S3. Visita inesperada
Pensé que las cosas habían cambiado por completo, pero supongo que hay cosas que no cambian. Cuando es así de honesta, simplemente no puedo enojarme con ella. Lo mismo me sucedía antes. Ahora somos adultos, pero su expresión en este momento me recuerda a esa niña dulce que solía ser, la misma que ponía mi mundo de cabeza solo con una sonrisa. No tengo recolección de cuándo las cosas se tornaron tan frías entre los dos, pero ahora mismo en ese lugar se ha hospedado una extraña calidez al escuchar sus palabras. Tal vez no todo está perdido.
Hemos cambiado en muchos aspectos, pero aunque ha pasado mucho tiempo, mis sentimientos por ella siguen intactos. Me he enfocado tanto en estudiar que olvidé lo que era experimentar estas emociones. A pesar de los años y, sin darme cuenta, le he guardado un gran espacio en mi mente y en mi corazón. Tanto así que, en el no cabe nadie más que no sea ella.
—¿No dirás nada? ¿Realmente lo nuestro está irremediablemente roto?
—Había elegido mis prioridades; mi carrera, mis estudios y mis metas. Desafortunadamente tú nunca estuviste en ellas.
—¿Eso es un sí? — sus ojos se cristalizaron.
—No. Es un reproche a mi mismo por ser tan idiota. No está mal tener prioridades, lo que estuvo mal fue no incluirte en ellas. Tal vez en el fondo sentía celos. ¿Tal vez? ¿Qué mierda estoy diciendo? Por supuesto que estaba celoso. Me mortificaba el hecho de que tú hubieras podido alcanzar tus metas tan pronto, que te fuera tan bien en tu carrera como bailarina, mientras que yo estaba estancando, con miles de obstáculos en mi camino. Una parte estaba feliz por ti, porque sé que fuiste muy perseverante y luchaste para alcanzar tus metas; pero en el fondo, una parte de mí no soportaba saber que tu éxito era a costa de hombres enfermos, que debo permitir que esos imbéciles vean a mi mujer en poca ropa y fantaseen con ella. Es desagradable pensar en eso, por esa razón prefería no asistir a tus actividades. Así haya sido de lejos, prefería celebrar tus logros que involucrarme en ellos. Todavía ahora lo encuentro desagradable y fastidioso, pero no puedo reclamarte nada, porque así como yo defendería mi carrera y mis sueños de quién sea, tú estás en todo tu derecho de defender lo tuyo con uñas y dientes.
—¿Por qué nunca me lo dijiste?
—¿Hubiera hecho alguna diferencia?
—Por supuesto que sí. Nos hubiéramos ahorrado todo esto si hubiésemos hablado. Antes nos decíamos todo, ¿por qué todo tuvo que cambiar? ¿Me dirás qué soy la única que extraña lo que éramos?
—Ahora somos una versión mejorada de nosotros mismos — me acerqué, y ella no apartó la mirada de mí—. A veces extraño lo que éramos, pero me intriga más conocer cómo seremos de ahora en adelante— rodee su cintura, acercando su cuerpo al mío.
Sus ojos brillaron al tenerme tan cerca y sus manos acariciaron mi torso.
—Cada día que pasa te ves mucho más maduro, más hombre, más grande. Es increíble cómo han pasado los años y te sigo viendo y deseando de la misma manera o incluso hasta más que antes — murmuró a centímetros de mis labios.
Arrinconé su cuerpo contra la mesa, hundiendo mi cabeza en su cuello y deleitándome con su delicioso aroma.
—Lo mismo me sucede contigo, mi bolita. Hace tiempo no te tenía así de cerca. Necesito de tu olor, de tu piel, de tu calor. Muero por tomarte ahora, por sentirte y escucharte gemir. No sabes lo duro y palpitante que me tienes.
En el preciso instante que planeaba devorar sus labios, el sonido del sistema de videoportero nos interrumpió. Me fue muy extraño, pues hace mucho tiempo nadie nos visita. Miré en el monitor y vi a un oficial detenido en la puerta.
—¿Qué demonios hace un oficial aquí? — mentiría si no admito que estaba nervioso.
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