33. Te necesito más de lo que tú a mí.
WOORI
Entre sueños hubo un pitido molesto que me taladró la cabeza. Mi cuerpo no se sentía como mi cuerpo, era sólo una gran masa blandengue. No quería despertar. Me sentía agotada.
De fondo a esta oscuridad alcancé a escuchar el sonido de voces, pero no lograba distinguirlas. Lamí mis labios, estaban secos y partidos; necesitaba agua. Algo incómodo estaba invadiendo mis fosas nasales, quise retirar lo que sea que tuviese ahí, pero mis manos no respondieron. No tenía fuerza.
Con mucho esfuerzo trate de abrir los ojos a pesar de que mis párpados se sentían demasiado pesados. ¿Qué era ese sonido palpitante? ¡La cabeza iba a explotarme! Creo que necesitaba urgentemente ir al baño.
—En vista de que el sangrado no ha cedido, la hemos valorado y creemos que lo mejor será intervenir.
—¿Van a sacar al bebe? —dijo una angustiada voz femenina.
—Por lo pronto haremos un ultrasonido. La ginecóloga y el cirujano estarán ahí para decidir si es necesario meterla a quirófano.
Espera, ¿qué?
La luz brillante quemó mis pupilas. Gemí. Traté de moverme, no pude; sentí como si estuviera pegada o amarrada.
—Calma. Todo está bien, mi amor. —una mano acarició mi rostro y peinó mi cabello. Esa voz tranquilizadora me era familiar.
De nuevo un cansancio devastador me aplastó.
No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando finalmente abrí los ojos, una serie de imágenes pasaron a super velocidad por mi mente haciendo un resumen de las últimas horas. Moví la cabeza, mis padres estaban junto a Taehyung escuchando el diagnóstico del doctor. Vaya momento oportuno para despertar.
—Parece que el medicamento está ayudando, pero el ultrasonido no salió como esperábamos. Hay demasiada sangre en su cuerpo, tanta que nos fue casi imposible ver las condiciones en las que se encuentra el bebé.
—¿Entonces? —preguntó papá. —¿Qué es lo que va a pasar?
—Vamos a intervenir. La paciente se está desangrando. Aún tenemos tiempo, pero si no actuamos, hay un riesgo de mortalidad para ella o el bebé.
—Lo que nos está diciendo es que...—a mamá le costó trabajo seguir. —¿no creen poder sacarlos a ambos con bien?
—Vamos a hacer lo que esté en nuestras manos, señora, pero debe entender que en casos así, al final del día debemos hacer una elección.
Ay, no. Iban a tener que decidir entre él o yo. Taehyung ni siquiera lo pensaría dos veces.
—El bebé. —balbuceé por la garganta seca.
Todo el mundo se volvió hacia la camilla, apenas lograba verlos, pero podía sentir sus agudas miradas incrédulas y preocupadas. Se acercaron a mí, temerosos de ser contagiados por mi locura.
—Les daré unos minutos. —El hombre de traje quirúrgico salió de la habitación.
—Hija...—Mamá comenzó a hablar.
—Bebé.
Tae se inclinó a quitar el cabello de mi rostro. —WooRi...
—No. El bebé.
Sacudió la cabeza. —De ninguna manera.
—Tae.
—No, WooRi. —gruñó. —No.
Papá le tocó la espalda tratando de atraer su atención. —Vamos, muchacho, necesitas aire.
—No voy a dejarla.
—Ve. —le pedí.
—WooRi—se quejó.
—Vete.
Golpeó la orilla de la cama haciéndome rebotar, apreté los ojos recibiendo su enojo. Salió hecho una furia, sintiéndose traicionado.
—Hija, piénsalo, estás tomando una decisión con la cabeza caliente.
—Estoy cansada, déjenme sola.
Mi madre intentó discutir, pero mi bendito padre logró sacarla del cuarto antes de yo explotara en gritos.
El cirujano volvió cuando todos estaban fuera discutiendo sobre mi situación. El doctor me habló acerca de todos los riegos. El bebé, además de todo, era demasiado grande, se movía demasiado y ya no podían asegurar si venía o no, en la posición correcta o en una no tan complicada para maniobrar. Mientras las personas a las que yo más quería intentaban solucionar un problema sobre el que no tenían control, tomé fácilmente la decisión más difícil de toda mi vida.
El sujeto salió de la habitación con el acta responsiva firmada por mí. Allí iba mi gran acto de amor verdadero.
Corrí al baño a vomitar, supuse que el médico había ido directamente a hablar con alguien, pues mientras sacaba sangre y bilis de mi boca, podía escuchar a mi esposo discutiendo con mi madre. De la sacudida y el esfuerzo, salía más sangre de mi entrepierna, mi vida y la de mi hijo dependía de esto.
Salí tambaleándome del cuarto de baño, sufrí un mareó, vi perfectamente cómo iba a caer sobre el suelo frío, pero unos fuertes brazos alcanzaron a sostenerme. Kim Taehyung.
—¿Estás loca? —Me sacudió —¿por qué no pediste ayuda? —Estaba tratando de no gritarme, en su lugar, gruñía y bufaba igual que un toro. Apoyados contra la pared blanca de la habitación me apreté a su pecho, él me rodeó con los dos brazos. Recargó su mentón en la coronilla de mi cabeza y lo sentí tragar saliva con demasiada dificultad.
—Lo siento. — sollocé. — Tengo miedo, Tae. Tengo mucho miedo.
Me arropó con más fuerza sin hacerme demasiado daño, lo escuché contener un jadeo. Esperé a que me dijera que todo estaría bien, que los doctores nos iban a cuidar a ambos y que saliendo del hospital, tomaríamos a JiNa y nos iríamos lejos a descansar. Pero no lo hizo.
—Tenemos que acostarte, vamos.
Tenía ganas de llorar, porque entendí todo lo que esta decisión implicaría para el pobre y débil corazón de Taehyung. Él no lo soportaría. Y yo, podría no tener la fuerza suficiente para verlo quebrarse, no cuando yo era la causa.
—Taehyung...—traté con todas mis fuerzas decirle algo que le quitara la angustia.
—Sí, lo sé. —Leyó mi mente. Terminó de acomodarme en la cama y me cubrió con la sábana, pasó su palma a lo largo de mi vientre antes de caminar hacia la silla y sacar una libreta y un bolígrafo de una mochila negra.
—¿Qué es eso?
—Kim Bum me la dio. —regresó a mi lado y me la entregó. — Dijo que él no necesita una, que siente que no hay nada que no le hayas dicho ya.
—Así que eso cree. —sonreí, porque tenía razón.
Taehyung se encogió de hombros. —Realmente no sé a qué demonios se refería, pero insistió bastante en que te la entregara. ¿Tienes alguna idea de lo que quiere?
El nudo en mi garganta creció, las lágrimas volvieron. —Sí.
Taehyung no se conformó con mi monosílabo de respuesta, pero no presionó. Evitando su aguda mirada, abrí el cuaderno y me puse a escribir tan rápido como me fue posible. En ese momento pensé en todos aquellos personajes importantes en la historia de mi vida. Y maldije.
Iba a destrozarles el corazón.
Me detuve después del primer párrafo y lo miré. Ubicado en el sillón de visitas, sentado con sus codos sobre sus rodillas y la cabeza entre sus manos, lo vi llorar en silencio. Se me partió el alma.
Cuando levantó la mirada, sus ojos se conectaron con los míos y giró bruscamente la cabeza.
—Deja de mirarme. —pidió, más que una orden.
Siguió llorando. No sollozos, no gemidos, no gritos de sufrimiento; sólo lágrimas silenciosas que gota a gota iban destruyendo mi sensatez.
—¿Me perdonas? —dije en voz baja, esperando que no me hubiera escuchado, pero anhelando que lo hiciera, me sonriera y me dijera que estaríamos bien.
No pudo más. Se levantó, y de dos zancadas salió irascible de la habitación azotando tras de él la frágil puerta.
Cuando lo vi partir, me deshice en un mar de lágrimas. Mis manos cubrieron mi cara, a mis ojos hinchados y mis labios amarillos. Traté de sofocar los gimoteos, mis dedos rozaron mi vientre. No te agites tanto, bebé. Nos matas a cada movimiento.
Escribí a contra tiempo, como si mi vida dependiera de ello. Escupí verdades, ocultando disculpas entre cada párrafo. Rogué por promesas, supliqué por su paz.
El agotamiento estaba por consumirme.
Cerré los ojos.
Volví a soñar.
Pasto recién cortado picaba mis piernas desnudas. Enderezo la espalda, la falda oscura del uniforme se alza por mis muslos; de la pesada mochila que había estado usando como almohada saco un pequeño espejo. Parpadeo, soy joven otra vez; muy joven en realidad. Miro a mi alrededor desconcertada. Una Yoon Bo-mi adolescente está parada al pie del árbol a mi lado, tiene su vieja cámara en las manos, parece muy concentrada intentando tomar una fotografía de la mata violeta. También lleva puesto el uniforme de la preparatoria; su falda mucho más corta que la mía, muy por encima de la rodilla. Su camisa blanca apretada le da una linda forma a su cintura.
Giro la cabeza; entre el espacio de un arbusto y una banca se encuentra la versión juvenil y recién enamorada de Kim Bum y Mari-na. Se besan como si no hubiera mañana.
—Son asquerosos. —Se queja Bo-mi a mis espaldas. —Es repugnante.
Es un sueño, me digo. O quizá un recuerdo esporádico. Aún así, siento que debo irme, más tardo en pensarlo en conciencia que en lo que mi yo menor se levanta y pasa por el sendero de cemento abriéndose paso entre los otros estudiantes. Logro cruzar la salida, hay una gigantesca avenida que atravieso corriendo con la mochila colgada del hombro. Un auto pita muy cerca de mí, me sobresalto. Me doy la vuelta por inercia, y justo soy salpicada por un charco de agua de lluvia. Distingo dos siluetas al interior del auto que me ha mojado, los idiotas se ríen; cuando estoy a punto de gritarles que se vayan al diablo, el conductor voltea hacia mí y veo que es Kim Taehyung quien me guiña el ojo. Luce más joven, pero sé que es él.
La sorpresa puede conmigo. Quiero despertar. Avanzó tres pasos en dirección contraria a la que iba y de pronto me encuentro afuera de la librería. No hay un solo movimiento en la calle, o dentro; entro sigilosamente, sintiéndome una intrusa. Está vacía. La luz del sol que destella en el ventanal lastima mis ojos, avanzo más allá del mostrador, la caja registradora hace un ruido extraño y la campana de la puerta suena. Está abierta, lentamente se cierra; permitiéndome ver mi reflejo. Ya no estoy mojada. Ahora luzco más como yo, con jeans y una camiseta. Hay un aroma particular en el aire: huele a loción cara y mar. Dejo que el olor guíe mi camino por este laberinto de libreros. Vuelvo al mismo punto donde inicié, con la única diferencia de que Kim Seokjin está llenando con su presencia todo el lugar. Quiero preguntarle qué hace ahí, preguntarle cómo está. No puedo hacerlo; las palabras están en mi lengua pero no puedo lanzarlas fuera de mi boca. Estiro la mano, quiero tocarlo. Tampoco puedo hacer eso. Cada paso que doy hacia él parece llevarme más lejos.
Detrás de mí se reproduce una suave música que estoy segura está llamándome, pero no quiero dejar a Jin. No importa lo que deseé, mi cuerpo me lleva. Bajo mis pies hay un desorden de libros deshojados; entro por la puerta de la bodega trasera, al fondo veo una rendija por donde entra una delgada línea de luz. Conforme avanzo, la música se vuelve más fuerte. Telas negras obstruyen mi paso, las hago a un lado, entonces siento una brisa fría soplar en mis brazos y piernas, miro hacia abajo, llevo un vestido blanco de seda corto y amplio, y estoy usando mis zapatillas de punta. Me asomo al interior, o exterior, no tengo idea. Estoy entre las bambalinas de un teatro, el escenario es inmenso. Al igual que la librería, está vacío. Mis puntas rosas hacen eco en la madera a cada paso. La música cambia, de la nada comienzo a bailar.
Reflectores bañaban de azul mi piel mientras me muevo sobre el escenario. No tengo preocupaciones, soy solo yo y el roce de la tela golpeando mi cuerpo en cada giro que doy. Río. Soy feliz bailando, me siento libre.
Aplausos me sacan del hechizo, camino con el ceño fruncido hasta el proscenio cubriéndome de la luz con mi mano para tener mejor visión. Veo a mi abuela sentada en la octava fila, tiene la sonrisa más bonita que le he visto nunca.
—Abuela.
—Muñequita—dice. —, es hora del gran final.
—¿Qué?
Ya no me responde, en vez de eso se pone de pie y veo como avanza entre las butacas. Se está marchando.
La llamo desesperada.
—Abuela. ¡Abuela! —No se inmuta. —Espera, no te vayas.
Sigue caminando sin detenerse a mirarme, o decir algo.
—Es hora de irnos, WooRi. —A mi izquierda, Seokjin lleva puesto un traje gris opaco, se le ve ansioso.
—¿Estás lista, WooRi? —Giro a la derecha. Taehyung está recargado en la pared a la orilla del escenario, con su mano en el bolsillo delantero, luce calmado y fresco.
Me siento muy asustada, no comprendo lo que está sucediendo.
—¿A dónde vamos? —pregunto mirando del uno al otro, a mis dos chicos Kim. —¿Qué hacen aquí?
—Debes descansar. —Jin da un paso hacia mí, Taehyung hace lo mismo.
—Te ves cansada.
—Estoy bien. —Les digo. —Sólo quiero ver a mi hija. ¿Dónde está JiNa?
—WooRi...
—WooRi...
Me llaman al mismo tiempo. Tengo miedo. Los detengo de seguir avanzando, no quiero que se acerquen.
—¿Qué está pasando?
Taehyung tiene una línea dura en el rostro en vez de su usual sonrisa cuando dice: —Es hora de decir adiós.
Escalofríos recorren mi cuerpo entero.
—¿Decir adiós? ¿Por qué?
—Tienes que volver. —La voz de Jin se escuchaba serena, sin ningún tipo de temor.
—Si digo adiós, ¿me prometes que todo va a estar bien?
Tae asiente.
Giro sobre mis talones. Jin está esperándome con los brazos abiertos. Corro hacia él, de un brinco me pillo de su cuerpo envolviéndolo con brazos y piernas. Lo abrazo con todas mis fuerzas.
—Lo hiciste bien.
—Te quiero. —digo, al tiempo que me desenvuelvo, él me deja sobre mis pies suavemente.
Voy hacia Taehyung, hacia el hombre que amo. Tomó su mano, le permito guiarme porque confío en él. Comienzo a sentirme mareada. Su voz se escucha lejana. Está sufriendo. Quiero abrazarlo.
—WooRi, mi amor...
Despierto. O al menos soy consciente de ello aunque mis ojos no están abiertos aún. Ahora todo es más claro: Estoy en el hospital, estoy embarazada, escribí cartas de despedida.
Las punzadas en mis sienes se han vuelto insoportables. Un extraño aroma llegó a mi nariz; era una combinación de su loción con el perfume de Bo-mi. Mi estómago se revolvió.
—Amor...—murmuró. Sus labios besaron cada uno de mis nudillos. — Te lo suplico, no me dejes. Perdóname por no cuidarte como debía, si alguna vez te decepcioné quisiera...—sollozó. — WooRi, ojalá entendieras lo mucho que te amo, lo mucho que te necesito. Sabes que mi corazón siempre te ha pertenecido. Te pertenece porque eres una luchadora.
Sentí un hueco en el corazón, Taehyung me necesitaba tanto como yo a él. Abrí lentamente mis ojos, él me observó con los suyos llenos de lágrimas. Sentía que mi corazón se partía en mil pedazos. Tomé su mano y besé sus dedos.
—Tae...
—WooRi...
—Está hecho.—intenté tragar mi llanto
—Existen otras maneras.
—Mientes.
Sus manos de hundieron en mi cabello, sujetando con fuerza sosegada mi nuca. Su frente pegada a la mía.
—Entiende que tú eres la persona más importante, y que sin ti no tengo vida. No conseguiré hacerlo sin ti. ¿No te das cuenta? Moriré en cuanto tu corazón deje de latir y eso no es lo que quiero. Lo que quiero es estar donde estés tú.
—Tú no puedes venir conmigo, tonto. —reí sin gracia. — Tienes que cuidar de nuestros hijos. No los puedes abandonar.
—¿Y tú sí?
Dejé caer la cabeza contra la almohada, mi mano buscó entre las sábanas las dos hojas de papel dobladas en cuatro, estiré el brazo y traté de no mirarlo mientras que con voz fría, le decía:
—Necesito que se las des a Mari-na y Bo-mi, van a odiarme por esto, pero no hay más. Se acabó.
Perdóname, Taehyung. Te estoy torturando con esto. Lo siento.
Confundido, frustrado y harto, lo vi salir con mi carta de despedida para mis dos únicas amigas en las manos.
Cuando éramos más jóvenes, habíamos acordado que cada vez que alguna de las tres no se sintiera lo suficientemente bien como para contarle a las otras sus problemas, escribiríamos una nota dónde lo explicábamos todo. La primera fue Mari-na, nos escribió una carta de cuatro hojas a cada una diciendo lo mucho que seguía queriendo a su antiguo novio, pero que se estaba enamorando de Kim Bum, y que no sabía cómo decírnoslo, pues creía que él era como un hermano para nosotras. Muchos años después, Yoon Bo-mi lo hizo también. En dos hojitas del tamaño de una servilleta, escribió once palabras:
1. Creo
2. que
3. estoy
4. embarazada
5. y
6. no
7. sé
8. quién
9. es
10. el
11. papá.
Falsa alarma después de todo.
Ahora era mi turno.
Mari-na:
Debes de estar enojada. Supongo que ya sabes sobre esa gran posibilidad de que algo suceda durante la operación.
Lo siento, no había otra opción. Por favor respeta mi decisión.
No me guardes rencor por no poder despedirme en persona de ustedes, pero espero que entiendas que es realmente difícil pensar en decirles adiós y no soltarme a llorar. Y no puedo irme sin decirte algunas cosas:
Sé que has mantenido contacto con Seokjin desde que se fue, seguramente le has avisado sobre mi situación. No estoy molesta. Respeto que sigas con esa amistad, de hecho, te agradezco que lo hayas llamado para ponerlo al tanto, porque no quisiera morirme sin que él lo supiera.
Supongo que sabes que te quiero demasiado, y que pase lo que pase, siempre voy a estar contigo. Voy a cuidar de ti, de Kim Bum y del pequeño Dongsun.
Siempre cuidaste de mí contra viento y marea, y te quiero dar las gracias por todas esas cosas maravillosas que hiciste por mí.
La verdad es que ya no sé que más poner para rellenar la hoja. Esto no tiene sentido, ya estoy llorando y aún no escribo la carta para Bo-mi. Pero una cosa que sí voy a pedirte, es que cuando nuestros hijos crezcan, me hagas el favor de contarles sobre nosotras. Haz que ella me conozca a través de ti. Procura que no comentan nuestros mismos errores.
Sé que es absurdo lo que voy a pedirte, pero no me olvides. También sé que no lo harás, pero quiero asegurarme. Te voy a extrañar.
Te quiero. Gracias por todo.
Yoon Bo-mi:
Pequeña, ya no llores. Tú nuca lloras a menos de que las cosas de verdad sean devastadoras. Y antes que cualquier cosa suceda, existen dos palabras que necesito que queden grabadas en esta hoja: Te amo y gracias.
Quiero que sepas que desde que nos conocimos te volviste una persona indispensable en mi vida. Eres mi hermana y mi mejor amiga, hemos pasado tantas cosas juntas que me es imposible mencionarlas todas, y justo por eso me alegra saber que no me iré con el sentimiento atorado en el pecho por no haberte dicho lo mucho que tú significas en mi historia.
Siempre habrá una persona que sufra más que tú. Siempre habrá alguien cercano a nosotros que se tenga que ir, siempre nos quedaremos con la duda de lo que alguna vez pudo haber pasado si ella o él se hubieran quedado; porque la vida siempre está llena de detalles e incógnitas. Las personas vienen y se van, pero es nuestra decisión el tiempo que aprovecharemos con ellos.
Esta vida nos pone obstáculos, algunos que nos es imposible superar. Ésta es una de ellas. No me he rendido, sigo luchando, pero lo cierto es que soy consciente de cómo va a terminar esto. Es extraño, ustedes mejor que nadie saben que la muerte me aterra, pero el amor hacia tus hijos te hace olvidar todos tus miedos.
No estés triste por mí. Soy más feliz que nunca, Bo-mi. Mira todo lo que tengo: Conservé su amistad por más tiempo de lo pudimos haber esperado, aún contra cualquier pronóstico. Bailé todo lo que quise bailar. Amé y fui amada. Y tú estuviste allí, conmigo, a cada momento.
No tengo por qué decirte que compares tu vida con la de cualquiera de nosotras, ni que un hombre, matrimonio o hijos es lo que necesitas para ser feliz; sólo te exijo que busques tu felicidad, no se puede ir por la vida en soledad. Lucha por encontrar esa razón que te haga sonreír todos los días.
Sé que faltan muchas cosas por decir, pero este nudo en la garganta no me permite continuar; así que seca esas lágrimas, yo haré lo mismo con las mías. Te voy a extrañar mucho. No me recuerdes con dolor.
Nunca dejes de sonreírles a las personas y jamás dejes de retar al mundo. Libra todas las batallas venideras, y las que no puedas ganar, enfréntalas con la cabeza bien en alto.
Nadie es invencible, llega un punto donde todo colapsa.
Aunque no nos volvamos a ver, te aseguro que siempre estaré a tu lado. Te amo, y por favor recuerda: La vida sigue.
Solíamos decir que nuestra amistad era como el matrimonio: Hasta que la muerte nos separe, pero olvida eso. ¡JUNTAS POR SIEMPRE!
WooRi.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro