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S5. Familia ·FINAL·

—¿Redondita?

—No es una crítica, todo lo contrario, solo dije que te ves hermosa así como estás.

—Gracias. Es la primera vez que dices algo al respecto.

—Si no lo había hecho es porque no quieres que me acerque a ti. Es muy poco lo que hablamos.

—Cuando te pedí espacio, no me refería a que te mantengas tan distante.

—Entonces, ¿a qué te referiste?

—Gracias por este hermoso detalle. Es la primera vez que me regalan flores y son muy hermosas. Las pondré en agua.

Esta chiquita me confunde. Quien ha estado distante es ella. ¿Por qué quiere hacer ver ahora que he sido yo quien actúa de esa forma?

La seguí a la casa, ella se desvió a la cocina, mientras que yo me senté en el sofá. No sé qué estaba esperando, pero no quería invadir su espacio y que volviera a ser como antes. Su atención estaba en las flores, las atendía y las observaba más de lo que lo ha hecho conmigo durante estos meses. No puedo mentir, me irrita que unas flores tengan de lo que yo he carecido de su parte.

—Hace mucho tiempo las cosas entre los dos se enfriaron— caminó hacia la sala, con las manos hacia la espalda—. Perdimos comunicación e interacción, a pesar de que en poco tiempo nos convertiremos en padres.

—Hice lo que me pediste.

—Te pedí espacio para pensar las cosas. Todavía hoy no sé qué hacer, o más bien, qué es lo correcto hacer. Una parte de mí cree que lo correcto sería irme lejos, por mi propio bien y por el de este bebé, pero la otra parte quiere quedarse. Cada vez que te miro me confundes. En ocasiones actúas como un desgraciado, en otras como un niño. No sé qué parte de ti en cierto punto sea real. Lo único que sé es que esta distancia me está afectando; tú me afectas.

—Por lo visto, tu forma de verme no ha cambiado ni un poco. No sé qué más esperas de mí. He tratado de hacer lo que me pediste; darte tu espacio, he estado ahí, a pesar de tu indiferencia y lejanía, pero al parecer, nada de lo que haga es suficiente para ti.

Se sentó sobre mí, colocando sus piernas a ambos lados de las mías. No esperaba su repentina acción, me había tomado con la guardia baja.

—No lo entiendes, ¿cierto? — colocó sus manos por detrás de mi nuca y rodeé su cuerpo para asegurarla.

—No, no puedo entenderte.

—Aunque trato de odiarte, mantenerte lejos de mí, no pensar en ti, simplemente no puedo hacerlo. Nosotras te necesitamos; yo te necesito — estampó sus labios en los míos, provocando una quemazón por debajo de mi piel—. Siento que te estoy queriendo, Athan.

Hace mucho tiempo no toma la iniciativa, y sí fue una sorpresa para mí que lo hiciera ahora que estamos en tan malos términos. Hemos hecho esto varias veces, pero cada beso es mejor que el anterior. No sé si se trate del tiempo que llevamos sin besarnos, solo tengo claro que esto que experimenta mi cuerpo con ella, es distinto a todo lo que he experimentado antes. Esa suavidad y dulzura de sus labios, mezclada con la intensidad del roce de nuestras partes y gemidos, me emboba y enloquece. Ya no sé si es parte de mi cabeza o producto de lo mucho que la he echado de menos.

Sus palabras se quedaron grabadas en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez como un disco rayado. Es la primera vez que escucho unas palabras tan reconfortantes, capaces de sumergirme a una fuerte oleada de emociones contradictorias.

Hubiese querido que esto durara más tiempo; en realidad estaba deseando más que solo estos ricos besos, pero de pronto, ella se levantó y retrocedió. Su rostro se veía rojo, su quejido y débiles pasos me alertaron de que algo no andaba bien.

—¿Qué tienes? ¿Te sientes bien?

Lo comprobé casi al instante cuando vi un líquido acuoso deslizarse por sus pequeñas y delgadas piernas. Espera, esto no debía pasar todavía. ¿Cómo es posible que se haya adelantado?

A simple vista se veía nerviosa, me encontraba sorprendido, sabía que debía actuar rápidamente, pero el impacto no lo permitía.

—Es Perla — dijo, presionando su vientre.

—Tranquila, todo va a estar bien.

Busqué las llaves del auto en mi bolsillo, no había tiempo para buscar nada más. Mi objetivo era llevarla rápidamente al auto y manejar directamente al hospital. Por el camino llamé a mi colega quién ha estado examinándola durante todo el embarazo y le pedí que se dirigiera al hospital para que pudiese atenderla. Traté de mantenerla lo más calmada posible en el trayecto, a pesar de verla sudando y asustada.

Estando en el hospital nos tocó ser pacientes, aunque evidentemente a ella le costó más que a mí, pues las contracciones cada vez eran más fuertes y constantes a medida que transcurría el tiempo. Estuve largas horas apoyándola mientras estuvo conectada y siendo supervisada. Cuando la llevaron a sala de parto, fue una experiencia estresante y agobiante. Sentía una fuerte opresión en el pecho cada vez que la veía llorar a moco tendido, tras sentir sus constantes agarres en mi mano y la otra en la baranda de la camilla, más ver las lágrimas de sudor que se deslizaban por su lindo rostro.

La he visto llorar muchas veces, en su mayoría, yo mismo he sido el causante, pero estaba en un punto donde me hacía sentir fatal verla en estas condiciones. Cada empujón traía consigo un grito, más lágrimas y agitación; su garganta debía doler de lo mucho que había gritado. Si para mí parecía una eternidad, no puedo imaginar para ella. Pero toda esa larga espera, llena de infinitas emociones, sobre todo, preocupación y dolor, fue compensada tras oír el llanto de nuestra hija.

Ashley dio a luz a nuestra hermosa niña; la misma que había estado ansiando conocer y que hoy por fin tenía la dicha de sostener en mis brazos.

¿Cómo puede existir algo tan pequeño, inocente, delicado y frágil? ¿Así fui alguna vez? ¿Esto fue lo que sintió mi mamá cuando me tuvo en sus brazos por primera vez?

Se siente como si todo lo que hubiera pasado hasta ahora hubiese sido una ilusión, algo irreal, un sueño, algo mágico.

Su cuerpo es pequeño, pero sus muslos y brazos lucen carnosos, su piel blanca es más suave que la seda, tiene poco cabello, unos labios tan pequeñitos, tan parecidos a los de Ashley. Unas mejillas infladas, como si se tratara de dos globos. Aunque permanecía con los ojos cerrados, los gestos que hacía con su boquita y los movimientos de las manos me dejaron sin aire, por unos momentos olvidé cómo respirar. Jamás había contemplado una belleza tan singular y perfecta.

No recuerdo cuándo fue la última vez que algo me conmovió. Mi corazón martillaba frenéticamente, tenía la sensación de que saldría expulsado por mi boca. No podía desviar mi atención de ellas dos.

Creí que todas las lágrimas que derramé en el transcurso de mi vida iban a ser suficientes, pero en esta ocasión, y por primera vez, sentí que valían la pena.

Es como si todo a mí alrededor hubiese cobrado color; el sentido que le había restado a la vida hubiera cobrado importancia; como si el tiempo se hubiese detenido por unos cortos instantes. ¿Realmente merezco soñar con esto?

Todas mis inseguridades, temores y dudas, tuvieron la respuesta que tanto había deseado tras haber cruzado la mirada con Ashley y verla sonreír.

Por supuesto que merezco soñar. Después de tantos años, siento que por fin encontré el lugar al que pertenezco; la familia que merezco, por la que estoy dispuesto a todo.

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