—Athan es mi verdadero nombre, pero eso no debe salir de ti nunca.

—¿Puedo saber la razón?

—Digamos que no nos conviene, especialmente a ti, digo, si es que te importa el futuro de ese bebé.

—¿En eso entra esa mujer?

—Olvídate de ella, lo mejor es hacer de cuenta que no existe y nunca existió.

—Ella me dijo que eras peligroso.

—¿Eso dijo?

—Sí, pero nunca me dijo la razón.

—Escúchame bien, Ashley. Estefanía está en el pasado. No puedo borrar lo que pasó entre ella y yo, el fracaso y la decepción, pero no vale la pena amargarnos la existencia mencionando a esa mujer en lo de nosotros.

—¿Qué de nosotros? ¿Qué hay entre tú y yo, Athan? Dices nosotros como si estuviéramos saliendo. Quiero que te quede claro una cosa; no pienso amarrarte a mi por este bebé. No soy ese tipo de mujer. El hecho de que esto se nos haya salido de las manos, no implica que estás en la obligación de salir conmigo. Tengo claro mi lugar.

Entre ellas dos no hay comparación. Me acabo de dar cuenta de que he estado ciego por mucho tiempo. En este caso, Estefanía estaría diciendo todo lo contrario, aprovechándose de la situación, porque estas eran sus razones; atarme a ella. Al darse cuenta de que no le funcionó, aplicó el papel de víctima, queriéndome dejar como el malo.

—¿De qué te ríes?

—Eres tan distinta a ella… —murmuré, alargando un suspiro—. ¿Por qué no te conocí antes? Bueno, aunque si examinamos las cosas con detenimiento, en ese tiempo aún no estabas ni en los testículos de tu padre.

—Eres tan vulgar.

—Iba a encargar algo de comer ahora — acaricié su suave mejilla—, pero me he antojado de algo mejor…

Durante la semana decidí regresar a mi casa en busca de las escrituras y a eliminar cualquier rastro que pudiese causar problemas futuros en mi clínica privada. Cuando entré por último a mi habitación, me sorprendió encontrar a Estefanía recostada en mi cama. Hace una semana que no la veía, pero no pensé que iba a encontrarla tan pronto y menos aquí. Pareciera que se ha estado quedando en mi habitación.

—Tú otra vez… — reprimí un gruñido de molestia.

—Sabía que vendrías en algún momento, Athan. Después de todo, este sigue siendo nuestro hogar. No puedo creer que te hayas ido a vivir con ella. Dime, ¿qué hice mal? Si todo lo que hice fue darte lo mejor de mí. Te entregué mis mejores años. Arriesgué todo por sacarte de ese lugar. Me quedé a tu lado, sin esperar nada a cambio. Estuve en tus peores momentos, cuando no teníamos nada. Nos teníamos el uno al otro, para mí eso era suficiente, pero me mentiste. Dijiste que siempre estaríamos juntos, en cambio ahora, sin ningún remordimiento en tu rostro, me dejas por alguien que no te daría ni la mitad de lo que te he dado, que cuando se entere de quién eres en realidad, te dará la espalda.

—Sigues viviendo atada al pasado, a lo que fuimos y eso te ha jodido el cerebro. Nunca vas a cambiar, mientras no dejes ir el miserable pasado. En su momento te agradecí lo que hiciste por mí, y te lo pagué cuidando y velando por ti y dime, ¿en qué momento te he sacado en cara lo que hice? Estuve ciego, pero esa venda me la han quitado de los ojos. Me vi reflejado en ti y en lo que era. Estábamos completamente solos, batallando contra esos demonios que nos lastimaron tanto, por eso confundimos las cosas. Nos aferramos a eso que sentíamos, a esas hormonas revueltas y ganas. Los dos nos equivocamos. Todos estos años he sido infeliz, porque quise obligarme a mí mismo a sentir algo por ti, pero lo único que sentía y todavía ahora siento hacia ti; es lástima, y un profundo odio y resentimiento que me está quemando el alma. Te has convertido en la imagen y semejanza de esa bruja que tanto nos costó desaparecer. Me he dado cuenta de que en este miserable mundo no hay espacio para los dos; porque por más que trate de darte la oportunidad de alejarte, siempre vuelves a buscarme y a lastimar a los que me rodean, porque estás enferma y cerrada. Antes hubiera hecho hasta lo indecible por arreglar esta mierda, pero la única solución que tiene lo nuestro, es que tú desaparezcas para siempre.