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29. La Noche Es Un Buen Cobijo Para Los Amantes

KIM SEOK JIN

Tomé el primer vuelo que encontré apenas colgué el teléfono. Tres semanas instalándome en Chicago, lejos de todo, listo para seguir adelante, y con una sola llamada de Mari-na los planes cambiaron.

Después de casi catorce horas de viaje, logro dar vuelta en la calle sin obtener ninguna multa por exceso de velocidad. Estaciono el auto fuera del edificio donde la vine a dejar la primera vez, el día que la conocí, cuando todo comenzó.

La caminata en ascenso por la escalera nunca se había sentido tan pesada. Cuando me decidí a tocar la puerta, aún tenía los nervios a flor de piel. Me sentía como un adolescente a punto de pedirle una cita a la chica más guapa de la escuela. La sombra de sus pies se asomó bajo la puerta antes de que ésta se abriera; no me asombró que ella no se sorprendiera de verme ahí, era casi como si..., como si hubiera estado esperándome.

—¿Qué haces aquí? Pensé que seguías en Illinois.

—Olvidé hacer algo la última vez. Olvidé llevarte conmigo.

—Jin —Ladeó la cabeza luciendo como una niña. —.Voy a casarme mañana.

—Lo sé. Mari-na me llamó.

Me miró, sus ojos me apuñalaron el pecho por la decepción. —No tenía derecho a hacerlo.

—Te amo. — Estuvo a punto de cerrar la puerta, pero se lo impedí poniendo mi cuerpo como barrera. — WooRi, por favor.

Bufó cansada. —¿Qué quieres?

—¿Puedo pasar?

No me dijo que sí, sin embargo, se hizo a un lado para que yo entrara.

—Es media noche, Jin.

—No quiero que te cases.

Ella se petrificó. Al cabo de unos segundos pareció reaccionar, su respiración se volvió pesada cuando examinó mi rostro.

—¿Por qué?

—¡¿Por qué?! —Resoplé— Vamos, ¿has olvidado lo que pasó entre nosotros?

—Esta es una muy mala idea, debes irte.

Avancé hacia ella. —Cada día que vi a Taehyung sonriente, la forma en que sueles mirarlo, el modo que lo besas; todo eso era mío. Las risas, el brillo en los ojos, los berrinches y las clases de baile. Todo.

—Jin, no puedes hacerme esto. ¿Por qué ahora?

—Porque hasta ahora siento que te vas enserio de mis manos. Ven conmigo. Por favor, ven conmigo. He cometido muchos errores, pero esta vez no quiero irme sin intentarlo.

—¿Irnos?— me miró incrédula— Es una locura. ¿Qué pasaría con Taehyung? ¿Con JiNa?

—La criaré como mi hija, no le hará falta nada. Seremos una familia.

—¡Jin! ¿Cómo puedes siquiera contemplar la idea? Ambos estamos casados.

—Nos divorciaremos. —La sujeté por los codos tratando de acercarla a mí, WooRi sacudió los brazos y retrocedió.

—No es tan fácil. No es como tirar una camisa vieja a la basura.

—Te sigo amando.

—Eso ya lo dijiste.

—Por favor, no me hagas esto. Esta situación me está matando y no lo soporto.

—Lo nuestro se terminó hace años.

—No digas eso. —traté de alcanzarla de nuevo, puso ambas palmas sobre mi pecho para hacer que me detuviera.

—Se acabó, por favor vete a casa.

—¿A casa? ¿De regreso a la soledad de un maldito apartamento que aún conserva tu esencia? ¿O a la mentira de vida que creé para no pensar en ti cada maldito minuto del día? —Reí una vez, sin ganas. —Mejor pídeme que me meta una bala por la cabeza.

Se quedó estática de nueva cuenta, sus ojos tenían un brillo cristalino y por un momento, sentí como si realmente hubiera llegado a la fibra más sensible de su cuerpo; pero su mirada perdió el enfoque y la burbuja en la que ella permanecía, se convirtió en un muro.

—Vete. Ya hice mi elección.

—Te necesito a mi lado, ¡¿Cómo es que no puedes entenderlo?!

—Yo lo amo. ¡Amo a Taehyung! —su grito quedó ahogado, no fue más que un débil gemido.

Moví lentamente la cabeza negándome a creer una sola palabra.

—Eso no es verdad. —Sentí como las lágrimas amenazaban con quemar mis ojos. No pude contenerme, con fuerza envolví a WooRi en mis brazos y la apreté a mi cuerpo.

Puse mis labios en los de ella. Su boca estaba rígida, pero aún así la besé con más fuerza deseando obtener una respuesta por su parte. Ella se removió con furia y finalmente me apartó.

—Detente.

—Bésame. —WooRi mantuvo su boca cerrada y la vista en un punto fijo; su cuerpo estaba tenso, sin vida. —Bésame— rogué una vez más— ¡Por favor, WooRi! ¡No te cases con él! ¡Te amo!

—¡Te dije que pararas!

La ignoré deliberadamente. Continué: —Sé que cometí un error, que no merezco tu perdón. Ni siquiera entiendo cómo pudiste estar conmigo esa noche, pero te amo y estoy intentando recuperarte. Haré lo que sea que esté a mi alcance para que vuelvas a amarme. Me jode la cabeza saber que todo lo que tuve se me escapó de entre las manos en dos segundos. Tengo miedo, porque me di cuenta de que si no te doy un gran discurso tú no sucumbirás ante mis palabras y vendrás corriendo a mis brazos como en las historias de amor de los libros que tanto te gustan. Sé que no llorarás y me dirás que todavía me quieres porque sé que no lo haces como yo lo hago y lo entiendo. Pero estoy aquí, WooRi, intentando ponerme en vergüenza por ti. Te amo y eso no dejará de pasar por un par de...

—Ya cállate, Seokjin.— ordenó con voz suave, casi dulce.

Escuchar de nuevo esa palabra salir de su boca, hizo que todo mi cuerpo temblara.

—Cállame.— tragué saliva— Vamos, WooRi. Cállame.

Se lamió los labios.

—Yo...

—¿Qué esperas? Cállame.— la reté.

—Por favor, no hables.

—Cállame como sólo tú sabes hacerlo.

Completamente consternada, pareció caer en cuenta de algo relevante. La vi apretar los dientes y dar dos pasos hacia atrás chocando su espalda contra la pared.

—Desde hace tiempo imaginé que este día llegaría. Soñaba con que esto pasara y en ese entonces estaba dispuesta a dejarlo todo por ti, pero ahora...ahora no lo sé.

—Si lo sabes, sabes que me amas.

—Te amo, pero...

—¿Pero?

Tragó saliva. —No es correcto, Jin. Amarte ya no se siente correcto.

—¿Te arrepientes de amarme? —pregunté, con el corazón en la boca.

—A veces quisiera poder regresar el tiempo para evitar conocerte, pero sin importar cuantas vueltas le dé al asunto, entiendo que si el destino no nos hubiera juntado yo no habría logrado encontrarlo.

—No, no, no, no digas eso. Tú y yo nos pertenecemos.

Nunca supe qué fue, pero algo en su interior cambió, WooRi se transformó, volvió a ser la vieja ella, la dulce. Avanzó cuatro pasos hacia el frente, los conté. Estiró su brazo, sus nudillos delicadamente trazaron a lo largo de mi mejilla. Cerré los ojos al sentir su contacto de nuevo.

—¿No te has puesto a pensar, que tal vez tú y yo no estamos destinados a estar juntos?

Oír esas palabras salir de su boca en una interrogante prácticamente terminó de destruirme. El furor que aún quedaba dentro de mí salió disparado de mis labios hasta asegurarse de penetrar los oídos de aquella mujer.

—Ni por un segundo. Ni por un puto miserable segundo me ha pasado esa barbaridad por la cabeza. Vine con un propósito, WooRi. Si quieres que me arrastre de aquí hasta el otro lado del mundo lo haré. Si quieres que abandone todo lo que tengo y todo lo que soy, dímelo y estará hecho; pero por lo que más quieras, no me digas que tú y yo no podemos estar juntos.

Sacudió la cabeza como si realmente mis palabras hubieran llegado hasta ella.

—Jin, cambié. Soy otra.

—Sí. Antes eras mía, no de él.

Ella apretó los ojos una vez más y dio media vuelta dándome la espalda, avancé hasta donde se encontraba. Conté en silencio exactamente cinco segundos antes de acercármele y poner mis manos en sus caderas. Con mi nariz rocé su hombro, y en besos pausados subí por su cuello hasta el oído. Se tensó al momento. Su cuerpo poco a poco fue cediendo, su respiración se agitó, subí mis manos a su vientre y presioné mi pecho contra su espalda. Mi pelvis contra su trasero.

—Jin, suéltame. —gimió. —Por favor.

No estaba listo para dejarla ir. No estaba listo para una vida sin ella. No estaba listo para dejar de amarla.

Y seguro no estaba listo para renunciar a esta mujer.

Soplé el punto erógeno detrás de su nuca. WooRi volvió a gemir, saber que mi toque aún la provocaba me excitó tanto que se sintió como el cielo, tanto que casi pude correrme en ese instante. Pegué mi entrepierna aún más a ella.

—Él no te tocará como yo. No te besará como yo, no te hará el amor como yo te lo hago a ti. Él jamás será yo. Tal vez sea lo que quieres, pero no lo que necesitas.

Jadeando giró entre mis brazos, quedamos uno frente al otro, podía sentir su aliento entre mis labios y su vientre bajo haciendo una ligera fricción contra mi erección. Mis dedos apretaron los huesos de sus caderas. Se mordisqueó los labios tratando de no gemir.

Acerqué mi cara para besarle el pómulo, luego sus dulces labios carnosos me dieron entrada. La besé eufórico en la boca. Ella respondió mi beso inmediatamente, mi corazón comenzó a latir a una velocidad insuperable. La besé de forma tan desesperada, rogándole que no se fuera, que no me apartara de su vida, que me amara; que me amara de nuevo, e incluso, que lo hiciera más que antes.

—Eres mía— murmuré entre sus labios, bebiéndome sus jadeos, intentando con todas mis fuerzas tragarme su alma con cada beso. — Sólo mía.

Sus palmas apretaron mi cara, las mías su espalda y cintura. De alguna extraña y jodida manera una alarma se detonó en mi interior de la nada. Algo no estaba bien. No era lo que se suponía que debía ser. No era poderoso o alucinante, ni tierno o excitante.

Me recordó a los cuentos que llegué a contarle a Ji Na, aquellos en donde el beso siempre rompía el hechizo. Porque esto...no se sentía así.

Poco a poco, y sin dejar de mirarnos el uno otro, WooRi y yo nos separamos.

—También lo sentiste, ¿cierto?

—¿Qué cosa?

—Como si trataras de encender una lámpara aún cuando sabes que el enchufe no tiene corriente, o como cuando no puedes terminar de armar un rompecabezas porque una de tus piezas está extraviada. —Su sonrisa creció. Un acto bastante cruel. — ¿Ves? Eso es a lo que me refiero. Algo falta. Lo sientes, ¿verdad?

En un susurro finalmente lo admití para mí mismo y para ella.

—Sí.

De repente se tapó la boca con ambas manos, su rostro se transformó en una máscara de remordimiento y culpa.

—¡Oh, dios! ¿Qué he hecho?

—WooRi...

—¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! Te besé. ¡Te besé! Estoy a menos de doce horas de ponerme de pie frente a un montón de gente y comprometerme de por vida con otro hombre. ¡Con Taehyung! ¡Tu mejor amigo! Un hombre que no ha hecho más que amarme, respetarme, confiar en mí y... ¡maldita sea!

—¡WooRi, tranquilízate! Todo está bien.

—¡No me digas que me tranquilice, Kim Seokjin! Taehyung siempre se sintió intimidado por ti. Se ha estado jodiendo la cabeza con el estúpido pensamiento de que no puedo amarlo como te amé a ti, creyó que nunca podría estar la altura.

—¿En serio?

—¿Cómo se supone que se lo explique? Esto va a acabar con todo en lo que hemos venido construyendo. —Se frotó la cara con las manos, al borde de la locura—¡Tengo que decírselo! Los secretos son el veneno de una relación.

Me solté a reír. —Enserio necesitas dejar de hablar con Mari-na.

—¡Cállate tú...! ¡Estúpido!

—Bonita, dime la verdad. ¿Qué está mal?

—¡Todo! —gruñó.

—¿Ah?

—¿Es que no lo entiendes? ¡Ah, soy una pésima persona! Una persona en verdad terrible.

—No sé de qué demonios estás hablando.

—No sentí nada de esto cuando terminamos. No sentí este maldito arrepentimiento que me está carcomiendo el pecho. Ese era mi gran problema entonces, no me arrepentí de nada. De absolutamente nada de lo que pasó entre él y yo. Eso era lo que me estaba matando.

Mis ojos se cerraron al hacer acuse del dolor punzante en mi estómago. Ninguno de nosotros se había arrepentido de traicionar al otro.

—Tenemos que dejar el pasado atrás.

Mi chica sacudió la cabeza.

—Lo amo, Jin. De verdad lo hago. —Sorbió la nariz.

Atrapando sus manos, la atraje hacia mi cuerpo una vez más.

—Sé, muy dentro de mí, que hay un cachito de tu corazón que aún tiene tatuado mi nombre. — Tomé su barbilla entre mis dedos. — ¿Si me amaste? —Asintió. —¿Más que a él?

Bajó la mirada y apartó la cabeza. —Es hora de que te vayas.

Su voz estaba fría, sin emoción alguna. Sus hermosos ojos, esos ojos que alguna vez brillaron por mí, estaban repletos de confusión y tristeza. En ellos había desesperación, y mucha culpa.

—WooRi. Por favor...

—Vete.

No me moví. Con movimientos débiles intentó sacarme de la casa pero la tomé de las muñecas preso del temor.

—Te lo ruego. Por favor, WooRi, no lo hagas.

—Algún día te darás cuenta de que habernos separado fue lo mejor que pudimos haber hecho.

Sencillamente dije que no con la cabeza.

—Lo mejor que pude hacer fue entrar a esa librería. —reculé: — No, fue haber dejado la carpeta y volver por ella.

—Eso no es verdad.

—Lo es. Ojalá te hubieses visto en eso momento: Deslucida, sonrojada; muy hermosa. Hermosa como nadie nunca te ha visto. Te amé entonces, te amo ahora y te seguiré amando. Siempre.

—Jin...

La interrumpí.

—¿Alguna vez te dije qué era lo que más me gustaba de ti?

Eso la descolocó por completo. Necesitaba usar todas mis armas para poder tenerla de vuelta.

—Jin—tragó saliva—, sólo vete.

Tal vez su cuerpo estaba en guardia, pero su corazón deseaba escuchar todo lo que yo tenía por decir.

—Me enamoré de tus ojos, de tu cuerpo, pero sobre todo de tu alma. Desde el principio te advertí que no estabas en mi línea. Siempre supe que merecías algo más de lo que yo podía ofrecerte.

Hubo una larga y extenuante pausa.

—Déjalo ir en paz. Se acabó.

Eso había sido todo, no quedaba más. La había perdido. Ella se casaría, ella no volvería conmigo. Había dejado de quererme, y no existía nada que pudiera hacer al respecto.

WooRi no me miró mientras cerraba la puerta, coloqué mis manos en ambos lados del marco y pegué mi frente contra la fría madera blanca. Pasaron varios minutos antes de que pudiera tener la fuerza necesaria para bajar las escaleras, seguir con mi camino y llegar al auto. Débil, abrí la puerta del conductor y me senté frente al volante.

Lloré en silencio.

Nunca, en toda mi vida, había amado tanto a una persona como para llorar en su nombre. Esto era diferente. La había perdido.

Una molesta luz blanca y azulada iluminó el interior del automóvil. El nombre de WooRi resaltó en la pantalla del teléfono. Froté mis ojos con el puño para cerciorarme de que no era mi imaginación tratando de volverme loco.

—¿Por qué estás haciendo esto? —demandó una respuesta apenas tomé la llamada.

—Porque te amo. Y el hecho de pensar que te casarás con alguien que no soy yo, me consume, me mata tan lentamente que no dejo de agonizar.

—¿Qué se supone que tengo que hacer, Jin? Dímelo por favor, porque yo ya no sé qué hacer.

Una oportunidad. Una última maldita jodida oportunidad.

—Escúchame, WooRi: Estaré ahí mañana, afuera, sólo eso. — tomé aire y algo de valor.— Si tú vas, si tú te presentas, entonces sabré que todo termino entre nosotros. Pero si tardas un solo segundo, escúchame bien, un solo segundo...vendré por ti. Tomaremos a JiNa y nos iremos lejos.

El silencio se hizo presente, únicamente se escuchaban nuestras respiraciones a través de la línea telefónica. Fueron tan sólo unos pocos segundos, pero parecían años. Fueron eternos. Sentí como mi corazón se detuvo al mismo tiempo que la desesperación se apoderaba de mi cuerpo por quinta vez en la noche.

—Llegaré, y no volverá a existir un Nosotros.—sentenció. De nuevo el silencio torturador, otra vez mi pánico en aumento. Escuché como se aclaraba la garganta y daba un corto pero pesado suspiro. —Pero si no me presento...ve por mí.

—Así lo haré. —asentí a pesar de que ella no podía verme.

Bajé del auto y miré en dirección a su ventana. Ella estaba ahí, recargada en el balcón del apartamento mientras fumaba. Se veía tan hermosa a la luz de la luna que quise correr y trepar hasta el balcón como Romeo Montesco:

"¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el oriente, y Julieta, es el sol! Es ella, es mi amor, si tan sólo ella supiera... ¡Surge, resplandeciente sol, y mata a la luna envidiosa, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, eres más hermosa que ella! No le sirvas, es envidiosa."

—Te amo, Go WooRi.

—Te quiero, Kim Seokjin

Sonreí victorioso.

Tuve que hacer uso de todo mi autocontrol para no subir y besarla con pasión desenfrenada para así poder disculparme por obligarme a olvidarla. Pero no lo hice (y me arrepentí por el resto de mi vida).

—¿Te arrepientes de algo? —preguntó tomándome por sorpresa. — Después de tantos años, ¿lo haces? ¿Te arrepientes?

Sí, me lamentaba de ser tan egoísta por haber amado a WooRi y quererla a mi lado, a pesar de que el recuerdo de Kim Yong-Sun había vuelto con la misma intensidad como lo hizo el día que la conocí. Las quería a los dos, sólo para mí.

Me hubiera gustado no hacerlo, no haberlas amado al mismo tiempo. Pero lo hice. Y aunque amaba mucho más a WooRi, el deseo por Yong-Sun había ganado.

—Sí. —respondí.

—¿Qué lamentas?

—El haberte perdido.

Hubo otra pausa.

—Te quiero.

—Te estaré esperando.

—Sí.

—Bien.—Soplé luego de que colgara.

Uno no puede hacer nada por las personas que ama, sólo seguir amándolas.

Aviso: Este usuario está a punto de llorar.

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