—¿Así que eso fue lo que sucedió? — su rostro cambió de colores y reí internamente—. Lárgate a tu habitación — le dijo a Estefanía. 

—Ella no tiene por qué irse. La única que debe hacerlo eres tú. 

—Bueno, si así lo deseas — se acercó a mí sin temor alguno—. A mí no me importa que esté esta inútil aquí presente. Ella ya está lo suficientemente grande para entender que si tú padre no está, es tu deber como hombre de la casa, convertirte nuevamente en mi amante. 

—¿Amante? — cuestionó Estefanía confundida. 

—¿No sabes lo que es un amante? ¿Por qué no le mostramos lo que eso significa? 

—¿Ustedes dos son amantes? — preguntó ella directamente. 

—¿Ahora es que te das cuenta, niñita? 

—¿Tú estás con mi mamá, Athan? Es que acaso esa fue la verdadera razón para… no, eso no puede ser. Tu no podrías ser capaz de algo así, ¿verdad? 

¿Qué demonios está pensando esta tonta y por qué se ve tan frustrada? 

—Ahora lo entiendo todo. ¡Eres un mentiroso! — salió corriendo de la habitación y traté de ir tras ella, pero Gloria me agarró el brazo. 

—¿No me digas que entre ustedes está pasando algo? ¿Acaso te está gustando mi hija? Que gustos tan patéticos tienes — rio—. Juguemos un poco. No sabes cómo te he echado de menos. Ahora que tu padre ha desaparecido, no tendremos que ocultar lo nuestro. 

¿Así que las cosas serán así? Perfecto. 

—¿Lo nuestro? — sonreí—. Por fin concordamos en algo. ¿Por qué no te preparas y me esperas en tu habitación? Jugaré contigo como quieres, pero primero iré a hablar con mi hermana. 

—Tu cambio es muy inesperado. ¿Será que por primera vez en tu vida cumplirás con algo? 

—No lo sabrás si no te arriesgas — sonreí ladeado. 

El simple hecho de tener que fingir me causa náuseas. Fui en busca de Estefanía y la encontré en su cama llorando. 

—¿Qué te sucede? ¿Ahora por qué estás llorando? — me senté en el borde. 

—¡Eres un vil mentiroso!

—Baja la voz, tonta. Dime, ¿por qué estás actuando de esta manera? 

—¿Cómo pudiste estar con mi mamá? Eres un cerdo. 

Me acerqué a su oído y su respiración se acortó. 

—Escucha, aquí las paredes tienen oídos, así que no menciones nada que pueda ponernos en peligro. ¿Lo comprendes? Confía en mí. Luego te explicaré qué fue lo que sucedió. ¿Trato hecho? 

Asintió con la cabeza y humedeció sus labios. Antes no podía captar esos gestos, al menos no los veía provocativos, pero ahora mismo no puedo decir lo mismo. Otra vez me he sorprendido contemplando sus labios. ¿Qué está ocurriendo conmigo? 

—¿Por qué no le contaste al Oficial lo que nos hacen aquí? — susurró—. Era el mejor momento para que nos ayudaran. 

—¿Crees que le daré el placer a otros? No, esa dicha la tendré yo. 

Nuestras miradas se cruzaron y ella automáticamente la desvió. Qué lindos ojos tiene. 

—¿Por qué me miraste así? 

—¿Así cómo? — preguntó nerviosa. 

—Así como lo hiciste. 

—No sé de qué hablas. 

—Bien. Tengo unas cosas que hacer, así que quédate aquí y no salgas a no ser que te lo pida. ¿Nos entendimos? 

—¿Qué vas a hacer? 

—Divertirme un poco. ¿Podrás cumplir con lo que te pido? 

—¿Irás con mi mamá? 

—Esa mujer no es tu madre, es nuestra enemiga. Solo por hoy, no seas necia y haz lo que te digo, ¿sí?