—No hice nada malo, lo juro.

—Entonces, ¿por qué tiemblas?

—Estás muy cerca.

—¿Con quién hablaste?

Tocaron la puerta y automáticamente fui en busca del arma en mi mochila. 

—Guarda eso, por favor. Te juro que no le he dicho a nadie — ella se aproximó a la puerta y me quedé observándola.

Estuve en espera de que abriera antes de sacar el arma, solo por si acaso. Vi a la mujer de la recepción y, aunque me estuvo extraño que estuviera aquí, la actitud de Estefanía fue calmada.

—¿Todo bien por aquí? Lamento interrumpir, pero como la llamada se cayó, decidí subir por si necesitan algo.

—Todo está bien por aquí, señora. Solo quería saber el menú, pero bajaremos más tarde a comer.

—Sí, mi hermana y yo bajaremos más tarde. Ahora estamos un poco ocupados y cansados del viaje— crucé mi brazo por alrededor de su cuerpo y la descansé a la altura de su pecho.

—Puedo notarlo. Si necesitan algo, pueden llamarme, vendré enseguida.

—Gracias, es usted muy amable. Dios la bendiga— le dije.

Estefanía cerró la puerta y se apartó. He sentido algo duro en mi mano. ¿Qué ha sido eso?

—¿Qué crees que haces, depravado? No vuelvas a tocarme de esa manera.

—No tengo el más mínimo interés de tocarte, solo lo hice para demostrarle que estamos en buenos términos. No quería levantar sospechas.

—Mentiroso. Para eso no tenías que tocarme — se tapó el pecho con las manos, pero pude notar en un mínimo instante que en su blusa rosa se marcaban sus pezones.

Ahora lo entiendo. Lo que sentí era eso. Soy tan idiota que ni lo había asociado hasta ahora. ¿Por qué está así? ¿Acaso eso sucede cuando alguien los toca?

—¿Por qué estás así?

—¿Por qué estoy cómo? ¿Enojada? ¿No tengo razones suficientes? ¡Eres un depravado! — su rostro estaba rojo como un tomate.

—¿Qué dices? No fue mi intención hacerlo. Ni siquiera sabía que te ibas a poner de esa manera. En fin, no volverá a ocurrir, así que hagamos de cuenta de que nada ocurrió aquí. Me alegra saber que no estabas tratando de traicionarme. Supongo que puedo seguir contando contigo.

—No sé por qué dudas de mí.

—Estabas secreteando en la llamada y colgaste tan pronto me acerqué.

—Sí, porque tenía temor de que dijeras algo que nos comprometiera.

—Bien pensado. Ambos estamos en el mismo bote. Ponte un candado en esa boquita y desaparece la llave. Pase lo que pase, debemos cubrirnos las espaldas. Nadie puede saber lo que sucedió. Solo somos dos jóvenes jugando a ser adultos y explorando los alrededores. Nada más ni nada menos. Júrame que no dirás una sola palabra y que podré confiar en ti. 

Luego de unos cortos instantes, bajó la cabeza al suelo.

—Lo prometo. 

—No lo había pensado de esta manera, tampoco me había visualizado teniendo una hermana, pero considero que tenerte a ti no es tan malo. Aunque eres muy asustadiza y con cero optimismo, eres la única que genuinamente ha permanecido conmigo sobre todas las cosas. No sé lo que nos pueda deparar el futuro, pero quiero que sepas que te estoy muy agradecido. Gracias por hacer lo que, probablemente alguien más no hubiera hecho por mí.