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S3. Tu lugar

Me prohíbo volver a derrumbarme. Con lágrimas y lamentos no obtendré nada. Mi mamá jamás va a regresar a la vida, tampoco podré retroceder el tiempo. 

Me encargué de su desastre, deshaciéndome por completo de los restos. El mismo proceso agotador y extenuante de siempre. Regresé al apartamento y me senté en el sofá de la sala, revisando los documentos que esa mujer me dio y en los que me favorece grandemente. Significa que podré quedarme con su auto, su apartamento y su tarjeta. Tal vez no sea tan malo después de todo. Si Estefanía no pudo apreciar lo que hice por ella, entonces no tiene caso que le insista. 

Necesitaré retirar mínimo mil dólares diarios en el cajero automático. Me tomará un tiempo, pero valdrá la pena. Debo asegurarme de que su marido no la reporte como desaparecida en unos cuantos días. Aunque no creo que la tarjeta se vea afectada por eso, pues está a mi nombre, pero no sé si paralicen sus ingresos. De igual manera, por ahora mis gastos estarán cubiertos. 

De camino a la casa, me detuve en el cajero automático para retirar el dinero y de paso corroborar cuánta cantidad había en la tarjeta. Quedé impactado al ver la cantidad de números que había. Jamás había visto una cantidad tan grande en mi vida. ¿Así que así se siente ser millonario de la noche a la mañana? 

—¿Y ese auto? ¿De dónde lo sacaste? — preguntó Emmanuel, dándole una ojeada. 

—Me volví viudo de la noche a la mañana — comenté en voz alta y Estefanía me miró—. Ya no tendremos que pasar necesidades. Ven para acá — traje a Emmanuel conmigo, alejándolo de Stacy —. ¿De casualidad conoces a alguien que pueda darnos una nueva identidad? Conoces a muchas personas, pensé que podrías saber algo al respecto. 

—Conozco a alguien, pero el costo es bastante elevado.

—No importa cuánto sea el costo. Una nueva identidad es lo que necesitamos todos. 

—¿Qué estás tramando? 

—Quiero estudiar. 

—¿Estás loco? 

—No. 

—¿Cómo vas a estudiar si tu cara está en todas partes? 

—De la misma manera que hemos guardado un bajo perfil por ahora. Estoy seguro, eso nos abrirá nuevas oportunidades. El momento es ahora. Contacta a ese hombre y encargale la tarea de conseguirnos una nueva identidad. Dile que se le recompensará bien por el trabajo. 

—Bien. Me pondré en contacto con él y te aviso. 

—Por cierto, cámbiense de ropa, salgamos a hacer una compra digna. Ya no tendremos que pasar hambre. 

—Estás muy generoso, pero aún no me has contado qué fue lo que pasó. ¿Te ganaste la lotería o qué? 

—Algo así. 

—Que buena suerte tienes. 

Coincidí con la mirada de Estefanía y ella decidió entrar a la casa. 

—¿Otra vez peleados? 

—Esa bola de pelos y yo tenemos muchas cosas que hablar, pero ahora no es el momento. 

—Cuando hay un problema de pareja, lo mejor es solucionarlo al instante. Dejar que pase el tiempo solo hará que las cosas empeoren. 

—¿Y qué te hace pensar que las cosas entre y yo podrían estar peor?

—¿No me digas que se enteró?

—Sí. 

—Joder, yo espero que no le diga nada a Stacy. 

—Tranquilo, ella no sabe nada de ti, solo de Savannah y de mí. ¿Cómo puedo arreglar esta situación? Realmente no encuentro una forma en mi mente.  

—Síguela. Las mujeres cuando te dan la espalda, como lo hizo hace un momento, es porque quiere que la sigas y la detengas. 

—No sabes lo que dices. Ya lo traté y lo que recibí fue un fuerte empujón. Casi me saca de sitio el pulmón. 

—Con Stacy no me ocurren esas cosas, pues ella es muy fácil en ese aspecto, ya la conoces. Con solo comérmela a besos ya la contento. 

—Entonces deséame suerte, porque la voy a necesitar. 

Fui detrás de Estefanía y la encontré sentada en el borde de nuestra cama. 

—¿No vas a venir con nosotros? 

—No. 

Ya imaginé que esa sería la respuesta. No sé por qué me sorprende. Eso sí, creo que ha bajado un poco la guardia. Recordé lo cosquillosa que es y me arriesgué demasiado con eso. Empujé su cuerpo contra la cama, haciéndole cosquillas para al menos sacarle una sonrisa. Aunque haya sido solo por el momento, me gusta verla sonreír. Es como si hubiera pasado un largo tiempo desde la última vez que la contemplé así. 

—Ya sé; sé que me detestas, pero ¿qué mierda se supone que haga, si este lado tan egoísta y persistente quiere que las cosas entre los dos vuelvan a ser como antes? Me equivoqué; sé que debía decirte las cosas, pero tuve miedo de que esto pasara. Te tuve presente en mi mente todo el tiempo, es como si no existiera nadie más en este mundo y, aunque suene cínico de mi parte, jamás hice esto para lastimarte. Al contrario, lo hice pensando en darte una vida mejor. Yo te amo, Estefanía. Y no hay mujer en este planeta que pueda ocupar tu lugar. 

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