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S2: Un lugar donde estar

Usando el matorral de escudo, logré escabullirme y desaparecer. No tenía a dónde ir o qué hacer. Vagaba por las calles sin rumbo, manteniendo mi cabello hacia abajo con temor a ser reconocida o atrapada. 

Durante largas horas estuve caminando de un lado para otro, con hambre, sed y mucho frío. Era de noche y la acera estaba repleta de personas. A nadie parecía importarle mi estado. Todos seguían su camino como si nada. 

Estaba devastada, con miedo, sintiéndome completamente sola y abandonada. Solo Athan venía a mi mente, haciéndome sentir peor. Daría lo que fuera porque él estuviera aquí, por sentir sus brazos, su calor. Athan es la única persona que ha estado conmigo en los buenos y malos momentos; el único que nunca me dio la espalda y siempre intercedió por mí. Me juró que no me dejaría sola, que escaparíamos juntos a algún lugar, pero nuestros planes se vieron afectados por esa mujer. Por su culpa Athan y yo nos separamos y no pudimos cumplir nuestro deseo. La odio; la odio con todas mis fuerzas. Ahora puedo comprender el sufrimiento y odio de Athan. Esa mujer es la maldad hecha persona y no descansaré hasta que reciba su merecido. 

Fui a varias tiendas y restaurantes a mendigar comida o así fuera un vaso de agua, pero nadie me ayudó. Todos me corrían de allí como si fuera a contagiarlos. Mis piernas me dolían de tanto caminar. No podía llamar mucho la atención, por eso tuve que mantenerme en todo momento con el cabello en el rostro. Debía parecer una desquiciada, pero nada de eso me importaba, solo necesitaba comer algo y encontrar un lugar caliente pronto. La noche estaba muy fría; tan fría que mis brazos y piernas se sentían entumecidos. 

—¿Quiere pasar una noche conmigo, señor? 

Jamás pensé que llegaría a estos extremos, como para preguntarle a extraños algo tan bajo, pero todos mis intentos estaban fracasando. No tenía energías para seguir caminando. Sentía que en cualquier momento me desplomaría por la debilidad de mi cuerpo. Esta mañana no pude desayunar nada porque esa bruja se apareció por la cocina. De haber comido algo, tal vez hubiera podido soportar más, pero mi cuerpo ya me estaba pasando factura. 

—Podrías ser mi hija, muchachita. ¿Qué te ha pasado?  

Era un señor que lucía bastante mayor, pero fue el único que entre todas esas personas a mi alrededor fue capaz de ayudarme. En su mirada solo podía notar lástima. Fue muy amable conmigo, incluso me trajo a su casa. Vivía en una casa muy pequeña y de madera, pero jamás me quejaría de eso, pues al menos tendré un lugar donde quedarme por esta noche. 

Me dejó usar su baño, el agua no estaba extremadamente caliente, pero sí lo suficiente para calmar mi frío. Me recalcó que la única ropa que tenía era la de su exesposa y esa es la que me puse. Parecía un fantasma con esa bata blanca y larga, pero era cómoda y caliente. 

—No hay palabras para agradecerle lo que está haciendo por mí, señor. 

—No te preocupes. ¿Cuántos años tienes, jovencita?

Si le digo que tengo diecisiete intentará devolverme a casa. 

—18. 

—¿Dónde están tus padres? ¿Has huido de casa? 

—Soy huérfana.

—¿No tienes familia? 

—Un hermano. 

—¿Y dónde te estabas quedando?

—Con unas amigas, pero me echaron a la calle. 

—¿Con unas amigas? Qué malas amigas esas — no parecía créeme, aun así, no buscó indagar más—. Ven a la mesa. 

Me senté en la mesa y observé el plato de comida que me había servido. Lucía espantoso, pero no sé si era por el hambre, terminé comiéndolo completo. Fue tan amable conmigo que me dejó quedar en una habitación con una cama muy cómoda y calientita. 

En otras circunstancias jamás hubiera aceptado estas molestias de un desconocido, pero no tenía a dónde más ir. Le estoy muy agradecida por todo lo que ha hecho por mí sin siquiera conocerme. 

El sueño me venció, no sé ni a qué horas. Estaba exhausta luego del día tan horrible que había tenido. Mi sueño se vio interrumpido por una sensación extraña en mis piernas. Sentía que alguien me había subido la bata y dejado al descubierto mis piernas. Alguien las estaba acariciando de arriba hacia abajo y se podía escuchar como una respiración agitada, algo sumamente aterrador. La habitación estaba a oscuras y recuerdo haberle puesto seguro a la puerta por precaución. 

—Fela… mi Fela… 

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