Llorando y lamentándome no sacaré nada. Limpié mis lágrimas y le tomé el pulso, pero estaba muy débil. 

—Me rehúso a que me abandones. ¿Me escuchas? No podría perdonarte que me falles tú también. 

Nunca he hecho un procedimiento como este antes. Lo poco que conozco por lo que he leído y estudiado es que ese tipo de equipo quirúrgico solo se consiguen en los hospitales. 

Esa bruja solía coser algunas veces, aunque hace mucho tiempo dejó de hacerlo. Debo encontrar esa canasta. Es mi única esperanza de ayudar a Estefanía. 

Corrí hacia su habitación y regué todo buscando entre sus cosas. La canasta la pude encontrar en su armario y tiré todo sobre la cama buscando una aguja lo más curvada posible y el hilo menos fino para que no fuera a romperse fácilmente. 

Encontré una tijera que es más vieja que el frío, pero puede servirme de algo. Fui a cada rincón de la casa en busca de lo necesario; alcohol, toallas, papel y dos envases limpios. Uno de ellos lo llené de alcohol y el otro de agua. 

En la búsqueda por medicinas, encontré un frasco de antibióticos en la cocina. No dan para el tratamiento completo, pero buscaré la forma de encontrar más, sin importar lo que tenga que llegar a hacer.

Busqué otra hebilla en el cuarto de la bruja para quitarme las fastidiosas esposas. Luché más de lo que lo hice para la de los pies, pero por fin pude liberarme de ellas. 

La única forma de esterilizar el equipo fue sumergiéndolos en abundante alcohol. Lavé mis manos con mucha agua y jabón. Aunque trataré lo menos posible de entrar en contacto con su herida, quiero evitar que vaya a infectarla sin querer.

Limpié su herida con la toalla húmeda de alcohol, con tal de ver cuán profunda era. No se veía tan profundo como me pareció verlo antes. Aun así, será complicado hacer esto con un equipo que no es para eso.

—Esto probablemente te duela mucho. Es mejor que sigas dormida. Necesito más confianza en mí mismo para poder hacer esto. No quiero lastimarte, pero no tengo anestesia aquí. Trataré de ser cuidadoso, ¿de acuerdo? 

Introduje la aguja en la piel dentro de la base de la herida. Luego, halé la sutura por el primer borde de la herida. Introduje por segunda vez la aguja en la base del lado opuesto de la herida y la saqué como lo había hecho antes. Después, até la sutura para cerrar por completo la herida. Comencé haciendo el primer nudo de un asa. Luego, hice una segunda asa sencilla en dirección opuesta. Estaba sudando mucho y traté lo más que pude de controlar mi pulso y la respiración. La escuché en varias ocasiones quejarse y presionar con mucha fuerza los ojos. 

Tan pronto finalicé, fui a la cocina y triture el antibiótico y lo diluí en un pequeño frasco con agua para que pudiera tomarla más fácilmente, y así me aseguraba de que entrara en su sistema. 

Por último, me encargué de desinfectar las heridas de su rostro. Utilicé la misma crema que usaba en mí cuando mi papá me causaba aquellas heridas superficiales. ¿Quién diría que estaría usando lo mismo con ella? 

—Creo que todo salió bien. Ahora hay que esperar. Pronto te vas a sentir mejor. Tienes que ser fuerte, pelota. Confío en ti, en tu fuerza y en tu promesa. Cuidare de ti hasta que despiertes. Descansa.