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S2: Contra viento y marea

Los siguientes meses fueron difíciles. He tratado de mantener un bajo perfil cuando salgo a la calle. Me he visto corta de dinero y no he tenido de otra que acudir a métodos que jamás en la vida hubiera siquiera imaginado, solo por sobrevivir. A veces tengo miedo de que alguien me reconozca ahí fuera, pero si no salgo a conseguir dinero, moriría de hambre. 

Me cortaron la luz, pero por fortuna, tengo agua de la cisterna. Ese anciano no tenía ni en qué caerse muerto. 

He estado usando la carcacha de auto que tenía ese anciano, y gracias a Dios me ha servido para llevarme y traerme. 

El cadáver de ese anciano lo desaparecí. Sus huesos los enterré a unos cuantos kilómetros de la casa. De lo demás pude deshacerme dándoselo a los perros callejeros. Sus pertenencias las he dejado intactas, pues algunas cosas pueden servir de algo en un futuro. 

Mi vida se ha convertido en un completo caos. Siento que todos a mi alrededor me miran, me juzgan, me huyen. Todos me dan la espalda, aún viendo las condiciones deplorables en las que me encuentro. El ser humano es injusto y egoísta. Nadie tiene consideración o lastima por el prójimo. Todos se hacen la vista larga, nadie ayuda a nadie, a no ser que obtengan algo a cambio. Todos ellos lo tienen todo, mientras que yo me he quedado sin nada y día tras día siento que estas paredes me caerán encima. 

He creado un espacio en la habitación, donde tengo recortes de periódicos del hospital donde tienen a Athan. He pasado largas horas merodeando los alrededores y monitoreando sobre quién entra y sale. 

He estudiado las entradas, cuánta seguridad hay y los guardias que reciben las visitas. No ha sido fácil la espera, especialmente todo lo que he tenido que hacer para mantenerme con vida. 

No tengo nada que perder. Incluso si me atrapan en el intento, estaré satisfecha sabiendo que lo intenté. No hay un día en que no lo eche de menos, en que no desee echar atrás el tiempo y evitar que lo detuvieran. 

Es injusto. Nadie nos escucha, nadie nos hace caso, nadie nos encuentra justicia. Todos están en nuestra contra. Solo nos tenemos el uno del otro, por eso necesito tenerlo de vuelta conmigo.

Mi esperanza está en ese grupo de estudiantes de práctica que van cada miércoles y viernes al hospital. Llegan por separados y se reúnen en la entrada. Llevan colgando su identificación en la bata y usan mascarillas que les cubren la mitad del rostro. 

Estoy decidida a hacer lo que esté a mi alcance para sacarlo de ese lugar hoy mismo. No dejaré que nadie nos vuelva a separar esta vez. Y quien lo intente, le abriré las entrañas. 

Athan

Jamás imaginé que volvería a verla. Había deseado tanto este momento que dentro de mí parecía solo un sueño. Escribió algo en el papel y discretamente me lo enseñó: «Nos encontraremos en la ventanilla». No sé de qué ventanilla hablaba, pero traté de disimular y no mirarla mucho. 

Nada tenía sentido. Ni siquiera sé cómo pretende que salga de aquí y nos encontremos allá. Aun así, esperé pacientemente a que ese grupo abandonara mi habitación. Ella se quedó detrás de ellos y abrió las piernas más de la cuenta, dejando caer una bata blanca al suelo. Con la misma pierna la movió para meterla en la esquina de mi habitación. Vi sobresaliendo como una especie de tarjeta de plástico en el resbalón de la puerta. Lucia cerrada, pero estoy seguro de que podría abrirla mientras eso estuviera en medio. 

En mi habitación no hay cámaras, pero en el pasillo sí. Viéndome en esta situación, no iba a desaprovechar esta oportunidad. No puedo quitarme la pulsera de mi muñeca, pero la bata fácilmente la cubría, por lo que no debía preocuparme por eso. Dentro del bolsillo de la bata encontré una mascarilla y una identificación de un sujeto llamado «Richard Kart». Según la identificación, al parecer es un practicante. Su cabello en la foto no se veía como el mío, pues salía peinado hacia atrás, por lo que traté de acomodarlo como pude. 

Acerqué mi oído a la puerta, alerta a cualquier ruido, pero no se oía nada. Pude abrir fácilmente la puerta y, aunque tenía temor de ser reconocido, salí al pasillo cabizbajo con tal de que en la cámara no pudiera descifrar quién soy. Había muchos enfermeros y pacientes en sillas de ruedas. Ni siquiera sé a dónde iba, solo me limité a caminar por el pasillo entre la gente hasta encontrarme con una ventanilla en la que dentro se encontraba un hombre y una mujer. No había estado en esta área antes. No sé si esta es la ventanilla que ella me dijo. 

No sabía si quedarme quieto esperando por ella o si hacía algo más, pues estaba repleto de personal y cada vez que pasaba alguien por mi lado, me miraban extraño. No sé si era por la paranoia y el susto. 

Al cabo de unos minutos, el grupo en el que se encontraba ella se aproximó hacia mí. El doctor que solía visitarme dos veces por semana, fue quien rompió el silencio, pues se quedó viendo la identificación que colgaba de mi bata. Creí que se daría cuenta por la manera tan sospechosa en que me miró. 

—¿Por qué te separaste del grupo? 

Su pregunta me puso nervioso, pues no esperaba que me preguntara nada, pero traté de sonar seguro. 

—Tuve que usar el baño, señor. Discúlpeme. 

—No vuelvas a separarte y si lo harás, debes pedirme permiso. ¿Y tus apuntes? 

—Richard me los encargó mientras iba al baño, pero aquí los tengo — Estefanía me entregó unos papeles y asentí con la cabeza. 

—Gracias, Srta. Rose — le dije, al ver ese nombre en la identificación. 

Él pareció creer nuestra versión, pues cambió el tema de inmediato y comenzó a darnos una charla la cual ni atención le presté. Solo podía ver a la gente de mi alrededor. Quería salir de ahí ya, antes de que se dieran cuenta de que no estaba en mi habitación. El tiempo parecía eterno y ese tipo no se callaba. Estaba a punto de tener un colapso. Estefanía lucía bastante tranquila e interesada en el tema o tal vez solo estaba aparentando. 

Nos pasó una hoja de asistencia y todos la firmamos. Luego de eso, salimos en grupo fuera del hospital. Cada quien escogió su camino a su auto y Estefanía y yo caminamos en dirección al suyo. Todavía estaba bajo tensión. No iba a estar tranquilo hasta abandonar por completo las instalaciones.

Aunque no pasó a mayores, fue mucho más la tensión y la inquietud. Todavía después de salir, sentía el temor de que pudieran detenernos. Hasta que no estuvimos lo suficientemente lejos, no pude calmarme. 

Ella se detuvo en una casa de madera, bastante distante de donde veníamos. Ninguno de los dos había roto el silencio por el camino, tal vez por la misma situación. 

—Eres increíble — solté. 

—¿Esta vez estás igual de orgulloso a ese día? — su voz se oía entrecortada y no me explicaba la razón, mientras que sus manos por algún motivo estaban temblando en el volante.

—Claro que estoy orgulloso de ti. ¿Cómo no lo estaría? Acabas de sacarme de ese lugar. 

—Tenía mucho miedo… — estalló en llanto, recostando su frente del volante. 

No había notado que estuvo controlándose todo este tiempo. Olvidé lo asustadiza y sensible que siempre ha sido. Pese a todo lo malo, me sentía feliz, no solo de volver a ser libre, sino por volver a verla. 

—Te eché mucho de menos— le confesé, poniendo mi mano en su muslo —. No sabes lo mucho que me alegra ver que estás bien. 

Levantó su cabeza sorprendida y rascando sus ojos. 

—Te prometo que esta vez lucharemos juntos y nos mantendremos para siempre unidos, pelotita. 

—¿Contra viento y marea?

—Contra viento y marea — confirmé. 

Su repentino abrazo movió muchas cosas dentro de mí. Incluso revivió esas esperanzas que creí muertas. De hoy en adelante las cosas van a cambiar para bien. Ha llegado el tiempo de poner las cosas en su sitio y hacer pagar a esas personas que nos hicieron tanto daño. Comenzando con esa bruja y todos sus allegados. Le haré experimentar el infierno en la tierra; el mismo al que me sometió injustamente.

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