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Capítulo 13

Final=Nuevo comienzo

Issia

La magia de sus besos era algo de lo que no iba a aburrirme jamás, mucho menos del tacto delicado de su piel contra la mía, acariciando mi cuerpo, delineando cada curva y trazando un camino perfecto hasta el paraíso.

Me dejaba llevar por la adrenalina, por los impulsos, y también por la pasión que desprendía nuestro amor.

Me deleitaba de su compañía, de cómo me trataba y como luego de tanto, al fin había vuelto a conectarse conmigo.

Saboreaba cada segundo. Atesoraba cada beso, cada frase en la que repetía que era hermosa, no para convencerme de ello, más bien para recordar lo bien que se sentía cuando salía de sus labios en este preciso momento; con precisión, con dulzura y entre suspiros y cansancio.

Estaba maravillada con la habilidad que tenía Collins para amarme y convertir tal acto en algo mucho menos carnal y más celestial.

Él me elevaba al cielo sin siquiera despegarme de la tierra.

Me hacía ver estrellas y sentir fuego en todo el cuerpo.





—Me debes una cena —puntualicé con los ojos cerrados, tan sólo absorbiendo el calor de su pecho y sintiendo la manera en que movía la yema de sus dedos sobre mi hombro.

—Mañana cuando salga del trabajo, te llevaré a comer a donde tú quieras —susurró con su rostro pegado al mío, enterrando su nariz entre mi cabello.

Me agrada tanto estar entre sus brazos, pero no su propuesta, me gustaba que quisiera siempre complacerme, pero él también tenía derecho a ser complacido.

—No, quiero que tú escojas —Lanzó un suspiro y yo comencé a sentir como poco a poco abrir los ojos me costaba más.

—La propuesta que arruina salidas —se burló recordando un comentario que hizo Amanda sobre no haber salido con un tipo porque esté no sabía a dónde llevarla y ella quería que él escogiera. Me reí entre un bostezo ante ello—. Pero tranquila, yo si sé a dónde ir. Ahora descansa, mañana será un día muy ajetreado, muñeca.

Sonreí sin poder —querer—abrir los ojos y tan sólo asentí con poca vehemencia.

—Descansa, mi luz.

Las palabras a penas y brotaron de mi, pronto tan sólo sentí sus labios sobre mi frente y mi cuerpo cayendo en un sueño tan profundo como arrasador.

Al menos está noche quedaba claro que por fin iba a descansar con alegría, pues al llegar la mañana tendría en claro que sin importar la catástrofe a nuestro alrededor, Collins no se alejaría de mi lado, ni evitaría mi presencia.

Después de todo, quizás esto era lo que necesitábamos. Dormir entre el cuerpo del otro para recordarnos lo bien que se sentía y la magia que desprendía.

No iba a negar que de cierta forma me asustara que Collins se arrepintiera de tenerme tan cerca de él, pero tampoco podía ocultar que por estúpido y masoquista que fuera, yo necesitaba de su cuerpo, de su alma y su corazón para mantenerme en pie. Él era mi motor, era mi rayo de luz entre un cielo gris.









El movimiento constante de la cama y la falta de calor a mi lado, me  hicieron medio abrir los ojos y descubrir que Collins no estaba a mi lado. Con la habitación a oscuras y con lo poco que yo podía abrir los ojos,  difícilmente lograba localizarlo. Me sentía cansada y sin ánimos para moverme, más que buscar calor entre las cobijas.

Me voy al gimnasio, muñeca —La suave voz de Collins llegó a mis oídos como el murmullo de una abeja, inclusive creí que tan sólo era un sueño.

Sé que me dijo algo después y que yo le respondí un a penas audible "está bien", pero no estaba segura al cien por cien.

Cuando abrí los ojos, me sorprendí por la imagen que encontré frente a mí y por el hecho de ver mi playera de dormir sobre el pequeño sofá al otro lado de la habitación. Tuve que parpadear varias veces para lograr recuperarme de mi sueño y recapitular cómo llegué aquí. Una vez estuve más despierta, giré sobre mi eje para sentarme sobre la cama y adaptar mis ojos a la luz de sol que entraba por la ventana.

Sin mucho ánimo, terminé levantándome al percibir el sonido de sartenes y otros utensilios siendo utilizados. Él reloj en la mesilla de noche, marcaba las siete menos diez de la mañana, e indudablemente creí que se trataba de Collins, pero otro sonido un poco más fuerte, como si se hubieran caído varías ollas, provocó que rápidamente terminara de colocarme mi sudadero y saliera corriendo de la habitación para descubrir de qué se trataba.

Sentí la respiración aumentarme, al igual que mi estado de alerta, pero este tan sólo se detuvo al llegar a la cocina y encontrar a Amanda con un uniforme mal colocado, mientras buscaba algo en una de las tantas gavetas.

La estufa estaba encendida, con un sartén al que le salía humo encima de una de las hornillas. Alrededor sólo podía observar utensilios regados por doquier, harina, sartenes, e incluso creo que hasta un huevo quebrado, sin contar el regadero en la licuadora y su perímetro.

Un suspiro lleno de rabia, o quizás desesperación, salió de mis labios, mientras sentía como mis manos se hacían puños para aguantar la necesidad de sacar a Amanda de allí y obligarla a limpiar junto a mi, semejante cochinero.

—Oh. Buenos días, Issi-Iss —exclamó en cuanto me vio recostada en el umbral—. Estoy preparando el desayuno como una buena invitada.

—Buenos días, Amanda. Yo creo que no era necesario hacer... esto.

—¡Claro qué sí!

Sonreí con fingido agradecimiento, antes de recostar mi cabeza sobre la columna de la puerta a un costado mío y llorar internamente.

¡Por todos los cielos! ¡Jamás había visto tal desastre!

Me llevaría horas limpiarlo todo. ¡Horas!

La puerta de entrada se abrió unos segundos después, y un Collins con el cabello mojado entró. Luego de saludarnos a ambas rápidamente, corrió a la habitación. Lo seguí más por encontrar una salida que por querer hacerlo. Lo encontré en el baño, terminando de colocarse la camisa que dejó planchada desde el día anterior.

—Tenías razón. Mandy es... desastrosa —expresé con bastante pesar.

Collins levantó la vista para observarme con diversión, mientras terminaba de abotonarse la camisa.

—Yo te lo advertí, muñeca. Pero no te preocupes, voy a llamarle a Diane para que venga a limpiar el desastre que seguramente hizo.

Comencé a negar, pues la idea no me agradaba ni un poco.

—Dios, muñeca. No voy a permitir que limpies sola todo esto, además hoy es tu primer día de trabajo y quiero que llegues relajada y fresca, lista para todo.

De nuevo negué y él lanzó un suspiro, mientras pasaba su mano sobre mi mejilla.

—Yo limpiaba sola el departamento cuando vivía con Patrick.

—No creo que fuera muy difícil, considerando que ambos mantenían ese lugar como una fotografía de revista —señaló e internamente los recuerdos me golpearon sin pena.

—He limpiado el departamento la semana qué pasó.

—Si, pero yo te ayudaba a mantener todo en orden y también limpiaba junto a ti. Y siendo realistas, yo jamás ensucio como lo hace Amanda.

En eso si le daba la razón.

—Bien. Llama a Diane, pero yo voy a ayudarla.

—Eres una terca, muñeca. Discutiría más contigo, pero se me hace tarde.

Terminó de colocarse su saco y una vez listo, tomó su maletín colgado junto a la puerta del cuarto y se giró hacia mí.

—Creo que voy a despedirte aquí —señaló y sin más preámbulo me dio un beso capaz de convertir mis piernas en gelatina. No fue muy largo, pero bastó para dejarme ansiando volver a tenerlo a mi lado—. Vuelvo a la una para que vayamos a almorzar.

—Creo que sería mejor ir a cenar. Entro a las dos y no considero que el tiempo nos alcance para comer.

Él asintió y volvió a revisar su reloj.

—De cualquier forma vengo a la una para comer contigo.

—¿No vas a desayunar?

—Comí saliendo del gimnasio junto a Patrick.

Una pequeña línea se formó en mis labios sin que pudiera evitarlo. Me tragué las ganas de preguntar si había dicho algo sobre mí y luego sonreí sin mostrar los dientes para no demostrar cuanto me dolía no haberlo visto en tanto tiempo.

—Él te quiere, muñeca. Dale su tiempo.

Asentí a las palabras de Collins, pero no fui capaz de creerlas. Él no conocía a Patrick como lo hacía yo y no sabía del inmenso rencor que era capaz de guardar en su corazón.

Sin más, caminó por el pasillo hasta irse, yo lo seguí para volverme a encontrar la cocina echa un desastre, pero ya no a Amanda en ella, pues ahora se encontraba sentada en uno de los bancos de la encimera, mientras comía panqueques y tomaba jugo.

Había un plato con comida a su lado.

—Es para ti —dijo con la boca llena, al tiempo que me observaba con alegría.

Caminé hasta sentarme a su lado y luego de agradecer,  comencé a comer. Debo admitir que sabían muy bien, pero eso no quitaba el hecho que había ensuciado por completo la cocina para hacerlos.

Mientras comía y disfrutaba de los deliciosos panqueques, hablé con Amanda sobre temas sin mucha relevancia, era bastante agradable su compañía, aunque en un principio me causó mala espina, ahora era todo lo contrario, podía decir que incluso estaba comenzando a considerarla una amiga. Y es que ella era muy fácil de querer, a pesar de ser también muy desesperante.

Yo olvidé por completo que ella debía ir al colegio, no fue hasta que un mensaje le llegó que ambas nos percatamos que era tardísimo. Faltaban como diez minutos para las ocho y su clase iniciaba en ese tiempo. La vi correr a la habitación por su mochila y luego salir despavorida sin perder el estilo. Había elegancia en cada uno de sus movimientos, incluso en el semi recogido que se hizo, en menos de un minuto, en el cabello.

Me quedé sola terminando de comer, tan sólo pensando y llenándome de recuerdos sobre la maravillosa noche que pasé al lado de Collins. Dejé de hacerlo en cuanto la puerta de entrada sonó, me acerqué para abrir y descubrir a Diane muy entusiasmada para limpiar. La saludé con efusividad, y aunque al igual que Collins no quería permitir que la ayudara a limpiar el regadero de la cocina, terminé ignorando sus peticiones al hacerlo de igual forma. Cuando terminamos allí, ella señaló que le daría una pasada al resto del departamento; yo en cambio le indiqué que iría a la terraza para limpiar el popó de Waffle y estar un rato con él, ella sonrió ante mi acción, pero no me dejó mucho tiempo sola, la descubrí observándome disimuladamente a cada poco.

Al principio lo tomé como normal, pero luego que lo hizo más de tres veces si me pareció fuera de lugar, sin embargo tampoco se lo reclamé, pues entendí su preocupación, ella de seguro se había enterado sobre lo que pasó conmigo hace unos meses en el balcón. No iba a hacer un escándalo ante sus acciones, a pesar que no me agradaban.

Ya no volvería a atentar contra mi propia vida, pero eso jamás quitaría el hecho que los que me rodeaban siempre estarían pendientes de ello cuando me encontrara en una situación similar, como en este caso.

Estuve bastante rato con Waffle corriendo de un lado a otro y acariciando su cabeza cada que tenía oportunidad. Me detuve cerca del sofá en el que Collins y yo estuvimos la noche anterior, justo cuando mi celular comenzó a sonar dentro del bolsillo de mi sudadero.

Se trataba de Damien. No había hablado mucho con él desde el día de la exposición de Amanda, donde me confesó que una de sus grandes aficiones era la fotografía. Ese día además, le conté acerca de lo mucho que necesitaba un departamento y lo costoso que era conseguir uno para mí sola. Él como un buen amigo se ofreció para ayudarme a conseguir uno, yo acepté su propuesta, pero se había tardado en buscarme.

—Damien —saludé, sin despegar mi vista del paisaje que me  brindaba el lugar.

—¿Cómo estás, Iss? —Su voz se escuchaba bastante fresca, justo como si acabase de darse un baño.

—Bien, aunque un poco nerviosa.

—¿Por ir al bufete? ¡Vamos, será como si hubieras vuelto de unas vacaciones!

Reí ante su comentario. Waffle me observaba con sus oscuros ojos, como si vigilara lo que hacía y decía.

—¡Claro! No lo había pensado —Ahora fue él quien rió por lo que dije.

—Me alegra que vuelvas —confesó—. Ya extrañaba nuestras charlas profundas mientras preparábamos el café de nuestros jefes

—Súper profundas. Aunque creo que ahora ya no vamos a llevarlas a cavo, ya que no estaré más con el licenciado Stewart.

Damien lanzó un suspiro, y casi lo imaginé negando con la cabeza.

—No te preocupes por ello, iré a visitarte al archivo para llevarte café. Los rumores dicen que ahí es donde van a mandarte.

Ahora fui yo quien suspiró, no me agradaba mucho aquella idea, pero peor era nada.

—Gracias por ser tan considerado, después de todo es un lugar bastante sombrío.

Ambos reímos ante aquel chiste que entendíamos a la perfección. Waffle comenzó a ladrar en ese instante y lo único que pude hacer fue observarlo con recelo, mientras me agachaba a abrazarlo, él sin embargo se negó alejándose sin dejar de ladrar como loco.

—El lado bueno es que podrás leer todos los casos que quieras sin que te reprendan por perder el tiempo —rememoró, ya que de esa manera fue como nos conocimos, él me encontró sentada en las gradas esculcando los casos nuevos del licenciado Stewart y me dijo que no debería de hacerlo. Recuerdo que lo observé mal y enseguida mi rostro cambió al percatarse que él no me reñía, sino al contrario me alertaba, al  haber observado que mi jefe se encaminaba hacía mí. En cuanto este llegó a mí, comenzó a alegar de manera sutil y educada que no debía de meter mi nariz en donde no me importaba.

Aquel día, cuando me encaminé a preparar el café de mi jefe, Damien llegó y me preguntó como me encontraba luego de aquel suceso, y también me confesó que algunas veces también hacía aquello; quizás lo hizo por hablador o a lo mejor para hacerme sentir menos idiota, cualquiera de esas dos opciones consiguieron que comenzáramos a hablar a diario cada vez que nos encontrábamos por casualidad en la cafetería de la oficina.

—Qué chistoso amaneciste hoy.

—Y a penas son las diez y media de la mañana. Pero espera a que te diga lo siguiente y tu estado de ánimo subirá otro nivel más —anunció como si fuera un narrador de infomerciales.

No pude evitar reír ante su forma de actuar, pero tampoco omití el como las incógnitas comenzaron a rondar en mi cabeza.

—¿Acaso se trata de cómo al fin han atrapado a Tayler Hill?

—Eso provocaría un nuevo día festivo en el calendario, Iss. Tampoco son tan buenas noticias.

Lancé un suspiro completamente fingido y lleno de derrota. Yo también podía bromear cuando quería.

—¿Entonces de qué se trata?

—Te he conseguido un departamento, tal como me lo pediste, claro que no exactamente en la ubicación que querías. No está tan alejado del centro, y el barrio en el que se encuentra es un lugar decente; el edificio se encuentra en excelente estado y el departamento también lo está. Como lo querías, pequeño, económico y accesible. Además está en el último piso, y tiene una excelente vista a la plaza y el mini parque de enfrente.

—¿Hablas en serio? Vaya... es genial —admití, sin embargo a pesar  de que quería estar alegre ante tal noticia, no podía lograrlo por completo.

—Podemos ir a verlo para que le des el visto bueno, ha no ser que hayas cambiado de opinión.

—No. No, por supuesto que no. Tan sólo, no sé, creí que... —hice una pausa para negar y colocar los pies sobre la tierra—. Nada, olvídalo.

—Avísame cuando podemos ir, pero sería mejor que fuera lo antes posible, no vaya a ser que alguien lo alquile antes.

Asentí aún cuando él no podía verme, luego le dije que le avisaría en la tarde cuando estuviéramos en el trabajo, y finalmente colgué la llamada.

No voy a mentir diciendo que no me entusiasmaba la idea de tener un departamento para mí sola, pero de cierta forma, la idea también provocaba que la nostalgia me invadiera. No necesariamente por el hecho de ya no estar más al lado de Collins, porque ambos necesitábamos nuestro espacio, no habíamos nacido pegado el uno al otro y aunque era agradable estar con él a diario, también era bueno que cada quien comenzara a tener un poco de soledad de vez en cuando, y yo también quería un lugar para mí, donde pudiera arreglar a mi gusto y pudiera resguardarme sin que nadie me molestara durante horas. La tristeza, era quizás por el hecho de que jamás había estado sola, siempre tuve a alguien conmigo, aún cuando por dentro me sentía abandonada.

Dejar el edificio era otro inmenso cambio que iba a costarme, pues luego de tantos años acostumbrándome a las paredes, las ventanas, las personas que habitaban en él, e incluso las calles para llegar, decirle adiós conmovía por completo mi ser.

Pero necesitaba esto, ya que quizás así terminaría de convertirme en una nueva mujer. Una Issia libre y con el poder suficiente sobre sí misma para comenzar a ser independiente.

Así que sin más, respiré profundo, sonreí a la nada y luego entré al departamento para llegar hasta mi habitación.

Nunca había terminado de empacarlo todo, porque de cierta manera guardaba la esperanza en que quizás me quedaría con Collins, pero ahora estaba segura que no sería así, que me iría y eso no sería un problema para lo que ambos sentíamos. Tomé las cajas que había amontonado en un rincón, y comencé a empacar cada objeto que me pertenecía y se mantenía intacto sobre el mueble de la habitación. Proseguí a guardar mi joyero y fue en ese momento que me percaté de algo, no estaba el relicario que me dio mi madre.

Intenté no entrar en pánico, pero no comprendía tampoco que se había hecho, se supone que lo había traído conmigo cuando volví del psiquiátrico, pero no estaba, no lo encontraba por ninguna parte y lo peor de todo, es que no recordaba cuando fue la última vez que lo vi. Solía no utilizarlo ya que me era muy preciado y no quería perderlo, además del hecho que a mí no me gustaba mucho usar cadenas, y ahora resulta que quien sabe como, había desaparecido.

Por un instante, la duda acerca de si lo había dejado en el hotel, me invadió, o si acaso tía Eleonor se lo había llevado por equivocación en su maleta. Debía preguntarle la próxima vez que habláramos. Tenía que aparecer, no podía haberlo perdido. Por el cielo que no podía.

Me tranquilicé llegando a la conclusión que se encontraba en algún lugar escondido y pronto aparecería. Porque estaba segura de que así sería.

Y con esa idea en mente, terminé de empacar la mayor parte de mis cosas, hasta que me cercioré de la hora para darme un baño, luego comencé a arreglarme para ir al trabajo. Me emocionaba volver, y también utilizar nuevamente mis bellos trajes y mis tacones. Amaba vestir de esa forma.

Peiné  bien mi cabello, consiguiendo atarlo en una coleta baja con una pequeña cinta. No faltaron un par de pendientes largos y maquillaje sutil para darle un poco de brillo a mi rostro.

Me reí de mi misma al darme cuenta que había empacado el bolso que tenía planeado utilizar, así que tuve que volver a sacar todo en aquella caja para poder sacarla y colocar lo que iba a necesitar dentro de ella.

Una vez terminado aquello, caminé hacía la cocina para buscar algo para hacer de almuerzo. La verdad es que comencé a arrepentirme de haberme negado a la salida para almorzar que propuso Collins, ya que no tenía los ánimos suficientes para preparar algo de comer.

Al final terminé por preparar una ensalada bastante liviana acompañada de pescado. Collins llegó justo cuando iba a comenzar a servir la comida y se negó a sentarse para esperar a que le sirviera, en cambio fue él quien pasó la comida y los platos, mientras yo me sentaba en el comedor. No lo felicité por hacerlo, ni lo observé como si fuera un gesto sobrenatural, pues él ya muchas veces me había indicado que no tenía nada de malo o anormal el que lo hiciera, al contrario, debía ser algo a lo que todos deberían estar acostumbrados.

Lo comprendía en aquel caso, y es que era irritante como muchos alagaban a un hombre cuando se paraba para levantar sus trastos sucios de la mesa, o cuando se le veía limpiando o cocinando, cuando debería ser algo sin importancia. El mundo debía comenzar a ser más equitativo y menos irracional.

Comimos mientras hablábamos sobre su día y el mío, está vez lo noté mas cercano y menos frío, me alegraba que fuera así. Omití el contarle que ya había conseguido un departamento, pues aún debía ir a verlo, pero se lo diría pronto, o cuando se le ocurriera lanzar su nueva pregunta favorita.

Reí internamente ante ese pensamiento y es que luego de toda esa horrorosa semana cuando me cansé de escucharlo mencionar aquello, hoy si me entusiasmaba que lo hiciera, pero como si al fin hubiera cumplido a mi petición del día anterior al verme irritada ante su insistencia, no preguntó nada de eso.

—Debo irme —exclamé, al tiempo que me levantaba de la mesa y llevaba mis enseres a la cocina para lavarlos.

Collins me indicó que pasaría dejándome y acepté porque se me había hecho tarde. Salimos del departamento rápidamente y en lo que bajaba el elevador no pude evitar ver más de tres veces seguidas la hora. Detestaba llegar tarde.

—¿Paso por ti para que vayamos a cenar?

Su pregunta me hizo despegar la vista del reloj que él me había regalado para mi cumpleaños.

—Me parece bien. ¿A qué hora estarás allí?

Desde que Cameron pasaba por mí, se me hacía indispensable salir a la hora indicada gracias a su insistencia y desesperación, me tenía muy bien adiestrada por tonto que se escuchara.

—Antes de las seis, eso te lo puedo asegurar.

Sonreí asimilando que él sabía el motivo de mi pregunta. A veces olvidaba que él me conocía muy bien, como nunca nadie lo había hecho.

—Solo espero que no seas como Cameron y te desesperes porque me tardo en bajar —comenté con diversión en el instante que las puertas del elevador comenzaron a abrirse.

Cambié mi vista hacía el frente y casi sentí como la sonrisa en mis labios tembló y mi cuerpo entero se volvió de piedra, excepto mi corazón, quién latía tan fuerte que incluso presentía que se notaba por sobre mi ropa.

En ese momento olvidé por completo como respirar, cual era mi nombre e incluso como hablar. Tan sólo podía observarlo sin siquiera parpadear, y con unas inmensas ganas de correr a sus brazos y refugiarme en su pecho como muchas veces antes lo había hecho.

Frente a mí se encontraba Patrick, el chico a quien aún consideraba mi mejor amigo a pesar del dolor que ambos nos habíamos causado. Sus ojos también me observaban, pero no con el mismo anhelo que yo, con sorpresa quizás, pero no había más que eso.

Deseaba saludarlo como si nada hubiera pasado, con la esperanza en que hubiera olvidado todo y poder volver a empezar, pero supe que tan sólo estaba soñando muy alto, cuando sin pensarlo mucho rodó los ojos y giró su cabeza hacía un lado.

Casi pude sentir la forma en que mi corazón se estrujó dentro de mi pecho y el alma nuevamente me dolió.

—¡Hola, Issia! —saludó Susan. Ni siquiera había notado su presencia, y sinceramente poco me importaba—. Me alegra tanto verte

—Hola. También me alegra verte, a ambos —confesé y mi corazón nuevamente palpitó como loco, aún con la esperanza que algo en Patrick se hubiera removido—. Hola, Patrick.

Lo observé esperando un saludo, un movimiento de cabeza o aunque fuera un susurro como el que yo había mencionado. La voz se me había trabado al saber que probablemente tan sólo me ignoraría.

—Hola —fue todo lo que dijo, acompañado de una de esas muecas que se suele lanzar cuando saludas a alguien que a penas y conoces, ese en el que aprietas los labios fingiendo una sonrisa que está muy lejos de serlo.

Los ojos comenzaron a escocerme a pesar de que quería evitarlo, pero tenerlo tan cerca de mí y darme cuenta que actuaba como si jamás nos hubiéramos visto, seguía doliendo como el día en que dijo que me odiaba.

Sentí la mano de Collins posicionarse sobre mi espalda baja y empujarme poco a poco fuera del elevador, pero no sólo lo hizo con esa razón, también para darme ánimo, lo supe en cuanto me acercó a su cuerpo y sus dedos comenzaron a moverse de arriba a abajo con dulzura.

—Fue bueno verlos a ambos, pero debemos irnos —Esta vez fue Collins quien habló hacía todos, rompiendo con el ambiente denso que había comenzado a formarse. 

Susan asintió con una sonrisa que más parecía de esas que dan en los velorios, mientras Patrick evitaba mi mirada buscando algo más emocionante en el elevador.

Ellos caminaron hacía el y Collins y yo comenzamos a encaminarnos a la puerta, no me podía creer lo que acababa de ocurrir, o más bien no quería terminar de asimilar que Patrick y yo jamás volveríamos a ser amigos, o siquiera a llevarnos bien. Y me negaba, me negaba a aceptar su decisión.

Fue quizás por esa razón, o por masoquista que giré hacía el elevador cuando estaba a punto de cerrarse y lo llamé con desesperación por su nombre.

Él levantó la vista y sus ojos dijeron mucho más que cualquier cosa. Y así viéndome directamente a los ojos, dolido, confundido y enfadado, terminó de romperme con sus palabras.

—Mi decisión sigue siendo la misma que él día en que supe la verdad.

Y con eso las puertas del elevador se cerraron y mi corazón a la esperanza de la salvación de   nuestra amistad también.

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Tranquilos, yo también he llorado al escribir lo último 🥺

¿Cómo les ha parecido el capítulo?

Algún comentario, duda, sugerencia o reclamo:

¿Enojados por la actitud de Patrick?

¿Qué piensan de Damien?

Y finalmente, pregunta random: ¿Del uno al diez que tan desordenados son?

Un beso y hasta la siguiente semana.

Cuiden el planeta, ahorren agua, borren sus correos electrónicos y mensajes viejos, rehúsen hojas, no mal gasten la luz, planten árboles y convenzan a sus amigos que también los hagan.

Con pequeños cambios podemos ayudar.

Los amo.

Mz

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