—¿Por qué me obligas a hacer esto? A mí no me gustan las mujeres. 

—Esto no se trata de si te gusta o no. Además, te aseguro que cuando la pruebes te vas a enviciar. Permítenos conocer si así como tienes la lengua suelta, sabes darle el uso que le corresponde. Tu eres más obediente que ella, demuéstralo — despejé su rostro de los mechones de cabello que lo cubrían y lo llevé hacia la espalda—. Haz tu trabajo o me encargo de arrancarte esa lengua tan venenosa. 

—¿Realmente vas a llevar las cosas a estos extremos, Athan? — cuestionó Estefanía. 

—Pienso llegar aún más lejos. No seas tan impaciente — restregué el rostro de Ayleen nuevamente en su intimidad, sometiéndola de lleno a probar sus fluidos—. Te juro que como te atrevas a chillar o protestar, haré que te arrepientas. 

Me miró con lágrimas en sus ojos, antes de verse en la obligación de lamer. A pesar de cerrar los ojos mientras lo hacía, podía ver claramente su lengua moviéndose suavemente. Poco a poco iba aumentando la velocidad, succionando sus labios y lamiendo intermitentemente su clítoris. Estaría mintiendo sino admito que me sentía muy duro contemplando semejante vista y escuchando los gemidos de Estefanía. 

—Eso, muy bien. ¿Ves que no es difícil? — contemplé la expresión de Estefanía, la manera en que cerraba los ojos y presionaba sus labios—. ¿Lo está haciendo bien? Eres tremenda pervertida. ¿Te pone caliente que otra mujer te esté haciendo el trabajo? 

—Esto es algo que te toca a ti, pedazo de basura. 

—A mi parecer, te enciende más que te esté viendo — solté el cabello de Ayleen, permitiendo que lo hiciera por su cuenta para luego agarrar y masajear de inmediato los senos de Estefanía—. Han crecido mucho — planté un húmedo beso a la altura de su clavícula para después descender hacia su endurecido pezón y crear un círculo alrededor de el con mi lengua. 

Mi boca acaparó su pezón, haciéndole sentir mi lengua directamente y lo succionaba, provocándole temblores involuntarios. Ahora entiendo lo que ella sintió. Tener el control de la situación es muy placentero. Alterné entre ambos, dando breves mordidas, capaces de descontrolar sus temblores y aumentar sus jadeos. Se siente como si el tiempo no hubiera pasado y estuviéramos frente a frente, como esa primera vez que la hice mía. Mi erección palpitaba y molestaba en mi pantalón. 

—Quítate — saqué a Ayleen del medio, en el intento de ponerme cómodo.  

—No quiero ver esto. ¡Ya hice lo que me pediste, ahora suéltame, Athan!

—Estoy harto de las interrupciones. No estoy para soportar ni una más — fui en busca del bisturí que había colocado en la bandeja y la vi impulsarse con ayuda de las piernas. 

—¡No te acerques a mí!

—Cállate, y acepta tu merecido de una buena vez — tiré de su cabello tan fuerte hasta que quedó de pie y la traje hacia Estefanía. 

Sus ruegos y llantos fueron silenciados por mí. La hoja es tan recta y afilada que ni siquiera hay que ejercer tanta presión para cortar su piel. Con solo deslizarla fue suficiente para que su cuello se abriera y la sangre tiñera su ropa, mi mano e incluso lograra salpicar a Estefanía. Por supuesto que eso era lo que quería. 

—El cuerpo humano es tan magnífico e impresionante, ¿no lo crees? 

Su último y agonizante suspiro lo tuvo en el suelo, a solo centímetros nuestro. Dejé caer el bisturí, tomando el mentón de Estefanía. 

—¿Esto te anima lo suficiente, mi bella Estefanía? — la imite.