—No, no interrumpe nada, señorita— su mirada se centró en mí—. No quiero ocasionar ningún problema. Realmente no sabía que estaba acompañado. 

—¿Ha tenido el placer de explorar los alrededores? 

—No en su totalidad. 

—¿Qué les parece si los acompaño? Tampoco he tenido el gusto de explorar cada rincón de este increíble lugar. 

Cuando terminamos de desayunar, caminé con ellos sin un rumbo fijo. Ashley nos había estado siguiendo al principio, pero luego y de la nada desapareció. Es un fastidio estar con una desconocida que no hace nada más que hablar y el hijo es tan imprudente que me sacará canas. 

Me disponía a despedirme para desaparecer del lado de estos dos, pero alcancé a ver a Ashley a la distancia. La niña que se hace pasar por tonta, tímida e inocente frente a mí, es la misma que anda en un traje de baño de una pieza, sumergiéndose en la piscina. Esto tiene que ser una broma. Tal vez tiene intenciones de desquitarse y hacerme enojar. A mí no me enseña su cuerpo, pero no le importa que los demás la vean. Qué cosas, ¿no? 

—Yo quiero entrar a la piscina, mamá.

—No sé si permiten entrar a niños. Luce hondo, mi amor. 

—No, no permiten niños en esa piscina. Recomiendo que vayan a la que está en la primera cubierta. 

No pienso permitir que estos dos me arruinen los planes. No tengo bañador, por lo que fui a comprar uno a la mini tienda cercana. Si quiere jugar sucio, yo también puedo hacerlo. 

A pesar de que había más personas, Ashley estaba sola en una de las esquinas, por eso mismo aproveché su distracción a mi favor y me sumergí sin que se diera cuenta de mi presencia. 

Por debajo del agua pude verla de espalda. Es tan pequeñita. Aquí no se atreverá a gritar y deberá hacer lo que yo le diga. La atrapé, sumergiéndola conmigo debajo del agua y bajo el susto, abrió los ojos encontrándose conmigo. No quería que tragara agua, tampoco ahogarla, aunque se lo merezca, por eso dejé que regresara a la superficie. 

—¿Qué crees que haces? — cuestionó tosiendo y frotando los ojos—. ¿Has perdido la cabeza?

—Veo que te gusta andar de exhibionista. No me permites verte desnuda, pero por ahí sales con un traje de baño tan revelador, para llamar la atención de esos hombres hambrientos. 

—A mí me respeta. Este fue el único traje de  baño que encontré de mi talla. 

—Tremenda excusa. 

—No pienso escucharlo más. 

Arrinconé su cuerpo contra las losas, evitando que pudiera irse. Esta vez no pienso dejarla ir. 

—¿A dónde piensas huir esta vez, pequeña hipócrita? Tú y yo tenemos algo pendiente. 

—Veo que todavía no se cansa. Pensé que había encontrado a otra mujer para pasar el rato, pero por lo visto, lo dejaron vestido y alborotado. Y es que, ¿quién en su sano juicio se metería con un hombre como tú? 

—¿Es esto un reclamo, un ataque de celos o es una ofensa?

—¿Celos? Eres el hombre más prepotente que haya conocido alguna vez. 

Joder, como me enciende que me insulte. No sé si es la situación, el estar rodeado de personas o el simple hecho de que he estado en abstinencia, pero ¡qué malditas ganas de atravesarla y desquitarme como se merece! 

Liberé mi erección del bañador y tomé su mano para llevarla a ella. Su mano es tan pequeña. Abrió sus ojos de par en par, haciendo un gesto de sorpresa. 

—Espera, ¿qué haces? 

—Si nos ven haciendo estas cosas, tú también te verás en serios problemas. Imagina cuán vergonzoso sería que te vieran aprovechándote de mí de esta manera, exponiendo mis partes sin mi consentimiento. No conocía este lado pervertido de ti, pequeña lombriz. Te aconsejo que encuentres un lugar para ocultarlo antes de que sea tarde; ya sea entre tu mano o tal vez encuentres un lugar más calientito y seguro para alojarlo.