S4. Recíproco
Ayleen no se presentó durante todo la mañana y la tarde, por lo que tuve que cubrirla y atender a sus pacientes. No quise despacharlos, pues pensé que regresaría pronto, pero ese no fue el caso. Mario está de vacaciones y no regresa hasta dentro de un mes.
Cualquiera diría que la traje con la mente. Ella me estaba esperando en el estacionamiento, justo al lado de su auto y el mío, fumando un cigarrillo e inhalando el humo. Nunca la había visto fumando, supuse que las cosas debieron ser difíciles de manejar.
—¿Todo bien? Te ves cansada.
—Siento que todos a mi alrededor se pusieron en mi contra. Es irónico; eres el único que ha estado para mí siempre, a pesar de las altas y bajas. ¿Aún puedo seguir confiando en ti?
—Eso no se pregunta. Por supuesto que sí. Somos colegas, amigos y confidentes. Cuéntame, ¿qué te está atormentando?
—Tomemos algo, ¿sí? Realmente me hace falta desconectarme del mundo, aunque sea un maldito minuto.
Notando las condiciones en que se encontraba, solo para que pudiéramos hablar tranquilamente y nadie nos interrumpiera, decidí traerla a mi casa. Es un lugar privado, donde estoy seguro que podrá soltar todo lo que trae atorado. No es la primera vez que me visita, aunque casi siempre han sido una que otra visita fugaz. No le veo problema, pues he estado viviendo solo desde hace varios años. A veces siento como si la casa me cayera encima, por eso prefiero quedarme hasta las tantas horas en la clínica.
Le ofrecí una copa de vino, pues no suelo tomar cervezas. Ella se sentó en el sofá, moviendo la copa de un lado para otro y sumida en pensamientos.
—¿Qué te sucede? En los años que tenemos de conocidos, jamás te había visto tan desequilibrada emocionalmente. Últimamente estás muy estresada e irritada.
—Sabes que la relación con mis padres siempre ha sido compleja. A pesar de eso, siempre me han apoyado en mi carrera y celebrado todos mis logros.
—¿Volviste a discutir con tus padres?
—Había hablado con ellos sobre lo que me estaba ocurriendo recientemente, y hoy lo usaron en mi contra.
—¿De qué estás hablando?
—Hace varias noches he sentido que me vigilan. ¿Conoces esa sensación de que alguien te está mirando? Pues he tenido ese sentimiento.
—¿Por qué no me habías dicho nada?
—Porque no es como que realmente esté ocurriendo o que haya visto a alguien. He pensado que todo está en mi cabeza, que es parte del estrés del día a día, por eso le conté a mi mamá, pero lo menos que iba a imaginar es que iba a decirle eso a la policía. ¿Puedes creer que me ven como principal sospechosa de la desaparición de Itza Jenner? Esa paciente la atendí por segunda vez el miércoles. Ni siquiera sabía que ella había desaparecido, pero ahora todo el mundo parece ir en mi contra.
—Si no fuiste tú, no tienes que preocuparte por nada. Todo se va a esclarecer y darán con el culpable que esté detrás de su desaparición.
—¿Tú sí confías en mí?
—Claro que sí. Por esa misma razón te pido que te calmes. Sé que todo saldrá bien y esos idiotas se tendrán que tragar sus palabras; o se las haremos tragar — sonreí.
—¿Por qué tienes que ser así siempre? ¿Tienes una idea de lo que me lastima?
—¿Qué te lastima? ¿De qué estamos hablando ahora? ¿De qué me perdí?
—Si ante tus ojos solo soy una amiga, ¿por qué todo el tiempo me tratas así de bonito? Estás alimentando mis ilusiones.
—Por favor, no la cagues, Ayleen— solté la copa de vino, sintiéndome bastante irritado con su confesión—. No tires por la borda tantos años de amistad, por un sentimiento que jamás será recíproco. Tu y yo tenemos una linda amistad, y me encantaría que las cosas sigan como van.
—Tu honestidad es peor que un puñal en el centro del pecho.
—¿Un puñal? — sonreí al traer recuerdos del cuerpo de mi padre—. No sabes lo que dices, pequeña.
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