S3. Descontrol
Intentó caminar, pero lo detuve, poniendo mi brazo frente a su cuerpo.
—Oye, yo también estoy muy molesto y quiero hacer muchas cosas, pero debemos pensar con cabeza fría. Si hacemos un espectáculo aquí, podemos terminar en la cárcel, y no creo que quieras eso. Será mejor esperar a que terminen.
—¿A qué terminen? No pienso esperar más.
—Te dije que te quedes quieto. No pienso ir a la cárcel por ti. Te aguantas.
—¡Maldita sea!
Aunque Estefanía fue la primera en notar nuestra presencia y se veía sorprendida, trató de terminar la coreografía. Ni siquiera viéndonos allí fue capaz de detenerse. Tanto que me reclamó y se molestó con lo que estaba haciendo, y mírala, ella también ha estado ocultándome cosas. Definitivamente se ha vuelto una caja de sorpresas.
Esperamos por ellas en la puerta de salida, y tan pronto las vimos, Emmanuel le agarró el brazo tan bruscamente a Stacy que me le quedé viendo.
—¿También piensas comportarte como un animal? — cuestionó Estefanía.
—Tu y yo tenemos mucho de qué hablar.
No por eso iba a tratarla de esa manera. El camino a la casa fue en silencio, pero Emmanuel estaba que botaba humo hasta por las orejas. El aire se percibía bastante cargado, y la bomba detonó tan pronto llegamos a la casa y entramos. Lo había dicho, jamás había visto a Emmanuel tan enojado. Lucía como otra persona. La supuesta relación perfecta que tenían, se vio puesta a prueba en ese momento.
—¿Qué demonios pasa por tu cabeza? — el empujón que le dio a Stacy contra el sofá, obligó a Estefanía a intervenir.
—¡No la trates así, bestia!
—¡Tú cállate, gorda!
—¡Con mi mujer no te metas o no respondo! — le advertí—. Podrás estar bien enojado, porque yo también lo estoy, pero no por eso debes tratar a tu novia de esa manera.
—A mi mujer la trato como se me dé la gana. No intervengan en nuestros problemas de pareja. Si tu quieres pasarle por alto a la zorra de tu mujer lo que hizo, pues bien por ti, pero a mi mujer la disciplino yo.
—¿Qué dijiste? — me aferré a su camisa, como si de ella dependiera—. Repite lo que dijiste, a ver si tienes los cojones.
—¡Ya cálmense, por favor! — Stacy se dignó a intervenir —. Suéltalo, Athan. Él no ha hecho nada malo.
—¿Piensas defenderlo? Perfecto — solté el cuello de su camisa y retrocedí.
—Idiota — murmuró Emmanuel.
Las cosas se salieron de control tan de repente que no pude reaccionar a nada. Estefanía rompió la lámpara y con el filo de los cristales de la bombilla, atacó a Emmanuel en la cara. Se abalanzó sobre él, dándole varios punzantes golpes en la cara sin control, sin darle oportunidad siquiera a defenderse. Su peso estaba sobre él y, aunque trataba de quitársela de encima, ella continuaba. Estaba paralizado con ese comportamiento tan agresivo.
—¡Déjalo! ¡Basta! — la desgarrante voz de Stacy llamó la atención de Estefanía.
En su rostro se notaba que las intenciones hacia ella no eran para nada buenas. Estaba actuando muy extraño, de la misma manera que actuó aquel día que mató a Savannah. Tenía esa misma expresión de furia, como si solo quisiera ver el mundo arder. Intenté detenerla poniéndome en medio, pero incluso a mí intentó atacarme con la lámpara, algo que me llevó a luchar con ella para controlarla. Ella no parecía entrar en razón por más que trataba de hacerla reaccionar. La fuerza la estaba perdiendo, por eso me vi en la obligación de pedirle a Stacy que me trajera una cinta para amarrarla. Su comportamiento era cada vez más errático. No sé de dónde ha sacado tanta divina fuerza. Amarré sus manos y su fuerza aún no disminuía. Le hablaba, pero solo me miraba como si por dentro cargara un profundo odio hacia mí.
—¡Emmanuel, responde! — gritaba Stacy.
El rostro de Emmanuel se veía muy mal estado.
—¡Esa mujer está loca! ¡Emmanuel no responde! ¡No está respirando! ¡Hay que llamar una ambulancia!
Sus gritos me estaban volviendo loco. Mi atención estaba en Estefanía. Ella es la única que me importa ahora.
—No puedo llamar a ninguna ambulancia, Stacy.
Llegó un momento donde Estefanía comenzó a parpadear mucho, sus movimientos se volvieron más lentos, hasta que cerró los ojos por completo.
—¡Entonces la llamaré yo! ¡Emmanuel necesita ayuda!
Me levanté al ver que ella estaba buscando en su bolso el celular y me vi en la obligación de silenciarla con la misma lámpara, proporcionándole un fuerte golpe en la cabeza. Mi mujer es primero. Es ella quien necesita ayuda ahora, no ese inútil.
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