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Capítulo 10. El principio del destino


Desde lo alto de un balcón seguía con los ojos cada movimiento que realizaba Tony al intentar vencer a su contrincante.
Cada salto y cada finta, no perdía de vista a Stark en ningún momento. De algún modo se había convencido que si no dejaba de verlo, era como si lo protegiera.
« Es tu sangre.»
Tony le había propuesto, no, más que una propuesta había sido una solicitud. Solo debía darle un poco de su sangre, nada más; Tony se encargaría del resto, Tony se curaría a sí mismo a través del líquido rojo que le diera. El genio había intentado explicarle el cómo lo haría, pero Steve no había entendido ni la mitad de sus palabras y prefirió atribuirle la posibilidad a la magia de Asgard. Tony se lo había dicho como un chiste, pero él lo había adoptado como explicación.
Regresó al presente cuando vio a su amante ser derrumbado por Fandral. Tony usaba el escudo con torpeza y esquivaba los golpes con mayor destreza que el otro; empero, todavía conservaba el estilo de Iron Man, y un combate, como en el que se encontraba, no se ganaba con esa estrategia.
Tenía que usar el escudo como un arma también.
De repente, un ligero aroma a vainilla lo invadió, fue el preludio que anunció la cercanía de una dama. Desvió la mirada de Anthony para encontrar a su costado a Sif, la guerrera con la que había tenido un desafortunado encuentro.
No tenía que pensarlo, sabía que era lo correcto, así que no pretendió retrasar lo que era inevitable.
Adoptó la misma pose que usaba Thor al saludar a una mujer, inclinó levemente la cabeza y extendió la mano expectante, Sif debía ofrecerle la propia. Y lo hizo, tenía callos por las armas y batallas; no obstante, al mismo tiempo era suave. Steve depositó un suave beso en los blancos nudillos de ella.
—Lady Sif —dijo intentando sonar como lo hacía Thor—, le pido que me disculpe por comportamiento tan desafortunado que mostré a mi llegada. Yo no...
—Está bien, Steve. Un hombre que defiende a la... —La guerrera se detuvo un instante, como indecisa de qué decir—, persona que ama es siempre un guerrero dormido que despierta ante la mínima amenaza.
—Gracias.
Ambos sonrieron compartiendo un momento amistoso. Porque ella parecía entender la complicada relación que había entre Stark y él, la había descubierto mirándolos de reojo y con cierto significado en la mirada, como si...
El estruendo del metal contra el suelo lo sacó de aquel trance, volvió la vista a Tony preocupado ante la idea de que hubiera resultado lastimado. El escudo estaba en el suelo, la espada a un lado y Stark se alejaba a un ritmo demasiado rápido de él.
—Creo que debes ir tras él —murmuró Sif.
Inclinó la cabeza en comprensión, y luego salió despedido en pos de Anthony. No le costó mucho encontrarlo, estaba sentado en flor de loto sobre el césped en los jardines, aquello no fue lo que le robó la respiración sino la compañía con la que estaba.
Loki lo miró y Steve podría asegurar que de algún modo lo culpaba de algo. El hechicero le susurró a Stark y luego se levantó para desaparecer en una aura verde.
—Sigues siendo entre las asgardianas popular, Rogers.
—No es así.
—Parece que el perfecto Steve dientes hermoso Rogers se quedó en la Tierra.
—Jamás he sido perfecto, Anthony. He errado más de lo que me gustaría admitir por querer hacer todo bien.
—Sí, como sea —dijo con desdén.
En ocasiones Anthony podía ser un niño malcriado, colocó las manos en la cadera y respiró profundo antes de acercarse.
—Mñn —Rodeó a Stark por la espalda y descansó el mentón en su hombro. Desvió el tema—. He pensado en lo que dijiste.
—¿De verdad? —Tony ladeó el rostro lo suficiente para poder verlo.
—Te daré lo necesario para que puedas hacer el suero.
Stark encontró sus manos y las envolvió con las suyas.
—No haré con tu sangre nada que no te haya dicho —prometió.
Plantó un beso en el cuello de Anthony, ligero y sin humedad. Un leve contacto cargado de sentimiento. Intentando dibujar la devoción que sentía por él, el amor insondable que le profesaba sin poder hacer algo para que el sentimiento no le calara tan hondo, dejándolo casi vulnerable.
Steve se imaginó a Abraham, el científico que hizo el suero del super soldado, retorcerse en su tumba. El Capitán América había caído por amor, por un hombre el secreto de su sangre iba ser desvelado.

El Capitán había fallado.
Luego se sentó a su costado, estuvieron envueltos en silencio y disfrutando de la brisa que llevaba consigo distintos olores de las flores de Asgard.
—Entonces, ¿desde cuándo tú y Loki se hicieron tan cercanos? —No había querido sonar desesperado o necesitado, pero su voz lo dejó en evidencia.
—Tú y yo somos un par de extraños aquí, Steve, pero al menos estábamos los dos, cuando te fuiste fui yo el rechazado, incluso con la bienvenida de Thor los aesir no fueron especialmente amables. No es necesario decir que se vio a sí mismo en mí.
—Supongo que le debo un favor, en tal caso. —Miro a Stark a los ojos y le sonrió.
—Señor Stark, y señor Rogers. —Una mujer se acercó corriendo—. El rey hará un anuncio, todos deben estar en el gran salón.
Quedó extrañado, nadie le había dicho nada. Tampoco Anthony.
—Vamos para allá —dijo y ayudó a incorporarse a Tony.
—Oh —murmuró la mujer y con un rubor en el rostro añadió—, el hijo de Odín ha dejado prendas apropiadas para la ocasión en sus aposentos.
Stark soltó una carcajada.
—No somos dignos del discurso del rey con esta apariencia.
—No, parece que no. —Envolvió a Tony con un brazo, y le besó la frente antes de avanzar.
Una vez duchados y vestidos salieron a donde el rey se hallaba. El bullicio era sosegado, los grandes y gruesos muros mantenían la algarabía dentro del lugar.
El Gran Salón estaba decorado con velas de tonos dorados y rojos, las luces bañaban el interior con sombras resplandecientes, y largas mesas ofrecían manjares a aquel que estuviera dispuesto a tomarlos, las jarras rebosaban de alcohol y las copas vacías. Pero nadie se había sentado, sin embargo.
Se removió incómodo en el traje, la piel era suave y flexible, pero no estaba acostumbrado a pasear con ropa tan pesada, tenía adornos de metal en los hombros, en los muslos y en los tobillos. La capa también hacía del conjunto más pesado. ¡Incluso las botas tenían piedras azules incrustadas!
Anthony contenía el problema mejor que él, aun cuando el cuero se le pegaba al cuerpo como una segunda piel. Imaginó que siendo Iron Man estaría más acostumbrado a lidiar con cosas como esa. El traje de Tony, a diferencia del suyo, tenía una capa dorada ladina, y los colores variaban en tonos rojos y dorados.
Thor los había vestido con los colores que usaban en la tierra.
Hasta el fondo, y en la parte más alta se encontraba Thor, sobre una tarima que les permitía a todos los invitados apreciar la suntuosa figura del dios del trueno. El rey tenía a su izquierda a Lady Sif y los tres guerreros que eran sus amigos, a su derecha solo estaba su hermano adoptivo. Loki lucía... radiante, el cabello negro parecía brillar y mostrar la piel ya pálida aún más, los ojos verdes estaban iluminados por las luces y por algo en su interior, tenía el semblante sereno, con los brazos a los costados y el porte elegante.
Por la manera en que lo miraba, Steve podría jurar ante todos que Loki además de admirar a su rey, lo amaba. Steve se burló de sí mismo por creer semejante milagro. Pues solo eso, haría a Loki amar a Thor.
—Por favor, mis amigos, presten atención a lo que hoy proclamaré, porque cambiará nuestro mundo y la historia escribirá de este día cientos de tomos. —La voz del dios del trueno se elevó por sobre todas las demás, el rey lucia imponente con la armadura plateada y la capa roja, el martillo descansando a un costado de donde él estaba parado—. Como rey, es mi deber brindarles un heredero, pero también, como rey, mis nupcias no solo deben hacerme feliz, también deben brindarles paz.

»El matrimonio desde tiempos antiguos ha sido la clave para la armonía, uniendo reinos y haciendo amigos a quienes lucharon en bandos contrarios. Es por ello, por amor a la persona y por amor a mi pueblo, que decido hacer lo que ningún rey de Asgard se ha atrevido a hacer antes.
Steve no lograba adivinar de quién se trataba, oteó entre la gente en busca de Jane, que incluso resultaba ridículo porque Asgard y Midgard no tenían problemas, los mundos estaban en paz. Thor guardó silencio por eternos segundos, agachó la mirada y alzó el rostro para volver a hablar, la determinación estaba grabada en los iris azules del dios.
»Me casaré con un jotun. Loki será mi consorte.
Hubo una exclamación al unísono, los presentes no esperaban aquello. Incluso Steve contuvo la respiración.
Loki fue tomado por su hermano, llevándolo hasta el trono y entrelazando sus manos para demostrar que no se trataba de alguna broma cruel.
Steve no pudo descifrar la expresión del dios de las travesuras, estaba rojo de eso no había duda, pero no comprendía si era de furia, vergüenza o qué. Fuera de color del rostro, Loki demostró que era un príncipe de Asgard, su semblante se mantuvo estoico.
Stark rompió el silencio que se había creado y aplaudió con fuerza, no tardó en unirse y el resto del pueblo también.
—Por favor, disfruten de este banquete en honor al compromiso de su rey —declaró Thor.
La gente no se hizo de rogar, y fue ocupando un lugar en las mesas. Steve se sentó junto a Tony, quien intentaba ocultar una carcajada.
—¿Qué es lo gracioso?
—Todo. Es decir, míralo. Hace ya varios años Loki intentó dominar la Tierra, hace no tantos años Loki seguía traicionando a su hermano y hoy... hoy Thor anuncia que se casará con él. —Tony se ahogó intentando no reír.
—Ya veo... —murmuró pensativo y, entonces, sintiéndose un niño preguntó—: pero cómo podrían tener un hijo ellos, son hombres. Es decir... No creo que Loki sea mujer en secreto. Y nadie parece preocupado por ello, les preocupa más que se trate de Loki, el dios de las mentiras.
Stark entonces soltó una carcajada sin inmutarse por su presencia, sabía que eso pasaría e incluso con el riesgo había cuestionado lo que un niño de primaria.
—He leído que en Jotunheim no hay mujeres. —Stark se llevó un trozo de pan a la boca antes de continuar—. Eso implica que sus cuerpos son aptos para reproducirse entre ellos.
—¿Loki es hermafrodita? —inquirió azorado.
—Criatura tonta. —La voz del mentado sonó a sus espaldas.
Steve volteó avergonzado.
—Incluso el Capitán, el hombre perfecto y mejorado, tiene problemas de comprensión. Es por ello, que los niños deberían ser versados en algo más que el usar la fuerza bruta como solución a todo —continuó Loki y se hizo de un lugar entre ellos, con la espalda recargada en la mesa.
—Lo siento.
—Los jotun funcionamos igual que ustedes, sí. Tenemos sexo de la misma manera en qué tú y Tony, la diferencia radica en que yo puedo albergar vida.
—Pero tú no tienes, ya sabes... ¿óvulos?
Loki rodó los ojos, y Tony contuvo una risilla.
—Debo irme, Capitán, este no es mi lugar. —Loki se levantó, y se acercó su oreja para susurrar—. ¿No ha notado que la piedra no quema?
El Embustero se fue con una amplia sonrisa en los labios.
En reflejo, llevó sus manos a la muñeca de Stark en busca de la pulsera, seguía en su sitio. Hizo lo mismo con la suya. Eso no podía ser, Anthony estaba rodeado de alcohol, por qué no quemaba, por qué no sentía la ansiedad corroyendole la espalda.
Sonrió al comprenderlo, Edward ya no tenía la dependencia al licor como otrora. Sin importarle los presentes, sujetó el rostro de Tony con ambas manos y besó sus labios con lentitud, agradeciendo que no estuviera sufriendo por culpa del alcohol. Cuando por fin lo dejó ir, descubrió a Sif observándolos.
—¿Y eso a que vino?
—A nada —respondió.
Comieron tanto como sus estómagos se los permitieron, y Stark bebió jugo de uva en lugar del vino que ofrecían, había sido una cortesía de Loki según las palabras de la mujer que les llevó la jarra.
En la Tierra jamás había asistido a una fiesta de compromiso, tampoco disfrutado de un banquete como ese, y esa ausencia de buenos momentos le hizo cuestionarse si existía realmente una buena razón para regresar. Tony parecía estar bien allí, lucía en paz y las líneas de expresión que en la Tierra parecían no desaparecer, en esa tierra dorada lo habían hecho. Había tranquilidad en el rostro de Anthony. No podrían vivir por siempre en el castillo de Thor, Tony no toleraría depender del dios. Tony daba no pedía, así que terminarían por buscar una casa, un lugar en donde ambos vivieran sin temores ni culpas. Ambos buscarían en que ocupar el tiempo y cómo ganar dinero para sobrevivir, y al final tras un largo y pesado día volverían a casa, podía funciona, Steve podía hacerlo... Tony no, nunca había trabajado, al menos no como tal.

Desechóla idea porque él como un hombre perdido en el tiempo no tendría mucho queabandonar, nada quizá, pero Tony, Tony estaba en su época, tenía al equipo, amigos,una compañía inclusive. Rio con tristeza al ver el sueño deshacerse tan fácilcomo lo había imaginado.
—¡Steve! —Thor palmeó con fuerza su espalda—. Mi amigo, ven a probar conmigo elvino de las diez mil vidas. No cualquiera puede tolerarlo.
Steve miró a Tony.
—Oh, por favor, señores. Vayan, que estoy seguro que Rogers sabrá perfectamentequé hago. —Tocó su pulsera y miró la de Steve.
—Oh... —Se había visto descubierto.
—No se diga más. —Thor lo condujo hasta la mesa principal, allí donde estaba ély Loki.
El hijo de Odín le tendió una copa más llena de lo apropiado y le indicó que labebiese.
Lo hizo, y el paladar le burbujeó con el sabor, su garganta recibió unagradable calor que hacía mucho no había sentido.
—Sabe... a vino.
—¡Claro que sí! Es el vino de Asgard.
—Ten cuidado, Steve —advirtió Loki—, incluso el grandote de Thor se embriagacon facilidad al beberlo.
Se hizo de un lugar al costado del rey, y bebió con él en medio de largas ygenuinas risas. Y cuando menos lo sintió, el calor del vino había anidado enél. Reía sin tapujos y aunque se había desinhibido bastante, rechazó con todala amabilidad que pudo a las mujeres que se le acercaron para intentar quebailase con ellas.
Tal vez era tiempo de bailar con Tony, sí, con Tony nunca había bailado, élseguramente sabía hacerlo muy bien. Es decir, caminaba con algo más queelegancia, si un acto tan mundano resultaba por él en algo digno de contemplar,sería lo mismo con la danza. Sí, Anthony lo ayudaría.
Busco con la mirada al que era su esposo. Bueno, todavía no lo era, pero prontolo sería. Si Thor podía casarse por qué él no. Saboreó del título. «Anthony Edward Stark, esposo de Steve Rogers.» No sonaba mal. «StevenGrant Rogers, esposo de Tony Stark»,sonaba mejor incluso.
No lo encontró por más que paseó la mirada entre la gente, entre las parejasque ya bailaban tampoco tuvo suerte.
¿Dónde estaba Anthony? ¿Lo había abandonado? Pero no había hecho nada malo.¿Estaría molesto? ¿O triste? No, no, no... Tony no se había enojado con él porqueno había hecho nada mal, todo lo contrario.
Se levantó de la silla y se adentró a la muchedumbre. Anthony no podía dejarlo,si lo hacía lo destruiría. ¿Dónde estaba?
Las lágrimas amenazaron con salir, y una mujer lo detuvo de su empresa.
—¿Pasa algo, Steve? ¿Estás bien? —Sif tenía una mano sobre su hombro.
—Estoy buscando a mi esposo —dijo rompiendo a llorar, la desesperación haciendomella en él—. No lo encuentro y quiero bailar con él.
—¿Tu esposo? —Era la voz de Fandral.
—Sí —respondió al borde de la paranoia.
—¿Cómo es él? —El guerrero reprimía una sonrisa.
Sif lo miraba con desaprobación. Steve no entendía cuál era la gracia de sudesdicha.
¿Cómo era Tony? Y contestó con el corazón en la mano, con la verdad más puraque su cabeza pudo crear.
—Hermoso.
Sif sonrió con ternura y entonces lo condujo hasta Tony.
Y el ciego volvió a ver el sol, el sediento sació su sed y el hambriento comió.Abrazó a Anthony con fuerza y respirando su olor se tranquilizó.
—¿Qué pasa, Cap? —Acariciaba con amor su espalda, luego se dirigió a Sif—. ¿Quépasó?
—Creo que está borracho. Buscaba a su pareja, y todo lo que dijo de él fue queera hermoso. 

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