella es como un perro, uno grande que causa temor y que al principio saca los colmillos, pero una vez que te conoce y te tiende la pata, se vuelve manso y agradable —Su analogía provocó que sonriera a pesar del temblor de mis comisuras.
No estaba segura de que tan bueno sería esto, ni tampoco que tan seguro podría ser, pero cuando sus ojos me veían como sólo él lo hacía, y sus pulgares masajeaban la piel de mi rostro, todo dentro de mí se revolvía y se llenaba de seguridad y paz.
Sin duda Collins tenía un efecto bastante fuerte en mí ser, y aunque me encantaba, hasta cierto punto también me daba muchísimo miedo.
—Mantén tu celular a la mano; ya sabes, por si sucede algo y mi vida corre peligro —advertí y por la forma en que entrecerró los ojos, supe que no entendió muy bien a que me refería.
—El edificio está vigilado, muñeca, y por si no lo recuerdas, un policía privado siempre está cuidándote. Tayler no podría hacerte nada.
--Lo sé; lo decía por tu prima.
El maravilloso hombre frente a mí negó, con esa sonrisa juguetona en sus labios, antes de soltarme para comenzar a cambiarse de ropa. Lo observé detenidamente mientras se quitaba cada prenda y se movía por la habitación en busca del traje que dejó listo y planchado desde el día anterior.
Sé que me veía como toda una acosadora, pero era inevitable mantener mi vista fija en él, en su cuerpo, en cada uno de sus músculos y tan excelsas facciones. Conseguía distraer mi mente de su tonta y para nada razonable acción.
—Tu para nada discreta mirada, comienza a ponerme nervioso —musitó, mientras se abrochaba los botones de su camisa y sonreía de lado.
Me mordí la parte interna de mi mejilla para no lanzarme a reír ante su comentario. Y sin hacerle caso, continúe comiéndomelo con la mirada. Él lo hacía todo el tiempo, no había nada de malo en que lo hiciera yo.
Me levanté y caminé en su dirección, todo bajo su atenta mirada. Una vez frente a él, tomé la corbata de entre sus manos y terminé de anudarla y acomodarla bien en su cuello. La cercanía entre ambos, aún era algo que revolvía mis sentimientos; la energía que desprendían nuestros cuerpos tan sólo aumentaba con el pasar del tiempo, y sé con exactitud que quizás jamás se apagaría. Lo que había entre nosotros era mucho más fuerte de lo que deseáramos.
—¿Pasa algo? —investigó cuando se dio cuenta que no podía quitar mis ojos de los suyos y los míos comenzaban a cristalizarse.
Negué, porque ni yo era capaz de comprender que sucedía conmigo en este preciso instante. Era quizás tan sólo la emoción del momento.
—Tan sólo pensaba en lo fuerte que es esto que hay entre nosotros, y lo mucho que crece con cada día que pasa.
Sus manos tomaron mi cuello y se introdujeron dentro de mi cabello húmedo, mientras su rostro se acercaba al mío, y mi corazón palpitaba con furor ante sus acciones. Un suspiro se me escapó, en el instante en que cerré los ojos y su nariz y la mía tuvieron contacto.
Me estremecía y me llenaba de amor, ante tal demostración de afecto. Me encanta cuando hace eso.
Sonreí por pura inercia, sin poder contenerme, si querer hacerlo.
Todo el mundo se dispersaba cuando yo estaba a su lado. Nada más que nosotros tenía importancia. Los problemas se iban y sólo quedábamos los dos en nuestra burbu...
—¡Issia! —pegué un brinco en cuanto la voz de Luisa irrumpió en nuestro momento. Cerré los ojos rogando por paciencia y sé que por el beso que me dio Collins en la mejilla antes de separarse y reír, significaba que me deseaba lo mismo, y quizás un poco de suerte—. Jay se te está haciendo tarde, y a tu novia y a mí también. Además ella ni siquiera se ha arreglado, ¿Acaso el tonto de mi primo no te anunció acerca de mis planes?
Observé a Collins rogando por ayuda, pero él no hizo más que incentivarme con su mirada a alistarme, aunque yo no sabía ni que colocarme. ¿Qué se ponía alguien que iba a firmar su condena de muerte?
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¡Hola!
¿Les ha gustado el capítulo? Espero que si.
¿Qué piensan de la nueva Luisa? ¿Planeará algo?
Y, ¿qué hay de la fotografía en el cajón de Collins? ¿Será importante?
Les tengo una sorpresa, pero la verán en unos días... ¿qué será?
Gracias por leer, nos leemos pronto, muy pronto.
Mz
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