—¿Qué le hiciste a mi niña? — cuestionó con un hilo de voz.

—Solo la desperté de ese sueño profundo en el que se encontraba, para mostrarle la amarga y cruda realidad, de que todos a su alrededor, incluyéndote, son una bola de plagas que debemos exterminar para que no se reproduzcan y continúen trayendo hijos al mundo para abandonarlos a su suerte y maltratarlos. La verdad es que no estoy aquí para dar una charla motivacional o terapia de familia ni mucho menos, solo quiero acabar con lo que comenzaron ustedes.

—No hagas lo que ese loco quiere, mi niña. Charlemos nosotros, como solíamos hacer. Has malinterpretado las cosas, yo solo quiero… — sus palabras se vieron interrumpidas por la flecha que atravesó su ojo izquierdo y por el temblor que todo su cuerpo experimentó sin cesar.

Pareciera que hubiera tenido una convulsión ante nuestros ojos. Estuvo así por unos cortos segundos, hasta que escuchamos lo que parecía haber sido su último suspiro y su cuerpo dejó de moverse. Su sangre caliente se deslizaba de su ojo hacia la sien y se regaba hacia su cabello. Definitivamente fue estremecedor contemplar su ojo atravesado y ensangrentado de esa manera, pero no más que la prueba siendo ejecutada y completada con eficacia por ella. No me canso de decirlo, ella es magnífica.

—¡Hipócrita, hipócrita, hipócrita! — Estefanía tiró patadas a diestra y siniestra, mientras sacudía la ballesta—. ¡Tú me obligaste!

—¿Yo? Me siento ofendido.

—Él me obligó. Ese idiota lo hizo.

—Joder, hasta que por fin te das cuenta.

—Claro que me doy cuenta de lo tonta que he sido y por eso es el doble de frustrante.

—Pues ya no debe serlo. Has terminado con uno de tus problemas, así que la carga debe ser más liviana ahora.

—No es suficiente.

—¿No lo es? Para mí sí. ¿A poco no es increíble contemplar esta hermosa escena? Mírala con más detenimiento, es tu obra; una magnífica obra de arte. ¿Cómo no puede estar satisfecha?

—Merecía experimentar el dolor que me causó, pero lo he liberado sin sufrimiento alguno.

La miré seriamente por unos instantes.

—Eres una sádica — sonreí—. Me gusta.

—No lo entiendes, Athan. Él merecía sufrir más.

—Sí, lo merecía, pero recuerda una cosa muy importante, cachorrita; ahora mismo no nos conviene quedarnos mucho rato aquí. A no ser que quieras que nos descubran y no podamos ejecutar nuestros siguientes planes, los cuales prometen ser mucho más satisfactorios que este.

—¿Lo serán?

—Por supuesto.

—¿Y por qué demonios me llamas cachorrita?

—Así luces cuando eres obediente.

—¿Y si no lo fuera?

—No querrás saber.

—Tú también mereces ser atravesado por una flecha, pero en los huevos, estúpido.

—Con ellos no te metas, ellos no te han hecho nada.

—Púdrete.

—Luego me encargo de ti, pelota. No creas que me he olvidado; tú y yo tenemos algo pendiente.

—¿De qué hablas?

—No preguntes, solo sé paciente y cuando llegue el momento, gózalo.

Luego de salir de la casa de su padre y dejar todo como estaba, le hice una llamada a la policía desde un teléfono público cercano, dando una confidencia sobre un auto que supuestamente vimos salir de la casa de su padre. No di la tablilla exacta, pues sería muy evidente si doy el de ella, pero es trabajo de la policía dar con el culpable. Teniendo en cuenta los problemas legales que recientemente tuvieron esa bruja y él, es claro que la primera sospechosa será ella. Aunque hayan policías vigilándola, ellos no va a descartar que tal vez ella haya mandado a alguien más a hacer el trabajo sucio. Un sustito no le vendría mal. Solo para recordarle quién manda aquí.