S4. Sin escapatoria
¿Así que esta perrita puede llegar aún más bajo? Reí, como hace mucho tiempo no lo hacía.
—¿De qué te ríes?
—Ay, Estefanía. Hace mucho tiempo no me reía. Debo darte mérito por eso.
—¿Mérito? ¿Y en qué momento he dicho algo gracioso? ¿Cuándo hice un chiste?
—¿Un hijo nuestro? — volví a reír con solo pensar en su cinismo—. No puedo creerlo, Estefa. De verdad que me has sorprendido.
Se mantuvo en silencio, solo mirándome fijamente y aproveché la oportunidad de acercarme.
—Veamos, ¿cuántas veces hemos cogido en total? — le mostré las dos manos—. Mierda, creo que puedo contarlo con estos putos dedos que tengo en la mano. En fin, de esas escasas veces, ¿cuándo nos protegimos? Ninguna. ¿Cuántas veces me corrí dentro de ti? ¿Mmm? Todas. Que yo recuerde, jamás hubo un embarazo inesperado. Entonces, ahora vienes a decir que con lo que pasó el otro día ya mágicamente hay un garbanzo ahí dentro de ti. Ay, mi bella Estefanía, ¿me permites adivinar lo que está pasando aquí?
—Me interesa oírte — dijo seria.
—Tu prometido no se quiere hacer cargo y ahora me lo quieres achacar a mí, ¿es eso lo que está pasando?
—Eres una gran basura, Athan — su seriedad solo me estremeció.
—Mmm, ¿yo soy la basura? Puede que tenga otra teoría. ¿Te interesa escucharla?
—Adelante…
—Veamos, puede que estés pensando lo siguiente: este pendejo se va a creer el cuento y tendrá intenciones de jugar a la mamá y al papá, entonces olvidará por completo lo que le hice y colorín colorado— la imité—. Eso suena más coherente viniendo de ti— coloqué mi mano en su cuello, pero sin ejercer fuerza alguna—. Pero ¿adivina qué, mi hermosa Estefanía? No me importa si estás o no embarazada de ese viejo, tu y yo tenemos algo pendiente y no se va a solucionar así de fácil. No sin antes cumplir con lo que te prometí y hacerte derramar esas exquisitas lágrimas de sangre que me debes. Es el único pago que recibo.
—Me temo que tendrá que ser en otra ocasión — intentó soltarse, pero apreté su cuello.
—Tu no eres quien decide eso, pequeña. No te mandé a confiarte demasiado. Pensaste que viniendo aquí a decirme toda esa bola de mentiras, me vería obligado a renunciar a esta molestia que tengo bien atorada contra ti.
—¿Así que serás capaz de lastimar a una mujer embarazada? Ahora dime, ¿quién ha caído más bajo aquí?
—¡Athan, déjala ir! — vimos entrar a Ayleen a la oficina, y la miré confundido.
—¿Qué haces aquí y por qué estás defendiendo a esta mujer? ¿Desde cuándo se conocen?
—Te daré una explicación, pero, por favor, déjala ir.
—Cierra la puerta y me explican las dos, solo entonces la dejaré ir.
Ayleen sí pensaba hacerlo, pues hasta se volteó.
—¡¿Tú realmente le crees, estúpida?! — le preguntó Estefanía.
Sin darle oportunidad de cerrarla completamente, dejé ir a Estefanía y con la base de la lámpara de mi escritorio, la golpeé en la cabeza. Cerré la puerta con seguro, arrastrándola por la pierna y escuchando sus débiles quejidos.
—Ay, Estefanía, las cosas que me obligas a hacer. Pero no importa, por ti estoy dispuesto a todo. Esta vez no te me vas a escapar — sonreí.
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