27. Mamá
WOORI
Lo inevitable pasó. En resumen, Seokjin sí se casó, y no, yo no había hecho absolutamente nada para impedirlo.
Igual que una patética adolescente lloré; pero sólo una vez y en compañía de Bo-mi después de una noche de bebidas. Eso fue todo. Luego las cosas volvieron no a la normalidad, sino a ser algo mejor.
Todo entre Taehyung y yo se había vuelto menos difícil; habíamos dejado de luchar contra los nuevos y confusos sentimientos entre nosotros pues queríamos ver a dónde nos llevaba esto, aunque sinceramente temíamos a lo que pudiera ocurrir con nosotros si dejábamos a los demás involucrarse demasiado.
Decidimos guardar nuestra relación para nuestro techo.
Sí, ahora dormíamos en la misma habitación, así que ya me había creado la costumbre de durante la noche buscar su calor. Estiré mi cuerpo y miré hacia mi derecha ansiando sus brazos, pero él no estaba ahí. Al notar su ausencia me sobresalté un poco; aparté las cobijas y me levanté de la cama, aprovechando para tomar mi ropa interior del suelo junto a una camiseta vieja de él.
Lo encontré en la habitación al otro lado del pasillo, recostado junto a nuestra hija velando su sueño. Golpeé la puerta para que se percatara de mi presencia, él me miró, besó la frente de JiNa y la cubrió con su manta.
—Regresa a la cama, WooRi.—ordenó con sutileza. Dicho eso, salió de la habitación sin siquiera mirarme.
Después de prender la luz de noche y cerrar la puerta, lo seguí al piso de abajo; lo encontré sentado con hojas de papel a su alrededor. A su lado estaba la caja extraña donde había descubierto la invitación a la boda de Jin; creí que se había deshecho de ella. Parecía tener la mirada perdida. Me acerqué cautelosamente arrodillándome a su lado.
Vacilante, acaricié su hombro hasta llegar a su mano la cual apretaba en un puño. —¿Tae?
Reaccionó cuando lo llamé, sacudiéndose en cortos espasmos. Abrió su palma dejando caer una fotografía; sin pensarlo dos veces la tomé, en ella vi a un pequeño niño muy parecido a Ji Na de no más de cuatro años, y junto a él, estaba una hermosa mujer.
De manera tardía me di cuenta de que el niño era Taehyung y que aquella adulta debía ser su madre, ya que le encontraba un gran parecido. De alguna manera sentí que conocía a esa mujer, la había visto antes, estaba segura.
—Es mi mamá. —dijo al quitarme la fotografía de las manos.
—Nunca antes la habías mencionado. Es muy bonita.
—Eon Jin es su viva imagen.— Yo no sabía que más decir. Él sí. —Odio este día.
—¿Por qué? Es tu cumpleaños y el de tu hermana menor.
—Me trae malos recuerdos, por eso nunca hablo de ella. La extraño.
Se me paró el corazón. —¿Ella...?
—Está muerta. Murió un día como hoy, hace ya veinticuatro años.
Esto era algo nuevo, algo sumamente extraño. En todo el tiempo que llevábamos de conocernos, jamás había intimado a tal grado con él como para saber algo sobre su familia, excepto por su hermana. Nunca se me había ocurrido preguntar. Me sentía terrible por eso.
—¿Quieres hablar?
—No realmente. —Suspiró — Sé que lo necesito, pero es complicado; ha pasado mucho tiempo. Aún duele.
—Entiendo. —de verdad lo hacía.
Creo que jamás lo había visto tan vulnerable y al mismo tiempo tan cerrado como aquella vez. Le tomó unos minutos relajarse, controlar su respiración y adoptar una posición más cómoda. Todo sin soltar mi mano. Quería brindarle todo el apoyo y conforte que había en mí, pero por muy dispuesta que estuviera, temía que no lograría ser suficiente.
Besé el dorso de su mano, después las palabras fluyeron por sí solas.
—Su nombre era Park NaEun. Te juro que era la mujer más hermosa y cariñosa que alguna vez ha pisado este mundo. Fue una madre excelente. Amaba con locura a mi padre.
De la caja, sacó otra foto. En esta, estaba su mamá embarazada, con una delgada corona de flores sobre su largo y oscuro cabello, y se recargaba sobre un gran árbol. Se veía preciosa; muy, muy feliz. Me era demasiado familiar.
—Hija única, de ahí su sueño por tener una gran familia. —rio una vez. —Quería tener cuatro hijos. Seguramente planeaba que todos viviéramos en una enorme casa de campo, una granja o algo parecido; que tuviéramos perros y fuéramos una familia feliz.
—Todos queremos tener una familia feliz.
—Mi abuelo solía contarme que desde el embarazo ella me ponía música clásica y me hablaba en francés. Cuando nací, me llevaba al teatro, me leía, me ponía a dibujar y a bailar. Tuve una mamá que era artista. —apenas y me miró. —¿Te mencioné que también fue bailarina en su juventud?
Negué ligeramente con la cabeza.
Abrió uno de los álbumes fotográficos y me mostró una imagen de lo que supuse era su madre, de espaldas a la cámara, vestida con un hermoso vestido turquesa, en la quinta posición, parada sobre sus puntas y su cuerpo perfectamente estilizado. Estaba en un escenario, el reflector sobre ella.
—Según mi padre, ella era realmente buena. Nunca tuve la dicha de verla, salvo por estas videocintas; por eso cada vez que te miro bailar...me quiero imaginar a mi madre haciéndolo. Era una buena mujer.
Recargué mi cabeza en su hombro. —¿Cómo se conocieron tus padres?
—No tenía mucho que acababa de cumplir los veinte cuando su padrino, que era el productor de la compañía de ballet donde mi mamá bailaba, lo invitó a trabajar con él como tramoyista para la siguiente gira. Fue en uno de los ensayos, y según lo que ambos decían, fue amor a primera vista. Se hicieron amigos, y conforme avanzó el tiempo, se enamoraron. Duraron así varios meses hasta que al finalizar la gira, le ofrecieron la oportunidad a mi mamá de ir con las mejores bailarinas de Berlín. Ella tenía sólo diecinueve años, mi padre sabía que ese había sido uno de los mayores sueños de mi madre desde siempre. Decidió terminar con su relación y dejarla ir.
—Debió ser duro para ella. Imagínate: tener que decidir entre el amor de su vida o su más grande sueño.
Ni siquiera se molestó en responderme. Se estiró para encender la lámpara; continuó:
—Mi madre se fue con el corazón destrozado. Durante los siguientes seis años, bailó en las mejores producciones de Europa y obtuvo los protagónicos más deseados por las bailarinas de todo el mundo.
Me entregó un sobre con varias tomas de su madre bailando en la compañía nacional de Rusia: El lago de los Cisnes, Carmen, Romeo y Julieta, La Bella Durmiente, El Cascanueces. El sueño de toda bailarina clásica.
—Es impresionante. Yo nunca llegué a lo profesional, pero..., debe ser grandioso. Tu mamá era una estrella. —sonreí.
—Lo era sin duda.
Dentro de la caja había un afiche de su madre caracterizada de Odette para la publicidad de la producción del año 86.
Mi espina dorsal recibió el golpe de la sorpresa. Tuve un repentino flashback donde mi yo de ocho años intenta imitar a la bailarina que están homenajeando por la televisión en el canal cultural. Después de ese día, mi padre me inscribió a mi primera clase de ballet.
Santo Cielo, yo conocía a esta mujer.
Me cubrí la boca con la mano y dije con emoción: — ¡Taehyung, tú mamá era Park NaEun!
—Sí. —sus facciones se iluminaron ante el reconocimiento que hubo en mí.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Nunca preguntaste.
—Podría ahorcarte ahora mismo. —chillé. —Tuve un afiche gigante de ella en mi estudio por años, pudiste haberlo mencionado en algún momento.
Se burló de mí.—No era para tanto.
—¿Que no era para tanto? ¡Dios, no puedo creerlo! Mi novio y padre de mi hija, comparte sangre con una de mis ídolos de toda la vida. Fue por tu madre que empecé a bailar. Esto es... —sacudí la cabeza. — loco.
Taehyung soltó una risa forzada, pero en sus ojos había emoción. Habíamos encontrado una conexión entre su madre y yo, y eso lo conmovía.
—Es...¿es enserio? —balbuceó.
—Por supuesto que sí. Estoy hablando totalmente enserio, te lo juro.
—Vaya, no puedo creerlo. Es increíble.
—Lo sé. —le di un ligero abrazo que lo tomó desprevenido. Cuando me aparté, descubrió mi frente y me besó allí.
—Una noche al azar, durante una de las funciones, vio en la segunda fila al hombre que amaba. Él la esperó sobre el escenario al terminar, le dijo que no podía pasar un segundo más de su vida lejos de ella, y le pidió matrimonio. Decidieron regresar, se casaron apenas aterrizaron. De su amor nací yo. Ella comenzó a dar clases de francés en una escuela cercana mientras que mi padre trabajaba como doctor.
Era increíble lo bien que se sabía de memoria cada acontecimiento. Yo de hecho ni siquiera tenía idea de cómo se había conocido los míos, pero estaba segura que la historia no era ni la mitad de arrebatadora que la de los padres de Taehyung. Incluso de pronto me daba la impresión de que estaba narrándome una película. Sentí pena por él. Cada escena se proyectaba en su cabeza conforme iba hablando, pero esa película estaba por llegar al final. Una parte triste y dolorosa en su vida.
—Recuerdo el día que me dieron la noticia de que tendrían un nuevo bebé; era sólo un niño, pero se esforzaron en hacer todo un evento para anunciármelo. A partir de ahí, cada noche hablaba con mi hermana a través del vientre. Juntos, los tres, le cantábamos algunas noches, papá le contaba lo que hacía durante el día, y yo le decía lo mucho que deseaba jugar con ella.
Se quedó callado. Su brillo se extinguió, y deseé con toda mi alma poder reavivarlo.
—Aquí estoy. Te escucho.
Tae apretó mi mano, giró a verme, me escondí detrás de mi cabello para que no viera la tristeza que sentía por él.
—El embarazo se complicó, ella tuvo que estar en cama la mayor parte del tiempo. Ya no me permitían verla porque decían que necesitaba cuidados especiales y mucha tranquilidad. Me llevaron a vivir con los abuelos. —Su tranquilidad flaqueó. — La última vez que vi a mi mamá con vida, fue cuando ella recién cumplía los siete meses de gestación.
—¿La última?— Un nudo se formó en mi garganta mientras que sus ojos se llenaban de lágrimas.
—En mi última visita ella había prometido que pasaríamos juntos mi cumpleaños. Me dijo que me compraría un gran pastel y que iríamos a comprar un perro. Me juró que sería el mejor cumpleaños de mi vida—No pudo más, su voz finalmente se quebró. —. Eran las dos de la tarde, yo estaba sentado al pie de la escalera esperando que mi padre pasara por mí y me llevara a casa; entonces el abuelo se acercó y me dijo que él no vendría porque había tenido que llevar a mi madre al hospital.
—Entonces, ¿ella...?
—Apenas estaba anocheciendo cuando mi abuela entró a mi cuarto. — Comenzó a llorar—Se acostó a mi lado, besó mi frente y dijo: Tienes una preciosa hermanita, y tu mamá ahora está en el cielo. Ella te amaba por sobre todas las cosas, nunca lo olvides.
—Tae... —Lo siento tanto, mi amor.
—No entendí de lo que hablaba, yo sólo quería ver a mi mamá. Estaba tan molesto con ella por haber roto su promesa. En ese momento no lo entendí, fue sino hasta que vi la urna de sus cenizas que me di cuenta de que jamás volvería a verla.
Lo tomé en mis brazos acunándolo como a un niño, como el niño que fue, y el que mereció ser.
—No lo merecías. Nadie merece perder a su madre.
Sollozó asintiendo contra mi pecho, sus lágrimas empaparon mi camiseta; no me importó, no quería verlo así. Necesitaba que se recompusiera, pero estaría siendo demasiado egoísta. No tenía ni idea de qué hacer porque nunca había experimentado ese tipo de dolor.
—Solía odiar a mi hermana. La odié durante años, por su culpa mi mamá estaba muerta. —Alzó la mirada, sus ojos rojos parpadeando hacia mí. — Todo cambió cuando mi padre decidió deshacerse de ella.
—No entiendo.
—Si yo estaba molesto con ella, mi padre de verdad la aborrecía. Para cuando Eon Jin cumplió diez años era idéntica a mamá. Quiero pensar que para mi padre verla a ella reflejada en su hija fue demasiado para él. Les dijo a los abuelos que no la quería, se refirió hacia mi hermana como si fuera un cachivache viejo o peor, basura. Mis abuelos decidieron que entonces nos cuidarían a ambos, pero él no aceptó. —decepcionado frunció el ceño. — Aún recuerdo sus palabras: Llévate a la mocosa si quieres, pero mi hijo se queda conmigo.
Acaricié su mano que estaba fría por el aire de la noche, la coloqué sobre mi muslo para darle calor.
—¿Qué pasó después?
—Se la llevaron. Crecí. Al cumplir los dieciocho por fin me di cuenta en lo que mi padre se había convertido, huí de casa y fui a encontrarme con mi hermana. Me prometí a mí mismo cuidarla y quererla por todo lo que me restara de vida. —cubrió mi mano con las suyas. —Entenderás que por eso no disfruto mucho festejar mi cumpleaños. Durante mucho tiempo Jin intentó hacerme cambiar de idea pero...¿cómo puedo celebrar el mismo día que mi madre cumple años de muerta? Cada vez que miro a Eon Jin...imagino que estoy viéndola a ella. La extraño tanto.
—Puedo sentirlo en mi corazón.
—Perdóname. Cada año es lo mismo, soy patético. —Se mofó de sí mismo.
—No digas eso, no tiene nada de malo. —Lo detuve de limpiarse las lágrimas con el dorso de la mano.
—Espero a que todo esté en silencio, entonces me levanto y abro esta maldita caja de recuerdos. —Sollozó de nuevo y frotó sus mejillas húmedas con el dobladillo de su camiseta.
—No puedes seguir manteniendo vivo ese dolor.
—Es más que eso. He leído sus cartas una docena de veces, he visto sus cintas hasta que mis ojos no pueden más. En ocasiones me siento tan perdido. Cada día pasa algo nuevo en mi vida que quisiera poder compartirle. — Me miró por encima del hombro. — Cuando desapareciste, quise correr con ella y pedirle que me ayudara a encontrarte. Deseé desesperadamente contarle sobre Ji Na, ella habría sido muy feliz.
Taehyung lentamente empezó a guardar todas las fotografías que había sacado de la caja. Los recuerdo lo invadían y cada que tomaba una foto, una nueva lágrima resbalaba por su mejilla, haciendo que las mías siguieran su ejemplo. Involuntariamente dejé salir un sollozó, él volvió su atención a mí y me miró con preocupación.
—WooRi, no llores. Por favor... —sus pulgares frotaron mis pómulos para deshacerse de mi angustia. —No lo valgo.
Me sorbí las lágrimas.
—Claro que lo vales. Tú, Kim Taehyung, vales la pena. —acaricié su mandíbula con los dedos. —Eres fuerte, apasionado y puro. No conozco a nadie que valga más la maldita pena que tú.
Él, aquel hombre que siempre tenía una sonrisa para mí, ese que fue y era mi mejor amigo, había estado tan cerca tantas veces de derrumbarse, que en retrospectiva me di cuenta de lo mucho que había tratado de ocultarlo durante el tiempo en que éramos sólo amigos. Pero en este momento, si él caía, yo caería con él.
—¿Por qué no me lo habías dicho antes? Ya sabes, ¿aquella vez en el estacionamiento del edificio de Jin?
Me arrepentí al instante siguiente en que le hice la pregunta porque realmente se detuvo a pensarlo, y no quería que lo hiciera. No quería que su vista quedara fija en un punto inexistente como lo hizo antes y se cerrara de nuevo. Lo quería conmigo, compartiéndome todo lo que tenía dentro.
—No tienes que decirlo. No importa ya. —le aseguré mientras acariciaba su espalda, deseando que con mi tacto regresara a mí.
—No te imaginas cuánto le agradezco a la vida que te haya puesto en mi camino. —apretó la mandíbula. — Por favor, WooRi, nunca más vuelvas a dejarme. No me abandones. No podría soportarlo.
La desesperación en su voz me hizo estremecer. Sentí miedo y empatía, porque a esas alturas no podía soportar que él me dejara a mí
—¿Por qué crees que te dejaría?
—No sé. Tal vez pronto te darás cuenta de que esto no es lo que querías, que te estás conformando con esto porque tu vida no va de la manera que esperabas, ni con la persona con la que la planeaste.
—¿De qué hablas? Claro que no. Quiero estar contigo.
Sus ojos se afligieron, algo dentro de él no me creía en absoluto.
—Tengo miedo, WooRi. Miedo de perderte.
Ojalá él hubiera sabido en ese momento, que la idea de separarme de su lado me aterraba más que otra cosa.
—No vas a perderme.
—¿Cómo puedo estar tan seguro después de que he dejado de creer en los finales felices?
—Porque soy yo quién te lo está diciendo. Aquí, es este momento. En tu casa, donde sólo tú puedes tenerme. —sonreí a medias— El Vivieron felices para siempre dura hasta que el escritor pone el punto final. Si tú me lo pides, puedo escribir un libro sobre lo que quieras asegurándome de que tenga un maravilloso final feliz.
Taehyung rodó los ojos.
—Sí, bueno, cuando escribas una historia sobre mí, asegúrate de agregar: Y vivieron felices para siempre, pero sobre todo, juntos. —dijo, esta vez en un tono más relajado y bromista.
—Lo tendré en cuenta —murmuré siguiéndole la corriente. Él me dedicó esta vez una sonrisa completa.
—Lo digo enserio, los escritores de esta época parecen tener una seria aversión al amor; matan personajes a diestra y siniestra, o no los dejan juntos. Los odio. —reí por su expresión. —Y quiero que mi personaje lo interprete alguien de nombre conocido cuando lo lleven a la pantalla grande. Nada de actores pequeños.
—Dalo por hecho. ¿Otra cosa?
—La dedicatoria. Tiene que ser especial, tener presencia y verse completamente real. Y el título, tiene que ser algo como...
—¡No me digas!— puse mi mano en su boca, besó mi palma. —Tengo el título perfecto.
—Esa es mi chica —Apuntó orgulloso al descubrirse la boca. Me plantó un corto beso en los labios. —Gracias.
Hubo paz en su interior de nuevo. Besó también mi cabello, luego nos quedamos ahí por un tiempo; sin hablar ni mirarnos, sólo ahí, con mi cuerpo sobre el suyo. Dándome cuenta de que no lo quería como yo creía.
Lo amaba más.
Fue ahí cuando la realidad de la situación me golpeó. La epifanía de verdad me dio de lleno en la cara, como un golpe masivo digno de knockout.
Lo amaba.
¡Joder! Me había enamorado de él. Duro y hasta el fondo.
—¡Taehyung! —mi voz salió con urgencia, con una desesperada urgencia de admitirlo.
—¿Qué?
Pestañeé. —Te amo.
Se congeló a mi lado. Sus ojos me miraron con atención, dejando sus labios perfectamente entre abiertos. Esa era la primera vez que se lo decía completamente enserio, pues estaba segura de que me había enamorado de él, lo de antes habían sido sólo sospechas.
—Dilo otra vez —susurró aún en transe.
—Te amo —repetí, casi como si no lo creyera.
—De nuevo.
—Te amo.
—Sólo... —balbuceó— Sólo una vez más.
—Te amo.
Taehyung se estremeció de pies a cabeza. Tragó saliva.
—Yo te amo más que a mi vida. — No me sorprendió en absoluto lo rápido y fácil que había soltado esas palabras.
Un corto y cómodo silencio se ubicó entre nosotros, en ese momento me sentí feliz, y puedo apostar todo lo que tengo a que él se sentía extasiado. Entonces me besó, me dio un beso real. En cuanto sus labios dejaron los míos, comencé a sentirme sola, lo miré fijamente y él hizo media sonrisa, dio pequeños besos en ambas de mis mejillas, también en la frente, haciendo que mis ojos permanecieran cerrados. Me abrazó fuerte y se recostó en el suelo haciéndome quedar sobre él. Con mi cabeza inclinada podía escuchar su corazón latir por mí.
Lo amaba, amaba a Kim Taehyung
Sus manos bajaron por mi espalda hasta mi cadera donde se quedaron varadas. Junté mis manos en su pecho y apoyé mi barbilla en ellas, solamente para mirarlo a él. Podría pasar mucho tiempo haciendo eso y no me aburriría en lo absoluto.
—Cásate conmigo.
No fue ni siquiera un susurro, su voz salió tan débil, tan baja, tan íntima que bien pudo haber sido sólo el sonido del viento lo que me pareció escuchar.
—¿Qué? —Me levanté de golpe y él lo hizo conmigo.
—Cásate conmigo.
Me quedé mirándolo atentamente, él parecía estar tan seguro de querer pasar conmigo el resto de su vida. Me perturbó cuan segura estaba también. Lo había amado desde hace tanto tiempo, que la idea no me pareció descabellada.
—Sí.
No se inmutó de mi gesto.
Jamás había visto a un hombre cambiar tantas veces de color, él se puso amarillo, luego blanco, luego rojo y luego abrió la boca en forma de O. Dejé una corta carcajada salir de mi boca, pasé mis manos por su cuello esperando a que él reaccionara
—Dijiste que sí.
—Sí.
—¿Te casarás conmigo?
—Sí.
Él sonrió idiotizado por mi respuesta. No podría describirlo de otra forma porque mi mente aún no funcionaba bien y no encontraba un sinónimo suficientemente acertado a esa expresión que había en su rostro.
—¿De verdad?
—¡Sí!
Me abrazó fuerte llenándome de besos el rostro, pero se detuvo de pronto. Maldijo en voz baja.
—Soy un imbécil. —estampó su palma contra su frente.
—¿Qué? ¿Tres segundos y ya te arrepentiste? —–Negó besando mis nudillos—¿Entonces?
—No pensé en preguntarte esto tan pronto. De hecho, no pensé que me dirías que sí. No tengo un anillo.
Me reí. —No impor...
—Oh, espera.
Literalmente se levantó corriendo hasta la cocina, después de escucharlo abrir la nevera y luego el grifo, volvió a donde yo estaba con una pieza roja de plástico en sus manos.
—¿Es eso el aro de la tapadera de la leche?
—Sí, pero finjamos que es un anillo de veinticuatro quilates. —hizo un ademán de poca importancia.
Tomó mi mano izquierda, tenía una enorme sonrisa que no podría soportar no verla de nuevo. Con trabajos pudo colocármelo en el dedo, pero en cuanto terminó lo recompensé lanzándome hacia él. Ambos caímos al suelo abrazados.
—Estás jodida, WooRi, ya no te puedes escapar.
—¡Demonios! — dramaticé.
Suspiró aliviado—Te amo, Go WooRi. Siempre lo he hecho. Siempre.
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