31. Aventuras de un Matrimonio Anunciado
KIM TAEHYUNG
Todos aplaudimos las palabras de Kim Bum, más Mari-na, pero a los demás también nos gustó su discurso sobre cómo había conocido a WooRi, cómo ella los había juntado a él y a su esposa y lo mucho que la quería.
Pasé el brazo por detrás de su respaldo para acercarla más, ella recargó su cabeza en mi hombro y puso una mano en mi pierna que apretó en torno a mi muslo. Nadie podía ver debajo de la mesa y a través del mantel, así que poco importaba lo mucho que mi ahora esposa quisiera meterse en mis pantalones.
Yoon Bo-mi se puso de pie, con su cuchara golpeó la copa de cristal para llamar la atención de todos. El Dj subió el volumen de la música, por lo que Bo-mi se subió a la silla y desde ahí, le gritó al sujeto:
—¡Oye! ¿Hola? Todavía no termínanos con las palabras cursis por aquí, hazme el favor de apagar tu maldito aparato. —El hombre obedeció consternado. —Gracias. —dijo sarcásticamente.
WooRi se llevó la mano a la cara y negó avergonzada.
Nota mental: No más licor para Yoon Bo-mi por lo menos hasta después de la cena.
—¡Bo-mi! —amonestó Mari-na.
Ella rodó los ojos y saltó bajándose de la silla. Se aclaró la garganta y señaló hacia nosotros.
—No me pueden interrumpir. Lo digo enserio; si alguno de ustedes dos, imbéciles, trata de callarme, voy a maldecir su matrimonio, ¿entendido? — sin más qué hacer, WooRi y yo asentimos. — Bien. Yo siempre aposté a que ustedes terminarían juntos, fue cuestión de tiempo. Solían mirarse el uno al otro como dos cachorritos sin hogar.
Bueno, eso era cierto. Bo-mi continuó:
—He conocido a WooRi durante prácticamente toda mi vida y sé lo distraída que puede llegar a ser. De verdad, no sé qué demonios hacías con Seokjin, perdiste demasiado tiempo. —alguien tosió con incomodidad. — Como sea, justo ahora puedo decirte, Taehyung, el momento exacto en el que supe que WooRi tenía sentimientos por ti más allá de la amistad, pero no lo haré. Tal vez para su aniversario número veinticinco. Chicos, creo que todos aquí lo pensamos, pero nadie tiene las suficientes bolas para decirlo: Son unos completos idiotas. Pero así los amo. De todos modos, a ustedes sólo debe importarles lo que el otro diga. Punto. — Tomó un tragó de vino, y mientras lo hacía, se señalaba a sí misma con el dedo índice. Dejó a un lado la copa.—Fui la primera persona a quien Kim Taehyung le dijo que estaba perdidamente enamorado de WooRi, todavía lo recuerdo lloriqueando acerca de cómo ella jamás lo amaría y de qué tan vivo se sentía cada vez que la abrazaba o la hacía sonreír. Bla, blá, blá...
—¿De verdad? —me preguntó mi esposa en voz baja.
—WooRi, — su amiga la llamó. —lo siento, pero Taehyung me contaba todo.
Mi boca se abrió en protesta, pero Bo-mi apuntó a mi cabeza y entrecerró los ojos, amenazándome.
—No lo hagas. —advirtió WooRi palmeando mi pierna.
—Pero, es que yo...
Bo-mi me ordenó que me guardara silencio al colocar un dedo encima de sus labios fruncidos.
—No digas ni una palabra más. Uno, te dije que te callaras; Dos, éste es mi monólogo, no el tuyo; Tres, soy la mejor amiga de la novia, así que más te vale cerrar la boca. Como iba diciendo, eres un gran hombre, Taehyung. No sabes lo feliz que me siento al saber que mi hermana de otra madre está con un hombre que la ama por sobre todas las cosas. Yo sabía que eras el indicado. Pero ella es mejor amiga, y no sé si lo sabes, pero cuando estábamos en la escuela, las niñas eras malas conmigo. A pesar de eso, a WooRi le agradé. Cuando la más maldita de todas me hizo llorar al decirme que mi papá me había abandonado porque no me amaba, WooRi me tomó la mano y me dijo que me quería. Cuando esas abusivas me prohibieron jugar en el estúpido columpio y tiraron de mi cabello, ella las empujó y les dijo que los juegos eran de todos. No sé qué pasó, pero nos volvimos inseparables y lo demás es historia. —Los ojos de Bo-mi se llenaron de lágrimas. Nadie habló. Sopló toda la emoción que tenía dentro. — WooRi me enseñó lo que significaba tener una familia. Así que la cosa está así: Te quiero y la quiero, pero te juro por todo lo que considero sagrado, que te patearé el trasero si la lastimas.
Guardamos silencio. Cuando giré a ver a mi esposa, ella tenía dos dedos apenas acariciando sus labios temblorosos y sus silenciosas pocas lágrimas caían por su cara. Bo-mi le sonrió, luego dirigió la vista hacia mí y me guiñó un ojo. Se apropió de la copa de vino de Mari-na y la bebió. Miró en todas direcciones.
—El discurso se acabó, aplaudan. —protestó.
La multitud estalló en aplausos y silbidos de celebración.
El tuno siguiente fue de mi hermana.
—Bueno, yo sólo diré tres cosas. Porque cualquier cosa que diga no será ni la mitad de genial como lo de mi predecesora, pero como sea. —giró el torso sesenta grados para poder mirarnos a mi esposa y a mí, sin importarle que le estuviera mostrando la espalda a más de la mitad de la fiesta. — Eres el único hombre al que yo he amado. Es totalmente literal. Cuando me atreví a decirle al mundo quién era yo y lo que sentía realmente, estaba tan preocupada por lo que tú pensarías, y me daba miedo que me dejaras de querer. Pero me aceptaste por lo que era, no dejaste de verme como tu hermana, ni te conmocionaste el día que llevé a mi primera novia a casa. Nada cambió. Eres mi héroe, mi compañero en las buenas y en las malas. Y estoy orgullosa de ser tu hermana.
—Me harás llorar, pulga. —Bromeé.
Eon Jin se dirigió a WooRi esta vez. —WooRi, tienes al hombre colgado de la punta de un rascacielos, si tú, algún día te atreves a traicionar el amor enfermizo que te tiene, tu peor castigo será verlo caer y morir. Te ama, así que ámalo de igual forma, y a menos de que sea él quien cometa el error fatal, no lo abandones. Quedan pocos hombres tan buenos como él. Y déjame decirte que no es porque sea mi hermano, pero, chica, te has sacado la lotería con éste. Brindo por su felicidad.
—Una cosa más. —añadió Bo-mi, gritando desde su mesa. — Taehyung, necesitas buscar otro trabajo. —la miré sin entender. — ¡WooRi está embarazada!
¡¿Qué?!
Puedo apostar a que mi rostro estaba pálido ya que toda la sangre de mi cuerpo desapareció, transformándome en un muerto viviente con una temperatura corporal de menos cero. Giré a verla, WooRi tenía los ojos sumamente abiertos y lanzaba dagas imaginarias a través del pecho de su amiga. Ella me miró y sonrió con timidez, un tenue color carmesí apareció en sus mejillas.
—¿Sorpresa? —se volvió pequeña mientras esperaba alguna reacción de mi parte.
—WooRi, tú..., los doctores dijeron que no debías embarazarte de nuevo, que podrías...
Me dio un beso rápido para callarme. —Todo está bajo control, lo juro.
—Prométeme que todo va a estar bien. —le dije con un toque de desesperación.
—Vamos a estarlo. Una familia feliz, ¿recuerdas?
Mentiría si dijera que no me alegraba la noticia, pero el miedo pudo más que el sentimiento de euforia. Miedo tampoco era la palabra. Aterrorizado se acercaba un poco más. WooRi era más importante que hacer crecer a la familia, WooRi era más importante que cumplir un capricho.
Cerré los ojos, y mentalmente le pedí a mi madre: Cuídala, ¿de acuerdo? Ella es mi todo.
—¿Enserio tengo que cargarte por el umbral? —pregunté, mientras veíamos la entrada al hotel en el que nos hospedaríamos por esa noche. Ella aún tenía su largo vestido blanco y yo llevaba puesto el traje.
—¡Es la tradición! —hizo un puchero.
—¿En dónde? —masajeé mi cuello, debatiéndome entre hacerlo o no hacerlo.
—En... ¿las películas? Vamos, sería bonito. Y romántico.
—Pero estoy cansado.
—No me importa, hazlo.
Resoplé una vez más. Amaba a esa mujer. Extendí mis brazos, entonces ella brincó y la sostuve.
—Bien, aquí vamos. —dije entre dientes.
Las personas que aguardaban sus coches frente al hotel nos miraban mal, algunos niños se reían, pero hubo una pareja de ancianos que nos sonrieron con empatía. El señor me giñó el ojo y sostuvo ente sus dedos la mano de su mujer. En ese momento decidí que así quería verme cuando fuésemos más grandes: Enamorados, aún después de tantos años.
WooRi llamó mi atención al besar mi mejilla y dijo con voz cantarina:
—Cuando seamos viejitos, te voy a decir: ¿Ves que sí eras el amor de mi vida?
Mi pecho se llenó de amor y alegría.
—Y yo te diré: ¿Qué estás diciendo, mujer? —Imité la voz de un hombre mayor — Deja de parlotear y tráeme mi medicina.
La besé en los labios mientras reía.
Con mucho esfuerzo logré llevarnos al último escalón, la puerta principal estaba a sólo medio metro de nosotros. Tres pasos seguidos y lo lograría.
— Ten cuidado con mi... — Al momento, su linda cabeza se estrelló contra la otra puerta de cristal.
—Lo siento. —Todavía con ella en brazos, reí algo fuerte mientras WooRi presionaba la parte lateral de su sien.
—¡Deja de reírte! —ordenó con un gesto enojado bastante tierno.
—Te juro que no fue intencional.
Di un último paso hacia el vestíbulo, mis piernas se atoraron con la tela de la caída del vestido y accidentalmente pisé la cola, ambos fuimos a dar contra el suelo. Primero fue divertido, luego recordé que WooRi estaba esperando un bebé y me preocupé. Me hinqué a su lado, ella estaba boca abajo y no se movía, mi mano temerosa tocó su hombro; el alma me regresó al cuerpo cuando se giró sobre sí misma y comenzó a carcajearse acostada en el piso.
Un botones y una recepcionista se acercaron corriendo a nosotros.
—¿Están bien? —preguntó la mujer. WooRi y yo asentimos mientras la ayudaba a levantarse.
—¡Oh, Dios! —jadeó por la falta de aire debido a la carcajada. — Es lo más divertido que nos ha pasado esta noche.
Sí, no lo creo. Pensé.
Luego de registrarnos deslicé la llave electrónica por la ranura y la puerta se abrió. WooRi me empujó a un lado para correr hacia el interior de la habitación, aventó sus zapatos blancos que terminaron rodando debajo del escritorio con una lámpara y una carta de menú encima. WooRi se dejó caer de espaldas sobre el colchón lleno de pétalos de rosas rojas.
—Qué cansado es esto de casarse. —gimió con los ojos cerrados. — Estoy agotada.
A gatas, me subí a la cama acomodándome a su lado.
—Se supone que es la noche de bodas y tengamos sexo salvaje, pero sinceramente estoy muriendo.
Retorciéndose y como pudo, salió del vestido; con los pies lo pateó fuera de la cama. Le eché un vistazo, ella había quedado acostada de lado en ropa interior de encaje, también blanco. Yo, fácilmente me despojé de la camisa, pero tuve que sentarme para quitarme los zapatos y calcetines. Cuando terminé, me di la vuelta y la miré; ella también estaba mirándome. Era la imagen más bonita y perfecta que había visto jamás. Ella, cubierta de encaje semi transparente, su espeso cabello despeinado y regado por las almohadas con pétalos esparcidos, sus mejillas sonrosadas, su rostro cansado y sus ojos brillando con un castizo toque virginal. Mi cuerpo se entumeció por tanta belleza. No lo resistí y estiré la mano para poder tocarla, para cerciorarme que era real.
—¿Me crees si te digo que soy la persona más feliz que pueda haber en este mundo? — Acaricié su cabello, desde la raíz hasta la punta.
—Sí, te creo.
—¿Y me creerías si te digo que, a estas alturas, aún no sé qué es lo que vi en ti que me cautivó? — por primera vez me sinceré. Mis dedos siguieron su camino por su piel a lo largo de su brazo, luego sus costillas y finalmente su cadera.
Se removió ante mi toque.
—¿Me creerías si te digo que no me interesa en lo más mínimo? —Contraatacó. Sonreí.
Con mis dos manos sobre sus muslos, le di la vuelta dejándola con la espalda contra el cobertor. Sin dejar de acariciar su piel, me incliné sobre su estómago y besé su vientre. Mis dedos recorrieron la tira del resorte de sus bragas.
—Ya quiero que nazcas, te voy a querer mucho — le susurré a la vida que WooRi llevaba dentro. —Además, creo que tendrás suerte, tu mami es muy linda y divertida, siempre se preocupa por los demás y tú no serás la excepción.
WooRi pasó la mano a lo ancho de mi cabeza. —Todavía no te escucha.
—No importa. —seguí en lo mío. — Te enseñaré buena música y supongo que jugarás mucho con tu primo Dongsun y tu hermana, y cuando crezcas, la celaras y protegerás de los hombres malos.
Sentí los dedos de mi esposa acariciar mi mentón y después enredarse dolorosamente en mi cabello, se sentó jalando hacia arriba mi cabeza; con mis ojos a la altura de su nariz, ella se inclinó y me besó frenéticamente.
—Eres mío, no puedes escapar. —gruñó con los labios pegados a mi cuello.
Moví la cabeza para volver a besarla. Abrí los ojos cuando ella se alejó de forma escabrosa, tenía su atención centrada al frente. De pronto me apartó empujándome por los hombros y saltó hacia la puerta del gigantesco baño.
—¿Tenemos jacuzzi? —gritó desde el interior, su voz haciendo eco por las paredes— ¡No lo puedo creer!
—Venía incluido en el precio.
Salió de ahí para seguir inspeccionando el lugar.
—¡Y una pantalla enorme! ¡Y aire acondicionado! —Sacó los primeros cajones que contenían folletos de restaurantes— Y servicio al cuarto, ¡las veinticuatro horas! ¿Ves esto? Puedo pedir pastel de naranja a las tres y media de la mañana si yo quiero.
—O helado de chocolate.
Me miró mal dejando caer sus brazos. —Odio el helado de chocolate.
—Era una sugerencia, mujer.
Volteó los ojos. Totalmente emocionada, abrió la puerta del siguiente mueble.
—¿Una caja fuerte? —Arrugó la nariz— ¿Cómo se supone que esto nos es útil?
Encogí los hombros. —No tengo idea.
—No importa.
Reí. Ella estaba loca, pero posiblemente no era eso lo que me tenía aquí, viéndola bailar de arriba abajo y con una enorme sonrisa. WooRi movía la cabeza hacia todas direcciones luciendo animada mientras levantaba las manos y hacía suya la habitación. No era la forma en que se movía, o la forma en que cantaba, ni siquiera era por el cómo se divertía. Era lo enamorada que estaba de la vida lo que me mantenía ahí, mirándola.
—Deberíamos casarnos más seguido, podríamos dormir de por vida en hoteles como estos. —dijo, llevándose a la boca un chocolate que encontró junto al enorme arreglo de flores a la entrada.
—Bueno, tienes un vestido y yo un traje; podemos usarlo de vez en cuando. —Propuse. — Eres mi esposa.
—Y tu mi esposo. —las comisuras de sus labios se alzaron. — Lo sé, mi lógica es abrumadora.
Me acerqué a ella, mis manos cubrieron sus mejillas y no permití que se alejara más de mí. Mis labios estuvieron sobre los suyos en cuestión de dos segundos. La besé con ternura, con todo el amor que sentía por ella; prometiéndole que estaría a su lado por el resto de mi vida, que si no estaba lo suficientemente enamorada de mí la conquistaría todos y cada uno de los días, que si no me amaba lo suficiente haría que me necesitara hasta demostrarle que podría hacerlo. Le prometí que sería feliz conmigo.
Comencé a caminar hacia donde estaba la cama, ella sonrió mientras me abrazaba la cintura y empezaba a desabotonar mi pantalón. Mis manos encontraron el broche de su sujetador y maniobré hasta que éste cedió. Mientras daba besos pausados en mi mejilla y labios, sus manos se encargaron de terminar de desvestirme. Una vez que lo hizo, yo me dediqué a recorrer la piel de su rostro, su cuello, sus hombros y sus brazos con mi boca; dándole pequeñas pruebas de cuánto la amaba y cuánto la deseaba. Me acerqué, rocé sus labios antes de capturarlos.
Adoraba sus besos, el cómo ella siempre encontraba la forma de no hacerlos iguales. Cuando estaba preocupada me pedía que no me fuera, cuando estaba enojada me pedía que me callara, cuando lloraba me rogaba que me aferrara a ella. Todos tenían diferentes significados, y para este beso lo único que yo entendía era: Te amo.
Sentí sus uñas escocer la piel de mis músculos y abdomen, dejé de pensar claramente cuando ella sin pena exploró el territorio inferior. Caímos de espaldas sobre la cama, gemí cuando su aliento rozó mi pecho y sus labios besaron mi garganta. Contra mi piel, su boca se estiró en una sonrisa. Continué tocándola, su cuerpo estaba caliente bajo el mío, finalmente le saqué el sujetador y me incliné para besar ese lugar bendito entre sus pechos. WooRi jadeó, se retorció al tiempo que mi mano vagaba hacia abajo, entre sus muslos.
Mi pecho se llenó de orgullo. Sería yo quien la haría sentir bien todas las noches. Me encantaba la sensación de ella debajo de mí, en el puro sentido sexual de la palabra.
Nuestras manos estaban por todas partes. Los besos en los labios, el cuello y los hombros. Me deshice de las últimas prendas que nos estorbaban. La acaricié, dejé que me impregnara los dedos de su excitación y luego me hundí en su interior. Ella jadeó más fuerte, más ronco. Empecé a moverme, mi chica se movió conmigo. Aumenté la velocidad al tiempo que WooRi mantuvo el ritmo sin dejar de presionar mis caderas con sus dulces muslos, acercándome más.
Era el cielo. Era perfecto.
Como si su cuerpo hubiera sido creado para el mío y el mío hecho para el suyo, nosotros encajábamos perfectamente. Por cada golpe, cada movimiento de pelvis, cada inclinación de pecho. WooRi seguía meneándose conmigo, tiró de mi cabello y clavó sus talones en el colchón. Le mordí un poco por encima de la clavícula, ella dejó marcas de uñas a través de toda la anchura de mis hombros. Al oído, dijo mi nombre mientras el placer arrasaba por todo su cuerpo.
Tembló entre mis brazos.
—Te amo. —susurró, sus parpados se agitaron con el delicioso agotamiento.
Rodé por encima de su cuerpo y caí del otro lado de la cama. WooRi se acurrucó a mi lado, nuestros pechos convulsivos subían y bajaban tratando de recuperar el aíre. Con la cabeza pegada a mi pecho apuesto que su oreja pudo claramente escuchar el frenético latir de mi corazón.
—¿Te puedo hacer una pregunta? — Quise ocultar mi nerviosismo pasando una mano por su cabello algo enmarañado. Asintió casi con los ojos completamente cerrados—. ¿Por qué te casaste conmigo?
Ella permaneció en silencio por un tiempo prolongado, lo que me hizo pensar en muchas cosas. Me hizo creer que se había casado conmigo simplemente porque se lo había pedido o hasta que lo hacía por lástima.
—Odio esto, ¿sabes? —hincó los dientes en mi pectoral.
—¡Auch! —gruñí de dolor. —¿Qué odias?
—Esto. — señaló como si fuera lo más obvio del universo.
—¿Qué?
—Que dudes de mí. —quiso alejarse y darme la espalda, la aferré a mi lado.
—No dudo de ti. Te amo, y nada me asusta más que eso.
WooRi suspiró con malestar. Comenzaba a sentir un raro hueco en el estómago cuando un beso en mi pecho me distrajo.
—Me casé contigo porque quería desposar a mi mejor amigo, y porque si necesitas a alguien, será a mí a quién acudas. Porque quiero hacerte sonreír apenas despiertes.
—Eso sería lindo.
—Me casé contigo porque sé que a tu lado nunca me aburriré. Quiero pararme junto a ti, tomar tu mano mientras vamos por la calle y sonreír orgullosa sabiendo que te tengo. Y porque...no sé, porque quiero volver del trabajo sabiendo que mi esposo estará esperándome.
—Buena respuesta, chica lista. —La besé en la corinilla.
— ¿Y tú? ¿Por qué te casaste conmigo?
Sonreí lleno de malicia, y con la mirada hice hincapié en nuestros cuerpos desnudos.
—Porque tendría sexo gratis.
Ella soltó una carcajada y cerró su boca con la mía.
*Me entró algo en el ojo*
Les quiero un montón. Sólo me gustaría decir que estamos a nada del final y que, bueno, todo puede pasar.
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