Mi vida se ha vuelto un completo caos desde ese día. He fracasado en lo único que me mantenía con vida y soportando. No se suponía que las cosas terminarían así.

No sé dónde estoy o cuánto tiempo ha pasado. Lo único que sé es que este odio sigue creciendo en mi alma. El hecho de saber que esa bruja pudo salvarse, que no tuvo su castigo, hace que me sienta un completo inútil. Ella debía sufrir por todo lo que hizo, no retomar su vida como si nada hubiese pasado. Por su culpa estoy aquí encerrado; en esta habitación blanca y acolchada.

Los doctores que vienen a verme piensan que estoy loco y me tratan como tal; dicen que me haré daño si me sacan de aquí y no sé cuántas cosas más, pero no, tengo mis pensamientos claros y es que quiero salir de aquí y terminar con lo que comencé.

Esa bruja ha tenido el privilegio de visitarme, de burlarse y recordarme lo infeliz y miserable que seré para siempre.

Pensé que había conocido el infierno lo suficiente, pero para mí día tras día sigo en el mismo círculo vicioso de nunca acabar. Solo; completamente solo.

Mi mamá, dónde quiera que esté, debe sentirse tan decepcionada de mí. Soy un inútil, que ha sido condenado a vivir eternamente en este infierno.

Si algún día tengo el privilegio de salir de aquí, iré tras todas esas personas que de alguna manera u otra me han lastimado. Pasaré factura con cada uno de ellos, principalmente con esa bruja que tanto me debe.

Estefanía; mi Estefanía. Ella es la única que me ha mantenido aferrado a la vida, a pesar de las circunstancias. En lo único que no me equivoqué, fue en haberla dejado ir ese día. Todos los recuerdos que vivimos juntos los he guardado en una caja de cristal, con la esperanza de algún día volver a verla. Aunque me conformo con saber que está ahí fuera en alguna parte, libre de peligro y siendo genuinamente feliz. Mentiría si no admito que me hace una falta terrible y que ha sido más difícil este encierro porque no la tengo conmigo.

No supe cuán importante era para mí hasta ahora, que me ha tocado resignarme a la idea de que probablemente nunca la vuelva a ver. Además de que estoy seguro de que ya ni se acuerda de mí. Fue bonito mientras duró.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de la puerta y el grupo de doctores que entró. Otro grupo más que viene a observar y experimentar conmigo. Se ocultan detrás de esas mascarillas y batas blancas. Es insoportable las medicinas, pero mucho más la extracción de sangre diaria. Cada día vienen a hacerlo y tal pareciera que disfrutan con esto.

Al principio me costó trabajo acostumbrarme, pero ahora he tenido que simplemente resignarme a que lo hagan, pues prefiero eso a que me aguanten entre todos. Aquí todo funciona a la fuerza.

El grupo se acercó a mí rincón, el que he elegido para sentarme para cambiar un poco la monotonía. Me hicieron levantar entre dos enfermeros mientras anotaban algo en los papeles.

Mientras el doctor me hacía varias preguntas, desvié la mirada hacia la carpeta de una de sus acompañantes y noté que detrás estaba escrito «te encontré». Creí que se trataba de una broma o algo parecido, pero fue cuando pude darme cuenta de que sus ojos me resultaban familiares; tan familiares como que los reconocí de inmediato. Era ella; estaba seguro que era ella y no era producto de mi imaginación o de extrañarla tanto.

«Estamos juntos en esto. Jamás te dejaré solo». Recordé sus palabras y mentiría si no admito que mi corazón se aceleró a una velocidad inaudita. Cumplió; ella sí cumplió.

Fin de la primera parte
La siguiente parte continuará aquí