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La única

Mientras estuvimos en la casa, esa mujer no apareció. No sé dónde se encuentra, pero realmente ahora mismo no me interesa. Lo más importante para mí es desaparecer cualquier evidencia que pueda delatarnos. 

Lavé mi cara y me cambié de ropa. Debo desaparecerla también, tal vez quemarla en alguna parte. Ambos fuimos por toda la casa para asegurarnos de que todo estuviera en orden. Luego recogimos nuestras cosas y la llevamos al auto, junto a todas las pertenencias de mi padre. Ella se mantuvo vigilando los alrededores y a los vecinos. Por suerte, no tuvimos ningún problema en irnos. 

Pasé por la zona donde sé que hay muchos perros abandonados y junto a Estefanía dejamos los envases con la carne. Los perros devoraban la comida como que se encontraban muy hambrientos y la curiosidad me invadió de nuevo. He oído muchas versiones en internet sobre la carne humana y es increíble las comparaciones que hacen. Me pregunto, ¿cuál será su sabor en realidad? 

La ropa de mi padre, exceptuando su uniforme, se la regalamos a un vagabundo por el camino. El uniforme lo arrojamos en una bolsa en un pastizal fuera de la vista de las personas.

A último minuto me surgió una mejor idea con respecto al auto. Le quité la placa del registro y fui a una chatarrería cercana, donde compactan vehículos para luego fundirlos. Era la mejor manera de desaparecerlo y junto a el, los huesos de su antiguo dueño. El dinero en este momento es lo más que nos faltará, así que debemos sacar dinero de lo que encontremos. Me quedé con los pocos billetes de su billetera, pero no podremos vivir una vida entera con tan poco. Por otro lado, sé que no es buena idea andar de arriba para abajo con ese auto o no tardarán en dar con nosotros. 

Le pagué a un taxi para que nos trajera a un Motel barato bastante distante de la ciudad, en donde por suerte, no pedían información nuestra. Eso sí, la señora se nos quedó viendo muy raro. Nos instalamos en la habitación. En realidad, lo único pequeño era la cama. No hay dinero para malgastarlo en dos habitaciones. No creo que deba haber algún problema con eso. Ella lucía bastante incómoda y no era para menos. Es muy tarde. No hemos comido ni dormido nada. Ha sido un largo día y no tengo energías restantes. 

—¿Por qué no hablamos con mi papá? 

—¿Le vas a contar cómo me ayudaste a matar al mío? 

—¿Qué dices? Eres un insensible.

—Y tu una niña de papi. No has dejado de mencionar a tu papi desde que te mudaste con nosotros. Dime una cosa, ¿no lo llamaste cuando tuviste oportunidad? 

—No. 

—Eres una tonta. 

—Me arrepiento de haber regresado por ti. 

—Eres una malagradecida. Te pareces tanto a tu madre. Si no hice algo antes, fue para ponerte a salvo, aun así, eres capaz de reclamarme. 

—Habían formas de solucionar las cosas, no de esta manera. 

—¡Dime cómo! —alcé la voz—. ¡Joder, te crees saberlo todo! ¿Crees que no lo he intentado? Llevaba muchos años intentando salir de ese miserable infierno y siempre fracasaba. Estaba solo, completamente solo. No tiene caso contarte nada, porque eres tan tonta que no entenderás absolutamente nada. Tú solo estuviste en ese infierno unas semanas, en cambio yo lo he estado toda mi vida. Ahora ya no hay marcha atrás, Estefanía. La decisión ya fue tomada y ejecutada. ¿Y sabes qué? No me arrepiento. Iré a bañarme. Luego vayamos por algo de comer. Por cierto, si vas a irte, ahora tienes oportunidad de hacerlo. A fin de cuentas, me he acostumbrado a estar solo, así que no te echaré de menos — saqué la muda de ropa de la maleta y me dirigí al baño. 

El agua estaba helada, pero no podía pedir mucho. Pronto saldré de esta y encontraré un lugar mejor. El silencio hacía evidente que ella lo más probable sí se había ido. Me asomé en toalla por la puerta del baño y alcancé a verla. Pude notar que tenía el teléfono inalámbrico en la oreja y lo más extraño es que estaba murmurando. Me acerqué por su espalda, en el intento de oír su conversación, pues ella no había notado mi presencia. 

—Sí, estoy aquí… —murmuró. 

No podría perdonarle que sea capaz de revelar nuestra ubicación o delatarme por lo que hice.

—¿Con quién hablas? — mi pregunta la puso nerviosa y colgó la llamada. 

Se volteó hacia mí y al verme tan cerca, desvió la mirada al suelo. 

—Yo… — las palabras se habían quedado atoradas en su garganta. 

—Quise confiar en ti, pues creí que teníamos un vínculo inquebrantable, ya que tenemos mucho en común, aparte de ser cómplices, pero tal parece que me equivoqué contigo. Nos separamos por unos minutos y eres capaz de clavarme un puñal por la espalda. 

—No… no es lo que crees, te lo juro. 

—Si eres la única mujer en quien he depositado mi confianza— entrelacé mi mano en su cabello y la miré fijamente—, ¿por qué me tienes que pagar así? 

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