5. Primera Impresión
WOORI
En un mes las cosas pueden tornarse demasiado serias, ¿lo sabías? En un mundo donde ya no espera tal formalidad, el entrar por primera vez al penthouse de la persona con la que sales, se vuelve todo un acontecimiento. Yo no sabía cómo reaccionar ante eso; pensarlo me dejó dos noches enteras sin dormir.
Era extraña la manera tan rápida en la que Seokjin me estaba introduciendo a su entorno. Sus planes desde un principio parecían no ir más allá de unas cuantas citas y quizá algunos besos. Cuando las cosas se pusieron demasiado intensas, me envió a casa sin siquiera titubear; parecía ser el único con autocontrol, pues cada vez, cada desafortunada y frustrante vez, me dejó ansiando más.
Bo-mi lo llamó cobarde, yo dije que era un caballero.
Durante las últimas semanas, no veía forma de poder separarme de Jin. Él tampoco me lo estaba haciendo muy fácil. Luego de nuestra primera cita, recibí flores todos los días sin falta en la librería con notas cursis. No es que él hubiese cambiado drásticamente, seguía siendo el galán, seductor, arrogante y seguro de sí mismo que era; pero también se estaba convirtiendo en algo más. Se había estado mostrado atento y preocupado por mi bienestar, adoptando un dulce y tierno nivel de posesividad. Aunque lo que más pudiera llegar a desconcertarme, era su constante insistencia para que yo conociera a Taehyung, su mejor amigo.
No era como que yo tuviera un problema con verlo de nuevo, sin embargo, nuestro primer encuentro había sido un tanto misterioso; y si no hubiera sido por la abrupta aparición de Jin ese día, habría dejado para mí preguntas al aire.
—¿Lista? —sostuvo mi mano con firmeza mientras salíamos del elevador, sonriéndome emocionado como un chico que está por recibir una medalla.
Nos detuvimos frente a una puerta oscura y pesada, luego de que él introdujera el código, ésta se abrió, y ante mí apareció la perfecta imagen de un piso de soltero. Lo primero que llamó mi atención fue la enorme cocina que acaparaba la mayoría del espacio con todo lo indispensable, luego los gigantescos ventanales sin cortinas por donde se alcanzaba a ver por lo menos la mitad de la zona sur de la ciudad. Era frío, elegante y acogedor, todo al mismo tiempo. Justo como él.
—Esto es hermoso. —Me dejé envolver por las paredes pintadas de un azul cobalto y los muebles sencillos marrón que adornaban la estancia junto con un televisor inteligente que se hallaba a un lado del bar empotrado en la esquina.
—Tengo un gusto excelente, pensé que lo sabías.
—Y un pésimo sentido del humor. —Guiñé un ojo, pero cuando di un paso hacia atrás, goleé algunas revistas de arte y un par de latas de cerveza vacías estaban tiradas en el suelo.
Al mismo tiempo, al fondo donde se alcanzaban a ver tres puertas más, comenzó a sonar una estruendosa música jazz.
Jin maldijo por debajo del ruido. —Voy a matar a ese mocoso.
—¿Qué?
—¡Taehyung! — gritó en dirección al pasillo.
—¿Qué pasa?
Jin pareció no escucharme, caminó hasta el corredor, con golpes salvajes estuvo a punto de derribar la madera, y lo hubiera hecho si el ruido no se hubiese detenido. Apoyó la frente contra el marco esperando a que alguien abriera, una obscura melena se asomó por la rendija de la puerta entreabierta. De inmediato intenté descifrar la sigilosa pero ruda conversación que él estaba teniendo con la otra persona dentro de la habitación. La puerta negra se cerró con fuerza y Jin regresó, su cuerpo estaba tenso.
—Vámonos, te llevo a tu casa, a cenar o a donde quieras. — sujetó mi brazo y me encaminó a la salida.
—Espera. — lo detuve. — ¿Qué está pasando?
—No es nada. Quería que tuvieras una mejor impresión de...
De repente cerró la boca, soltó mis manos y pasó por mi lado, ignorando la mirada de perplejidad que había en mi rostro. Caminó hasta la orilla del gran sillón, de la mesita de centro tomó un puñado de servilletas y se agachó a recoger algo. Dándome la espalda fue directo al recolector de basura, pero con todo y sus intentos de ocultármelo, me di cuenta de que lo que traía medio envuelto en el papel era un condón usado.
—Pensé que este imbécil sería lo suficientemente inteligente como para deshacerse de su mierda. — se quejó mientras lavaba sus manos.
Me dio una mirada de disculpa antes de empezar a recoger las bolsas de comida chatarra que había sobre la mesa. Me deshice del abrigo y me dispuse a ayudarle.
—No, por favor, yo me encargo.
Lo tomé por los hombros y lo giré hacia mí. Sus grandes y hermosos ojos reflejaban una gran vergüenza, yo no estaba plenamente segura de cuál era la razón. En silencio traté de preguntarle qué era lo que estaba sucediendo, pero se negó a contestar. Retrocedió y siguió limpiando.
—Oye, esto es lo que hacen las novias; ayudan a sus novios a limpiar su departamento. — Puse los brazos en jarras y viré lo ojos— Bueno, eso creo.
Él se detuvo con dos botellas de Soju en ambas manos. Inclinó la cabeza para mirarme y arqueó una ceja.
—¿Novia? — las comisuras de los labios se elevaron de a poco.
—¿Qué? ¿No soy tu novia? Porque si no es así, mejor me voy y dejo de hacer el ridículo.— señalé hacia la salida.
Dejó lo que traía en las manos y sonrió. En dos zancadas llegó frente a mí, me sujetó por la cintura y me atrajo a su cuerpo que aún se sentía tenso. Sin esperar a tomar impulso colocó sus labios sobre los míos besándome con fuerza.
Con ambos brazos rodeé su cuello y me apreté contra él, sólo así, su cuerpo finamente se relajó.
—Dios. — gruñó cuando se detuvo a tomar aire.
Nos presionó contra la pared más cercana y aprovechó el momento para meter las manos debajo de mi blusa, sus dedos acariciando mi piel se sentía como estar en el cielo.
—¿Por qué me haces esto? — preguntó jadeante. —Ya es una tortura pensar en detenerme.
Sin decir nada lo atraje nuevamente para besarlo.
Entre que una de mis manos se deslizó por su pecho y su brazo me envolvió, se escuchó el chirrido de una puerta abriéndose. No se me ocurrió otra cosa más que empujarlo lejos.
—Vaya...vaya...vaya...
Junto a nosotros apareció el otro chico que había visto en la librería: Kim Taehyung. Traía puesto unos desgastaos jeans, unos sucios tenis que anteriormente debieron ser blancos y una camiseta blanca puesta por el lado incorrecto. Su cabello estaba desaliñado también, como si acabase de levantarse de la cama, y su labio inferior podría haberse confundido con un dulce por lo rojo e hinchado que se veía.
No parecía ser el mismo hombre perdido y confundido de la última vez.
Cuando nos vio, soltó una gran risa burlona y todavía tuvo el atrevimiento de guiñarme el ojo después.
—No entiendo. — Se cruzó de brazos. — Acabas de regañarme por eso, pero tú puedes hacerlo libremente por toda la sala. Eso no es justo.
Jin apoyó su mano en la pared a mis espaldas y descansó su frente sobre mi pecho mientras respiraba con dificultad y hacía lo posible por mantenerse calmado, pero masculló algunas malas palabras en su contra.
—Ésta es mi casa, imbécil. — señaló con rudeza.
Su amigo subió y dejó caer los hombros con simpleza. —Sí, pero tú eres mi mejor amigo, y mi hermana está usando mi departamento como bodega.
—Taehyung —Jin aspiró con fuerza.
—¿Qué pasa? — Sonrió con todos los dientes. Su rostro era igual al de un niño que sabe que cometió una travesura y aún así pretende ser inocente frente a sus padres cuando lo están reprendiendo. Me agradaba.
—No quiero explicaciones. Arréglate esa ropa y vete de aquí.
Sin importarle que lo estuviésemos mirando, Taehyung se dio media vuelta y se sacó la camiseta, quedando desnudo de la cintura para arriba, haciendo relucir los lunares en su espalda.
—Oh, por favor. ¡Taehyung! —Seokjin le gritó.
—¿Qué? —Volviéndose, su amigo dejó caer la cabeza sobre su propio hombro y frunció los labios en una mueca.
Finalmente se colocó la prenda, pero antes de que lo hiciese, no pude evitar mirar fijamente la fecha XXX-XII que tenía tatuada en el pectoral izquierdo con números muy pequeños.
Por la misma puerta por donde había aparecido Taehyung, se asomó una pequeña cabeza. Una chica de baja estatura y aproximadamente veinte años edad salió de la habitación usando un cortísimo short negro y un top color salmón, su largo cabello teñido de morado estaba despeinado y enredado, tenía un aro en el labio y su maquillaje parcialmente corrido. Cuando la joven vio a Jin, bajó la mirada.
—¿Lee Ji-Hyo?
Ante el tono de sorpresa de Jin, la chicha escondió su pequeño cuerpo detrás de Taehyung
—Déjala. — intervino— Es mi asunto.
Él tomó la mano de la chica y con ella pasó de largo hacia la puerta, Seokjin lo hizo retroceder al cortarle el paso. Frente a frente se miraron directo a los ojos sin vacilar; por un momento creí que iban a golpearse o a gritar, ella parecía estar a punto de echarse a llorar y mi cabeza trataba de maquinar la situación.
—Oppa, no le digas nada a mis padres, o a EunJin.— le suplicó. La chica más que asustada se veía avergonzada de que Jin la hubiese descubierto con Taehyung.— Ella me mataría. O peor, me dejaría de hablar de por vida.
Sus palmas juntas se movían frente a su cuerpo y seguía rogándole en silencio mientras Jin la contemplaba con una acusadora mirada. Al final, después de repasarnos a todos y saltar la vista entre uno y otro, él lanzó un severo golpe contra la parte lateral de la cabeza de su mejor amigo, eso hizo que Taehyung riera a carcajadas logrando que el ambiente se disipara un poco.
—¿En serio?
—Sí, bueno..., ya sabes.
—Y tú—se dirigió a la joven—, lo que hagas con el hermano mayor de tu tutorada, no es asunto mío. No le diré nada a tu padre tampoco, porque si lo hiciera, él terminaría despidiéndome por defender a este idiota.
Golpeó de nuevo a Taehyung, esta vez en el estómago dejándolo sin aire. Ji-Hyo se mordió los labios, luego saltó sobre mi novio enroscando sus delgadas y femeninas piernas alrededor de él.
—¡Gracias! Enserio, muchas gracias. Eres el mejor. — chilló al tiempo que regaba besos por toda la cara de él.
Oye, sí...¿hola? Disculpa, su novia está aquí.
—¡Ah! ¡Quítate de encima! —Alzó las manos por encima de su cabeza para no tocarla. Se giró hacia su amigo. — Sácala de aquí y vete, has perdido tu oportunidad de presentarte con WooRi.
El cuerpo entero de Taehyung se movió como una liga, y tan tajante como látigo, llegó a mi lado invadiendo totalmente mi espacio personal.
—Aléjate.— ordenó Jin rápidamente.
Se acercó a nosotros y pasó su brazo sobre el cuello de su mejor amigo al mismo tiempo que me envolvía por la cintura.
—Taehyung, ella es WooRi. Y él es..., tristemente debo decir, mi mejor amigo. — Sonrió con orgullo, después lo sujetó por la solapa de la camisa y lo acercó a su cuerpo. —Ahora, largo de aquí. Y llévate a esa niña a su casa.
Lee Ji-Hyo se cruzó de brazos y gritó enojada:
—¡No soy una niña!
Ambos estallaron en risas nuevamente. Fue hasta ella y la tomó por los hombros, caminó por detrás de su cuerpo hasta llegar a la puerta principal y con poca amabilidad sacó a ambos del departamento.
—Salúdame a mi jefe.
Jin terminó la frase dando un portazo y poniendo la cerradura, apoyó la frente contra la puerta totalmente exasperado.
—¿Y... ahora qué? —Él giró la cabeza y me miró por debajo de la curva de su hombro. —Antes que nada, déjame decirte que la escena de hace un momento fue algo inesperado por no decir incómoda. Y tu amigo...puff, es bastante...peculiar. Me agrada.
Dio la vuelta y presionó su gran espalda contra la puerta de color gris. Entrecerró los ojos y chasqueó con la lengua.
—Me alegro.
— Entonces ¿qué quieres hacer? —pregunté.
Su cara se iluminó. Enarcó la ceja del lado derecho y se quedó ahí, contemplándome, aguardando. Ahí, de pie frente a esta otra cara que se presentó a él, una WooRi que aún dudaba, pero que estaba lista para confiar en este hombre.
—Quiero hacer muchas cosas contigo. —Lentamente se deshizo de la chaqueta; ver el cuero rozando su piel provocó un repentino escalofrío en mi espalda que me hizo respingar.
Avanzó con pasos firmes pero lentos en mi dirección, una arrogante y seductora sonrisa adornaba su bello rostro, sus pupilas se dilataron y sus ojos se obscurecieron como el cielo en una noche de tormenta. Éste era él, esa versión medianamente perversa y primitivamente encantadora que me invitaba a descubrirlo.
—¿Me dejarás ir una vez que hayas terminado?
—Jamás.
Respiró contra mi mejilla y mis músculos se tensaron en respuesta, pasó sus dedos a lo largo de mi brazo y continuó subiendo por mi cuello hasta enredarse entre mi nuca y cabello, su otra mano acarició mi espalda con toques firmes calentando mi cuerpo bajo su palma.
Lánguidamente fue depositando besos de hombro a hombro, de extremo a extremo por toda mi clavícula. Sus labios, la humedad de su lengua, el jadeo entre cada respiración mía.
Los brazos me hormiguearon, mis piernas temblaban por la anticipación. La expectación me estaba matando. Todo mi cuerpo entró en combustión. Un beso, un roce, una mirada suya y bien podría considerar suplicarle que me tomara contra esa misma pared.
No podía soportarlo más. Como una loca comencé a tratar de desabotonar el pantalón, pero él sujetó mis muñecas y las dejó caer a mis costados.
—Si haces eso no habrá vuelta atrás.
—Lo sé.
—Quiero esto, WooRi, y lo quiero contigo; de ninguna manera pretendo presionarte.
No pude evitarlo, me reí en su cara. Una risa nerviosa por supuesto.
—Lo siento. Es que...perdona; he estado pelando por días con Bo-mi sobre si estabas siendo demasiado mojigato o un hombre de honor.
—¿Qué? —sacudió la cabeza.
—Siempre abogué por la segunda opción, pero es que ella y yo somos muy diferentes. Bo-mi sabe perfectamente bien cómo hacer estas cosas, escucharla intentar darme consejo me hace querer preguntarme muchas cosas. No quiero que te aburras de mí.
Me tomó por los codos para establecer una cierta y considerable distancia, me miró con interrogación.
—Espera un momento. ¿Acaso crees que, si no dormimos juntos pronto, te voy a dejar?
—No...no lo sé.
—O... ¿es que piensas que después de hacerlo voy simplemente a botarte? —Bufó. —WooRi. ¿Cómo puede siquiera cruzarte esa idea por la cabeza?
Sentí tanta vergüenza que no pude mirarlo a la cara.
—Lo siento.
—¿Qué voy a hacer contigo?
—No tienes que hacer nada. —Caminé hasta sillón para coger mi abrigo.
—¿A dónde vas?
—A casa.
—WooRi, ¿qué es lo que pasa?
—No lo sé.
—WooRi.
—Perdón. —gimoteé como una escolar. —No sé qué hacer, no sé cómo reaccionar. Lo he arruinado todo.
—Esto no es un jodido examen. Es tan fácil como un sí y no. ¿Quieres tener sexo conmigo? Aquí me tienes. ¿No te sientes lista? Voy a respetarte.
Además del brinco de confianza que decidió dar sentido común, un rubor extremadamente brillante subió por mis mejillas.
—...Nunca dije que no quisiera hacerlo contigo. Sí quiero. Mucho.
Exhaló. —Gracias.
—Lamento si te confundí. Mi falta de claridad nos causó un malentendido en el pasado y yo...
Jin se abalanzó sobre mí a morder la piel debajo de mi oreja que seguramente dejaría una marca. Cuando lancé un grito, él cubrió mi boca con una de sus manos.
—Piensas y hablas demasiado, ¿lo sabías? — terminó diciendo mientras lamía el lóbulo de mi oído.
—Perdón.
—¡Deja de disculparte!
—Pero es que yo...
Mi voz se ahogó entre sus labios cuando me besó para callarme. Y es que su boca lengua se sentían tan magistrales que cualquier otro argumento que pudiese haber tenido en ese momento se esfumó de la tierra. Ahora sólo éramos él, yo y nuestro frenesí.
Presioné juntas mis piernas al sentirlo bajar la cremallera, sus dedos se engancharon en las presillas y comenzó a deslizar hacia abajo mis pantalones, lo seguí con la mirada hasta que se agachó junto con ellos. Las yemas de sus dedos hicieron presión contra la parte interna de mis rodillas y mordisqueó por encima. Un jadeó sorpresivo escapó de mi boca, eso le causó risa. Palmeé con fuerza sus hombros en represalia, pero eso sólo lo hizo reír más.
De pronto, en un parpadeo me tuvo retenida y desparramada a lo largo de su espalda ancha. Protesté con un grito demasiado agudo y no se me ocurrió otra cosa más que pellizcar su duro trasero a lo que él respondió con un azote en mi nalga.
Conmigo sobre su hombro, Kim Seokjin literalmente corrió a lo que supuse era su habitación y me dejó caer como un costal sobre el gigantesco colchón de sábanas color metálico. Con una velocidad impresionante se despojó de toda su ropa quedando únicamente en calzoncillos. "Maldita sea.", pensé. "¿Qué hice bien en mi otra vida como merecer tener a semejante hombre así delante de mí?
—Vas a babearme la cama si sigues haciendo eso.
—Iba a decir algo realmente sucio, pero tu ego estallaría.
—Me lo dirás las más tarde. —guiño un ojo.
Continuó con su labor de quitarme también los pantalones que estaban en mis tobillos y luego saltó sobre mí. Abrí las piernas para hacerle espacio, él gustosamente se colocó entre ellas. Su mano tan grande como era aduló mi torso entero; cada vello en mí sintió la carga de electricidad. Lo mismo ocurrió cuando acarició mis pechos, el dedo índice y pulgar conociendo cada borde. Palpó mi estómago a pesar de que traté de impedírselo, en lugar de darme un sermón, la punta húmeda de su lengua rozó mi vientre en una perfecta línea horizontal.
Él alzó la vista sonriendo y mordiendo un labio luego de haberme hecho estremecer. Tragué saliva con mucho esfuerzo, sobre todo cuando, después de pedir permiso silenciosamente, sus dedos fueron a curiosear por debajo de mi ropa interior.
—Ji...Jin.
Con una dolorosa lentitud frotó sus dedos contra mí y el brote excitado bajo mi monte de venus. Siguió rozando, frotando sus dedos de arriba abajo alternando con movimientos circulares. En menos de dos minutos la construcción de ese primer orgasmo pasó de treinta a conforme Jin encontró el ritmo adecuado.
—Ah...Ah...— Mi respiración se volvió incontrolable, podía sentir mi ritmo cardiaco pulsando ya no en mi cuello sino entre las piernas.
—Eso es. No voy a parar. —murmuró contra mis labios.
El tan añorado y familiar hormigueo de calor recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Cerré los ojos con fuerza.
Y exploté aferrándome de las sábanas.
No perdió más tiempo, tiró de mis pantaletas mientras que con dedos temblorosos yo desabrochaba el sostén. Alargó una mano y de la cajonera junto a la cama sacó un puñado de condones, revisó rápidamente cuál de ellos era aún servible y se lo puso a una velocidad apremiante.
—Ya podrás decirle a tu amiga que no soy un mojigato, pero tampoco un caballero.
Ambos reímos acalorados.
Pasándose la lengua por el labio, colocó una de sus manos a un costado de mi cabeza para tener mejor apoyo. Me dio otro beso, uno tierno y casto en el momento justo en que se introducía en mí.
Esa gloriosa dilatación que sólo se consigue de esa manera repercutió hasta mi vientre. Cada estocada firme se fue volviendo más cadenciosa a tiempo que la fricción de cuerpos se facilitó por el sudor y la excitación.
Los sonidos guturales que él emitió fueron lo que me mantuvo húmeda y en sintonía. Era el cielo. Realmente se sentía como estar en el paraíso. Nuestros cuerpos a pesar de no encajar perfectamente se sentían en armonía. Sus manos sin haberlo hecho antes conmigo sabían exactamente cuándo, cómo y dónde tocar.
Cumplió su promesa: No paró, ni aunque se lo hubiera suplicado. Pero yo no quería que lo hiciera. Lo necesitaba, necesitaba esto.
Todo a mi alrededor daba vueltas. Me sentía embriagada. No, estaba embriagada; por él, por sus besos, por la forma en que me tomaba de la cadera en cada penetración.
Mientras él gruñía yo gemía y ambos jadeábamos de placer. Estábamos tan cerca, podía sentirlo. Su cuerpo golpeando contra el mío, sus manos sujetando las mías por encima de mi cabeza, nuestras respiraciones chocando la una contra la otra y nuestros labios furiosos por encontrarse y culminar esta maravillosa experiencia.
—...No te detengas.
—Ojalá pudieras verte en este momento. —resopló entre besos.
Continuó moviéndose cada vez más rápido y entrando profundamente, lo sentía por completo.
Cerca. Tan, tan cerca.
Una, dos, tres..., seis veces más y...
Cuando llegué, clamé su nombre como una bendición. Cuando él llegó, dijo mi nombre como una maldición.
Yo no sabía qué íbamos a hacer el uno con el otro a largo plazo, pero para mí algo era seguro; esta primera vez con él importaría más de lo que un primer amor alguna vez podría.
A la mañana siguiente, el frío del ambiente fue realmente lo que me hizo despertar. Giré sobre mi espalda buscando algún reloj pero no encontré ninguno. Me levanté de la cama con gran pereza -y algo de dolor muscular-, di vueltas y recorrí toda la habitación de Seokjin hasta encontrar mi ropa.
Una vez medio vestida y más o menos recompuesta, exploré el lugar hasta llegar a su cocina. Intenté preparar café y algo para desayunar, envié un mensaje a Bo-mi sobre mi paradero y fue entonces que me di cuenta de lo temprano que era. Las siete y media de la mañana del domingo. Un total sacrilegio.
Desde el exterior se escuchó un estrepitoso golpe, como algo cayendo al piso y chocando contra la puerta del departamento seguido de un quejido ronco. Alargué la cabeza en dirección al cuarto donde Jin aún descansaba y me decidí a echar un ojo por la cámara de la mirilla. No alcanzaba a distinguir, pero definitivamente había un bulto enorme en el pasillo. Al abrir la puerta, el cuerpo de un hombre cayó al interior del departamento, todo su peso sobre el hombro. Su cabeza también aterrizó contra el suelo.
Mi instinto me ordenó que gritase, pero mi cerebro me pidió que esperase a verle el rostro. Hubo un quejido bajo, luego un ronquido y un eructo al final. Todo en ese orden.
—¿Es enserio? — inquirí cuando lo puse sobre su espalda al empujarlo con mi pie.
Kim Taehyung levantó la cabeza y abrió sus ojos todavía adormilados. Cuando me vio de pie delante de él, se alegró demasiado luciendo una sonrisa cuadrada.
—WooRi. —clamó mi nombre como una ensoñación.
¿Cómo un hombre al cual no conocía podía ponerme de mal humor en un santiamén?
—Por favor, dime que acabas de llegar y que estás ebrio o algo.
—No en realidad. Digamos que pasé aquí la noche. —Bostezó y rascó la parte de atrás de su cabeza — Lo que sucede es que... me dejé las llaves de mi casa aquí adentro.
—No te creo.— le tendí la mano para ayudarlo a levantarse.
—Lo juro por mi vida.
Cerré la puerta detrás de nosotros y lo llevé directo a la mesa, el enojo desapareció así que fui a serví dos tazas de café junto con un plato de pan tostado. Observó fijamente lo que tenía en la mesa, su rostro colmado de una desilusión que a decir verdad me resultó tierna. Su estómago gruñó tan fuerte que no lo creí posible, entonces Taehyung me miró como un niño hambriento.
—¿Y si vamos por hamburguesas?
—¿Hamburguesas? ¿A esta hora?
—Es que no me gusta el café. —explicó haciendo un puchero.
Nuevamente viré los ojos, pero regresé a la cocina, me hundí en la nevera y preparé un plato más fuerte, él y su cuerpo lo agradecieron. Pasé el rato viéndolo comer y tomar su jugo sin decir una sola palabra.
—¿Entonces..., tú y Jin? — Preguntó con el último bocado en la boca mientras se limpiaba con una servilleta.
Me mantuve estoica y contraataqué. —Así que... ¿la tutora de tu hermana?
Me miró directo a los ojos antes de contestar.
—Soy un depravado, ya lo sé.— Lo único que hizo fue encogerse de hombros.
Su expresión me causó risa, una pequeña sonrisa se asomó por las comisuras de sus labios hasta que se le marcaron ligeramente los bordes de la mandíbula. Me llevé el pulgar a la boca y mordisqueé la uña echándole un vistazo de arriba abajo, finalmente dije:
—Debería presentarte a mi amiga Bo-mi. Le va a encantar conocerte.
Una vez que sus ojos se encontraron con los míos, nos fue imposible apartar la mirada. Sus ojos eran como la contraportada de un libro que da la reseña, pero no toda la historia.
Y yo, realmente quería conocer toda la historia.
Pero qué cosa, ¿no? Ese Jin...uff. Ah, y Tae. ¿Se lo imaginan así todo adormilado pidiendo desayuno? Yo moriría de ternura.
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