—¿Qué vas a hacer? ¿Piensas matarme? Por favor, has tenido muchas oportunidades y nunca lo has hecho. Sabes bien que si algún día dejo de existir, tu vida perdería sentido y esta vez sí te quedarás completamente solo.

—¿Eso crees? — enarqué una ceja.

—Ambos sabemos que le temes a la soledad. Los dos lo hacemos —se levantó de la cama, rodeándola para alcanzarme—. ¿Existe alguien en este mundo, aparte de mí, que pueda aceptarte como eres y que te ame sobre todas las cosas? —acarició mi mejilla, alargando un suspiro—. Sé que me amas, aunque te sigas mintiendo a ti mismo, Athan. Uno no deja de amar de la noche a la mañana. Lo veo en tus ojos. No todo lo que ha pasado entre los dos ha sido malo y lo sabes, pero eso nos ha servido para que lo nuestro se fortalezca. En lo personal, esto que ha pasado me ha servido para darme cuenta de que eres el único hombre que existe para mí.

Llevé mis manos a sus mejillas, llevando a la vez su cabello por detrás de sus orejas y analizando la sonrisa que se dibujó en sus labios.

—¿Lo ves, Athan? Hay cosas que nunca cambian.

—¿Sabes cuál es tu problema, Estefanía? Después de tanto tiempo juntos, sigues sin conocerme y subestimándome. Todo eso es porque no tienes idea de lo harto que estoy de ti — enrosqué mis manos en su cuello con precisión y fuerza, las suyas descansaron en mi antebrazo—. Te recuerdo que ese fue el error de mi progenitor y de la maldita bruja de tu madre, por eso terminaron convirtiéndose en un exquisito estofado— arrojé su cuerpo en la cama, tomando el control de ella, sin dejar de ejercer fuerza en su cuello; una y otra vez, hasta que su rostro fue cambiando de color; intensificando ese rojo que por tanto tiempo había anhelado ver en ella, en el mismo que soñé tantas veces.

Pude entenderlo todo. Esto era lo que siempre había querido. Todo este tiempo había pensado que era una simple fantasía, algo irreal, pero siempre estuvo presente en mi mente, más ahora se reproducía una y otra vez, dándome cuenta de que si ella hubiese desaparecido, me hubiera ahorrado todo esto y esas fantasías se hubieran ido con ella.

Su saliva se escurría por sus labios, mientras que se ahogaba en sus propias lágrimas, pese a la falta de aire y el dolor de mis uñas enterradas en su cuello, no se defendió o simplemente se rindió muy pronto.

«Gracias», fue la palabra que logré entender por el movimiento de sus labios. ¿Por qué me agradece? No lo sé. Tampoco me interesa.

Dentro de mí buscaba sentir algo; tal vez arrepentimiento, pero lo único que pasaba por mi mente en esos momentos fue todo lo que pasó entre los dos desde el día uno. Pensar en lo justo o injusto, no cambiará el hecho de que se volvió una maldita sombra del pasado que seguiría atormentándome y debía exterminar antes de que me consumiera y me sumiera a ese baúl de recuerdos y vivencias que no quiero cargar por más tiempo y quiero enterrar ya. Ella es la única conexión que tenía al pasado.

Había estado dispuesto a darle la oportunidad de separar nuestros caminos, de desligarnos por completo, pero ella se empeñó en regresar a amargarme la existencia.

Debía culminar con este ciclo. Mas ahora que, por primera vez en mis miserables años, tengo una razón para seguir de pie y aferrarme a esta vida que por tanto tiempo no le vi sentido.

Por fin me sentía liberado. Era ella quien me hacía sentir un enorme peso en los hombros y vine a descubrirlo ahora.

Pasé largas horas desapareciendo su cuerpo y regando sus partes en diversas calles para que los animales pudieran saciar su hambre. Después de todo, Estefanía cumplió con su propósito, incluso después de haber abandonado este mundo.

Me aseguré de que la casa quedara impecable antes de abandonarla, después de todo, necesito venderla e irme lejos. Este es el primer paso a la nueva vida que verdaderamente anhelo tener.

Regresé al apartamento con el mejor de los ánimos, luego de haber estado pensando y deseando en el camino reunirme con Ashley. Llegué sigilosamente para sorprenderla no solo con mi llegada, sino por los planes que tenía en mente, pero la vi quemando algo en la cocina. Me acerqué a ella, pensando que estaba en peligro, pero noté que sobre la encimera había varias fotos y una carta donde reconocí la letra de Estefanía. A simple vista reconocí el rostro de esa mujer que tuve encerrada en el sótano por varios meses.

Ashley retrocedió, hasta que su espalda chocó con la nevera. Lo vi en sus ojos, estaba aterrada de verme. Se notaba a leguas que estaba llorando, sus ojos rojos y sus mejillas la delataban.

Maldije dentro de mí muchas veces al recordar las palabras de Estefanía. Ella tenía planificado todo esto y caí en su trampa. Aún después de muerta, no dejará de ser un grano en el culo.

En la carta Estefanía le estaba pidiendo que hiciera lo que considerara correcto. Claramente quería incitarla a joderme. Tenía evidencia de sobra para hundirme, aun así, no me delató con la policía, porque deseaba darme por dónde más duele. Sabía que esto iba a derrumbar por completo la vida que llevo ahora. ¡Maldigo el puto día que tuvo que aparecer Estefanía en mi miserable vida!